24 de enero de 2016

CAPÍTULO 141: EL PASADO SIEMPRE VUELVE

Una de las cosas que han marcado mi infancia y juventud es la casualidad, los que lleváis tiempo siguiéndome ya lo sabéis. La casualidad ha formado parte de mi vida desde mi propio nacimiento y por alguna razón que se me escapa ha marcado acontecimientos importantes difíciles de olvidar. Resulta cuanto menos curioso que estando en un país con más de 45 millones de habitantes, en una ciudad costera que cuadruplica su población en el mes de agosto con personas de cualquier parte de España y del mundo, las casualidades sigan buscándome hasta en lo más oculto de mi persona y mis actos.

A lo largo de estos más de dos años compartiendo mi vida con vosotros ya os he contado situaciones de lo más curiosas: desde el inicio en estas prácticas sexuales de la mano de Dani, a quien hacía meses que no veía, encontrándome con él por casualidad en un paseo marítimo abarrotado de gente; pasando por el encuentro en una zona de cruising con un ex compañero de trabajo de mi padre; continuando por un amigo de la infancia que me encontré en la playa del Rebollo y siguiendo con la historia que hoy nos ocupa.

Cuando tenía alrededor de 15 años ese invento del siglo llamado internet irrumpía sin freno en los hogares de todos los chavales de mi edad. Era un invento que los padres desconocían, del que tenían cierto temor y que mi generación quedó fascinada por él desde el minuto uno. Recuerdo la primera tarifa que tuve: la mal-llamada tarifa plana de Telefónica, entonces único operador, que te ofrecía una conexión sin límites entre las 18:00 y las 08:00 de lunes a viernes y los fines de semana completos, usando un obsoleto módem de 56 kbps. En mi instituto ya comenzaba a ser habitual, sobre todo en las familias más pudientes, palabras como hotmail, messenger o irc-chats. De las primeras cosas que hice aquella Navidad en la que mi regalo de Papá Noel fue un ordenador nuevo y el alta en internet, fue crearme una cuenta de e-mail que hoy sigo conservando, instalarme el Messenger, agregar a los poquísimos amigos que entonces ya lo tenían e, inmediatamente después, buscar chats gays. Me sorprendió la cantidad de ellos que había, de todas las temáticas, pero entonces el que yo buscaba era el típico gay-amistad. Allí conocí muchas personas con las que hoy día mantengo contacto, personas que fueron mis maestros en internet, que me enseñaron todo: desde variar la IP del módem, ya con una tarifa adsl de otro operador, a buscar contenidos digitales, lenguaje HTML y sexo. Mucho sexo. Poco a poco, descubrí que también había chats musicales, incluso temáticos de los grupos del momento. Y en uno de ellos conocí a Vicente.

La conexión con Vicente fue inmediata: éramos fans a muerte del mismo grupo musical, compartíamos otros gustos, discrepábamos en política con discusiones interesantísimas y encima se daba el hecho de que Vicente era de Alicante, provincia en la que yo veraneaba desde bebé. Nuestras conversaciones eran eternas, de quedarnos hasta las 2 de la madrugada hablando entre diario de todo lo que nos pasaba, de nuestras primeras experiencias con tíos, porque claro, Vicente también era gay, o mejor dicho, por aquel entonces aún se definía como bisexual, como muchos otros. Fue de las primeras personas que supo acerca de mi mamada al Peque, mis movidas con los malotes, el sexo con El Cata... al igual que yo sabía de sus primeras experiencias. Vicente y yo sólo nos poníamos cara por una minúscula foto que ambos teníamos puesta en el Messenger, nunca habíamos hablado de si nos parecíamos guapos o si nos atraíamos, porque éramos los mejores amigos del mundo y entre nosotros nunca podría haber nada sexual... Sin embargo, la llegada de las web-cams lo cambió todo. Empezamos a tener conversaciones con imagen y texto, nos encantaba vernos el uno al otro: Vicente era un chico con cara de niño bueno, gafas, pinta de estudioso, guapete, delgado y llevaba el pelo de punta igual que lo llevaba yo. Sabía que hacía deporte desde que era niño, ya que mi padre me inculcó desde siempre un placer con el deporte. Y un día que la conversación se calentó un poco más entre él y yo, me pidió que me quitara la camiseta. Después se la quitó él y terminamos completamente desnudos cascándonos una paja delante de aquella cámara. A Vicente le daban mucho morbo las corridas y cuando estaba apunto de correrme, me levanté de la silla, puse mi polla dura en primer plano con la mano izquierda debajo y allí eché toda mi leche. Vicente lo debió de flipar tanto que se corrió pocos segundos después. Tenía una buena polla con un capullo tipo seta, más grande y desproporcionado que el resto del rabo, pero que a mí me daba un morbo terrible. Repetiríamos paja unas cuantas veces más hasta el punto de que nuestra relación de amistad quedó eclipsada por lo sexual, ese punto en el que las pajas por cam con él empezaron a ser tan rutinarias, casi como algo obligado, que a mi ya no me excitaban. Traté de hacer un esfuerzo en mantener una relación con él como la que habíamos tenido desde el principio, incluso quedamos en vernos en persona aquel verano. Pero nada de ello sucedió y debe ser que se tomó tan mal que no saliera de mi la proposición de vernos aquel verano que, unido a mi decisión de poner fin a las pajas por cam, hizo que al volver a Madrid me diera cuenta de que me había eliminado y bloqueado de aquella red social.

No volví a saber nada más de Vicente hasta dos o tres años después, ya estando en la universidad, resultó que un compañero de clase también fan de aquel grupo conocía a Vicente, "el de Alicante", como el le llamaba. Esto, que podría haber supuesto un acercamiento, no influyó de sobre manera en un acercamiento en nuestra relación, dado que por aquel entonces yo tenía mi primera relación seria y no quería retomar el contacto con nadie que pudiera enturbiar lo que para mi era una historia de amor como no se había escrito jamás, pero eso os lo cuento otro día.

El caso es que un par de días después de nuestro encuentro con la pareja del Rebollo que buscaba magreos y pajas y de nuestro encontronazo con el señorito de la WE Party, decidí pasar una tarde en la tranquila playa del Moncayo, mientras Sergio hacía vida familiar. Con menos gente, menos ambiente y más capacidad de relajación. Como siempre, al finalizar la tarde, me picó la curiosidad del movimiento que se veía en la caseta desde abajo, recogí mis cosas, tomé la segunda rampa de madera paralela al gran hotel y, bordeando los restos de ruinas romanas, subí hacía la caseta adentrándome en la pinada. Era uno de esos días en los que había movimiento ya desde bien cerca de la playa: tíos en bañador dando alguna vuelta, otros que bajaban de la caseta y algunos que subíamos. Ya en plena subida, oí un ruido a mi derecha, giré la cabeza y vi de espaldas a un chico que me llamó la atención por ir completamente vestido con una camiseta marrón, unos pantalones-pirata de color verde botella, zapatillas y una pequeña bandolera marrón. Andaba tan rápido que daba la impresión de estar huyendo de alguien.


— ¡Anda que no tiene que estar pasando calor! —pensé, yo que iba solo con un pequeño bañador.



Seguí a mi ritmo y cuando subí a la caseta, como en tantas otras ocasiones, el panorama era desolador. Apenas había nadie, tan siquiera había coches aparcados. Un señor mayor paseando curiosamente con una bici, el chico de la esterilla que siempre estaba por allí y dos más. Me senté en un poyete de hormigón al otro lado de la caseta, justo donde está la entrada de coches a esperar si la tarde se animaba. Pero nada, aquella tarde no parecía querer animarse y el Moncayo estaba más aburrido que nunca. Poco antes de ponerme de pie decidido a volver a la playa y marcharme, vi que el chico vestido de antes subía a la explanada situada de frente a la caseta, miraba a un lado y a otro y se metía dentro de la caseta. 

Confieso que el morbo de ver para qué se había metido en la caseta me pudo, así que me levanté de aquel poyete y andando despacio me coloqué frente a uno de los huecos ocupados por lo que en su día fueron ventanales, en el exterior. El chico, dentro de la caseta, apareció frente a mi y nos quedamos mirando a los ojos unos minutos. Aquella cara tan fina, esas gafas y ese peinado me resultaban muy familiares, pero no lograba identificar a qué me recordaban. El chaval, que tendría mi edad, comenzó a tocarse y apretarse el paquete constantemente hasta que algo grande y duro marcaba forma allí dentro. Se me puso dura casi en el momento y me llevé la mano al paquete para frotármelo. El chico me hizo una seña con la cabeza y pasé dentro de la caseta. Le busqué justo donde le había dejado y, de nuevo, frente a frente, a un metro de distancia, nos seguimos frotando cada uno nuestro paquete. Se acercó a mi y echó mano a mi paquete sobándomelo por encima del bañador, mientras que con su mirada estudiaba minuciosamente todo mi cuerpo y una pequeña sonrisa aparecía en su cara. Eché mano a su paquete y también se la estuve sobando un rato, justo cuando él empezó a sobarme el torso y el abdomen como si nunca hubiera tocado uno, con una sensualidad enorme. Acto seguido, se puso de rodillas, me bajó el bañador hasta los tobillos, me cogió con las dos manos del culo, me lo sobó bastante, me miró desde abajo a los ojos y sin quitar la mirada se metió mi dura polla en la boca y me la chupó con calma y serenidad, con un disfrute y un tacto que pocas veces se daban en estos lugares donde las prisas y la fogosidad hacen de las mamadas algo mucho más desenfrenado. Me la chupaba tan bien, usando tanto la lengua y salivando tanto que me empezaron a temblar las piernas, así que nos fuimos un poco hacia atrás y me apoyé en una pared. Aprovechó también para hacerme una buena comida de huevos para volver a pasar a la polla después. Aumentó el ritmo de la mamada, mientras que con una mano que quitaba de mi culo se abría la bragueta y sacaba la suya para pajearse. 

— He visto esta polla antes —pensé.

Me sonaba muchísimo, pero con todas las pollas que había visto en mi vida simplemente podría recordarme a alguna anterior. Me sacó de mis pensamientos cogiendo mis huevos con fuerza con la mano derecha, sin parar de chupármela y le avisé de que me iba a correr en breve. Era lo primero que nos decíamos.

— Échamelo en la cara o en la lengua, ya sabes lo que me gusta la leche —dijo, en un susurro.
— ¿Y yo qué voy a saber? —pensé.

Así que cuando estuve apunto de correrme, saqué mi polla de su boca y él esperó con la lengua fuera como un perro con sed. Me pajeé durante 25 o 30 segundos y expulsé al aire toda mi lefa que él se empeñó en recoger con la lengua y tragar.Justo cuando cerró la boca para saborear lo que había recogido, terminó de pajearse y se corrió abundantemente en aquel suelo. Inmediatamente después, escupió un par de veces, se sacó un colirio de la bandolera, se enjuagó la boca con él y lo escupió allí mismo. Mientras, un servidor contemplaba todo desde aquella pared en la que me había quedado apoyado y totalmente relajado. También nos miraba atentamente el señor mayor de la bici, desde otro de los viejos ventanales de la caseta.

— No sabes qué ganas tenia de probar tu polla, Marcos —dijo.
— ¿Nos conocemos? —pregunté yo, saliendo de mi estado de éxtasis.
— ¿De verdad te has olvidado de mi y de nuestras pajas por el messenger? —dijo Vicente.
— ¿Vicente? ¿En serio? —dije.

Vicente. Claro. Joder. De eso me sonaba esa cara y esa polla, pero... ¿cuántos años habían pasado desde aquello? ¿Diez? Y nunca nos habíamos visto en persona. Además, es que le había borrado completamente de mis recuerdos, ya que desde que mi compañero de universidad me dijo que le conocía, nunca había vuelto a tener ninguna referencia suya.


— Te he reconocido desde el principio, desde que he subido aquí. No has cambiado nada, sigues teniendo la misma cara de pillo a la par que de bueno. Y sigues tan guapo como siempre. Y esa polla, vaya, como para olvidarla.
— Vicente, cuanto tiempo ha pasado tío...—dije, sin salir de mi asombro y aún con la polla fuera.
— Te lo curras en el gimnasio, ¿eh? Vaya cuerpo has echado y yo tan esmirriado como siempre —comentó.
— Sí, bueno, me gusta cuidarme —dije, sin saber bien continuar aquella conversación.

Me di la vuelta para colocarme el bañador y Vicente volvió a interrumpir:

— Soy más pasivo, pero vaya, que podría follarte bien ese culazo...


Traté de cambiar la conversación a un tema no sexual, salimos de la caseta y le pregunté qué había sido de él todos estos años. Sin embargo, no encontré mucha predisposición por su parte a contarme demasiado. Me contó que no era el primer verano que me veía, que solía pasear mucho por El Rebollo y que ya me había fichado años atrás, pero que nunca se armó de valor para decirme nada sobre todo visto que yo no le reconocía. Parecía hasta dolido:

— Todo cambió por el sexo, ¿no?

Esa fue una de sus últimas frases antes de despedirse. Se despidió como cualquier otra persona a la que conoces del cruising, invitándome a repetir otro día e incluso a follar. Sin más profundidad, sin más detalle, con la misma frialdad.

Como si nada de lo que diez años atrás hubiera pasado.





19 comentarios:

  1. Lo mismo me ha pasado a mi hace un par de años pero con alguien hetero. Nos llevábamos super bien durante 1 año, año y medio. Un día decidimos quedar en dormir en la casa del otro, creo que fui yo primero a la suya (el vivía en una zona muy alejada de donde yo y pues costaba quedar, solo llegamos a vernos un par de veces antes de ir a su casa), todo fue bien. Lo volvimos a hacer y esta vez él vino a la mía. No llegó a ocurrir nada sexual en esas dos veces que yo recuerde. A la tercera vez yo fui a la suya, aquí ya empezó el toqueteo y las pajas, hasta se la mamé xD. Él sabía que era gay y parecía que le molaba que lo hiciera ya que le encantó la mamada. Quedamos otra vez en mi casa y ocurrió de nuevo. Después de aquello dejamos de hablar poco a poco y a día de hoy llevamos 1 año sin hablarnos excepto un "hola, qué tal?" y ya.

    El sexo llevado a este punto en una amistad puede cambiarlo todo, puede llegar a destruir una amistad silenciosamente.



    James

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    1. Estoy de acuerdo contigo, James, pero... ¿no podría ser que tu amigo hetero se asustara en el sentido de ver que le gustaba lo que le hacías? Hay algunos a los que les pasa, empiezan a darle vueltas a la cabeza y terminan por desaparecer.

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  2. Me ha dado un poco de mal rollo el post, no por ti que escribes muy bien, sino por lo que cuentas.

    Eso de perder una amistad por pasar a la siguiente fase nunca me ha pasado pero sí que un chico, Víctor, con el que al principio sólo follaba, se ha acabado convirtiendo en un buen amigo. Y perdí a un amigo porque me follé a su ex, pero ya hacía un par de años que habían cortado y además como me iba a imaginar que ese Julio era "su" Julio...

    Abrazotes.

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    1. Pues sí, Christian, el sexo muchas veces lo cambia todo en las relaciones. Sin embargo, en los últimos tiempos lo que más me ha pasado es hacer buenos amigos después de conocerles follando en mis aventuras 'cruisineras', es decir, justo lo contrario: primero follar y después amistad.
      ¡Un abrazo!

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  3. A mí me han pasado algunas casualidades en mi vida que si las escribiera en un libro o una peli nadie se las creería. Pero como no son chechuales no las voy a contar por aquí jeje. Por cierto ¿qué grupo es el que tiene la suerte de tenerte como fan? No será de tu querido y desconocido superstar...Danos alguna pista...Besos cuídate.

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    1. ¡Carlos! Cuando hablo de casualidades a lo largo de mi vida tampoco me refiero solo a las sexuales, ¿eh? Vamos, que hay todo. Por otro lado, no, el grupo del que éramos seguidores nada tiene ver con el 'superstar', que de hecho, creo que grupo musical serio no ha tenido nunca. La única pista que puedo darte es que era un grupo internacional que hoy día ya no existe ;)

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  4. Yo también he perdido muchos amigos pero ninguno fue por haber tenido sexo con ellos. En realidad, si una amistad es fuerte y verdadera no tiene por qué romperse por esas cosas. Como ejemplo están Marcos, Sergio y Dani. Entre ellos sabemos que ha habido sexo. Primero entre Marcos y Sergio y luego con Dani. Y también han tenido sus discusiones. Recordad todos los capítulos. Y seguro que habrán tenido mil discusiones más que no sabemos porque tampoco se puede contar todo. Un abrazo a todos.

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    1. Gracias por tu comentario. La diferencia es que entre nosotros la amistad siempre ha sido muy sincera, nos hemos dicho todo como lo hemos sentido (antes o después) y el sexo no hizo que nuestra relación se volviera rara, sino al contrario, mucho más intensa y conectada. Un abrazo para ti también!

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  5. Como ya ha dicho arriba Christian Ingebrethsen, el post tiene un toque de mal rollo por lo que cuentas, pero si que es verdad o al menos a mi me ha pasado que a veces las amistades se pueden romper si las mezclas con sexo, no digo que pase siempre, pero a mi me ha pasado con dos amigos, uno como tu historia, amigo de internet y cuando pasas a mayores y uno de los dos quiere dejar de tener "sexo" la amistad se jode.

    Y luego en persona, con un amigo de verdad, en mi caso mi mejor amigo a día de hoy esta cada vez pasando más de mi y todo porque el San Valentin pasado follamos y el a los meses dejo de empezar de verme como amigo sino como algo más sin definir y al rechazarle yo a algo más que amistad, comenzó a desaparecer poco a poco..

    Por eso creo que lo mejor es dejar claro siempre que se tiene con alguien desde el minuto uno y asegurarse de que las dos partes lo tienen claro.

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    1. La verdad que lo que te está sucediendo con tu mejor amigo es una pena... Imagino que él ahora te ve como el novio ideal por haber follado y para nada se imaginaría que podrías rechazarle. Quizá necesite algo de tiempo, pero la cosa es que dotar a nuestras acciones de la mayor normalidad posible para que el ambiente no se enrarezca. ¡Gracias por comentar!

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  6. Es que cuando se une la amistad y el sexo es lo que suele pasar (o eso dicen, porque yo nunca me he acostado con ningún amigo -a pesar de haber estado tentado-).

    De todos modos, si pasados diez años sin veros, lo único que quería de ti era tu semen, poca amistad real habría antes, digo yo.

    Un saludo.

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    1. Pues, Pablo, te digo de verdad que en los años que fuimos 'cyber-amigos' la amistad era fuerte, pero también era una amistad adolescente, con la fragilidad que muchas veces tiene. Siempre pensé que tras esa ansia por querer seguirse haciendo pajas conmigo empezó a haber un sentimiento detrás... Y al no corresponderse pudo ser lo que detonó el fin. Pero sí, está claro que tras 10 años nada de aquello quedaba.

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  7. Lo mejor para evitar la sensación de pérdida supongo que es no crearse expectativas en cuanto nace una relación y dejar que esta fluya sin corsés, por donde vaya y hasta donde llegue. Que nazca y discurra naturalmente por el cauce que le lleve. Tener claro que amistad, amor y sexo tanto se pueden mezclar o no, y una ni implica ni obliga a la otra. En fin, claridad mental y sinceridad sobre todo ante uno mismo. Evidentemente todo esto es infinitamente mucho más fácil de decir que de llevar a cabo ;-)

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    1. Jejeje claro, cuando damos consejos siempre es más sencillo decirlos que aplicarlos, en eso estoy de acuerdo. Por otra parte, el problema entre otros fue que muchas veces las amistades adolescentes son más frágiles de lo que uno puede pensar. Y aquello fue muy intenso, pero frágil a la vez... Saludos perro!

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  8. Hola, tio me he puesto a leer tu blog por primera vez hace una semana... y me lo he leído casi del tirón entero... Y sinceramente lo que mas me ha molado... es que tanto mi pareja como yo (tenemos 25 y 27 años)veraneamos también por allí y hacemos pasadas por el rebollo la pinada.. joder como molaría coincidir por allí.. la verdad es que no se muy bien si querrás contactar con nosotros... y tampoco es que me mole mucho dejar aquí mi dirección o móvil.

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    1. ¡Gracias por comentar! Si vais por allí los veranos seguro que aunque sea de vista nos conocemos, pero también habría que ver si coincidimos en fechas. No suelo quedar con tíos conocidos por el blog, pero si quieres mándame un correo a diariodecruising@gmail.com y charlamos!

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  9. Yo he tenido una experiencia que me recuerda un poco a la tuya.
    Conocí a un chico bastante más joven que yo, yo tengo 35 y el 20, a través de un foro de Internet y conectamos bien, nos pasamos teléfono y foto y yo cuando vi su fotos me enamore en el momento de el.
    A partir de ahí hablábamos por WhatsApp muchos días para preguntarnos que tal el día y esas cosas, y al final quedamos para tener sexo, tuvimos 3 encuentros nada más, pero para mi han sido los mejores de mi vida, hasta el punto de que me pillé por el.
    Al mes y medio solo de conocernos, ya empezó a poner excusas para no quedar con migo, me bloqueó el WhatsApp y solo me respondía con excusas por email y cuando le daba la gana.
    Al cabo de unos meses y por casualidad le descubro en una zona de Cruising, y eso me traumatizo por completo, porque lo quería un montón y ha sido muy duro verle follar con unos y con otros casi cada noche.
    Cuando le pregunte que le había pasado conmigo me dijo que lo había agobiado y que no quería verme más, y que no le molestara cuando le viera.
    Asi de frío, como si no nos conociéramos de nada.
    Estate siendo durisimo para mi, encima solo tengo que ir cualquier noche por ese sitio de cruising que allí está el, follando con unos y con otros.
    Así es esta vida.

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