25 de noviembre de 2015

CAPÍTULO 135: DOS CHICOS Y UN AGUJERO

He de confesaros que el porno ha jugado una parte importante en mi vida, sí, ahora está muy de moda renegar de ello, hacer como si no existiera. Me recuerda mucho a esas personas que cogen el tren cada mañana camino del trabajo y en medio de la conversación uno de ellos se decide a preguntar: ¿vistéis Gran Hermano anoche? Normalmente la respuesta, salvo entre adolescentes, suele ser: "¡uy! qué va, yo esas cosas no las veo". Sin embargo, la conversación sigue y si prestas atención te darás cuenta de que esas personas que dicen no ver jamás ese tipo de programas se conocen, seguramente, el nombre de todos los concursantes; por no mencionar las audiencias, que indican todo lo contrario. Pues bien, con el porno es lo mismo. Nadie admite verlo, pero las páginas web de su temática son las más visitadas, con diferencia, en todos los países. 

Casi desde que me instalaron internet teniendo alrededor de 14 o 15 años recuerdo que aparte de los programas mensajería instantánea, el correo electrónico y otras cosas básicas, una de las primeras cosas que busqué fueron videos porno gay. En mi casa había películas eróticas hetero, de estas que regalaban con una conocida revista, convenientemente escondidas; o eso se pensaban mis padres. Fueron mi primer contacto con el mundo del porno: cuando me quedaba solo en casa ponía una de esas cintas y me pajeaba deseando ser yo quien se comía ese gran rabo en vez de la chica pechugona de la película. Me corría y después de limpiarme guardaba corriendo la cinta en su escondite, asegurándome previamente de dejarla rebobinada, para no levantar sospechas. Internet lo cambió todo. Simplemente tenía que esperar a que mis padres se acostaran para poner la página que usaba entonces y dar rienda suelta a mi mano.

Aquella mañana de agosto estaba en mi habitación de la casa de la playa respondiendo unos e-mails en el portátil, ya desde primera hora de la mañana hacía bastante bochorno y como mi habitación da a un patio interior no hay mucha corriente en días como aquel. Respondía un e-mail con concentración cuando empecé a escuchar gemidos en la distancia. Rápidamente comprobé si es que tenía abierta alguna web de estas de publicidad, pero no, no era de mi ordenador de donde procedían aquellos gemidos. Venían del patio y cada vez se escuchaban más altos, para más inri, los gemidos eran únicamente de hombres. Asomé la cabeza por la venta y pude identificar que el sonido procedía de los pisos superiores. En ese momento, con la cabeza fuera, entró mi madre en la habitación:

- Marcos, hijo, ¿qué es lo que se oye? -preguntó mi madre con cierto apuro.

Estoy casi convencido de que pensaba que esos gemidos procedían de mi habitación, no porque nunca me hubieran pillado viendo porno, sino porque solo se escuchaban hombres.

- Joder mamá, me has asustado -dije metiendo la cabeza en la habitación.

Lo cierto es que la ventana de la cocina también daba al patio y por eso se había dado cuenta.

- Algún vecino se lo está pasando bien, ¿no? -dijo mi madre, ya con media sonrisa, marchándose de nuevo. 

No se si mi madre pensaba lo mismo que yo, pero tenía claro de dónde procedía el sonido. De casa de Óscar, estaba claro. Era de su habitación de donde venía el jaleo, así que le puse un whatsapp sacando de nuevo la cabeza por la ventana: ¿qué tal la pajilla? A ver si te corres ya. A los 30 o 40 segundos el ruido cesó y Óscar sacó tímidamente la cabeza por la ventana de la habitación, me sonrió y me contestó: ¿tanto se oía?

Durante los últimos días en los que había subido a darle clase no había pasado nada entre nosotros porque su madre no nos quitaba ojo, pero ese día, el día del porno a todo volumen, Óscar me dijo que se había quedado solo en casa durante 5 días. Era la primera vez en años que se quedaba solo y sus padres no nos pedían que hiciéramos de canguro. Sí, Óscar era ya mayor de edad, pero esa no era la razón por la que sus padres no nos decían nada. Tuvimos una conversación bastante calentorra por el Whatsapp, Óscar tenía unas ganas de follar increíbles y me empezó a calentar contándome algunas escenas de pelis porno que veía que le gustaría hacer conmigo y con Sergio o Dani, le daba igual cual de los otros dos fuera. Me la había conseguido poner dura, no ya solo por lo que contaba, sino porque no es ningún secreto que a mi Óscar me ponía muchísimo... 

- Bueno, déjate de tonterías que tengo el rabo que me va a estallar. Simplemente dime cuándo -le escribí.
- ¿Cuándo qué? -contestó.
- Cuando probamos a meterte dos rabos por tu culito -respondí.

Sí, esa era la fantasía oculta de Óscar. Esos eran los vídeos que veía continuamente. Como un tío pasivo era capaz de cabalgar dos rabos a la vez, cómo un tío pasivo servía de relleno de sandwich entre dos activos que le metían sus pollas a la vez. Algo que en mi caso ya había intentando con Sergio anteriormente y no había salido bien. Óscar estaba convencido, así que ahora tocaba convencer a Dani. Sí. Óscar quería dos buenos activos y aunque Sergio hubiera sido la primera opción, sus dotes de activo eran limitadas, puesto que el se definía como pasivo, vamos, que si había que meterla la metía, pero prefería ser él quien pusiera el culo de disfrute. Lo hablé con los dos, para no causar enfados, y a Sergio no le hizo mucha gracia. Siempre le tuvo tirria y un poco de manía a Óscar, a pesar de que en los últimos encuentros que habíamos tenido los 4 habían congeniado. Sergio siempre supo que Óscar me ponía muy burro ("lo veo en tus ojos", decía) y en cierta parte tenía celos, pero la forma en la que a mí me ponía Sergio era mucho más intensa, claro que por entonces yo no le decía nada.

Óscar había propuesto quedar en tres días. Cuando sabía que quedaba con antelación para pasar una buena noche de sexo me gustaba prepararme a conciencia y eso suponía que en esos tres días tenía que hacer lo imposible por no pajearme ni follar con nadie. Me gustaba reservarme para esas buenas ocasiones, ya que me proporcionaba más deseo y más morbo aún. Además, había echado un polvo con Sergio la noche anterior y me encontraba muy capaz de aguantar tres días sin nada. Tan sólo tenía que depilarme los huevos y el culo, el resto del cuerpo estaba listo. Para tener la cabeza entretenida esos tres días desconecté las apps y me iba a hacer deporte, un poco más del habitual: running por la playa dos veces al día y nadar en la pisicna municipal todas las mañanas. Con el deporte se mantiene la cabeza más despejada. Claro que, era difícil continuar así cuando tenías a un niñato como Óscar mandándote fotos al móvil de cómo se estaba preparando para "la gran noche"...

Esa noche llegó rápidamente. Hice el paripé de arreglarme como si fuera a salir de fiesta, avisando en casa de que llegaría, seguramente, por la mañana. Tenía confianza con mis padres, pero no tanta para decirles que me iba a pasar la noche en casa de Óscar, en el mismo edificio, y con los 'antecedentes' que teníamos. Esperé a que Dani llamara al telefonillo, respondí con "ahora bajo", que en realidad significaba "sube". Me asomé a la ventana de la cocina y vi que Óscar había cerrado la ventana y bajado la persiana. Perfecto. 

Al entrar a su casa nos dimos cuenta de que el niñato se había currado mucho lo que allí iba a pasar. Había poca luz, estaban todas las ventanas y persianas cerradas, el aire acondicionado puesto a una temperatura agradable y las pocas lámparas que había encendidas estaban cubiertas con una rudimentaria tela roja que, sin embargo, daba un ambiente oscuro y a su vez embriagador a la casa. Antes de terminar de cruzar el pasillo que conducía al salón encontramos una nota en un post-it amarillo que decía que allí habríamos de quitarnos la ropa ya que el dress-code solo permitía seguir avanzando en calzoncillos. Fijo que Óscar había visto esto en alguna de las pelis porno que veía... Dani y yo intercambiábamos miradas de incredulidad, pero bueno, tratamos de meternos en aquello lo mejor que pudimos. Nos desnudamos entre las estrecheces de aquel pasillo y dejamos nuestras ropas tiradas en el suelo. No se si por las ganas de sexo o qué, pero me quedé unos segundos contemplando a Dani allí frente a mí en calzoncillos tipo slip, con la luz roja reflejándose en ese bronceado de ensueño que siempre conseguía, con su pelo rubio y su cuerpo fibrado... Tanto que se me acabó poniendo morcillona, le miré a los ojos y también le descubrí mirando mi cuerpo a la par que se llevaba la mano al paquete para apretárselo. Nuestras miradas coincidieron y se dibujó una tímida sonrisa en nuestras caras. Me pregunté por qué Dani yo no follábamos más, si estaba claro que siempre había habido una atracción, pero la voz de Óscar nos llamó y salimos de nuestro embobamiento pasajero.

A pesar de que esperábamos encontrarle en el salón, tuvimos que atravesarlo porque no había ni rastro de él por allí. Seguimos avanzando y le encontramos en la habitación de sus padres: había quitado todas las fotos que adornaban la estancia, así como descolgado los crucifijos e imágenes religiosas que su madre tenía colgadas en el cabecero. Óscar nos esperaba en la cama de matrimonio, rodeada por dos mesillas con dos velas redondas encendidas en cada una de ellas que otorgaban la luz necesaria para ver lo imprescindible. En la mesilla derecha, además, había un importante consolador, un tarro de lubricante tipo hospital, un pequeño bote oscuro con el símbolo de un rayo y parecido a los antiguos botes de mercromina, y una caja de condones. Me sorprendió ver los condones, porque podríamos decir que follar con Óscar se había convertido en parte del pacto que teníamos los tres, pero bueno, no cabe duda de que así sería más seguro. Óscar esperaba allí totalmente desnudo y empalmado, boca arriba, con las piernas flexionadas dejándonos ver bien sus huevos y el agujero ya dilatado que estaba debajo. Hicimos algún comentario jocoso e inmediatamente nos quitamos los calzoncillos y saltamos a la cama, rodeando a Óscar uno por cada lado. El niñato estaba desatado: empezó a comernos la boca con desenfreno y a sobarnos las pollas con sus manos hasta conseguir que las tuviéramos bien duras. Aquel desenfreno nos contagió y me sumergí en esa sensación que a veces tengo cuando follo de estar en una especie de ensoñación y desconectar totalmente del mundo real. Lenguas por allí y por allá, jadeos constantes, sobes de pollas, huevos y culos, olor a sudor y sexo, miradas perdidas... Y ya por aquel momento tenía tres dedos dentro del culo de Óscar, que mamaba la polla de Dani como niño que come su primer helado. Aquel culo estaba mucho más dilatado de como yo lo recordaba y caí en la cuenta del consolador que descansaba en una de las mesillas, seguro que había estado "entrenando". Óscar se incorporó y me tumbó boca arriba, con cierta dominación y fuerza que me sorprendió. Se montó sobre mi rabo y se tumbo sobre mi como un gatito dócil para comerme la boca y restregar su ojete por mi rabo y mis huevos. Dani se colocó sobre mis piernas, detrás de Óscar y cogiendo el bote de lubricante comenzó a comerle el culo, meterle dedos y pajearme a mi con suavidad... 

- Bajad el ritmo, tíos... que llevo 3 días sin correrme y quiero aguantar... -susurré.

Óscar me miro, sonrió y siguió comiéndome la boca, ahora ya más suavemente, tomando aire para jadear debido a la comida de culo que le estaba haciendo Dani, para pringárselo con lubricante después. En ese momento, Óscar alargó el brazo y cogió los dos condones para lanzárselos a Dani. Escuchaba cómo Dani los rompía con los dientes y  cogía mi rabo con fuerza, limpiaba el líquido preseminal llevándoselo a la boca y deslizaba con delicadeza el condón sobre mi polla. Dani agarró a Óscar de la cintura, por encima del culo, cogió mi rabo y lo fue introduciendo poco a poco hasta que Óscar se sentó completamente en el tras un leve suspiro. Empezó a cabalgarme lentamente, mientras yo controlaba la respiración al máximo y me concentraba para no correrme anticipadamente. Oía cómo Dani se ponía el condón y cogía de la mesilla el bote tipo mercromina, que le pasó a Óscar. Con cuidado para que no se saliera mi rabo de su culo, Óscar se tumbó de nuevo sobre mi para comerme la boca un poco, mientras Dani trataba de introducir su rabo por el mismo agujero que ocupaba el mío. En ese momento, justo cuando la punta de la polla de Dani quería hacerse hueco, Óscar destapó el tarro y se lo llevó a la nariz aborbiendo profundamente. Recuerdo que durante unos pocos segundos se le perdió la mirada y se dibujó en su cara una pequeña mueca de relajación. Claro, eran poppers. Dani hizo fuerza y noté como su polla se deslizaba sobre la mía y una sensación de rasgado que provocó un chillido por parte de Óscar. Dani se detuvo sin mover el rabo, Óscar volvió a esnifar de aquel tarro y Dani continuó muy muy lentamente metiendo su rabo. Así, unas cuantas veces hasta que Dani jady Óscar volvió a chillar. Pero ya tenía las dos pollas dentro. Se le caían las lágrimas al chaval, pero nos pidió no parar. Nos resultó muy difícil follarle a la vez, era casi imposible encontrar un ritmo adecuado para los tres, así que era Óscar el que movía el culo pausadamente haciendo que nuestras pollas se rozaran dentro de aquella estrecha cavidad. En ese momento noté que algo caliente inundaba mi abdomen, miré a Óscar y su cara de felicidad me confirmaba que se acababa de correr sin tocarse si quiera. Dani, que también se dio cuenta, pues chorreaba por un lateral de la cantidad, tomó el mando y empezó a bombear lentamente. Yo empecé a jadear con intensidad, Dani también y Óscar se enganchó a mi cuello. Me corrí sin remedio y Dani me siguió más o menos cuando yo expulsaba las últimas gotitas. Siempre había tenido más aguante que yo.

Los tres chorreábamos sudor. Dani sacó su polla con cuidado, pero a Óscar le dolía, y le dolió más cuando saqué yo la mía. Decía que no podía moverse, así que entre los dos le tumbamos boca arriba en la cama. Dani y yo nos fuimos al baño a limpiarnos y comentamos el morbazo de aquello, ya que era la primera vez que conseguíamos hacer una doble penetración. Volvimos a la habitación con papel higiénico y toallitas. Dani empezó a recoger y yo me quedé limpiando a Óscar, que seguía con una cara de relax total, pero sin moverse.

- Marcos -me llamó Dani.

Me acerqué al quicio de la puerta y me enseñó los condones ensangrentados, nada exagerado, pero aquello era sangre. Me acerqué a Óscar sin decirle nada, con la excusa de limpiarle y me alivié al ver que su culo no estaba echando sangre, tan solo alguna gotita cuando pasaba el papel... 

Cogí una toalla grande, la puse en el sofá del salón y entre Dani y yo llevamos a Óscar allí, que se quedó sobado inmediatamente. Dani y yo empezamos a recoger todo aquello en silencio, ya en calzoncillos, y puse una lavadora con las sábanas, quité todas las velas, retiramos todas las telas rojas, nos cogimos una cerveza y nos quedamos en el otro sofá comentando lo que había pasado, mientras Óscar dormía.

Seguíamos hablando al terminar la cerveza, recordando la sensación de nuestros rabos juntos en el culo del chaval y me fijé en que Dani la tenía dura, me acerqué más a él y le empecé a sobar el paquete, lo que provocó que se me pusiera dura a mi también. Nos bajamos los calzoncillos y allí, medio sentados en el sofá, comenzamos a pajearnos el uno al otro jadeándonos dado la cercanía de nuestras bocas y mirando como la mano del otro pajeaba nuestro rabo.   Dani empezó a gemir diciendo: "oh, tío, sí, joder", cerró los ojos y se corrió en mi mano, al minuto después era yo el que se corría en la suya.

- ¿En serio? -se oyó una voz ronca.

Miramos a Óscar, que nos contemplaba, y nos echamos a reír los tres.    

16 de noviembre de 2015

CAPÍTULO 134: LOS CHUBBIES TAMBIÉN FOLLAN (BIEN)

Podría decirse que empecé tarde en el mundo del cruising, los que me seguís desde los comienzos lo sabéis, pero también es algo que depende de la perspectiva de cada uno: para unos empecé tarde y para otros pronto. Para mi, empecé justo en el momento adecuado, ese momento en el que algo en mi interior pedía probar cosas nuevas alejadas del mundo del ambiente en el que nunca realmente llegué a cuajar. Sí, me lo he pasado muy bien saliendo de fiesta fin de semana sí y fin de semana también por sitios típicos de Madrid, discotecas reconocidas, pubs mencionados... Sí, era de los típicos que acababa por quitarse la camiseta en la parte de abajo de la mítica discoteca Cool y bailaba con tíos cuadrados a los que no conocía de nada, mientras mis amigos esperaban en la zona de arriba, en la que reinaban el pachangueo, la música más comercial y las reinas del lugar se dedicaban a cuchichear de este sí y de aquel también. Noches eternas de bailes, alcohol, rolletes en los baños, música y critiqueo que acabaron por cansarme hasta lo más profundo, por motivos más diversos y amplios que ya contaré en otra historia.
Sin embargo, algo aprendí de toda aquella etapa de llegar los sábados por la mañana, dormir hasta el medio día, comer, echarte la siesta, despertarte para ducharte, arreglarte y volver a salir. Y es que los maricas somos los primeros en poner etiquetas a todos los que nos rodean, de criticar a este aquí y a ese de allí, mientras nos reímos y continuamos a lo nuestro. Precisamente nosotros, a quienes las etiquetas no nos gustan nada. ¿Contradictorio o parte del ser humano? Ese es otro debate. Aprendí multitud de etiquetas en función de la apariencia física del chico: musculoca, feos que se ponen cachas para disimular su fealdad, osos, muscle bears, hunters, hunks, hotties, chubbies y un sin fin más. Así como esa manía que tenían muchos de llamar a un chico por su nombre en femenino, sobre todo cuando no se caían mutuamente bien. Todas esas etiquetas describían el físico y en ocasiones la actitud de un chico o grupo de chicos, e incluso muchas salas de la zona hacían fiestas temáticas usándolas. Y de ahí también salían muchos prejuicios. 
Algo que aprendí en esa época y en mis inicios en el cruising es que no te puedes fiar de esas etiquetas para hacer una hipótesis sobre la calidad de los polvos que puedes echar. En mi caso, que ya sabéis el tipo de chico que me gusta, me he llevado más de una decepción con tiazos cachas y guapos que no saben follar y me he llevado gratas sorpresas como la que nos ocupa hoy. 

Ocurrió un fin de semana de primeros de agosto en el que mi fiel amigo Sergio se marchó con su familia a Tarragona. Su prima pequeña quería conocer Port Aventura y cogieron el coche, una habitación de hotel y se marcharon por la carretera de la costa a un intenso viaje de fin de semana. Dani llamó al telefonillo a eso de las 12 de la mañana de aquel sábado y nos bajamos a la playa del Moncayo a hacer un poco de running hasta La Mata y vuelta. Me comentó que había estado zorreando hacía un par de días con un tío en un sitio de cruising de Orihuela llamado La Ermita, pero que ese tío tenía ganas de hacer un trío ya que su fantasía más secreta era recibir polla por la boca y por el culo a la vez. Dani me comentaba que el día que habían zorreado se habían magreado, pajeado y sobado un poco los culos y que si me apetecía ayudar al chaval a cumplir su fantasía, pues teníamos cita aquella misma tarde en un chalet de Playa Flamenca, algo más al sur pasado Torrevieja:

- Eso sí, Marcos, te aviso que no es el tipo de chico con el que sueles follar...-dijo Dani.
- ¿Y eso? ¿Qué me ocultas, tío? -dije guiñándole un ojo.
- Es del tipo chubby, ya sabes...-quiso explicar.
- ¡Uff! Las etiquetas, ¡cuánto tiempo! ¿Los chubbies cuáles eran? -dije, tratando de recordar.
- Pues los que son un poco gorditos...-decía Dani con cautela.
- ¿Y a ti te van o te va este chaval? -pregunté un poco contrariado.
- Sí tío, es un morenazo bien guapo, jovencito, con buen rabo, culo tragón, morboso y unos labios bien carnosos -dijo, seguro de sí mismo.

Me enseñó un par de fotos que le había pasado el chaval y lo cierto es que le encontré morbo, aunque si que es cierto que en nada se correspondía a lo que solía ponerme a mi. Me quise arriesgar porque me podía totalmente el hecho de probar algo nuevo y a las malas una buena mamada me iba a llevar, así que dejé todo en manos de Dani.
- Quiere que vayamos de activazos, ha visto fotos tuyas y dice que nos espera con el rabo tieso -me dijo Dani nada más montarme en el coche aquella tarde rumbo a Playa Flamenca.
Iba con ciertos nervios. Nunca he sabido muy bien cómo reaccionar cuando llevas algo tan preparado, en el caso de que al presentarte veas que la persona en cuestión no te mola nada. ¿Te vas? ¿Follas por follar? ¿Simulas una emergencia para irte? Me consolaba el hecho de que Dani estuviera tan seguro de aquello, tampoco era su tipo de chico y si se había decidido a quedar tendría que haber una poderosa razón que lo explicara. No me preparé demasiado más que una buena ducha profunda, camiseta de tirantes azul y bañador corto verde marcando paquete.

Los 20 minutos de viaje pasaron enseguida y cuando me quise dar cuenta estábamos ya aparcando en el aparcamiento de aquella urbanización un tanto destartalada. Llamamos a la puerta del chalet en cuestión y nos abrió un chico bien bronceado que no tendría más de 21 años, con, efectivamente, unos kilos de más, pero con unos ojos penetrantes y unos labios perfectos para chuparla. No me puso cachondo nada más verle, todo hay que decirlo, pero tampoco me echó para atrás. Pasamos, tomamos un poco de agua, mientras hablábamos de cosas típicas de cuando acabas de conocer a una persona. Se notaba que había ciertos nervios por parte de todos, hasta que el chaval en cuestión, Ramón, me cogió del paquete y me ofreció subir arriba con Dani. 

Nos llevó hasta una habitación amplia decorada de forma juvenil con una cama grande, de matrimonio, rodeada por dos mesillas en las que había 3 botellas de agua pequeñas, varios condones y un frasco de lubricante de una conocida marca. Nos sentamos al borde de la cama: Ramón en el centro con cada uno de nosotros en sus lados izquierdo y derecho. Me rodeó con el brazo derecho y se lanzó a comerme el cuello tumbándome sobre la cama. Comía el cuello muy bien, si bien hay tíos que lo comen suavemente y no te enteras y otros que te hacen daño de lo bestia que son, este chaval combinaba muy bien la fuerza y la intensidad, tanto que me la había puesto dura solo con la comida de cuello. No tardó en bajar la mano a mi paquete y empezar a sobármelo. Debe ser que le gustó lo que su mano palpaba por encima de mi pantalón, ya que siguió comiéndome el cuello con más deseo. Pasaba su mano por mi abdomen y mis pectorales como si nunca hubiera tocado unos. Mientras, Dani le metía mano por detrás y juraría que ya le estaba haciendo algún dedo.


Nos levantamos para desnudarnos completamente y cuando Dani y yo nos hubimos quitado el bañador, tuvimos a Ramón en el medio, de rodillas en el suelo mamando nuestras pollas con una cara de satisfacción brutal. Recuerdo que no paraba de repetir:
- Qué buenos estáis, cabrones. 
A lo que yo le contestaba:
- Y tu, qué boquita tienes...-mientras le acariciaba la mejilla.
Y eso le debía de molar porque se la empezaba a tragar entera. Aparte de esos labios que eran como algodones húmedos, su boca estaba tan caliente y tan mojada, salivaba tanto que a mi se me doblaban las rodillas del placer que estaba sintiendo con aquella mamada a pares. Ramón pasó a tumbarse boca arriba en aquella enorme cama. No reparé demasiado en aquellos kilos de más que le sobraban, porque viendo aquel rabo de 17 centímetros tan perfecto y proporcionado, aquel par de huevos que parecían dos buenos melocotones y ese culo abierto 100% depilado, no tenía ojos para reparar en otra cosa. Lo que más me extrañó de Ramón es que no se dejaba hacer. Dani trató de chupársela un par de veces, pero no se dejaba más que pajear y solo durante unos segundos. Insistía en que quería satisfacernos y que no nos preocuparamos de su polla. Así, Dani se quedó en la parte de la almohada dándole biberón a aquel chaval. Me lanzó el bote de lubricante y un condón y a Ramón se le iluminó la cara. Sacándose la polla de Dani, me dijo:
- Si te mola comer culo, puedes hacerlo. Me he hecho una lavativa en la ducha y está totalmente limpio -afirmó, antes de volver a meterse la polla de Dani en la boca.

Sin embargo, no me apetecía comérselo, es algo que no hago siempre. Me unté un par de dedos en lubricante y se los introduje muy lentamente hasta que su culo los absorvió por completo, le estuve dedeando unos segundos antes de meter el tercer dedo, que entró con muchísima facilidad. Ramón gemía y su cara se ponía roja al escuchar cómo rasgaba el condón y me lo ponía en la polla. Allí tenía a aquel chaval patas arriba ofreciéndome aquel culo tragón, aquel chaval que no paraba de mamarle la polla a Dani, quien ya tenía cara de
sufrimiento y ganas de correrse. Le empecé a meter la polla con tacto, pero Ramón hizo un movimiento con el culo que pocas veces me habían hecho antes y forzó que mi polla entrara enterita en aquella cavidad que parecía no tener fondo. Se sacó la polla de Dani para gemir justo cuando mis huevos chocaron contra la parte inferior de su culo y mi rabo estaba entero dentro. Vi que a Ramón le iba la caña y empecé a darle con naturalidad y soltura, soltó la polla de Dani por un momento y empezó a mover el culo y las caderas con una facilidad que provocó que casi no tuviera que hacer esfuerzos. Podría decirse que era ese culo el que estaba follando a mi polla y no al revés. Ramón estaba totalmente rojo y sudado, pero no paraba. La cara de satisfacción de su cara lo decía todo. Dani se colocó sobre su cabeza y le puso los huevos en la boca, con los que Ramón empezó a juguetear sin dudarlo. Dani se pajeaba y avisó:
- ¿Quieres leche, Ramón? ¿Quieres?
Ramón asintió y pocos segundos después Dani lanzaba una buena corrida que le pringó parte del pecho y la barriga. Ramón frenó un poco en sus movimientos, así que tomé la delantera, me coloqué mejor y empecé a follarmelo mientras que con otra mano le pajeaba aquella polla que parecía que iba a reventar. Dani me tomó el relevo del mástil y le cascó una buena paja desde el otro lado de la cama. Avisé a Ramón de que me corría y dijo:
- En mis huevos tío, córrete en mis huevos.
Así que me saqué el condón y con una paja rápida le eché toda mi lefa en sus huevos, justo en el momento en el que la paja de Dani daba resultado y el chaval se corría sobre sí mismo abundantemente. 

Caí rendido boca arriba en aquella cama con sábanas amarillas, oyendo la respiración acelerada de Ramón, que se había quedado mirando al techo con una cara de felicidad pasmosa. Le indicó a Dani donde estaba el servicio y  este trajo abundante papel para limpiar todo aquello. Nos ofreció ducharnos, que no todos los tíos lo hacen, y Dani y yo nos duchamos juntos en aquel estrecho plato de ducha. Esperamos a que el se duchara contemplando una colección de libros clásicos de autores de la Generación del 27, que apilaban toda una estantería de aquella habitación. Una vez vestidos, bajamos al salón, tomamos un refresco y compartimos impresiones del polvo. Ramón era un chaval cortado, pero masculino y con las ideas notablemente claras para su edad. Nos dijo que le encantaría repetir en cualquier momento que nos apeteciera, pero lo cierto es que desde que salí de aquella casa nunca más nos volvimos a ver. 

Había sido mi primer polvo con un chubby y había estado la mar de bien, aunque confieso que nunca sentí ganas de repetir. Es lo que pasa con el morbo: lo tienes hasta que lo cumples y, en ocasiones, una vez cumplido el morbo desaparece. Así que digo bien claro que: ¡vivan los morbos cumplidos! A veces es de profundo placer dejar las etiquetas a un lado y arriesgarse.