31 de octubre de 2014

CAPÍTULO 97: SED

Tengo que manifestar que me mostré bastante crítico y reacio a creer la campaña que paseó al ex candidato presidencial Al-Gore por medio mundo haciéndonos temblar de miedo por la catástrofe que estaba cerca de llegar: el calentamiento global. Esto supondría increíbles fenómenos que poco menos que harían temblar los cimientos del planeta por la mano del hombre y la inacción de los países. Años después, me reafirmo en lo dicho: los veranos siguen siendo cálidos y los inviernos siguen siendo fríos, la vida en ciclos, como la historia viene demostrando.

Dejando esto a un lado, lo cierto es que soportar 40º alicantinos en pleno verano, sin viento del levante que ayude a llevarlo mejor se hace francamente insoportable. Sobre todo, esas noches en las que las temperaturas mínimas se quedan estancadas en 28º, no entra aire por tu ventana y el único remedio es beber agua a raudales y despelotarse. No, no teníamos aire acondicionado, afortunadamente en condiciones normales, nuestra casa de la playa solía tener bastante corriente por sí sola. No obstante, cuando una de estas olas de calor nos invade, poco queda por hacer.

Y aquella mañana me había levantado con mucho calor, estaba ardiente y tenía una sensación de sequedad en la garganta que ni el agua fría de la nevera conseguía saciar. No se me bajaba la polla de lo dura que la tenía y es que a mi garganta, aquel día, no le apetecían refrescos fríos precisamente. Ni con alcohol ni sin alcohol, lo que mi garganta pedía a gritos aquel día era algo más templado, algo más caliente, algo que fuera acorde al calor que hacía... algo más rudo, más humano, más... más masculino.

Crema, lefa, corrida, leche, calichón, chuño, requesón, mascada... en definitiva, mil nombres para denominar una sola cosa: el semen. Ese éxtasis que expulsamos los hombres en el momento más álgido de una relación sexual o una paja bien cascada. Pero ese día no había pajas que valieran, ese día quería tragar. Lo cierto es que nunca antes había sido un gran amante de la leche, como a mi me gusta llamarla. Por supuesto que me molaba y me daba un morbo tremendo que el tío con el que estuviera follando se corriera al terminar el polvo, o ver cómo se corría mientras le daba por el culo, o que tras una buena mamada te echen la leche en el pecho. Pero me quedaba ahí, no era mi fetiche, no era algo más con lo que me apeteciera experimentar, no era algo que me causara tanto morbo como a otros tíos con los que había estado.

Aquel día era diferente. Algo se había removido en mi interior que me pedía leche en cantidad y yo sabía que sólo había dos personas de confianza con los que poder jugar de esta manera. Esas dos personas con las que tenía un pacto de máxima protección con otros, para poder disfrutar del sexo a pelo entre nosotros. Ese pacto que apenas había sido incumplido por parte de ninguno a lo largo de los años. Sí, lo había decidido, haría valer el pacto para saciar mi sed. ¿Cómo plantearlo? No, no les iba a mandar un mensaje al móvil comentándoles mi última ocurriencia, tendría que ser algo más directo, más tentador, más lleno de morbo... Sí, había que regresar al Moncayo. Un día de diario, por la mañana, que sólo habría viejos y darnos el paseo para nada, no sería plan... habría que aprovechar el camino.

No encontré problemas en Dani ni en Sergio para visitar nuestro viejo lugar de cruising, al que ese verano teníamos un tanto abandonado por nuestras estancias en el Rebollo y otros sitios que empezábamos a conocer. Así que allí nos fuímos, aprovechando un buen camino de playa y después de darnos un buen baño en el templado Mediterráneo para quitarnos el sudor. La subida hacia la caseta fue poco menos que una tortura: el poco aire que soplaba en la playa se quitó nada más entrar a la pinada y no sabría decir si estábamos más mojados cuando minutos antes habíamos salido del mar, o ahora con la caminata (no, el rollo 'sudor' tampoco me iba demasiado). Así que nos acoplamos un rato a la sombra de unos pinos y cuando el sudor se fue y estábamos descansados, iniciamos la búsqueda y caza. Yo ya sabía que era inútil, ir al Moncayo por las mañanas suele ser sinónimo de perder el tiempo, al menos para la gente joven que busque gente joven. Rara es la excepción a esas horas. Pero justamente eso era parte del plan que paseaba tranquilamente en mi cabeza y tal que así salió; no pasó más de media hora cuando empezaron a quejarse por la falta de material. Y tomé ventaja precisamente de aquel momento de debilidad:

- Venid conmigo - dije cogiendo a cada uno de la mano.
- ¿Dónde vamos? - preguntó Sergio.
- A la sombra, tengo sed. -dije.
- Tengo agua en la bandolera -ofreció Dani.
- No, ese tipo de sed no es la que pide mi garganta -dije quitándome la camiseta y cogiéndoles de la mano de nuevo.

No hubo mucha más conversación. Les bajé a un sitio más o menos cómodo y a la sombra que conocíamos, me quité el bañador delante suya y me quedé totalmente desnudo, meneándome la polla a la vez que les miraba con cara de vicioso. No tardaron en reaccionar y, previa comprobación de que no hubiera mirones, se desnudaron mientras yo tendía una toalla en el suelo y se acercaron a mi: empezamos a besarnos y tocarnos las pollas a tres bandas, tres lenguas calientes jugaban entre ellas, mientras las diferentes manos recorrían todas las partes de nuestros cuerpos, con especial detención en los mástiles ya erectos de cada uno de nosotros. No tardé demasiado en hincar las rodillas, me encanta magrearme con ellos, pero ese día quería lo que quería. Primero me metí la polla de Sergio, sin grandes delicadezas, hasta el fondo y del tirón, provocándome una arcada que me hizo saltar las lágrimas, pero no me molestó.
Dani, meneaba su polla en el aire y me la restregaba por las mejillas, así que aproveché que me sacaba la de Sergio y me metí la de Dani también de una estacada y saboreando cada parte. El calor provocaba que, sobre todo en mi caso, estuviera sudando como un auténtico cerdo, pero eso no me impedía estar disfrutando de aquellas dos delicias. Tras pasar un rato mamando, conseguí hallar un ritmo más o menos constante que pudiera mantener la acción de ambas pollas a destiempo y mantenerles en aquel punto álgido les estaba poniendo muy cachondos, de hecho se me estaba llenando la boca con el líquido preseminal (también conocido como rebaba) de cada uno. Dani pidió follarme, allí apoyado en un árbol... y aunque la tentación era grande, le respondí con un: me quema la garganta. A lo que él respondió: qué zorrón estás hoy cabrón, pues si quieres leche, la vas a tener. En ese momento, Dani me cogió de la cabeza para él solo y empezó a follarme la boca de forma desbocada, a la par que Sergio aprovechaba para morrearse con él a saco y sobarle el culo. Las lágrimas me caían por las mejillas y tenía mi propia polla tan dura que miedo me daba que se me pusiera morada. Cuando Dani comenzó a gemir, supe que aquello calmaría mi sed, y así fue: un buen chorro de líquido caliente invadió mi boca, con un sabor ligeramente dulzón, que engullí sin tan siquiera pensarlo, continuando la mamada con suavidad, sin escupir y dejándole la polla limpia. 

Sin apenas dejarme tiempo de reacción, Sergio me cogió la cabeza y empezó a hacer lo mismo que Dani, sólo que Sergio debía estar tan cachondo que tras minuto y medio follándome la boca me llenó la garganta de una leche espesa y algo más amarga que la de Dani. Un contraste perfecto, que también engullí sin quejarme, y esa leche bajando por mi garganta fue el suficiente estimulante para correrme en aquella toalla azulona que habíamos tendido en el suelo.. Les dejé follarme la boca como les dio la gana y había tenido mi premio final. Acabamos los tres tumbados en aquella toalla, abrazados y mirando al cielo mientras que Dani se fumaba un cigarro. El de después.

Nunca supieron que lo que pasó aquel día fue una especie de plan que había maquinado aquella misma mañana, pero lo cierto es que nos lo pasamos de vicio y volvimos a disfrutar de nosotros sin la necesidad de otras personas. A veces, era lo único que bastaba. 

22 de octubre de 2014

CAPÍTULO 96: JOHN

Lo cierto es que las apps de ligoteo siempre me han dado una pereza tremenda, soy de la opinión de que se pierde demasiado tiempo en conversaciones interminables, intercambio de fotos que nunca finaliza y poca decisión, que provocan que al final no quedes con tantos tíos como cabría esperar de una aplicación de estas características. Una aplicación que es generalmente usada por mucho pajillero suelto que busca saciar su calentón temporal. De hecho, pienso que con el tiempo y su expansión se han hecho aún peores. 

Sabéis, el típico tío con el que llevas hablando semanas, meses y, en este caso, un año; conoces toda su anatomía de esos intercambios de fotos que parecen interminables y no muestra la cara por privacidad. Hay buen rollo, conectáis, os ponéis cachondos, pero no acaba de concretar. Si por ti fuera, ya habríais quedado hace tiempo y os hubiérais dado un buen repaso, pero siempre encuentra excusas: padres, sin sitio, sin coche, sin saber llegar, eventos... Llega un punto en el que incluso le dices que tienes un par de amigos con los que podríamos jugar los cuatro, te responde que vaya morbazo, pero aún así sigue resultando insuficiente. De tal forma que al final le acabas dando un últimatum siendo borde y ahí es cuando algo se enciende en su cabeza y, por fin, se decide a poner fecha y hora al esperado encuentro.

Este fue el caso de John. Juan. Pero no le gustaba su nombre y para todos era John. Si realmente era como en las fotos y no mentía, estábamos ante un bombón de 19 años que nos ponía muy caliente a los tres: cuerpo fibradito de gimnasio, nada exagerado, pero muy atractivo, morenito, culazo y polla circuncidada de 19 centímetros con anchura proporcionada para dejarla más limpia que los chorros del oro. Según él, tenía poca experiencia, era tímido y le daba corte quedar, por eso de todas sus excusas durante tanto tiempo. Nosotros temíamos que fuera feo, ya que no mandaba fotos de cara, pero quisimos arriesgarnos y nos dirigimos a su casa el día y a la hora indicadas.

Su casa estaba lejos. Dentro del mismo pueblo, pero en una zona nueva de apartamentos con alturas considerables que estaban alejados del pueblo y aún más de la zona en la que nosotros vivíamos. Si nosotros estábamos más en la zona sur, esto estaba en el lado opuesto: la zona norte. Esa zona nueva que si tan siquiera en verano tiene mucha gente, pues imaginaos como está en invierno. Llegamos al anochecer, llamamos al telefonillo y directamente nos abrió, sin tan siquiera preguntar. Subimos en ascensor al piso en cuestión y allí nos esperaba John, dispuesto al ataque: sólo nos recibía en el umbral de la puerta con un bañador. No mentía en las fotos y para nada era feo: tenía una cara de niñato malote que nos lo dio todo. Y el pelo de punta. Ya no podía pedir más. 

Primero estuvimos charlando en el salón, nos enseñó el apartamento como quién visita a un amigo o pariente que acaba de estrenar casa. No estaba mal, lo mejor que tenía eran las vistas. ¡Hasta se veía la pinada del Rebollo! En un momento en el que Dani y Sergio estaban en la terraza y John se metió para preparar unas bebidas, me fui detrás suya quitándome la camiseta, le rodeé por sorpresa con los brazos y le susurré:

- Cabrón, te has hecho de rogar, pero veo que ha merecido la pena -dije.
- Claro, es que lo bueno se hace esperar -contestó pícaro girando su cabeza hacía la mía.

Y le metí la lengua. No me pude resistir ni quise esperar, así que allí estuvimos un rato presentándonos como era debido. Besaba bien, sabía mover la lengua, de forma sensual y no precipitada, con ganas, pero sin ser brusco. Este la tenía que chupar de vicio. Cuando me notó empalmado me echó mano al paquete y yo hice lo propio metiendo mi mano por debajo de aquel bañador verde, que escondía aquella polla que estaba deseando saludar. Tampoco había mentido en esto. Todas sus fotos eran reales. Cabían dos posibilidades: irnos al sofá y comenzar todo o esperar a las bebidas y a mis dos amigos. Optamos por lo segundo, así que le ayudé a preparar las cosas. Dani y Sergio pasaron, se quitaron también la camiseta, y allí estuvimos un rato bebiendo, charlando y poniéndonos calientes en aquel sofá tan propio de casas de verano. Cuando la cosa empezó a ponerse al rojo vivo, John nos dirigió a una habitación sin apenas decoración que sólo tenía una cama de matrimonio. Se notaba que era como una habitación para invitados que no usaban mucho.

No hizo falta decir nada para quedarnos todos en bolas, mientras John se tumbaba boca arriba en la cama haciendo gestos para que fuéramos a cazar su polla. De tal forma que Sergio y yo comenzamos a chupársela a dúo, mientras Dani le llenaba la boca con su polla. Y, por fin, ahí teníamos a John: chupando el rabo de Dani mientras nosotros dos le comíamos el suyo. Olía y sabía a ducha reciente, estaba dura como una piedra y mientras yo me entretenía en chupársela lo mejor que sabía, Sergio metía su cabeza y le comía los huevos. El otro, con la boca ocupada, no para de gemir, momento que aproveché para trastear con su culo. Quería intentar follármelo. Pero me vio las intenciones y se sacó la polla de Dani de la boca:

- No tío, follar hoy no... -casi suplicó.

No hizo falta decir más, y volví a concentrarme en mamársela a dúo con Sergio, mientras le sobábamos y le hacíamos sentirse deseado. El chaval, con la polla de Dani dándole caña por arriba y nosotros por abajo, no pudo contenerse y se corrió en mi boca sin casi poder evitarlo. No me gustó, pero me di cuenta de que fue inevitable cuando vi su cara de preocupación al enfrentarse a mi cara de mala hostia. Me indicó dónde estaba el baño y allí me fui a escupir y enjuagarme la boca. Cuando volví a la habitación me encontré con una estampa distinta a la que había dejado: John de rodillas en el suelo intercambiándose las pollas de Dani y Sergio que, a su vez, se estaban comiendo la boca y sobándose. Me uní a aquel círculo de puro vicio juntando mi lengua con las suyas, mientras John cazaba mi polla con una mano y me pajeaba y chupaba a turnos. El chaval lo hacía genial, se las metía enteras (una a una, claro) y las comía con mucha hambre, como si hiciera siglos que no se comía una. En ese círculo estuvimos un buen rato, pajéandonos cuando John tenía boca y manos ocupadas, hasta que Dani avisó que no podía aguantar más:

- Quiero que me bañéis con toda vuestra leche - pidió John con cara de vicioso.

Nos miramos, dimos el acuerdo y empezamos a pajearnos para bañar a aquel chaval como nos había pedido. Primero, Dani, le dejó la cara como una pared recién pintada de gotelé. Después Sergio, se corrió en un hombro del chaval y, por último yo, le hice abrir la boca y me corrí en su lengua. Se la debía. Y el chaval se comió toda la leche sin protestar, más bien con ganas y sin quitarme la mirada de los ojos mientras le expulsaba mi leche. Cuando me fijé, vi que John se había corrido una segunda vez en el suelo con una paja. 

Al terminar el chaval se fue al servicio de la habitación de sus padres, donde se duchó en menos de 5 minutos, y nosotros nos aseamos en el otro baño:

- Bueno, lo siguiente qué va a ser, ¿que folles sin condón con otros? -me dijo Sergio con severidad.
- Joder, pero si es crío, ya has visto la cara de miedo que ha puesto cuando se ha corrido en mi boca sin poder evitarlo... Está limpio fijo -me justifiqué.
- Eso nunca lo sabes, Marcos, ten cuidado. Por ti y por nosotros -añadió Dani.

Sabía que tenían razón. John, que había oído la conversación, se apresuró en afirmar que él no tenía nada, que siempre había hecho de activo con condón y que no había tenido muchas relaciones. Y lo cierto es que no me pasó nada, pero extremé el cuidado desde día. Mi pacto con Sergio y Dani era más sagrado que esto. 
John nos invitó a otra cerveza y nos dijo que lo suyo es más chupar, pajear, sobar que follar, pero que más adelante le gustaría quedar, aunque fuera para follarse a Sergio, cuyo culo le había encantado. Y no era para menos. 

18 de octubre de 2014

CAPÍTULO 95: SANDWICH MIXTO

Hacía tiempo que tenía noticias suyas, ya sabéis, siempre decimos de quedar, mantener el contacto o tener más encuentros y al final termina por pasar el tiempo y todas esas promesas caen en saco roto. No se puede echar nada en cara, a fin de cuentas lo hacemos todos: trabajo, amigos, eventos, familia... son muchas cosas para estar pendiente y satisfacer a todas las peticiones. En este caso había sido mutuo, de hecho la única vez que yo le había escrito fue porque me interesaba en aquel momento. Sin embargo, entre Guillaume y yo había quedado una llama de morbo pendiente, algo que siempre me hizo saber que tarde o temprano llamaría. Porque Guillaume era más de llamar. Muchas veces había recordado con sumo placer aquel día en el tren, cuando nos conocimos, todo el morbo que se desató y que supuso mi primera vez con alguien de color. Un morbo que muchos de nosotros llevamos dentro. Ya sabéis, el saber no ocupa lugar. 

Gracias a ese destino que más o menos, gracias a quien sea, siempre suele sonreírme, su llamada llegó en el mejor momento. Era primera hora de la mañana, estaba solo, recién levantado y desayunando en el salón cuando mi teléfono indicaba que estaba recibiendo una llamada con número privado. Solía pasar bastante de esas llamadas que casi siempre resultaban tener al otro lado al teleoperador de turno encargado de hacerme ofertas maravillosas. Pensé en cogerlo o no, pero finalmente lo hice:

- ¿Marcos? -preguntó en tono bajo una voz grave. 

En ese momento ya sabía que no se trataba de un teleoperador haciéndome la más suculenta de las promociones. Click. La voz me sonaba. Click. Era Guillaume.

- ¡Cuánto tiempo! -dije mostrando una alegría real.
- ¿Cómo estás? -seguía hablando bajito.
- Bien, bien... por aquí de vacaciones, como todos los veranos tío -dije.
- Tengo una proposición para ti y poco tiempo para que la aceptes: ¿hoy a las 17:00 en mi casa, donde siempre? -preguntó.
- Claro -dije absolutamente convencido.
- Nos vemos, estoy en casa de los suegros. Chao. - se despidió.

No me dio tiempo a despedirme. El teléfono ya indicaba que la comunicación había finalizado. Empecé a pensar. Donde siempre. En mi casa, donde siempre. ¡Pero qué coño donde siempre! Si las veces que habíamos follado había sido en un tren y la otra en mi casa. Me extrañó, porque Guillaume era una de esas personas que no dejaban las cosas al azar. Realmente, donde siempre, era en mi casa. ¿Significaba eso que se iba a presentar aquí? No, tendría que ser otra cosa. Y entonces caí. Una vez le había escrito para preguntarle si le apetecía follarse a tres culitos calentitos. Y en su respuesta, negativa en aquel momento, me daba una dirección enviándome una imagen por Whatsapp que se llamaba precisamente "donde siempre". Desde entonces había cambiado de teléfono, no de número pero sí de aparato, lo que afortunadamente acostumbro a meter todos los archivos que recibo en mi portatil. Lo encendí, busqué y encontré la imagen llamada donde siempre. Una puta urbanización de esas que no es que estén demasiado lejos, pero a las que se tarda una eternidad en llegar usando el transporte público tan maravilloso de esta provincia. En ese momento odié a mi padre por no haberme dejado traerme el coche; me tocaba pedírselo a Dani de nuevo. Claro, que no tendría ningún problema porque, aparte de ser buenos amigos, siempre que me lo dejaba solo para mi le echaba 20€ al depósito. Qué menos.

Supuso un absoluto placer llegar a casa de Guillaume en poco más de 20 minutos. Vaya choza tenía el amigo. No sabía si sería alquilada, familiar, de la mujer o qué, pero tenía muy buena pinta. Llamé al timbre a la hora convenida y allí me recibió un Guillaume algo distinto al que yo recordaba: se había rapado el pelo y estaba mucho más bruto, se había estado mazando en el gimnasio. Me dio cierto miedo, ya de por sí era una persona con bastante fuerza y que le molaba follar un poco a lo bruto. Hoy me iba a taladrar. Estaba claro. Y no estaba yo todavía muy recuperado de mi día con action-man, aunque hay quien dice que la cercanía entre dos folladas fuertes es una ventaja y no un inconveniente. El chalecito por dentro estaba muy apañado, por lo que pude ver en las fotos estaba claro que allí vivían con los suegros de su mujer. La casa olía a mujer de hecho. Estaba pulcra. Ni una mota de polvo. Sin embargo, tras una pequeña conversación, Guillaume no mencionó que tuviera poco tiempo, me llevó al sofá y comenzó a besarme con bastante deseo. No era común en él aquello de besar con lengua, pero a mi me molaba, así que seguimos besándonos hasta que, al menos yo, entré en este estadio de excitación en el que te dejas llevar y acabas sin prendas ropa encima sin casi recordar cuándo o cómo te las quitaste. Estábamos los dos sentados en el sofá, con las piernas entrelazadas, besándonos y con nuestras pollas empalmadas frotándose la una contra la otra. La suya mucho más gorda, grande y oscura que la mía. Me ponía burro ver aquel contraste y cómo su polla comenzaba a expulsar ese líquido preseminal que es tan pegajoso como la mozzarella y con el que me gusta jugar especialmente. Le tumbé boca arriba en el sofá y como un gato buscando sigilosamente a su presa acabé a cuatro patas comiéndome su polla con mimo y tacto. Aquella gran polla cuyo gran sabor casi había olvidado, porque cada polla tiene un sabor específico que suelo recordar. Le lamí, como quien se come un helado, la polla de base a prepucio, de prepucio a base, metiéndome aquellas dos bolas de chocolate negro en la boca y jugando con ellas, cosa que le volvía loco. Tardó poco en incorporarse y, humedeciéndose los dedos, comenzó a trastear en mi culo. Es verdad, Guillaume era más de follar, pero a mi me encantaba mamársela. Mi culo, dilatado por las experiencias anteriores, absorbió los dedos de Guillaume con facilidad: estaba relajado, me hacía sentir bien y estaba excitado. Eso unido a la paciencia y el buen hacer de él, facilitaba mucho las cosas. Cuando hube dilatado lo suficiente, me propuso subir a la habitación, para estar en una cama más cómodos. Me pareció lo mejor que pudo proponer.

Subimos, abrió la puerta que quedaba al fondo, a la derecha del pasillo y me invitó a pasar primero. No se veía nada, estaban las persianas bajadas y tan solo distinguía lo que parecía ser el piloto de standby de una televisión. Guillaume me cogió del culo con las dos manos y me guió hasta la cama, en la que me tumbé por inercia, ya que había cerrado la puerta y no se veía absolutamente nada. Me tumbé boca arriba y Guillaume se puso de rodillas rodeando mi cuello y metiéndome su polla en la boca. Empecé a mamársela con ganas, mientras él gemía de forma desmedida y con su mano me cascaba una paja a trompicones. En ese momento escuché cómo alguien se movía dentro de la habitación, oía sus pasos y cómo se acercaba a la cama. Quise decir algo, pero Guillaume me dejó toda su polla estática y dura dentro de mi garganta ocasionándome cierta dificultad para respirar. Noté como esa otra persona se subía a la cama y cómo mi polla era envuelta en una lengua y una boca húmeda que se la comía con ganas. Guillaume en ese momento siguió bombeándome la boca:

- No digas nada, confía en mi y disfruta -dijo en voz queda.

Así que me dejé llevar. El otro tío en cuestión era de lo más sigiloso y parecía extremadamente concentrado en hacerme una mamada. Guillaume dio un paso más: me dio la vuelta y empezó a trabajarme el culo, mientras el otro tío abría un preservativo, que enfundó a Guillaume. Él comenzó a follarme con mucha parsimonia para que no me doliera y antes de empezar a darme caña, se tumbó él boca arriba y me pidió que le cabalgara. Así que me "monté" en su polla y cumplí órdenes. No es que me apeteciera demasiado esa postura, ya que tenía agujetas, pero la situación de follar sin ver me estaba dando tanto morbo que empecé a cabalgar esa polla cuando sentí al otro tío volver a incorporarse a la cama y, toqueteando, encontró mi polla y me la empezó a chupar. Era difícil seguir el ritmo, así que quise tocar al tercer chico en cuestión y cuándo empecé a sobarle el torso, rápidamente me quitó de un manotazo. Bueno, quizá no le iba tanto participar.

Entonces, Guillaume, quitándole de la cama, propuso que me pusiera de rodillas en la cama, lo hice y escuché como desenvolvía un condón que poco después me ponía con cierta rudeza. Me empezó a pajear con el condón puesto para ganar erección, se puso detrás mía, me abrió un poco las piernas y me la metió, para volver a incorporarme ligeramente después. 

- Ahora vas a dar tu también con mi polla dentro - dijo.

Noté como la tercera persona se tumbaba en la cama, cómo Guillaume ayudaba a colorcarse y cómo tocaba con ambas manos tanto mi polla como el culo de la otra persona que a mi me habían prohibido tocar. Noté cómo guiaba mi polla hacía el agujero y, empujándome con su rabo en mi culo, mi polla se introdujo en aquel culo que me resultó extremadamente dilatado, acuoso y... cómo decirlo... adaptado. Se adaptaba a mi polla perfectamente, estaba más blando. ¿Sería el culo de un viejo? Llegados a ese punto prefería no pensarlo. Guillaume empezó a marcar el ritmo provocando que la tercera persona, que estaba de patas abiertas y boca arriba, suspirara de forma acelerada, cada vez más fuerte, durante largo rato.. Como la postura no era cómoda, me dejé caer y entonces entendí todo. Aquellos dos pechos con los que mi cuerpo chocó no eran de un tío gordo, eran de una mujer bastante pechugona además. Me estaba follando a una mujer. Mi primera vez con una mujer. Palpé su cuerpo con mis manos y pude notar que tenía una figura envidiable. En ese momento, Guillaume empezó a darme caña, con lo cual, yo me follaba más fuerte a aquella mujer y me corrí poco después. Estar en el centro de un sandwich siempre me ha gustado mucho, pero lo cierto es que suelo durar lo justo. 



Guillaume se detuvo y permitió que aquella mujer, que por lo visto hacía rato que había llegado al orgasmo, se retirara y saliera por la puerta. Así que, con toda la fuerza que pude, le tumbé bruscamente en la cama, le quité el condón y le comí la polla hasta que se corrió en mi cara de forma bastante abundante. Iba a ser la última vez en mucho tiempo.

- Creo que me merezco alguna explicación y no ese silencio absoluto -dije, dirigiéndome a la puerta y buscando un interruptor para dar la luz.
- Chandra. Mi mujer -contestó.
- ¿Y no se te ha ocurrido quizá preguntarme? -dije con mala leche.
- Niega ahora mismo que te haya gustado. Niégalo y te dejo que me rompas el culo si quieres -dijo acercándose a mi.

Lo cierto es que no me disgustó sexualmente hablando. Me jodió el engaño, pero la situación tuvo un morbo tremendo. 
En un acto de mimos que nunca había sido habitual en él, me abrazó, me pidió disculpas y me dijo que la próxima vez me avisaría. Claro, pero ahora me tocaba bajar en bolas al salón y conocer a la parienta que acababa de tirarme. Efectivamente, bajamos las escaleras y allí estaba ella: una negraza con lencería blanca, sentada en el sofá en el que su marido y yo nos habíamos estado enrollando antes.

- ¿Ves? Te dije que era guapo - dijo Guillaume.

La mujer se levantó con mis calzoncillos en la mano, se acercó, me los dio y me plantó dos besos diciendo:

- Si llego a saber que estaba tan bueno, lo hacemos con las luces encendidas -lanzó con una sonrisa pícara.
- No creo que hubiera funcionado -dije riéndome.
- Siento de veras haberte traído engañado a esta situación, te debo una -dijo Guillaume.
- Al final voy a tener que escribir un blog con todas estas cosas que me pasan -dije. 

Con una confusión en mi cabeza que no podéis imaginar, me vestí, me despedí de ellos, me monté en el coche y marché al Moncayo. No a follar, sólo a perderme en la pinada y pensar. Tranquilos, mi sexualidad no estuvo, ni nunca ha estado, en cuestión.


14 de octubre de 2014

CAPÍTULO 94: ACTION MAN

Nos habíamos levantado hambrientos. Desconozco si fue por la resaca de la noche anterior, porque me estaba leyendo el primer libro de Los Juegos del Hambre (2008), o simplemente porque tras el fiasco del policía tenía más hambre que de costumbre. Y no hablo del apetito que podía pedirme el estómago en uno de sus muchos ruidos mañaneros, sino del voraz apetito sexual que sentíamos aquella mañana. En realidad, levantarme así me daba mala espina: siempre que planeaba un "día grande", días de esos en los que piensas "me lo voy a comer todo", al final, luego no me comía nada o las cosas salían mal. Así que tener aquella sensación y la polla dura como una piedra, nos hicieron irnos desde primera hora de la mañana al Rebollo. Un par de bocadillos con tomate, aceite y jamón serrano, un par de manzanas, un par de cervezas y con el coche de Dani allí llegamos en poco más de 20 minutos. 

Para no ser ni medio día ya se cocía el ambiente: un estupendo día soleado, sin nubes y con el viento del levante dando una tregua, siempre atraía a más gente. Máxime al tratarse de un sábado que, además, era festivo. Tras dejar todos los trastos (toalla, sombrilla, mochilas), embadurnarnos en cremas solares, darnos un primer baño y secarnos, decidimos que era momento de hacer una primera ronda por la pinada. El panorama dentro, como casi todas las mañanas, era desolador: abueletes pesados, abueletes simpáticos, abueletes normales y chubbies. Nada de nuestro gusto, por lo tanto la decisión de volvernos por donde habíamos venido fue inmediata. No habría pasado más de media hora cuando volvimos a poner los pies en la arena y la playa estaba bastante más llena, nuestra sombrilla estaba ya rodeada de grupos de chicos que también iban a pasar el día. 

Si en estos días en los que en la propia playa hace muchísimo calor, no os podéis hacer a la idea del calor que hacía dentro de la pinada en plena vorágine solar. Decidí irme a dar un baño, mientras Sergio se quedaba desnudo tomando el sol, ese año quería ponerse el culo moreno, así que allí le dejé luciéndolo. Su culo era el deseo de más de uno y más de dos que pasaban por allí y le miraban de forma completamente descarada. A mi eso me enorgullecía. Ese culo que tantas veces había follado, que tanto placer nos había dado... ese culo que, siempre, estaría a mi servicio y disposición. Y no a la de todos.

En estas playas de esta zona de Alicante encontrar un día como el de hoy en el que poder nadar sin corrientes peligrosas y olas hasta bien profundo, era todo un lujo. Tras hacerme unos cuantos largos, volví la mirada hacia la orilla y pude ver como a unos 20 metros de donde estaba Sergio llegaba una nueva comitiva de 4 chavales con bañadores de lo más variopintos estilo slip. Y mi radar no tardó mucho tiempo en identificar a un posible objetivo: desde tan lejos ya se le intuía físicamente bien, así que poco a poco empecé a acercarme a la orilla. Me quité el bañador, me puse el asunto contento (ya sabéis que con el agua fría siempre se arruga) y salí de frente a este nuevo grupito de chavales intentando lucirme lo máximo posible para captar la atención de mi objetivo. Físicamente era mucho mejor de lo que parecía, siendo la única parte negativa que era un poco bajito para mi gusto: cara guapa con barba de tres días, cuerpo perfectamente esculpido y fuerte, piernas trabajadas, buena polla que colgaba entre ellas y culo redondo y prieto. Lo de las piernas empezaba a ser bastante importante para mi, parecía estar cundiendo el tipo de chico que se pone cachas de cintura para arriba, no trabaja las piernas y acaba pareciendo un gorrión. Conseguí mi propósito: que se fijara en mi. Y guiñándole un ojo, me acerqué hacía donde estaba Sergio y me tumbé a su lado para secarme, sin quitar ojo de mi nuevo objetivo, no fuera ser que se metiera a la pinada y tan siquiera me percatara de ello. De la forma más disimulada posible le expliqué a Sergio quién era mi objetivo y que iba a intentar conseguirlo para los dos:

- Joder, ¡si parece un action-man de lo cuadrado que está! -exclamó Sergio.



Siempre me ha costado dar a mi el primer paso, es algo que me hace sentir incómodo y no me gusta, prefiero que lo den los demás, pero ese día estaba difícil la cosa. Mi action-man me seguía el juego de las miradas, tonteaba, hacía ejercicio en la arena, se iba a correr, volvía pasando muy cerca nuestra, me sonreía... Pero llegaba la hora de comer y allí seguíamos, como dos quinceañeros que no se atreven a arrancar. Y, con la distancia de por medio, allí estábamos los dos, frente a frente, dando bocados a nuestros respectivos bocadillos de la forma más bruta posible. Como si tuviéramos que demostrar cómo éramos según nuestra forma de comer. Luego lo analizas en frío, un día después, y te das cuenta del absurdo que debimos hacer. 

Pensar en meterse a la pinada con el calor que estaba haciendo y justo después de comer era poco menos que suicida, así que mientras Sergio se marchaba a tumbarse bajo un pino para estar a la sombra, yo me apliqué más crema y me quedé dormido boca abajo en la sombra de la sombrilla. No era la primera vez que me sucedía: nunca recordaba que, aunque esté plácidamente dormido, el sol se mueve y siempre, siempre me acababa quedando al sol. 

Lo primero que noté fueron unas manos masajeándome la espalda de forma muy sensual, después cómo un chorro de crema fresca caía en la espalda de manera abrupta, cómo esas manos los extendían y cómo tenía a Sergio apoyado en mi culo dándome aquel masaje tan sensual que debía estar despertando envidias alrededor. Así que, aún con los ojos cerrados, me di la vuelta ligeramente empalmado, notando cómo una polla más grande que la de Sergio golpeaba mi pelvis. Abrí los ojos y allí, encima de mi, le vi:

- Pensé que te ibas a poner como un cangrejo y como tu amigo no estaba... -explicó action-man.
- Muchas gracias... -respondí, mirando embobado al tiazo que tenía sobre mí.
- Si quieres pasamos dentro y estamos más cómodos... -sugirió.

No hizo falta respuesta. Nos levantamos los dos semi-empalmados, cogimos nuestras respectivas toallas y con bastantes miradas pendientes de nuestros movimientos nos metimos dentro, sin hablar mucho más. Buscamos un lugar en lo alto de la pinada, extendí la toalla en la arena, me tumbé boca abajo y el masaje de action-man fue mucho más al grano: el primer chorretón de crema me cayó directamente en el culo. Empezó a masajearme de forma mucho más sensual, trabajándome de forma disimulada el culo poco a poco... Estaba claro que era activo o en ese momento le apetecía ejercer como tal. El masaje continuaba y yo estaba cachondo perdido, cosa que action-man aprovechó para detener el masaje, ponerse frente a mí, clavar las rodillas y muslos en el suelo y ofrecerme aquel pollón tan duro. Una polla gorda y de unos 18 centímetros que descapullaba por si misma. No podría haber nada mejor, así que tardé lo mínimo posible en comerme aquel pollón que, para más inri, sabía a gloria. No me hizo falta esforzarme mucho: estaba ante un activazo que me follaba la boca sin prácticamente yo mover la cabeza, tan solo utilizaba la lengua y el hecho de que fuera capaz de tragármela entera le ponía a mil por hora, llegando a decirme que muy pocos se la habían comido toda:

- Veremos a ver si tu culo tiene las mismas tragaderas que tu boca...-dijo action-man sacando un bote de lubricante de la pequeña mochila que había traído. 

Me puse a cuatro patas instintivamente, solía ser una posición que gustaba a este tipo de tíos, y allí empezó a echarme sin cortarse un buen chorro de gel lubricante. Me trabajó el culo con sus dedos sin prisa, pero sin pausa. De forma constante. Yo estaba tan sumamente cachondo que, al menos aquel día, no me costó nada dilatar y acabar casi con cuatro de sus dedos dentro de mi ser sin grandes sufrimientos, más allá de los normales. Teníamos ya un buen número de ojos mirando y esperando el estelar momento en que aquel tiazo me follara. De forma que saqué un condón, que se enfundó y empecé a pajearme cuando noté que su capullo rozaba y jugaba con la entrada a mi culo, el pajearme siempre facilitaba las cosas... y aquel rabazo entró muy despacio, entero y de una vez, invadiendo todo mi culo y provocando en mi un gemido que salió natural de mis entrañas. 

Los tíos que nos miraban salieron de sus respectivos escondrijos y allí pude ver un arsenal de pollas de todo tipo que se pajeaban con fuerza mirando la escena. Era la primera vez que ser observado me ponía tan cachondo, momento que aprovechó action-man para empezar a darme y bombearme con una fuerza progresiva. Desde el momento en que action-man pudo follarme con toda su fuerza y naturalidad, no pasaron más de 3 minutos hasta que me corrí en el suelo echando una de esas corridas que califico como 'históricas' por lo grande que fue. Cuando action-man se dio cuenta de esto, me sacó la polla, me dio la vuelta, tiró el condón y se corrió en mi torso con una paja a los pocos segundos. Una leche espesa, caliente y en su cuantía justa impactó en varios puntos de mi pecho, acompañada de unos gemidos y escurriéndose hacia las caderas dado el sudor que invadía todo mi cuerpo. Cuando me quise dar cuenta, apenas quedaba ya nadie mirando. El momento de la corrida es el momento en el que todos los mirones se van. 

Me había quedado en éxtasis, relajado, pero con mis nalgas bastante doloridas. Las debía de tener más rojas que un babuino. Action-man no paraba de mirarme, me tendió la mano y me ayudó a ponerme en pie. Uf. Me iba a costar andar para llegar a la playa:

- Me ha molado mucho tío...-dijo.
- Otro día me traigo a mi amigo y nos das cañas a los dos si te mola -ofrecí.
- Eso está hecho tío, me molan así como tu, masculinos y no las locas estas que hay siempre por aquí floreando y mareando la perdiz...-dijo entre risas.

Nos chocamos las manos y mientras él se marchó a la playa, yo me fui con mi toalla al pino bajo el que siempre se tumbaba Sergio con el fin de relajarme. El problema de conocernos tan bien es que no podíamos escondernos nada:

- Por tu cara deduzco que te has pegado un buen polvo, ¿no? -inquirió Sergio.
- No lo sabes tu bien -dije.
- Anda, ven aquí -dijo mientras me abrazaba con su brazo y ponía mi cabeza en su pecho acariciándome el pelo.

Era la primera vez después de todo lo que había pasado el año anterior que mostraba una entereza y naturalidad que me sorprendió positivamente. 


7 de octubre de 2014

CAPÍTULO 93: ¿DETENIDO EN EL REBOLLO?

Llevaba días viéndole, no era una cara nueva en la pinada, porque en la playa nunca estaba. No le había visto en otras zonas de cruising, desde hacía varios meses había coincidido con él siempre en la pinada del Rebollo. Un morenazo de pelo engominado, cachas, ojos claros que podría pasar perfectamente por un modelo de una conocida marca del calzoncillos que suelen patrocinar famosos. Siempre iba con ese bañador tan ajustado y esa mochila a la espalda que, entre otras cosas, llevaba una botella de 1,5l de agua. Se movía muy rápido, cualquiera diría que se trataba de una presa huyendo de su cazador, cuando más bien, tenía toda la pinta de ser él quien cazaba y no al revés. Seguirle y no desfallecer en el intento suponía tener una condición física buena, ya que los caminos de la pinada no son fáciles para casi andar corriendo durante bastantes minutos. Lo malo es que habitualmente me acababa despistando y no se le volvía a ver más. La rumorología sobre el no hacía más que acrecentarse entre los habituales del lugar y los grupitos de chavales de la playa. En la pinada nunca solía ocupar los lugares más concurridos, más bien al contrario, se le solía ver en caminos más secundarios y lugares alejados, siempre andando a paso firme o descansando y bebiendo de su botella de agua. Nunca hablando con otros chicos, ni follando, ni participando en orgías, tan siquiera mirando. Tan siquiera buscando o siguiendo. Él simplemente se movía rápido por la pinada, casi todos los días laborables, era más extraño verle en fin de semana, aunque alguna vez se dio la ocasión. 

Todo este juego que se traía, que llevaba observando desde la pasada Semana Santa a ese verano, el hecho de que nadie supiera nada de él y que se estuviera convirtiendo en una especie de mito del lugar, unido a su buen físico, me hicieron desearle aún con más ganas. Estuve muchos días siguiéndole, pero como decía, siempre me acababa despistando... Hasta que me cansé y decidí llevar a la playa unas zapatillas deportivas que me permitirían seguirle con mayor rapidez y evitar que me despistara tan fácilmente. El simple truco que había ideado surtió efecto, ya que ése fue el día que más tiempo pude estarle siguiendo por la pinada, camino arriba y camino abajo, siguiéndole sin parar durante más de media hora, sin encontrar ninguna mirada o gesto de intercambio de expresiones, ni juegos en la mirada. Llegó un momento en el que cada vez me fue introduciendo más a fondo en la pinada hasta una zona que ya no conocía tan bien como la anterior. Y ahí fue donde consiguió despistarme. Vale, se conocía toda la pinada como una mapa en la mano. 

Quizá ese fue el momento en el que decidí dejarlo por imposible. Quién sería o qué buscaría, serían incógnitas que parecían no poder resolverse. Sin embargo, en aquel instante era otra cosa la que se me pasaba por la cabeza: ¿cómo narices volvía a la playa? Estaba en una zona totalmente rodeada por pinos, que no conocía y en la que solo cabían dos opciones: o bien estaba muy cerca del puerto o bien estaba cerca de la carretera, pero de volver a la playa, ni idea. Allí me quedé mirando al árbol que tenía enfrente y pensando en qué ruta tomar, cuando una voz grave y masculina brotó de la nada haciéndome dar un leve saltito:

- ¿Estás perdido?

Cuando me di la vuelta me topé con el hombre al que había estado siguiendo todo el rato, con unas esposas en la mano y la placa de policía en la otra.

- Déjame ver qué llevas en esa bandolera - pidió.

Y claro, al ver las esposas en una mano y la placa en otra, no pedí más detalles y le entregué la bandolera en la que encontraría pañuelos, toallitas, lubricante, una botella pequeña de agua, condones y el móvil. Inspeccionó el contenido con una leve sonrisa en la boca y con cuidado de no ser demasiado brusco y devolviéndome la bandolera, empezó a jugar con las esposas en su mano... Yo ya me veía en comisaría, sin motivos, pero con los nervios del momento mi cabeza ya buscaba todo tipo de excusas para salir de aquel atolladero en el que me había metido. Sin embargo, se limitó a meter las esposas en aquella mochila color beige y a sacar una toalla, que extendió en aquel suelo alfombrado con ramas de pino secas:

- Siéntate y tranquilo, que no pasa nada - pidió con una sonrisa enamoradiza.

Ya no sabía qué pensar. ¿Quizá me iba a tirar al primer policía de mi vida? ¿Iba a follar con aquel portento de hombre? 

- Aquí no estáis a vuestro libre albedrío. Esta pinada es espacio protegido y ha de tener cierta vigilancia, vigilancia que se ocupe de que esto no salga en llamas, de que no se consuman sustancias ilegales, de que no haya agresiones ni violaciones. Sois muchos tíos los que jugáis con fuego por aquí... - empezó a explicar.
- Es decir, que estás aquí para controlar, ¿nó? - pregunté.
- Más o menos... Cuando estoy de servicio, sí...-dijo.
- ¿Y cuándo no? - pregunté con una sonrisa picarona.
- Cuando no, me gusta tirarme culos prietos bien pasivos... pero no suele ser lo habitual - continuó.

Así que tras varios días había conseguido desvelar el misterio. La conversación continuó durante varios minutos sin que pasara nada más, me pidió que le guardara el secreto, ya que si se comenzaba a saber de nada serviría que él estuviera por allí, enfrentándose quizá a miradas de reprobación o con la gente huyendo de sus pasos. Y durante mucho tiempo se lo guardé, pero siempre estuvo jugando a un doble juego que tampoco me parecía justo para los demás. Las siguientes veces que nos vimos, siempre nos guiñamos un ojo o nos sonreíamos, pero lo cierto es que hasta la fecha, nunca le he visto follando o teniendo sexo con otros chicos en la pinada, lo cual quiere decir que o es muy discreto o que realmente juega como reclamo para encajar en el lugar sin hacer nada más. 

Y lo cierto es que me quedé con las ganas de habérmelo hecho un tío así. Qué se le va a hacer.