29 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 29: CRUISING EN LA PLAYA

El verano no tardó en llegar y los tres amigos ya estábamos deseando concretar fechas para coger el tren e irnos a la playa. En semana santa, Dani había conocido a un chico que le había hablado de una playa gay situada al otro lado del pueblo, pasando un río, donde había un ambientazo tremendo y se echaban buenos polvos entre los pinos y las dunas. Discutimos un poco, porque yo le decía que allí había una playa nudista, pero nada de gay. Qué equivocado estaba.

Era complicado llegar a ella sin coche, pero como estábamos decididos a descubrir lo que allí había, nos arriesgamos a ir con el autobús de línea y sus malas frecuencias. En realidad no estaba lejos, no se tardaba más de 10 minutos desde que cogías el autobús, pero llegar andando suponía algo más de hora y media dando una vuelta considerable y por caminos nada recomendados, teniendo en cuenta que los tres vivíamos en la parte sur del pueblo, y esto estaba justo al lado contrario.

Aquello era el paraíso del cruising, así, esa es la definición. Digamos que la playa se dividía en improvisadas secciones: familias, zona nudista hetero, zona nudista-mixta gay y, de nuevo, familias. La zona gay era fácil de identificar: ponían una bandera arco iris y bueno, viendo el público que por allí había, era obvio. Así que durante la mañana disfrutamos de la playa, observando lo que allí ocurría: chicos, hombres y grupos, de cuando en cuando, se metían a la pinada y tardaban bastante en salir. Estaba claro.

Después de comer unos bocadillos y bebernos unas sangrías, decidimos descubrir la pinada., Así que entramos los tres a la vez. He de decir que nos costó dar con el sitio de cruising. Esa playa tiene una pinada muy extensa y siempre ves a chicos paseando buscando tema.... pero la zona buena de cruising es una zona que algunos de allí conocen como "el foro", por su estructura circular. Una zona de pino bajo y palmeras, muchas de ellas secas, con arena blanca y fina y diversos arbustos que proporcionan multitud de lugares, como pequeñas habitaciones, que parten de los caminos. Donde, como podréis adivinar, es donde se folla.

Aquello no tenía nada que envidiar a lo que a sus 18 años Dani había conocido en Ibiza, no se cansaba de repetirlo, que no tenía nada que envidiar a la zona de cruising de Es Cavallet en Ibiza. Y, la verdad, es que Sergio y yo nos quedamos atónitos. Había muy buen material, de todas las edades, de todos los tipos, pero mucha más juventud que en la caseta. Tíos en bolas paseando y buscando, tíos follando entre los pinos, orgías, tríos... Todo a simple vista de quien por allí pasara. Muchos gozaban siendo observados, otros se iban a zonas más apartadas. Como dije antes, aquello era y es el paraíso del cruising de aquella zona. Dani decía que era el mejor sitio de cruising de todo el mediterráneo, que los mejores sitios de la costa eran Sitges y esta playa de Alicante.

Lo que a nosotros nos mataba era el tiempo. A las 20h pasaba el penúltimo autobús a nuestro destino. No podíamos esperar al último, porque si venía lleno, no paraba. Y a ver qué hacías entonces. Este día supuso toda una aproximación a la zona, no hicimos nada ninguno de los tres, pero sí que nos fuimos de allí con un calentón tremendo viendo todo lo que se cocía en aquella enorme pinada.

Para ampliar más información y ver mapas e imágenes haz click en el siguiente enlace:

http://diariodecruising.blogspot.com.es/2014/03/cruising-en-la-playa-del-rebollo.html

26 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 28: DE VUELTA EN SEMANA SANTA

Sí, nuestras visitas a nuestro destino veraniego solían tener un carácter cíclico: había que aprovechar las vacaciones y siempre solíamos ir en verano y semana santa, aunque alguna vez también nos escapamos en Navidad y algún otro puente. Aquel verano no dio para más, a finales de agosto tuvimos que volver a Madrid desde donde intentamos seguir las noticias de la zona para ver si de una vez inauguraban la tan comentada Vía Parque y se terminaban las obras en la caseta. Nos enteramos de que en octubre ya estaba todo abierto, pero hasta la semana santa no podríamos ver lo que quedaba de aquello.

Afortunadamente la zona no había cambiado en exceso, ahora la caseta había recuperado su aparcamiento y seguía teniendo acceso directo desde la carretera mediante una gran rotonda, por detrás y bordeando la vieja casa habían hecho un carril bici, mucho menos invasivo de lo que esperábamos. La verdad es que habían salvado la zona de cruising que muchos daban por muerta. La pregunta era: ¿qué pasaría con el público? ¿Seguiría viniendo gente?

Aquella semana santa coincidimos los tres amigos, si bien Dani se uniría más tarde. Nuestro deseo por aquel entonces era recibir la tan esperada llamada: la llamada de Mario. Desde Navidad no había vuelto a dar señales, pero como le dije que en esa semana iríamos seguro, para mi era un hecho que tarde o temprano contactaría. O que nos veríamos por la casa. Quizá había perdido el número de teléfono. Quizá me mandara un e-mail.

Nos pasamos la semana convencidos de que la llamada llegaría, como en la Comunidad Valenciana las festividades se organizan de otra manera, según avanzaba la semana y no había noticias, nos autoconvencíamos de que la llamada llegaría para el fin de semana. No obstante, lo cierto es que la llamada nunca llegó. Desde luego, eso no implicó que nos quedáramos de brazos cruzados....

La caseta recuperó su gentío, volvía a haber gente. De hecho, el primer domingo que estuvimos allí hubo bastante ambiente. Sergio se encaprichó de un chico de unos 30 años con aspecto nórdico, fuerte, de espaldas anchas, al que ya habíamos visto en otra ocasión; le llamábamos "el alemán". Así que le hicimos unas señas para que nos siguiera, y cuando dio con nosotros algo más abajo en la pinada, ya venía con la mano desabrochando el pantalón vaquero azul que lucía aquel día. "Sólo chupar", decía el pobre con un mal español. La verdad es que no había mucho que chupar y menos, después de lo que habíamos tenido entre manos el verano anterior. Pero el alemán tenía mucho morbo, así que le quitamos la camiseta y pudimos sobar un fuerte cuerpo, darnos unos cuantos morreos, para después ponernos de rodillas y chuparle la polla. Le gustaba tener el control, nos cogía la cabeza con fuerza y el decidía quien se la metía en la boca cada vez, dando fuertes embestidas. No tardó nada en correrse, nos la sacó de la boca y se corrió en el suelo, de los más rápidos que he visto. Se subió el pantalón, nos dio un beso y se marchó. Pude ver que el alemán llevaba alianza. Esta no sería la única vez que nos lo montaríamos con el.... Aunque sí fue lo único que nos llevamos a la boca esa Semana. 

23 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 27: LA HISTORIA DE MARIO (Parte 3 - Última)

Con las conversaciones que íbamos manteniendo empezamos a saber cosas de él y él de nosotros. Se llamaba Mario, tenía cuarenta y pocos años (muy bien llevados), 3 hijos y estaba felizmente casado. De hecho, por las mañanas le veíamos en playa con su familia. Sí, era el chico que Sergio creía.

Mario era un hombre de una ciudad cercana que solía veranear por allí, desde joven había tenido impulsos hacia los hombres y nosotros no habíamos supuesto una excepción. Quedábamos cada 2 días, a veces tenía prisa y sólo podía dedicarnos 15 minutos y otras veces llegamos a estar hasta 2 horas con él. Según la excusa que pudiera dar en casa. Durante todo el mes de agosto estuvimos manteniendo encuentros en los que al final sólo llegó a haber un espacio de un día de por medio. Le encantaba que se la chupáramos, no se cansaba de decírnoslo y aguantaba la erección el tiempo que fuera. Estábamos encantados con él y él con nosotros. Con el paso de los encuentros empezó a haber un poco más de interacción: Mario comenzaba a comernos la boca, besarnos el cuello y el pecho y acariciarnos el cuerpo con ternura y deseo. Pero de ahí no pasaba. Nunca nos la tocó, pajeó ni nada por el estilo. Él mismo confesaba que buscaba dejarse hacer y para nosotros era un placer. El morbo con él era completo, no ya sólo por su herramienta y sus huevos, que eran de los más grandes con los que me he encontrado nunca, sino por su cuerpo, actitud, forma de ser y por la conexión que habíamos creado.

Puedo aseguraros que llegó a haber mucha complicidad y confianza entre nosotros, teníamos nuestro rato de sexo y nuestro rato de charla donde compartíamos confidencias e intimidades que, por respeto, no voy a contar aquí. Hasta que el verano llegó a su fin.
Para nuestro último encuentro nos dedicó algo más de dos horas de sexo y charla en la pinada. Como parecía estar tan encantado con nosotros, le camuflé en un flyer de un pub mi número de teléfono e e-mail y se lo di. La verdad es que no pensé que ese sería, hasta la fecha, el último día que le vería. Tras toda la complicidad y el buen rollo que había surgido entre nosotros, di por hecho que tendríamos "amante" para una larga temporada.

Mario me llamó en diciembre varias veces, ya que le había comentado la posibilidad de que fuéramos en Navidad, pero finalmente no pudo ser por el trabajo que Sergio había encontrado. Las conversaciones estaban llenas de cordialidad e incluso me llamó el 25 de diciembre para desearme felices fiestas y decirme que me seguiría llamando periódicamente: "Acuérdate, si puedes, las vacaciones pídelas en agosto", me decía, como ya me había dicho varias veces en la pinada. Fue en esa conversación donde le confirmé que en Semana Santa iríamos seguro por allí. Pero nunca más se volvió a saber de él. No recibí ninguna llamada ni le volvimos a ver por la playa en los veranos siguientes. Incluso habíamos averiguado donde se alojaba el verano de nuestros tórridos encuentros, pero nunca hubo señales de él ni de su familia por allí.

Sabíamos que se había quedado en paro, pero... ¿era esa razón suficiente para no volverlo a ver por allí? Total, su ciudad no estaba más a 25 km de allí y sus suegros vivían en nuestro destino playero. ¿Le habrían pillado? ¿Le habría pasado algo? ¿Y si realmente hubiera tenido que elegir mis vacaciones en agosto? Aún hoy en día me sigo haciendo alguna de esas preguntas por lo raro que nos parecía el asunto.

Lo único de todo aquello es que el verano que pensábamos sería de lo más aburrido con la caseta cerrada al tráfico, resultó ser de lo más entretenido. Incluso pensábamos que ya teníamos un ligue por allí con el que disfrutaríamos más veces. No pudo ser, pero confío en volverle a ver algún día por la playa, aunque simplemente sea para saber que está vivo. 

19 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 26: LA HISTORIA DE MARIO (Parte 2)

Sergio y yo estábamos con un calentón tremendo, con nuestras pollas totalmente empalmadas y muy visibles, ya que íbamos con bañador; esto dio pie a que, una vez se había marchado nuestro hombre, bajaran tíos que habían estado mirando y que querían hacernos un trabajito. Pero Sergio me cogió de la mano y me llevó a un sitio más escondido. Se bajó el bañador y se apoyó en uno de los pinos, con las piernas abiertas, ofreciéndome su perfecto culo en el que se podía ver ya cierto grado de dilatación, imagino que fruto de lo cachondo que estaba:
- Fóllame, joder- dijo, entre severo y excitado.
- No traigo condones...- contesté.
- Da igual, métemela coño - dijo Sergio, como rogándome.

Estaba tan cachondo que, apenas un par de dedos para jugar con su culo y se la metí de golpe con no más que un poco de saliva y tan siquiera se quejó. Aquello estaba muy dilatado y entraba y salía con una facilidad tremenda. Empecé a bombearle sin tregua y con fuerza, mientras Sergio gemía sin callarse. No tardé en correrme dentro de su culo, para después, sin sacarla, y sin apenas tocarle, correrse Sergio a chorros. Nos limpiamos con un par de pañuelos de papel y volvimos a casa.
Cuando nos acostamos para dormir, Sergio dijo:

- ¿Sabes que creo que le conozco?
- ¿A quién?- contesté.
- Al pollón de hoy.

Entonces Sergio me explicó que unos años atrás, cuando bajaba a la playa con su familia, había un hombre muy parecido a él que solía ponerse en las inmediaciones.

- Lo que si realmente es él, tiene hijos. Al menos un par - siguió explicando, hasta que nos quedamos dormidos.

Nos pasamos los días siguientes visitando la zona por si se volvía a dar la casualidad de que él apareciera y así lo hizo, al tercer día desde nuestro encuentro. Sergio y yo estábamos sentados a la sombra debajo de la caseta cuando apareció por el mismo sitio de la otra vez. Estaba claro que dejaba el coche en la urbanización de al lado y subía por el corto pero empinado camino de arena:

- Hola... - dijo él, bajito y arqueando la ceja sin parar de andar.
- ¿Te apetece repetir? - dije yo.
- Claro. Venid. - respondió.

Nos llevó al mismo sitio de la primera vez, pero le pedí que buscáramos algo un poco más discreto. No le hizo mucha gracia, por lo visto le daba morbo que le vieran, pero aceptó. Se conocía aquello bien, sabía por donde nos llevaba ya que andaba a paso rápido y con un lugar en mente. Era un lugar en la pinada, cercano a la caseta, donde había un montón de restos de pañuelos, condones y un viejo armazón de una televisión, que hoy en día sigue allí. Colgó las llaves de su coche en una rama de uno de los pinos y se bajó el bañador-slip rojo que llevaba y que ya dejaba intuir la grandiosidad de su polla. Así que volvimos a hincar las rodillas y comenzamos a mamar su polla, primero despacio hasta conseguir que se pusiera bien dura y luego con más ansia. Era difícil tragársela entera, siempre me he considerado buen mamoncete, pero meterse aquello entero me era imposible, sin embargo, Sergio lo conseguía, se la tragaba completa. Y a Mario le volvía loco, nos decía que nadie nunca se la había metido entera en la boca. Esta vez estuvimos como 25 minutos pasándonos su polla de una boca a otra; no se cansaba y nosotros tampoco. Venía perfectamente aseado, con olor a jabón, perfectamente depilada. Era una polla que suponía un verdadero placer meterse a la boca. Y aunque pasado un rato notaras como la mandíbula empezaba a dar signos de cansancio, el empezar a notar las primeras gotas de líquido preseminal me subía a tal grado la excitación que volvía  a mamar con ganas renovadas y con sus manos en mi cabeza.

Esta vez, cuando estaba a punto de correrse, le pedí que se corriera en mi pecho desnudo. Siempre fue algo que me había dado morbo, y así fue, estalló en mi pecho embadurnándolo Después nos quedamos charlando de diversos temas durante unos cuantos minutos. Nos íbamos conociendo un poco más. 

15 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 25: LA HISTORIA DE MARIO (Parte 1)

Cuando le contábamos a Dani lo desolador de aquello se mostraba muy optimista: "ya veréis que en cuanto terminen las obras, todo vuelve a su ser", se empeñaba en decir. Pero para eso aún faltaba al menos un año, las obras iban lentas, parecían interminables.

El sábado 30 llegó y con él las vacaciones de muchas personas. Nos preparamos después de comer y a eso de las 17h ya estábamos de camino hacia la caseta. Nos tumbamos un rato en la playa para tomar el sol antes de subir y a eso de las 18:45 subimos a la caseta. Había algo más de movimiento, pero nada comparado a lo que había antes. Estuvimos deambulando de un sitio para otro, viendo las mismas caras conocidas que iban todos los días y alguna nueva, pero nada interesante. Nos sentamos a la sombra y, al menos, durante una hora no pasó absolutamente nadie. Sergio y yo decidimos dar el último vistazo a la zona y marcharnos, eran ya las 20:30 y aquello no tenía visos de mejorar.

Sin embargo, pocos minutos después, apareció él. Un hombre de unos 38 años, delgado, moreno, fibrado, con bañador apretado tipo slip, camiseta negra de tirantes, gafas de sol y las llaves de un Peugeot en la mano.

- ¿Qué te parece este? - le dije a Sergio.
- No está mal, respondió sin mucho entusiasmo.

Él iba con prisa, se metió rápido en la pinada y ya le di por perdido, así que Sergio y yo nos quedamos delante de la caseta, en el mirador, cada uno en un extremo, esperando a que saliera.
A los pocos minutos salió con la misma prisa que había entrado, pero antes de marcharse se detuvo en seco y bajó por un camino que bordeaba el mirador por debajo de la pinada, hasta situarse a mi derecha a unos 10 metros, en un pequeña estancia sombría debajo de los pinos, inmediatamente a la derecha de la caseta. Podía ver cómo se acariciaba el paquete, mientras me miraba.




Los nervios me habían invadido y no sabía muy bien qué hacer, así que buscaba con la mirada a Sergio, que estaba justo al otro extremo, pero no pude hacer contacto. Cuando quise volver la mirada hacia donde estaba este hombre, pude ver con estupefacción cómo había salido al camino, se había levantado la camiseta y me ofrecía una enorme polla erecta. "¡Madre mía!", pensé. Nunca había visto una polla tan grande y perfecta, digna de actor de película porno. Él no paraba de mirarme y yo no pude evitar humedecerme los labios, cosa que él aprovechó para invitarme a bajar. Me decidí, y bajé:

- ¿Te molaría que te la chuparan dos tíos a la vez?- propuse, para evitar rodeos.
- ¿Quién es el otro? ¿El que está al otro lado?- respondió.
- Sí - aseveré.
- Dile que venga.

Cuando quise subir al camino, Sergio ya estaba allí: "La tiene enorme y está muy bueno, vente", le dije.
No hubo más palabras. Él se había desnudado completamente y estaba allí de pie ofreciéndonos su gran miembro. No tardamos en clavar las rodillas en aquel suelo de arena cubierto de finas ramas de pino bajo y en mamar como si no hubiera un mañana, mientras le tocábamos los abdominales y el pecho. Mientras uno le comía la polla, el otro le comía los huevos, o nos pasábamos la polla de boca a boca. Aquella polla sabía genial, se notaba que venía perfectamente aseada ya que tenía un ligero sabor a jabón. El pubis lo llevaba recortado y la polla y huevos totalmente depilados. Mi debilidad. Estuvimos 15 minutos mamando aquella polla perfecta sin parar y hasta se generó público que nunca acerté a adivinar de dónde habían salido; hasta que pude sentir como un chorro de semen caliente invadía mi boca colmándola, mientras él soltaba un gemido pronunciado. Escupí, se la repasamos para dejársela bien limpia y, ante mi sorpresa, empezamos a hablar. Bueno, mejor dicho, él empezó a hacernos preguntas: ¿de dónde sois? ¿venís por aquí mucho? ¿tomáis precauciones? Quería saber de nosotros. Así que respondimos a todo. Hubo cordialidad. Habíamos conectado.

Nos confesó que le había encantado, se puso con calma su pequeño bañador y su camiseta de tirantes, cogió las llaves del coche y mirando el reloj se despidió con prisa esperando vernos de nuevo. No había nada que me pusiera más que un hombre bien cuidado con la polla grande, siempre han sido mi debilidad. No os imagináis al grado de excitación al que llego cuando me empiezo a comer una polla como la de este hombre y siento el placer que le produzco. He sido de los que piensan que el tamaño sí importa y es algo en lo que me mantengo. 

Quién nos iba a decir aquel día que la historia de Mario daría para tanto.

13 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 24: LA DECADENCIA TEMPORAL

Cuestiones del destino, no pudimos volver por la zona hasta el verano siguiente, cuando en julio, Sergio y yo nos fuimos a nuestro destino de cada verano. Yo había dejado mi empresa porque se iba a pique y no quería formar parte del naufragio, lo que me permitiría buscar un empleo más adecuado a mi formación. Sergio se había quedado en paro a consecuencia de los graves coletazos que la crisis seguía dando cada vez más en nuestro país, así que fue fácil cuadrar agendas y, sin familias, pudimos irnos a nuestro paraíso veraniego. Como habíamos hecho en alguna otra ocasión, al no estar nuestras familias, nos quedamos en casa de Sergio.

El primer día fue algo accidentado: me caí por las escaleras, discutí con una señora para subir al autobús porque quería colarse y se me rompió una muela. Empezaba bien el verano. ¿Sería esto quizá una muestra de lo que nos íbamos a encontrar ese año?
Con la esperanza de que las obras que nos había comentado Dani no hubieran tenido mucho impacto, nos fuimos el primer día después de comer y adecentar la casa de Sergio. Seguimos la rutina: paseo por la playa y subida por la pinada. Íbamos con el corazón en un puño, haciéndonos decenas de preguntas que tan solo unos metros después íbamos a resolver.

Al llegar a la caseta nuestras peores sospechas se confirmaron: lo que era el aparcamiento de arena estaba lleno de montones de arena y escombro, la carretera estaba cerrada, ya que estaba planificado desdoblarla y allí habría una glorieta, que por debajo llevaría la carretera principal. Sí, a distinto nivel, para que os hagáis a la idea de la envergadura de la obra. Además, los alrededores de la caseta estaban marcados con señales de madera de distintos colores. Por allí dejaban verse obreros con sus maquinarias de trabajo desde primera hora de la mañana y hasta las 7 de la tarde. Mmmmm... obreros... No, nada pasó con ellos.

Pero... ¿qué narices iban a hacer allí? Pocos días después un hombre que transitaba la zona en bici con su hijo, nos informó de que por allí pasaría un carril bici.
Aquello era absolutamente decadente. Pasaban las horas y por allí no aparecía nadie, de vez en cuando alguien subía desde la urbanización y se daba una vuelta. O aparcaban en la propia urbanización y subían el camino de tierra. Pero teníamos dedos suficiente para contar las personas que pasaban por allí en toda una tarde.

Con la irrupción de las aplicaciones para móviles, el mensaje que circulaba era que en la caseta ya no se follaba, que aquello había muerto como lugar de cruising y que había que buscar lugares alternativos por la zona (todos ellos dónde exclusivamente podía accederse con coche).
Pudimos comprobar que fue así de desolador durante los primeros días que estuvimos allí: nos pasábamos el tiempo dando vueltas sin ver a nadie, disfrutando de las vistas, que eso al menos no nos lo habían quitado. Cada cierto tiempo, como decía antes, venía algún chaval a otear, esterilla-man no faltaba, algún maduro, pero nada interesante. Nada que ver con el movimiento que solía haber allí. Nada que nos gustara.

Llegábamos a casa entristecidos, con una sensación de decepción, sintiendo que estábamos desperdiciando el tiempo, no nos podíamos creer que un lugar que nos había dado tantas satisfacciones y que llevaba décadas funcionando fuera a terminar de esta forma. Así que, después de echar un polvo con Sergio en la ducha, tomamos una decisión: el sábado 30 de julio sería el último día que iríamos allí por aquel verano y os lo cuento en el próximo capítulo.

11 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 23: OTRO VERANO MEJOR LLEGARÁ (Parte 2)

Ver aquello nos sobrepasó y rompió nuestros esquemas, así que nos marchamos de allí y nos volvimos a casa. Dani debió de estar por allí más tiempo porque nos contó que no llegó hasta bien entrada la madrugada. La caseta, por lo que aquel verano respectaba, se había terminado. Fue ya, algunos meses después, cerca de Navidad, cuando nos sentamos los 3 en Madrid a hablar del tema.

Llamadme ignorante con todas las letras, pero no tenía ni idea de lo que eran los poppers. Dani nos aseguró que desde que los había probado se había convertido en versátil y que disfrutaba también mucho haciendo de pasivo. No se ruborizó lo más mínimo cuando le confesamos que le habíamos visto allí aquella noche y, como para tranquilizarnos, nos aseguró que todos los que le follaron llevaban condón. "Qué menos", pensé yo. Nos dijo que los poppers no eran una droga peligrosa siempre que se supiera mantener el control y no abusar de ella, que a él le endurecía la erección cuando llevaba tiempo follando, y sobre todo, le facilitaba la relajación del culo cuando se lo iban a follar. Nos decía que sólo lo utilizaba cuando le iban a meter pollas que salían un poco de la media, vamos, que eran grandecitas. Nos invitó a probarlo alguna vez, pero la verdad es que no me convenció. Habré sido algo irresponsable para otras cosas, pero el tema de drogas siempre lo he tenido claro: NO.

¿Es que nunca buscábamos el cruising en Madrid? Pues la verdad es que no nos seducía tanto. Por curiosear habíamos visitado El Cerro de los Ángeles, la escombrera de Polvoranca, Ventas, la Finca de Papá, el puente de Loranca y algún sitio más. Pero nunca encontramos el mismo morbo que en Alicante, así que en Madrid el cruising se quedaba en stand-by total, salvo raras y espaciadas ocasiones.

- Por cierto, ¿sabéis que empiezan con las obras de la Vía Parque en la carretera nacional, no? - dijo Dani.
- ¿Y qué quieres decir con esto? - contestó Sergio.
- Pues que cierran al tráfico la caseta para hacer obras en la carretera, aclaró Dani.

Todos nos quedamos con cara de póker sabiendo lo que aquello significaba. El cruising en la caseta se nutría sobre todo de la gente que llegaba en coche: era rápido, dejar el coche, follar e irte. Tu mujer no sospecharía por un retraso de 15 minutos perfectamente justificable. Los que íbamos desde la playa o los que venían desde las urbanizaciones cercanas éramos una minoría.

- ¿Y qué pasará entonces? - dije yo.

* Y con este capítulo cambiamos la tipografía del blog.

8 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 22: OTRO VERANO MEJOR LLEGARÁ (Parte 1)

Los días fueron pasando y el panorama no mejoraba, así que decidimos espaciar nuestras escapadas a la caseta y disfrutar más del pueblo, sus bares y sus playas. No queríamos que la semana de vacaciones fuera estar todas las tardes en la caseta y menos aún con lo que abundaba por allí esos días. Dani nos comentaba que se iba con su adonis a follar allí por la noche y que había bastante tema, pero claro... ellos se iban en coche y con las experiencias que habíamos tenido yendo por la noche, nos daba reparo.

Aún así, el último sábado nos animamos a ir por la noche después de habernos tomado unos cuantos vinos, por eso de que el alcohol desinhibe. Esa noche no encontramos problema para llegar allí, quizá fruto de la suerte, y acompañados por una brillante luna que iluminaba el camino y la subida a la caseta por la pinada.

Dani tenía razón. En el improvisado aparcamiento de tierra que había al lado de la caseta había como 15 coches aparcados, estaba claro que por las noches allí se cocía bastante tema. El problema que encontrábamos es que no se veía tan bien como nos gustaría y encontrar tema siendo un poco selectivo se antojó un trabajo complicado.

Hubo un momento en el que la mayoría de los hombres que por allí había se dirigían poco a poco hacía una misma dirección. Eso tenía un significado claro: había espectáculo, es decir, alguien follando o haciendo orgía. Así que sin dudarlo, pero con sigilo, fuimos en esa dirección a ver qué ocurría.

Caminar por la pinada de noche se hacía difícil, pero contábamos con la ventaja de conocer ya la mayoría de sus caminos de memoria. Así que seguimos a la gente hasta llegar a una especie de claro que había bien dentro de la pinada, donde creo que nunca había estado antes. Y vaya, sí que había show.
Cuando nuestros ojos se acostumbraron a la luz allí pude distinguir a Dani con su adonis. Estaban los dos desnudos y para nuestra sorpresa, Dani había adoptado el rol de pasivo. No había mentido: su adonis era como lo describía. Lo que hoy en día llamaríamos un chulazo en toda regla. 

Estaban follando a tope allí en medio, rodeados de al menos 10 pares de ojos. Lo que más me sorprendió de todo es que a Dani se lo iban turnando. Se acercaban tíos con la polla dura, el adonis se quitaba y Dani se dejaba penetrar mientras el adonis se ponía delante para que Dani se la chupara. Al menos se lo follaron 4 tíos, más su adonis. Dani tenía mucho aguante, eso lo habíamos sabido siempre. Sergio y yo no dábamos crédito, de este tipo de cosas nunca nos había hablado, pero lo cierto es que les veía de lo más excitados.

Nosotros en todo momento nos quedamos en un segundo plano sin dar mucho crédito a lo que veíamos. Y mucho menos cuando veíamos que Dani se acercaba un tarrito a la nariz, del que esnifaba algo, cada vez le metían una polla. 

6 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 21: EL GUINDI

La tercera tarde que fuimos a la caseta lo hicimos sin mucha ilusión. La idea que más repetíamos era que vaya el cambio que había en la zona simplemente por estar septiembre algo más cercano. Por allí seguía pasando esterilla-man a diario e, incluso, un par de veces vi a Cherines, quien se acababa perdiendo en los pinos con tíos maduros. Se ve que le iba ese rollo también.

Más o menos te ibas conociendo los coches de los tíos que venían desde la carretera, porque salvo sorpresas siempre eran los mismos. De hecho, ya no era necesario esperar a que bajaran del coche para ver quién venía, nada más entrar en la rotonda ya conocías el tipo de coche y te hacías a la idea de quien venía. 

Esa tarde, la tercera tarde, apareció un chico que nos pareció de lo más interesante: alto, joven, pelo pincho, algún tatuaje, vestido con vaqueros ajustados y camiseta de tirantes que intuía un cuerpo normal transformándose en algo más fibrado y gafas de sol que le daban un aire realmente interesante. Además andaba y poseía una actitud de lo más bakala, lo que siempre ha sido uno de los tipos de chicos que más locos me han vuelto.


Pasamos al ataque. Él no se hizo de rogar, bien porque le gustáramos o porque vio el panorama que allí había, no tardamos ni 5 minutos en reunirnos en un lugar dentro de la pinada alejado de los ojos del resto, pero más cerca de la caseta que otras veces.

- A vosotros os vi yo una semana santa comiéndoos a la vez un buen rabo - dijo el chico a modo de saludo, mientras se apretaba el paquete.
- ¿Y qué buscas por aquí? - dije yo.
- Que me hagáis una buena mamada o daros bien por el culo a los dos - contestó, a la vez que se sacaba la polla del pantalón y la sacudía, mientras que con la otra mano se quitaba las gafas de sol.

Buff. ¿Conocéis el tópico que dice que los chicos que no se quitan las gafas de sol a no ser que no tengan otro remedio esconden algo? Pues este lo hacía. A mi se me quitó todo el morbo al verle sin gafas y aún más cuando vi la polla pequeña que tenía, y eso que estaba medio erecta ya. Miré a Sergio con disimulo y en sus ojos pude ver que pensaba lo mismo. Pero... ¿qué iba a hacer ahora? ¿Decirle que ya no quería nada porque me parecía que la tenía pequeña y fea? Nunca se me había dado esta situación. No sabía cómo reaccionar porque tampoco quería malos rollos con nadie, pero lo que no iba a hacer era tener una relación o echar un polvo con un tío que, al final, había acabado por no gustarme nada.

- ¿Y qué te parece si nos hacemos unas pajas? - dije, ofreciendo una especie de solución que no dejara ver nuestro desencanto con lo que habíamos descubierto. 

Pero no coló.

- Mirad chavales, vamos a dejarlo entonces... Hasta luego- dijo él, abrochándose el pantalón y marchándose, visiblemente molesto o decepcionado.


Sergio y yo le bautizamos como "El Guindi", de guindilla, haciendo referencia precisamente al tamaño de su miembro. Ya que por lo general la gente no solía presentarse ni dar sus nombres, había que recurrir a poner motes para recordar a cada uno. Debió ser que la expresión de nuestras caras fue tan obvia que el chico se dio por enterado. Le volveríamos a ver en otros veranos y lo intentaría de nuevo con nosotros, sin éxito, pero le ponía empeño siguiéndonos por toda la pinada hasta que se cansaba o se buscaba otro ligue. 

4 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 20: DE GUIÑAPOS, GARRAPATAS Y DEMÁS TONTADAS

Apenas había pasado un mes desde mi regreso a Madrid cuando llegó la tan ansiada semana de vacaciones de agosto. Había reservado billete de tren hasta Alicante con Sergio y, una vez allí, nos iríamos en autobús hasta nuestro destino, algo más al sur de la provincia. Allí nos esperaba Dani y nuestras familias al completo, lo bueno es que al estar los tres amigos, las excusas para escaparnos eran más fáciles de inventar.
Dani había pasado allí todo el mes de agosto y nos contó varias experiencias morbosas que había tenido en la caseta, sin embargo nos había advertido que la última semana de agosto solía bajar bastante la afluencia de gente y la calidad, por decirlo así.

El primer día salimos a cenar los tres juntos para celebrar nuestro reencuentro en la playa, ya se había convertido en una especie de tradición y más teniendo en cuenta que en Madrid cada vez era más complicado coincidir los tres por nuestros distintos horarios. Dani estaba eufórico, nos contaba que se había pasado agosto tirándose a una especie de adonis, o así lo describía el: guapo, cuerpo perfecto, actitud masculina, dotado. Vamos, que tenía los días organizados hasta su fin de vacaciones.

No se equivocaba Dani. El panorama de ligoteo en la caseta esos días era lamentable, al menos para lo que nosotros buscábamos. Además, el sol se ponía antes y prácticamente a las 20.30 teníamos que volvernos, cuando en julio podías quedarte hasta las 22h. Las cosas de no tener coche...
El tipo de tíos que abundaba esos días coincidía totalmente con esta descripción: mayor de 45, poco cuidado, barrigón y sin pelo. Y los menores de esa edad iban por ese camino. Así que a los tíos barrigones con piernas delgadas los llamábamos garrapatas (entre nosotros, para pasar el rato y reírnos, nunca nos dirigíamos a ellos así, faltaría más), a los más jóvenes que tenían ese tipo de cuerpo y aspecto descuidado, les llamábamos guiñapos. Lo que hacía el aburrimiento y un poco de la maldad que todos llevamos dentro (espero que nadie se ofenda, no va con esa intención).


Las dos primeras tardes que pasamos allí fueron extremadamente aburridas, así que por lo general, acabábamos buscando un sitio un poco discreto y echando un polvo entre nosotros mientras iban apareciendo los hombres que había por allí a hacerse una paja mientras miraban. Éramos de lo más joven que había por allí, bien cuidados e imagino que vernos follar era algo así como ver una película porno en directo. No les culpo, ir a follar en sitios públicos es lo que tiene. Y a nosotros también nos producía morbo ser vistos y ver cómo se excitaban mirándonos acabando la mayoría corriéndose bien cerca nuestra. Alguno de ellos quiso intentar unirse, tocándome el culo mientras me follaba a Sergio o sobándole a Sergio los huevos. Normalmente, Sergio se abría de piernas mientras se apoyaba en un árbol, yo le comía el culo y se lo trabajaba y cuando estaba listo se la metía con cuidado, para después empezar a darle fuerte metiéndosela entera, que era lo que más le gustaba, de tal forma que se oía el ruido de nuestros cuerpos chocando, algo así como una palmada. Y algunos aprovechaban para acariciar los huevos colgantes de Sergio, tocarle la polla o sobarme a mi. Habitualmente, si no nos gustaba el tío, no dábamos ninguna señal y se acababan yendo.  

Dábamos el espectáculo, estaba claro.

1 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 19: ESTE LUGAR DE CRUISING

Como vendréis comprobando si seguís con asiduedad este blog o revisáis las entradas antiguas, siempre me refiero al lugar de cruising en este término. De momento, prefiero no desvelar el lugar exacto, aunque muchos de los que leáis este blog y seáis de la zona, podéis identificarlo perfectamente con la información que doy. Para mi siempre supuso algo más que un lugar donde pasar buenos ratos de sexo, fue un lugar donde me sentía en paz, donde podías estar desde lo alto, sentado entre los pinos, divisando el mar en un atardecer. De hecho, había parejas gay que llegaban con sus coches, salían juntos y se sentaban en plan romántico a disfrutar de un atardecer, y si surgía, de algo más después.

Ese verano comenzó a asaltarme una duda: ¿cómo se forma un lugar de cruising? ¿Quién decide que ahí se va a follar? ¿Cuándo se forma? Bien, un día de aburrimiento en general por la caseta, me decidí a tantear a los más adultos del lugar. Esto supuso algún problema, ya que en estos sitios ser majo y simpático, ya significa inmediatamente que buscas tema. Pero ya iba preparado para ello.

Ese día había elegido un bañador tipo boxer azul oscuro cortito, que dejaba notar el bulto de mi paquete y además había subido sin camiseta. Me acerqué a un cuarentón de cuerpo trabajado y guapete que solía frecuentar la zona, me presenté y empecé a hacerle preguntas sobre la zona. No sabía decirme exactamente, él recordaba este lugar de cruising de toda la vida, incluso en los últimos coletazos del franquismo. Me decía que ahí había sexo entre tíos desde hacía años, que la mayoría eran casados y chavales jóvenes que iban a desahogarse cuando sus novias tenían la regla y, mientras me respondía las preguntas, apoyado en una pared de la vieja caseta, me sobaba el paquete con una mano, como quien no quiere la cosa. "En los últimos tiempos también ha venido mucha marica loca que están jodiendo esto", decía. 

Descubrí que la caseta llevaba también décadas abandonada, aunque según el, hasta hace pocos años, había conservado las rejas en las ventanas. Llegó a preguntarme si era periodista o algo y al final me pidió que le dejara hacerme una paja aunque fuera, si bien desde hacía rato ya había metido su mano por debajo de mi bañador y me acariciaba con mimo los huevos, lo que me provocó una erección inmediata. Me dejé hacer, así que me recosté de espaldas apoyado sobre él, mientras él me pajeaba a plena luz del día. Se bajó el pantalón y mi bañador e hizo un intento como de jugar con su polla en mi culo, pero como no le di pie, aceleró el ritmo de la paja hasta que me corrí. Después, me limpió con la mano y se llevó todo mi semen a la boca. Parecía estar encantado.

Al terminar, me bajé un poco a la pinada a tumbarme. Era pronto. No marcaban las 19h todavía. Así que al rato subí a buscar más información y descubrí que hasta mediados de los 90 la zona de pinada y dunas más cercana a la playa había sido nudista, pero con la irrupción de urbanizaciones cercanas, la Cruz Roja y Salvamento habían llamado la atención a quienes practicaban nudismo, acabando con esta práctica casi en su totalidad. Me comentaban que así empezó el cruising allí: hombres perdidos por las dunas desnudos, al final terminaba habiendo sexo. Y con la caseta de más arriba abandonada, su mirador y su acceso directo desde la carretera nacional, se daban todos los ingredientes para la formación de este lugar. Un lugar de paso discreto donde había sexo desde hacía décadas.

Con el resto de maduros con los que hablé no hubo gran cosa: uno de ellos me metió la mano y empezó a acariciarme el culo mientras hablábamos, metiéndome la punta del dedo en mi agujero mientras ponía una sonrisa de los más pícara y miraba a ver si me empalmaba; otro de ellos jugaba con mis pezones y el otro me sobó también el paquete, primero por fuera del bañador y después por dentro, medio pajeándome. Pero no ocurrió nada más. No insistieron. Ya tenía mi información y mi curiosidad estaba satisfecha.

Los 23 días de julio pasaron con más pena que gloria en lo que al cruising se refiere. La zona en general estuvo bastante muerta y tampoco pude ir todo lo que quise. A modo de sorpresa, se presentaron en casa mis primos pequeños y demás familia que se quedaban hasta finales de mes. Por lo cual, apenas tuve opciones de volver a la caseta y me tuve que conformar con hacer vida familiar y salir con mis amigos del pueblo de toda la vida en un par de ocasiones. Hasta mi semana de agosto.