Tras
la evidente decepción y el calentón acumulado, llamé a Dani para decirle que me
iba con el esa noche al sitio de cruising. Sin embargo, no podría ser. Dani
tenía que volver inmediatamente a Madrid a atender a un familiar que había
sufrido un accidente. Antes de irse, me dio el teléfono de un amigo suyo que
estaba por allí y que también quería descubrir el lugar de cruising.
-
Llámale y vais juntos y mañana me contáis. No te cortes, que es un tío majo y
muy legal.
Pues
sí, le llamé. Me dijo que se llamaba Sergio, que también era de Madrid y que
solía veranear allí, bastante cerca de mi apartamento. Quedamos para tomar algo
y conocernos y lo cierto es que congeniamos enseguida. Sergio era un chico
alto, moreno, de ojos castaños casi negros, cara fina con rasgos muy
masculinos, aunque un poco aniñados, cuerpo trabajado en gimnasio, aunque nada
exagerado. Me gustó lo que vi. Con esas, nos fuimos a la playa y nos animamos a
ir al sitio de cruising que nos había contado Dani mientras quedara luz del
sol. Había una complicidad tremenda entre ambos, como si nos conociéramos de
toda la vida.
Fuimos
caminando por la playa hasta pasar el Gran Hotel, coger el segundo acceso de
madera de la playa y salir a la pinada. Estábamos nerviosos. Había un camino
que seguimos durante unos 10 minutos hasta que estábamos internos en la pinada
y tocaba subir. Según íbamos subiendo hacia la ya mencionada caseta en ruinas
empezamos a ver restos de condones, clinex, botellas... Vamos, estaba claro que
allí había tema. Empezamos a ver hombres por la pinada y nos asustamos, pero
seguimos deambulando por allí. Topamos con un hombre de unos 40 años, que nos
mira y se aprieta el paquete. Sergio y yo le devolvemos la mirada y el hombre
se saca la polla medio erecta y nos invita a acercarnos. Nos miramos y como fue
evidente que no era lo que buscábamos ninguno de los dos, seguimos deambulando.
Para el hombre no fue suficiente y empezó a seguirnos con insistencia, siempre
con la mano en el paquete. En esto que le digo a Sergio:
-
¿Qué te parece si le ponemos cachondo y se empalma, a ver cómo la tiene?
-
Por mi bien, me apetece llevarme algo a la boca hoy. Respondió Sergio.
Y
no se muy bien cómo surgió, pero Sergio y yo empezamos a comernos la boca. El
hombre que nos seguía se acercó, pero aquello era más pequeño de lo que
esperábamos. Sin embargo, cuando nos quisimos dar cuenta, vimos que estábamos
rodeados de hombres escondidos entre los pinos que nos miraban y se acercaban
sigilosamente. No recuerdo cuántos habría, unos 6. Se ve que les habíamos
encendido.
Nos
asustamos un poco y decidimos irnos. Tan siquiera llegamos a subir a la famosa
caseta. En el trascurso de vuelta apenas hubo palabras, pero a sabiendas que su
familia no estaba en casa, Sergio me invitó a subir.
Parecía que al final el
segundo intento no había salido tan mal.
Una posible orgía desaprovechada entre los pinos !!!
ResponderEliminarBueno, si al final el segundo intento funcionó, tiene un pase ;-)