23 de octubre de 2018

CAPÍTULO 171: BBUSCANDO


Do you know how much you want it? 
You're trying to be cool about it 
You're trying to big about it 
You're constantly just denying 
You're like a moth to a flame. 
You hardly wane 
But listen 'cause I know what I'm saying 
He's trying to catch you in it 
And then he'll back you in it 
Cause he's just another addict 
And if you give it away,  
you've gotta be crazy.




Múltiples fueron las razones que me llevaron, o me obligaron, a detener las actualizaciones de los capítulos. Más allá de lo contado en la última publicación, también existieron razones personales basadas en decepciones, desengaños y una profunda autorreflexión sobre la vida que estaba viviendo. Y es que cuando uno comienza a compartir con amigos de confianza las hazañas y vivencias del mundo del cruising se da cuenta de que no todo el mundo lo comprende. Al principio, todo son caras de asombro, cierta incredulidad. Estas pasan a ser a ser caras de comprensión y aceptación, de cara a la galería, de una situación que la gente no está habituada a compartir. Sin embargo, detrás de este baile de máscaras, cuando se nos quita la tontería de mentir para aparentar ser súper piji-progres, es otra realidad la que habla: guarro, vicioso, puta... Seamos serios: ¿cuál es la diferencia entre ligarse a uno o dos en una discoteca cada fin de semana y hacer lo mismo en una pinada de playa? Como me dijo un amigo de verdad: nada de malo hay en lo que se hace libremente, no causa perjuicio a nadie y se hace con cabeza.

Hoy quiero compartir con vosotros una de las últimas experiencias que tuve en la pinada del Rebollo que me llevaron a realizar una profunda reflexión sobre lo que estaba haciendo con mi vida. Nos vamos de vuelta a la Semana Santa de 2017: cayó a mediados de abril y, al menos en la zona de Levante, el tiempo fue bueno para la época: días soleados, con temperaturas cercanas a los 25º y el horario de verano que facilitaba días más largos. Llegué a la zona el primer sábado de la semana. Fue un viaje bastante agradable que realicé como conductor de Bla Bla Car: llevé a una pareja joven conmigo, viajaban a Torrevieja, y tuvimos una conexión buena que nos permitió ir hablando durante las casi 5 horas que dura el trayecto. Dediqué el primer fin de semana a hacer unas pequeñas reparaciones en casa, visitar amigos de toda la vida y rematar desde el portátil unos asuntos que me habían quedado pendientes en el trabajo. 

El lunes amaneció un día absolutamente espectacular: ni una sola nube en el cielo azul, mar en calma, ligera brisa agradable y 22º. Bajé al mercado a comprar algunas cosas y me preparé un bocadillo de tomate con jamón ibérico, una botella de bebida isotónica sin azúcares y un plátano. Sí, me iba a pasar el día al Rebollo. Llegué en apenas diez minutos, aparqué el coche en la urbanización Costa Bella y en vez de adentrarme por la pinada, bajé por la carretera principal hasta salir a la playa. Me apetecía disfrutar de ese camino y de aquel olor a pino que lo invadía todo, provocado por las lluvias de la semana anterior. Una vez en la playa me quité la camiseta y el bañador largo para quedarme tan solo con unos tipo speedo. Me di una buena caminata hasta la desembocadura del río Segura, volví sobre mis pasos y me tumbé al sol en la zona gay, ya sin ninguna prenda de ropa sobre mi. No había mucha gente, a fin de cuentas era día laborable. Los jubilados de siempre, alguna pareja madura y gente paseando por la orilla (y echando un disimulado ojo a quienes estábamos tumbados con nuestros atributos al sol). Llegado el mediodía fue apareciendo algo más de gente, lo bueno que tiene esta playa es que mientras haga buen tiempo siempre hay chicos. Me di un baño rápido, el agua estaba helada, y me volví a tumbar al sol para secarme. Le pegaba bastante, así que decidí meterme a la pinada para comerme el bocadillo a la sombra de algún matorral.

Entré por la zona del robusto arbusto de las dunas que sirve como baño público (muchos tíos mean ahí ante la ausencia de otros lugares para hacerlo) y comí en la zona baja. Suelo comer rápido, es una costumbre. Miré el móvil un rato mientras hacía algo la digestión, me puse de nuevo el speedo y salí a dar una vuelta por toda la pinada y la zona más frecuentada de cruising. Llevaba un tiempo sin follar y sin morbo, así que solo el hecho de caminar por allí y la expectativa de encontrar a alguien ya me la ponía morcillona y me obligaba a meterme la mano en el paquete para colocarme el rabo de la forma más sugerente posible. Pasaban las tres de la tarde y la verdad es que no había mucho meneo: los típicos extranjeros del norte que están siempre tomando el sol por la zona de debajo del mirador, algún maduro a la sombra, un par de parejas treintañeras dando vueltas y tres chubbies. ¡Ah! ¡También estaba pajilleitor sentado en su sitio! (Los de la zona ya sabréis de quién hablo, los demás, esto da para otro capítulo). Subí al altillo a contemplar las vistas de toda la pinada con el mar de frente y vi algo que me llamó la atención: un chico alto, de unos 32, fibrado, pelo liso y un poco como DiCaprio en Titanic, con mochila a la espalda y lo que parecían ser unos calzoncillos tipo slip blancos. Lo mejor que había por allí hasta el momento. Así que bajé por el sendero del altillo en su busca. 

Me fue difícil encontrarle. Es un sitio tan grande que cuando hay poca gente se complica encontrar a alguien en concreto, a saber en qué recoveco de la pinada se habría metido. Hasta que al fin di con él en una de esas estancias sombreadas que se hacen a izquierda y derecha de los caminos principales. Estaba sentado en su toalla curioseando su teléfono y se había quitado los calzoncillos blancos, que descansaban sobre su mochila. Me paré delante de él y recuerdo haber tenido envidia del bonito moreno que tenía y haberme fijado en el tatuaje de su brazo. Cuando se percató de mi presencia, estaba realmente embelesado en su pantalla, me miró con detenimiento de arriba a abajo, se esbozó una pequeña sonrisa en su cara y... siguió a lo suyo. Me lo tomé como una señal de falta de interés, así que sigilosamente me marché y me dirigí de nuevo al mirador, donde me tumbé a seguir tomando el sol en bolas.

Se que me quedé dormido, lo que no recuerdo es cuánto tiempo. Me despertó una tos de estas que se hacen para hacer saber que estás ahí y quieres obtener la atención de alguien. Abrí los ojos y a través de mis gafas de sol le vi: estaba de pie, a unos 2 metros de mi, con su mochila al hombro y mirando tanto a la pinada como a mi. Tenía un cuerpo muy bonito: fibrado y marcado, pero sin exagerar. Buen culo y un rabo proporcional a sus medidas. Al darse cuenta de que le miraba dejó con cuidado la mochila en un matorral y se pasó la mano con sensualidad por su torso y culo. Y si ya de por si me despierto morcillón, al ver aquello se me puso dura casi al momento. Sin mediar palabra se acercó, se arrodilló y empezó a chupármela con absoluto deleite. Debe ser que se tomó mi empalmada como
una auténtica señal. Yo, desde luego, me dejé hacer. La chupaba con detenimiento, suavidad, muchísima saliva, tanta que se le escapaba y me estaba empapando los huevos. De vez en cuando, bajaba a las pelotas y también me las lamía y jugaba con ellas. Así que allí, bajo aquel sol, mi mirada fijada en aquel cielo azul, su lengua húmeda recorriendo mi rabo y mi mano en su cabeza marcándole el ritmo era lo más parecido a estar en el paraíso. Lo cierto es que pocos tíos se paran a chuparte la polla tan bien en estos sitios, donde normalmente todos van con prisa. 

Me di cuenta de que se me empezaban a escapar las primeras gotas de líquido preseminal, así que tirando con suavidad de sus hombros le tumbé encima de mi, me quitó las gafas y empezamos a morrearnos. Su mano derecha siempre en mi rabo, pajeándolo, y con su izquierda, guió a mi derecha hacia su culo. Los roles estaban claros. Le tuve que susurrar un par de veces que parara de pajearme o me iba a correr. Le sobé el rabo un par de veces, pero noté que no era lo que más le apetecía, de modo que volví al culo. Metí mi dedo índice en su boca, me lo lamió con ansia y de ahí a su culo. Entró con asombrosa facilidad. La siguiente vez que quise lubricarlo pude notar que olía muy bien, seguramente a toallita húmeda o jabón, lo cual me gustó.

- Tío, para de pajearme, que me corro -le dije.
- No, no. Quiero que me folles antes de correrte -dijo él, con acento murciano. 
- Tienes muy buen culo, tío -le respondí. 
- Quiero que me la metas toda, hasta el fondo -respondió. 

Mientras con una mano trataba de coger mi mochila, abrir el bolsillo de arriba y coger un condón, él escupía mi rabo, se ponía en cuclillas y jugaba a pasarse mi capullo por su agujero. Aquello me estaba excitando aún más. No lograba encontrar el condón, cuando noté que mi rabo estaba entrando, ya hasta la mitad en su culo. Le miré y le dije que esperara un momento, pero me cogió de las manos, las quitó de la mochila, se sentó en mi rabo y lo empezó a cabalgar. ¿Es que no me gustaba? Claro que si: notar mi rabo abriendo aquel culo sin nada de por medio era una puta gozada. Y hubiera seguido si el que tuviera encima de mi hubiera sido Sergio. Pero no lo era. Así que le dije de nuevo que parara, que estaba seguro que tenía un condón a mano: 

- Venga, no cortes el rollo, si ya está dentro -dijo. 
- Ya tío, pero prefiero follarte con condón -insistí. 
- No me jodas, venga... puedo ver en tu cara que te mola -dijo con sensualidad, a la vez que cabalgaba despacio. 
- Que no, joder, ¡que no! -exclamé. 

Y lo más suave que pude, le di un pequeño empujón y lo aparté de mi, sacando mi rabo con brusquedad de su culo: 

- O terminamos esto con condón o no terminamos -le aseveré. 
- Pues no terminamos, no es lo que busco -dijo, con firmeza. 
- Pues entonces, adiós. Que estaba muy agusto aquí a mi rollo -respondí. 

Resopló ligeramente mientras se ponía de pie, cogía su mochila y sin mirarme, se marchaba sendero abajo. ¡Ay que joderse!, pensé. No se me había bajado el empalme pese a todo, así que me puse de pie, me hice una paja y me corrí. Ya no tenía ganas de nada más. Me limpié, me puse el speedo y me tumbé boca abajo mientras me comía el plátano y miraba el móvil. 

Sabéis que no soy mucho de apps de ligue, pero las tengo como casi todo el mundo. Y entonces lo entendí todo. Era el perfil de Grindr en línea más cercano que tenía, no se le veía la cara, pero si su inconfundible cuerpo y el tatuaje de su brazo. No había lugar a dudas: ese perfil era el murciano con el que había estado liándome. 

¿Y cuál era su nick? 'BBuscando'. 

Claro. Pero injusto. BB = Bareback (a pelo). Lo suyo hubiera sido que me lo hubiera comentado, que no todos nos pasamos el día en las apps analizando y recordando todos los perfiles que tenemos alrededor. 

Aquel hecho, sin importancia para algunos, condicionó mis vacaciones. ¿Y si había pillado algo? Es un chico con buen físico, seguro que no tiene problemas para follar con unos u otros. Y ahí el riesgo se multiplica. Comencé a darle vueltas, cogí mis cosas, me marché, me monté en el coche y me dirigí al Hospital de Elche. Estaba preocupado, ya por más cosas que se iban acumulando. Y fue una reacción impulsiva. Me atendieron muy bien, incluso tras explicarles por qué estaba allí, sin prejuicios. El doctor que me atendió me explicó que las pruebas de ETS y VIH ahora no tenían sentido porque había que esperar el periodo ventana, pero me explicó todo acerca de un tratamiento llamado PPE (Profilaxis Post Exposición), incluido en la Seguridad Social, y que tenía que seguir durante 28 días. Que veían poco probable la transmisión de nada, pero que había que preveer. Me advirtieron de los efectos secundarios y me recomendaron no tener sexo durante, mínimo, un mes. UN MES. 

Un mes en el que tuve tiempo de pensar en muchas cosas. Y aunque no hubo consecuencias, afortunadamente, comencé a detestar un mundo que tan buenos momentos me había dado, que tan bien me lo había hecho pasar. Comencé a odiar el que hasta entonces había sido mi remanso de paz y lugar de morbo. 

Comencé a preguntarme si no sería hora de ponerle fin.

10 de septiembre de 2018

CAPÍTULO 170: LOS AMIGOS QUE NUNCA FUERON. LAS RAZONES DE MI AUSENCIA.




Ando siempre con extraños, 
la corriente lleva al mar y me iría con cualquiera 
de aquí a la eternidad. 
Si el verano fue una playa, el invierno fue un cuartel 
pero la vida no engaña todo es la misma piel. 
Y eso que cuando apareces 
se desvanece el dolor y no necesito a nadie porque sé, 
que como todas las noches nos perderemos los dos 
buscando algún paraíso artificial. 
(Dorian - Paraísos Artificales)




La gente se sorprende cuando, tras conocerme, averiguan que no conservo demasiados amigos de mi infancia, juventud o simplemente de mi pasado. Se sorprenden, arquean una ceja o muestran una expresión facial de cierta preocupación. A mi nunca me ha preocupado lo más mínimo. Tenemos el concepto de amistad demasiado difuminado en una sociedad que prima tener cientos de contactos inútiles en las redes sociales. Así que sí, es cierto, no conservo demasiados amigos de la infancia, los cuento con los dedos de una mano, pero se que los están son amigos en todo el concepto de la palabra.

A DiarioDeCruising tengo que agradecerle muchas cosas. Lo comencé hace 5 años por estas fechas, comenzaba una nueva etapa de mi vida laboral y el estrés que sufría me hizo llevar a cabo una idea que siempre había rondado mi mente: la de plasmar en algún sitio todas mis vivencias personales y sexuales de los últimos años. Escribía de forma desenfrenada. Escribir se convirtió en una vía de escape, las manos iban al teclado y mi mente dejaba de pensar en todo lo demás. En realidad fue como una terapia. Tuve los primeros 50 capítulos escritos en menos de 3 semanas y ello favoreció la periodicidad de publicación. A veces un nuevo recuerdo se metía en medio, a veces Sergio y Dani tardaban en darme sus correcciones de todas mis memorias, pero ahí estaba. La constancia marcaba.

Y el éxito llegó. La primera semana que publiqué pensaba que el blog duraría dos días, pero las visitas aumentaban, los comentarios, los e-mails, los privados, las ofertas... Todo. Incluso durante este año y medio de parón las visitas han mantenido una tendencia constante. Asombro absoluto para mi. Sin embargo, con el éxito llegaron los problemas. Ir de cruising por mis lugares habituales empezó a ser complicado: todos querían averiguar quién era Marcos, quién escribía el blog, quién ponía esos motes, quién contaba las intimidades del Rebollo y del Moncayo. Incluso me sometían a peculiares trampas por apps de ligoteo. Sí, nunca me veréis renegar de usar Grindr o Wapo. Veo muchos perfiles de influencers de Instagram de chicos que dicen: "bah, con mi físico no necesito usar esas apps", como renegando de ellas, y luego resultan ser los mismos a los que ves en saunas o en los lugares más sórdidos. Volviendo al tema, todos querían saber quién era Marcos. Y yo nunca me oculté en exceso. Hice muchos amigos en la playa, gente que conocía de vista, pero nunca habían dado la cara. Gente que se te presentaba con la mejor de sus sonrisas. Nunca en mi vida me han invitado a tantas barbacoas, piscinas, fiestas privadas, barcos, veleros, coches, discotecas, chalets... En serio. A Dani, Sergio y a mi nos parieron los amigos. Me daría para empezar un nuevo blog solo para contar lo vivido entre 2014 y 2016.

¿He usado la palabra 'amigos'? Qué error. Debería de haber usado conocidos o simplemente interesados. ¿Por qué? Pues porque todos, salvo una clara minoría, esperaban algo a cambio de todas aquellas inocentes invitaciones. Querían sacar algo de nuestra amistad y ese algo era sexo. Al final, todos intentaban follar con nosotros de una manera u otra. Y ojo, hemos echado unos polvos increíbles con chicos de físicos espectaculares. Y con nuestros rechazos (perdón, pero por escribir el blog no quiere decir que me tire a todo hombre que me cruce) nos fuimos ganando fama de engreídos, rancios, estirados, de mirar por encima del hombro, creernos dioses y un largo etcétera. Los mismos que nos amaron, los mismos que se acercaron, que nos invitaban a mil cosas, empezaron a ser los mismos que empezaron a tratar de destruirnos. Ellos tenían la sartén por el mango, al fin y al cabo son de la zona de Alicante o Murcia y se pasan en el Rebollo todo el año, crean sus grupos, tienen oportunidades de conocer a más gente y más oportunidades de ponerles en tu contra y crearte una fama falsa:

- Pues ten cuidado con ese, si le ves en los pinos pasa de el.
- ¿Ves a aquél? Pues pasa el VIH, así que aléjate.
- Mira a esos tres: son violentos y chulos, no te acerques.

Y esos comentarios que nos dedicaban son de los más suaves. Así es buena parte del colectivo: sumamente destructiva, incluso usando temas como tan sensibles como el del VIH. Podría deciros que nunca nos importó, pero aquello es como un pequeño pueblo en el que todos los cuchicheos pasan a ser los rumores y los rumores pasan a ser verdades. Los 'me han dicho' y 'me han contado' instauran pasados que nunca sucedieron. Y ahí comienzas a tener problemas para ligar y conocer gente. El ambiente se vuelve hostil y empiezas a coger manía a ese lugar que tantos buenos momentos te ha dado. Y esa manía te acaba haciendo escoger otros destinos y pasando veranos alejado de la playa de tu vida. 

He estado dos años haciendo muy escasas apariciones por el Rebollo. Cuando me decidí a dejar esto atrás y continuar con el blog llegó la denuncia. Si, ahora puedo explicarlo sin temer perder juicios: El Cata me denunció por una de mis últimas publicaciones que hacían referencia mi pasado con el: intromisión al honor, vulneración de privacidad, injurias... Cabría preguntarse qué estaría buscando en internet para dar con mi blog. Curioso. Hubo dos juicios: el primer juez no admitió la demanda a trámite, la segunda jueza y sustituta del primero si lo hizo y lo perdí. Recurrimos y lo gané. Apelaron y lo perdieron. Esa es la historia corta de detalles judiciales con los que no os quiero aburrir. Y es en buena parte la responsable del parón de este blog, que no estaba destinado a parar durante tanto tiempo. Me aconsejaron cerrarlo, borrar todo, destruirlo. Pero siempre me negué. El objetivo de este blog es el de compartir mis vivencias y todos los nombres son falsos, como ya os he contado muchas veces, trato siempre de preservar la intimidad de quienes aquí aparecen.

Este verano he vuelto al Rebollo. Este verano hemos vuelto al Rebollo. Un nuevo Rebollo. La chupipandi que inventó tantas falsas historias sobre nosotros está destruida: cada uno va por su lado y se dedican algún 'hola' descafeinado. Hemos conocido a muchísima gente agradable y recuperado viejas amistades. Hemos recibido disculpas y percibido un buen rollo que hacía tiempo que no sentía.

Hoy es un buen día para volver. Si me aceptáis, claro.