6 de julio de 2016

CAPÍTULO 156: TU OLOR A RABO ME LA PONE DURA

He de admitir que tras la fatídica experiencia que viví con Fabián me costó un tiempo, algo más del que ha tardado esta entrada en ser publicada, rehacer mi vida afectiva y sexual. Leído por aquí todo parece muy sencillo: pobre chaval de 18 años que se acababa de llevar un chasco, ¿en qué pensaba? Pues pensaba en lo que una persona con mucha más experiencia que yo me había hecho sentir. Hasta este momento, en mi vida, todas las experiencias que había tenido se habían limitado al sexo interesado: con El Peque, El Cata, Lolo, los malotes... Todos ellos estaban explorando su sexualidad y decidieron hacerlo conmigo, de lo que no me quejo por cierto, pero la cosa es que mi final feliz estaba todavía pendiente. Pensé que mi historia con Fabián sería esa en la que me iba a echar un novio y ya después se vería lo que duraba o dejaba de durar, pensaba que tenía mi historia de amor ahí, al alcance de los dedos, con un chico que me cautivó desde el principio. Y preso de su cautividad me costó mucho volver a salir a luz.

El comienzo de la universidad, del que ya os hablaré en otra ocasión, la llegada de amigos nuevos, los comienzos en la noche madrileña y la preocupación de los amigos de toda la vida hicieron el trance mucho más fácil de llevar. De pasarlo mal al principio y no dar crédito a lo que te está sucediendo, a empezar a dejar de pensar en él tanto y acabar por darte igual unos meses después. Justo el tiempo en el que te vuelves a sentir capaz de volver a estar con otro tío. Justo el tiempo en el sexo vuelve a despertar en ti y lo hace gritando a viva voz.

Así, en una templada noche de viernes de primavera del mes de abril, mi hambre sexual volvió a despertar. ¿Sabéis ese momento en el que las pajas dejan de ser suficiente y necesitas ese "algo más" para saciarte? Pues así me encontraba aquella noche, recordando y siendo consciente de que el último polvo que había echado había sido aquel de despedida con Fabián en su piscina. Tenía ganas de todo: activo, pasivo, chupar, que me chuparan, magrear, comer boca... En definitiva, tenía ganas de estar con un buen tío a mi lado que me diera un rato de buen sexo, de ese que no te compromete a nada, de ese en el que lo das todo.

Entonces las apps de ligue todavía no estaban ni en proyecto, pero los chats eran mucho más útiles que ahora. Sí, siempre han estado llenos de calientapollas que no quieren más que hacerse una paja con morbo detrás de la pantalla, o de esos que prefieren hacerlo todo por webcam "sin caras", o de esos que se divierten haciéndose pasar por quienes no son (cosa que nunca podré entender, lo siento). Sin embargo, como he dicho antes, aquella noche no estaba yo para tonterías a través de una pantalla, aquella noche quería tema, tema real. Fijaos que a pesar de mis gustos por el cruising, aún dormidos en esta época, fui bastante tradicional, pues esa noche quien me encandiló fue un chico cuyo nick era "TuOlorMePone24". Hasta ese momento había pasado bastante de los tipos a los que les iban el rollo pies, olores y cosas que se salían de lo común. Pero este chico resultó estar en la ciudad de al lado, con sitio y parecía querer tema de verdad. Además, el hecho de que fuera unos años mayor que yo le daba un extra. Estuvimos largo rato hablando por el chat, conociéndonos, hablando con absoluta normalidad aún sin caer en el tema sexual, hasta que en un momento en el que la conversación se calentó decidí dar un paso adelante y decirle que tenía ganas de follar. Así, sin más rodeos. Nos agregamos al Messenger, nos pasamos unas fotos porque él no tenía cam, nos molamos, me dio la dirección y antes de cortar la comunicación me hizo la siguiente pregunta:

- ¿Te vas a duchar antes de venir?
- Sí, tío, para estas cosas me va la higiene -respondí.
- ¿Y si te pido que no te cambies los calzoncillos y traigas los usados te pensarás que soy un raruno? -insistió.
- Hombre, raruno no, pero eres el primero que me lo dice -expliqué.
- Es que el olor a rabo me la pone dura. No hay nada que me la ponga más dura que un tío que venga de un día fuera, con los gayumbos currados... Pero a ver, de un día, si están cagaos y eso, quita, quita jajaja -aclaró.
- Me duché ayer por la tarde, si quieres no lo hago...-insinué.
- Pfff me la estás levantando solo de pensarlo -reafirmó.

No me preguntéis por qué, pero aquella simple conversación también me calentó a mi más de la cuenta. Me limité a lavarme un poco los sobacos y los pies, me vestí y salí de casa diciéndole a mis padres que me iba a tomar algo con unos amigos. No hicieron más preguntas, nunca fueron excesivamente entrometidos en mis planes. Solo preguntaban a dónde y cuando volvería. Nada más.

Me bajé andando hasta la parada del autobús interurbano que me llevaba justo a su calle y 25 minutos después estaba llamando a la puerta de su casa. Cuando me abrió y nos presentamos, las sonrisas de nuestras caras y la chispa en nuestros ojos significaba algo así como: joder, estás mucho mejor en persona. Y sí, aquel chaval, que fácilmente pasaría por tener 20 años, era tan alto como yo, fibrado (me abrió la puerta solo con pantalones cortos de deporte), sin un pelo en el cuerpo, masculino y con la voz muy grave. Se me puso morcillona sin haber acabado de entrar a su casa, un piso típico de las grandes ciudades dormitorio del sur de Madrid.

No le di tiempo a que me ofreciera nada, sino que tras la típica conversación de 3-4 minutos de cuando acabas de conocer a alguien, le empotré contra una de las paredes del salón y le empecé a comer la boca y sobarle el cuerpazo que tenía con bastante desenfreno. A pesar de sus gustos, he de decir que el chaval estaba limpio como una patena y olía a gel de ducha. Entre morreos y magreos de cuerpo, me cogió la mano y me llevó a una habitación donde tan solo había una cama de 1,20, una mesilla y una pequeña lámpara envuelta en una especie de tela azul oscura que daba a la estancia un aire de privacidad brutal. Esta vez me apoyó el en la pared y con calma empezó a quitarme la ropa. Primero me quitó la sudadera deportiva que llevaba tirándola al suelo, se entretuvo unos segundos tocándome los brazos y comiéndome el cuello, después me quitó la camiseta y se entretuvo unos minutos lamiéndome todo el pecho, abdomen y, especialmente, las axilas (en las que si aún quedaba algún resto de jabón, él se esforzó en quitármelo). Entre tanto lametazo, de cuando en cuando bajaba una de sus manos y me bombeaba el paquete, que me iba a estallar allí bajo aquel apretado pantalón vaquero oscuro. Si hacía algún intento de tocarle o besarle, me llevaba un dedo a la boca para que lo lamiera con una sonrisa que enamoraría a cualquiera y me frenaba en seco. En ese momento se arrodilló en aquel suelo blanco de terrazo, me desabrochó el pantalón, me lo bajó por los tobillos y se quedó contemplando mi paquete:

- Slips negros. La mejor opción -dijo sonriendo.

Me los empezó a oler con mucha calma y entretenimiento, pasaba su boca por encima de mi polla y mis huevos sin lamerlos, después volvía a oler y gemía llevándose la mano a su propio paquete, más tarde ya empezó a lamer la tela quedaba encima de mi polla y huevos dejándola totalmente húmeda. Se bajó el pantalón de deporte (no llevaba ropa interior debajo) y se empezó a pajear suavemente mientras seguía lamiendo con deleite mi gayumbo. Al verle la polla, rosadita, de grosor normal y de unos generosos 18 centímetros, totalmente depilada, mi boca empezó a salivar de forma desmesurada. Se dio cuenta en una de las pocas veces que subía la mirada a mis ojos y me dijo:

- Tranquilo, que vas a poder chupármela todo lo que quieras. Me puedo correr hasta 3 o 4 veces en poco tiempo. Además, si tu supieras lo que me pone tu olor a rabo...

Y, efectivamente, atrapando mi paquete tratando de metérselo entero en la boca, aceleró la paja y se corrió abundantemente allí en el suelo:

- Túmbate boca abajo, porfa -dijo, sacando un rollo de papel de la mesilla y limpiando la corrida.

Dos minutos después tenía al chaval comiéndome el calzoncillo por la parte del culo con auténtica pasión y gemidos sin parar. Tras estar un rato lamiéndome el calzoncillo, me los quitó, me dio la vuelta y me empezó a hacer una mamada con muchísima cantidad de saliva, tanta que yo creo que tuve que poner los ojos en blanco del placer que sentía teniendo mi rabo y mis huevos envueltos en aquella saliva caliente. Al notar que me quedaba poco para correrme, se puso del revés encima de mi y empezamos a hacer un 69. Su polla estaba buenísima, eso o las ganas de sexo que tenía, no se, pero la recuerdo como una de las más duras, más en forma y más ricas que me he comido nunca. Cumplió su promesa de dejarme mamar todo lo que quisiera dejando de chupármela a mi cuando notaba que me iba a correr, pero llegó un momento en que le dije:

- No puedo más, necesito correrme.
- ¿Quieres que me corra contigo? -preguntó en un susurro.
- Claro.

Se volvió a meter mi polla en la boca y envolviéndola otra vez en su abundante saliva me empecé a correr sin remedio. Tras notar las primeras gotas de mi lefa en su boca, se debió de poner tan cachondo que me empezó a dar pollazos en la garganta con fuerza y se me empezó a correr en medio de mi corrida. Una lefa bastante atípica, ni dulce, ni amarga, de las más deliciosas que he probado (Sí, ya se que no que está bien eso de correrse en bocas ajenas, pero tenía 18 años y muchas ganas) y acabamos los dos con lefa chorreando por la comisura de nuestras bocas.

- Joder, tío, estabas necesitado, ¿eh? -me dijo, de buen rollo.
- ¿Tanto se nota?
- ¿A los que lleváis tiempo sin follar? Muchísimo, pero es positivo, a mi me mola mazo, os ponéis muy cerdos que es lo que más me gusta.
- Pufff es que estás bastante bien tío, las fotos no te hacen justicia. Y la chupas de bien...
- ¿Te molaría saber cómo follo, también? Podemos parar un poco si quieres.
- Claro tío.
- Tu estás mazo de bueno también. Es difícil encontrar tíos de tu edad, con tu cuerpo, que no tengan mazo de pluma.

No obstante, aquella noche no podría ser. Su teléfono sonó cuando estaba en el servicio y tras cortar la comunicación, se acercó al baño y me dijo que sus padres iban a llegar antes de lo previsto, pero que podía ducharme si quería. Y lo hice, más que nada porque era consciente del olor a saliva y a sexo que llevaba encima. Cuando empezó a caer el agua templada sobre mi cuerpo, el chaval se metió a la ducha y empezó a besarme la espalda y pasar suavemente sus dedos por el agujero de mi culo:

- Qué pena no poder follártelo hoy... dijo.

Nos dimos una rápida ducha con un algún morreo entre medias. Nos secamos, me vestí, tomé un vaso de agua y nos despedimos. Al salir del portal me encontré con un matrimonio de unos 40 años que, días después, confirmé que efectivamente eran sus padres. 

Por los pelos.