Tengo
que decir que, aparte de ir de cruising, también disfrutaba mucho de mi
estancia en la playa. Conseguía desconectar de prácticamente todo y me invadía
un sentimiento de paz interior con el que conseguía disfrutar de un simple
paseo por la extensa playa o de un baño en las aguas templadas del
mediterráneo. Allí sentía lo que es el placer de la vida fuera de las prisas y
los agobios que me esperaban el resto del año en Madrid; incluso me planteé
irme a vivir allí cuando terminara la carrera, pero las pocas oportunidades
laborales que ofrecía Alicante lo hicieron imposible.
Siempre
iba andando por la playa a la zona de cruising y, la verdad, es que así cogía
bastante colorcito del sol. Como dije antes, se había convertido en una especie
de ritual: salir de casa, bajar a la playa, andar algo más de 2 kilómetros,
subir por la rampa, atravesar la pinada y llegar a la caseta. Me servía para mantenerme en forma, desde luego.
En
este ritual que seguía casi a diario empecé a encontrarme con gente que también
parecía disfrutar de este lugar, gente que también iba allí a diario, que siempre
estaban por allí independientemente de la época del año en la que nos
encontráramos. Y una de esas personas era "esterilla-man".
"¿Esterilla-man?".
Sí, nunca supe su nombre, así que fijándome en sus actos le bauticé con este
apodo. Se trataba de un chico que ya había superado la primera mitad de la
treintena, con el pelo rapado, cuerpo normal, que solía seguir unos pasos
determinados. Siempre iba acompañado de una esterilla de playa en la mano y una mochila
en los hombros en ocasiones, ya que antes de subir a la caseta disfrutaba de un
rato tumbado en la playa. Solía ir sin camiseta mientras que el sol nos ofrecía su luz, para pasar a una pequeña camiseta de tirantes cuando comenzaba a anochecer. Debía de conocer el lugar desde hacía tiempo, ya que
se conocía a la perfección todos sus recovecos y escondrijos, te encontrabas
con "esterilla-man" en cualquier parte de la pinada cuando menos te
lo esperabas.
No esperéis leer nada especialmente morboso en esta entrada, ya que nunca
tuve nada con él, aunque creo que si por él hubiera sido, habríamos follado
varias veces. No sentía ninguna atracción por él. Nunca nos saludábamos, aunque
tras varios años de vernos por allí, nos conocíamos perfectamente. Creo que el
era pasivo, solía pillar todas las semanas, generalmente por la tarde pronto,
pocas veces le veías por allí al anochecer. Se conocía tan bien aquello que era
difícil pillarlo en pleno acto, aunque muchas veces te pillaba a ti. Lo más cerca que he estado de verle en plena faena, sólo pude escuchar sus gemidos y las embestidas que le daba otro tío bastante fuerte y corpulento. Sin embargo, a pesar de que siempre estaba donde menos te lo esperaras, no
era de los que solía quedarse mirando. Llegó un punto que hasta me daba
confianza que estuviera por allí, ya que como yo, era de los pocos que venía
andando por la playa al lugar de cruising.
Un
tiempo más adelante, quizá por el paso de los años, vete tú a saber, comenzó a
perder peso y le veías por los alrededores de la caseta haciendo ejercicio y
corriendo. Cada vez que venía a la zona, estaba por allí. Imagino que debía ser residente de alguno de los pueblos de alrededor, o bien, que también aprovechaba cualquier oportunidad para escaparse allí.
Definitivamente,
esterilla-man era y es un clásico de este lugar. Puedes preguntar a personas
que lleven algunos años yendo por allí, que todos coincidirán: "Ah, te
refieres al chico que siempre va con una esterilla en la mano, ¿no?".