18 de enero de 2016

CAPÍTULO 140: EL SEÑORITO DE LA WE PARTY

¿Qué es aquello que tienen en común los lugares de cruising, las saunas, cuartos oscuros, discotecas de ligoteo y los establos de granjas llenas de animales? Una de las cosas que unen a estos lugares tan dispares es que todos ellos siempre están llenos de moscones molestos, de estos que no te dejan joder, ni parece que joder quieran; de estos que estamparías con una manopla si tuvieras la oportunidad. En definitiva, gente molesta.

No era el primer verano que nos dábamos de bruces con él, ni mucho menos, él era de los clásicos del lugar, de los que frecuentaban la playa y la pinada del Rebollo día sí y día también, de los que te encontrabas en Semana Santa, verano, invierno y primavera. Sí, ese chaval era todo un clásico de la zona. Nosotros lo teníamos muy claro: el cancaneo del Rebollo se dividía siempre entre las novedades, los clásicos y los merodeadores, estos últimos, eran los que iban de vez en cuando por allí con un cierto hábito, pero sin ser de los clásicos. Imagino que en todas las zonas de cruising ocurre lo mismo. 

Este chaval pertenecía a un grupo de chavales del que os hablé hace ya algún tiempo, sí, era parte de la súper-pandi. En él había una salvedad: tenía cierto carácter independiente, es decir, iba por libre tanto en la playa como en la zona de sexo, pero cuando veía a la pandilla en la playa siempre se tumbaba y charlaba con ellos.  Se trataba de un chico alto, según mis aproximaciones debía medir alrededor de 1'85cm, de piel tirando a morena, con el pelo corto, castaño oscuro y ondulado, solía llevar barba de dos o tres días, rondaba los 35 y tenía un cuerpo bonito. No estaba cachas ni muy fibrado, pero sí tenía formas bonitas y se notaba que trabajaba su cuerpo. Solía llevar un bañador apretado, de tipo slip o bóxer, de varios colores, aunque el que más recordamos es el amarillo, debe ser que era el que más le gustaba. Sin embargo, los rasgos que marcaban a este chaval no eran los físicos, sino los atuendos. Siempre, sin excepción, iba ataviado con una gorra negra promocional de las fiestas WE y una pequeña mochila/bandolera de plástico de las que se llevan a la espalda con dos finas tiras que sujetan por los hombros. Se le conocía de múltiples maneras, según con quién hablaras: el tontito de la gorra de WE, el de la gorrita o el señorito de la gorra de WE. A nosotros siempre nos gustó más este último apodo por no ser despectivo en absoluto. Pero había más: le llamaban también la modeli, el pasarelas, o el miraditas. ¿Por qué? Pues porque este chico pertenecía a ese grupo de personajes que van mirando por encima del hombro a los demás, con un ligero toque de superioridad y porque debía creerse que los caminos del Rebollo eran algo así como la pasarela Cibeles, por su forma tan elegante y afeminada de caminar. Un lugar perfecto para lucirse.




Nunca supimos de donde le venía esa superioridad a la hora de caminar y de cruzarse con gente, porque el chico un modelo precisamente no era. Tampoco os voy a engañar: el chico estaba bien, tenía un culazo de infarto, no marcaba mal paquete y, como dije antes, tenía un cuerpo bonito. Ahora, guapo precisamente no era. Vamos que tampoco tenía motivos reales para ir tratando así a la gente al cruzarse con el, había chicos por allí que le daban mil vueltas. Y tampoco es que pillara mucho, porque precisamente esa forma de actuar despertaba recelos y odios de los que por allí estábamos. Además, este chico tenía el don de la oportunidad: aparecía siempre interrumpiendo momentos de ligue. Y en ocasiones hasta los fastidiaba. 

Nuestra historia con él se remonta al verano del que estoy hablando en las últimas entradas. A pesar de habernos visto muchas veces, nunca había surgido nada entre nosotros. Nos mirábamos y nos ignorábamos mutuamente, ya os digo que esa forma de mirar suya tiraba mucho para atrás.  Él había visto todo de nosotros. Nos había visto follar, ser follados, mamar y ser mamados. Siempre aparecía en esos momentos más íntimos, nos miraba por unos instantes, se tocaba ligeramente el paquete y se marchaba. Nunca iba desnudo, ni dentro ni fuera, siempre le acompañaba su eterno bañador. Pero ese verano su mirada se empezó a clavar en la mía con mayor intensidad, coincidíamos mucho más y tuve la sensación de que me buscaba. De que ese verano sí quería algo con nosotros. Hasta empezó a aparcar su Peugeot al lado de nuestro Citroen. Aunque he de decir que era extraño que él no llegara primero, debía de hacer allí horas y horas. Y eso era raro porque, salvo con su pandilla, nunca se le veía saludar o tener buen rollo con otras personas. 

Aquella tarde de agosto, Sergio y yo nos ligamos en la playa a un par de chavales recién entrados en la treintena que eran pareja, con buenos cuerpos y buenos rabos. Practicaban el nudismo, así que no dejaban nada a la imaginación. La playa estaba a reventar de gente y se pusieron a nuestro lado, dado que era el único hueco que quedaba para no alejarse demasiado de la zona de influencia. Pusieron su toalla, su sombrilla y se empezaron a dar crema. Y unas cosas por otras empezamos a hablar de todo un poco: ¿venís mucho por aquí? ¿sois de la zona? ¿entráis a la pinada? Nos decían que llevaban tiempo viniendo a la playa por el buen rollo que siempre hay, pero que nunca habían entrado dentro y que no les importaría tener unos buenos maestros de ceremonia. Vamos, que aquello fue una clara invitación a morbosear. Así que les dimos algunos consejos que siempre seguimos, como por ejemplo, llevar siempre una mochila más pequeña donde meter los objetos de valor y llevarlos siempre contigo cuando vas a pasear y dejas las cosas solas en la playa. No se pusieron el bañador como sí hicimos nosotros y pasamos dentro. Estuvimos los primeros 15 minutos enseñándoles los caminos, los rincones, los recovecos, dándoles algunos consejos, explicándoles cómo salir directamente al aparcamiento sin tener que volver a ir por la playa y más cosas. Les gustó uno de los pequeños rincones algo discretos que les enseñamos y nos pidieron volver a verlo. Cuando llegamos allí, empezaron a sobarnos los paquetes y a comernos las bocas... tanto que en apenas cinco minutos ya estábamos de nuevo desnudos y con los rabos duros:

— Sólo buscamos pajas y magreos, al menos de momento dijo el que me comía la boca.
— No es problema contesté.

Se notaba que estaban muy nerviosos a la par que llenos de morbo, así que el tío con el que me estaba enrollando se corrió apenas un minuto después de estarle sobando la polla y digo sobando, no pajeando. Aproveché para acariciarle los huevos después de correrse, ya que los tenía enormes y me daban mucho morbo. Su pareja, que se enrollaba co
n Sergio, se corrió también rápido sobando el culo de Sergio mientras éste le pajeaba con fuerza. Nosotros no nos corrimos. Nos dijeron que si queríamos, otro día podríamos probar otras cosas, que si no teníamos prisa, les gustaría descubrir más prácticas con nosotros. Y como nos molaron bastante, pues accedimos a tener otro encuentro más adelante. Cuando se limpiaron las pollas y se marcharon, Sergio y yo nos quedamos mirando el uno al otro:

— Bueno, habrá que hacer algo, ¿no? dije.

Y Sergio se dio la vuelta, se espatarró apoyando sus manos en un árbol y me enseñó lo que quería que le hiciera. Sin embargo, en ese momento escuchamos un ruido entre los arbustos. Adivinad quién estaba allí con el bañador por las rodillas pajeando una buena polla que nunca habría imaginado que tuviera. Sí, el señorito de la gorra de WE nos observaba, pero al ser descubierto se subió el bañador y se marchó. Nosotros hicimos lo mismo.

Al día siguiente entramos a la pinada directamente desde el aparcamiento, sin tener que pasar por la playa. La cuestión es que se nos había hecho tarde y, para ser sinceros, teníamos ganas de follar y no de bañarnos o de tomar el sol. Al llegar a la zona más importante del área de cancaneo vimos mucha gente arremolinada en un mismo lugar y decidimos ir a ver qué ocurría, como hacían el resto de la personas. Cuando llegamos a aquel semicírculo pudimos ver que nuestros amigos del día anterior ya habían aprendido bien la lección: estaban apoyados en una basta rama de pino bajo pajeándose con un chaval que llevaba un llamativo y apretado bañador de marca australiana. El señorito de la WE estaba también con el rabo fuera pajeando al que se enrolló con Sergio el día anterior. Como vimos que estaba "todo el pescado vendido", decidimos dejarles a su rollo. Pero justo cuando nos íbamos a marchar, el chico con el que me había enrollado nos vio y una sonrisa enorme apareció en su cara, seguida de:

— ¡Eh! ¡No os vayáis! ¡Os habíamos estado buscando!

Dejaron plantados al del bañador australiano que, por cierto, tenía un rabo descomunal, y al de la gorra de WE, para dirigirse con prisa y ánimo hacia nosotros. Fuimos objeto de todas las miradas, incluidas las miradas de profundo asco y odio que nos dedicaron los dos que se quedaban plantados. Pero, oye, fueron nuestros recién estrenados amigos quiénes decidieron por su propia voluntad dejar lo que estaban haciendo y venirse a toda prisa detrás nuestra. Para saludar nos dieron un beso con lengua, aún con todas las miradas sobre nosotros, y nos alejamos de allí buscando un rincón más apartado y fuera de los focos. 

Hablamos un poquito de nuestro día y cuando encontramos un lugar que nos gustó, empezamos a sobarnos y morrearnos haciendo una especie de corrillo compuesto por nosotros cuatro. Las lenguas iban de unas bocas a otras, las manos sobaban torsos, culos, rabos, huevos y cada vez estábamos más apretados, más sudados y jadeando más. Mi mano pajeaba la polla del chico que se había enrollado con Sergio, mi polla era pajeada por el que yo había pajeado el día anterior, a Sergio le pajeaba su pareja del anterior día y él pajeaba al que había sido mi pareja del otro día. Les daba mucho morbo, y así nos lo dijeron, que intentáramos corrernos a la vez, pero también estaban nerviosos porque les temblaban las piernas, cosa que me pasaba a mi también en los comienzos. No pudimos aguantar mucho más, así que avisé de que me corría y la mano que pajeaba mi polla la apretó con fuerza y pajeó más rápido hasta que manché el suelo arenoso con mi leche. Después se corrieron ellos dos casi a la vez y el último, como casi siempre, fue Sergio. Se volvieron a despedir con rapidez y nos citaron para el fin de semana, diciendo que ya les gustaría hacer algo más que unas pajas y unos magreos. De nuevo, nos quedamos solos Sergio y yo, pero esta vez algo más satisfechos. Y, otra vez, al salir de nuestro escondrijo allí estaban el de la gorrita de WE y el de la polla enorme del bañador australiano terminando una paja mientras contemplaban.

La sorpresa del día vino cuando llegué a casa y miré las apps de ligue para ver qué se cocía. Tenía un mensaje que decía lo siguiente:


"Estoy harto de vosotros. Siempre jodiendo a los demás por El Rebollo, a ver si os enteráis de que no se debe interrumpir y molestar cuando ya hay tema. PESADOS". 

Al ver la foto del perfil supe que era el. El señorito de la WE Party. El que dos veces se había ocultado y pajeado mirándonos. Precisamente él. Así que respondí:


"Que dos personas libremente decidan venirse con nosotros sin nosotros abrir la boca es algo que tú, precisamente tu, deberías respetar, que bien que interrumpes y te ocultas. Y la próxima vez ten cojones de decírmelo a la cara. VALIENTE".

No volvimos a cruzar ningún mensaje más, pero seguimos coincidiendo diariamente en la playa y la pinada. Eso sí, ahora nos evita cuando hay la más mínima probabilidad de que nos crucemos o coincidamos en el mismo sitio. Curiosamente, hablando con chicos que conocimos después, todos coincidían en lo que decía al principio de la historia: que esa altanería que tiene y esa forma de actuar hace que siempre esté dando miles de vueltas comiéndose más bien poco. Eso sí, al menos hace piernas.

¿Qué ocurrió con la parejita morbosa de las pajas? Tendréis que esperar para descubrirlo.

7 comentarios:

  1. Me hace gracia la gente con carácter, yo tampoco soy de los que se cortan contestando (de hecho a veces soy muy borde, lo reconozco) pero es que hay gente que ni se entera de nada ni respeta nada.

    Una vez en verano quedé con una pareja de franceses y cuando los ví resulta que uno era mucho más feo de lo que parecía (eso pasa por ponerse fotos en las que salen lejos o en ángulos imposibles) pero el otro era mucho más guapo. Cuando llegó el momento de ir a más le dije al feo que él no me había gustado y se dedicó a llamar al otro sin parar para interrumpirnos el polvo. Sobra decir que le quité el móvil al francés, lo guardé en un cajón y le dije "cuando terminemos ya le cuentas la jugada".

    Abrazotes.

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    1. Es que hay que tener carácter, hombre! Aunque bueno, luego a veces por tenerlo te llaman "violento" como a mí jajaja. Jugaste bien con la pareja, ¿eh? Al final te hiciste al que te gustaba y el otro se quedó al otro lado del teléfono...
      Un abrazo Christian!

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  2. Jejejeje. Relajado y suficiente para esta vez. Estoy cada vez más incesante de ver el blog para saber de qué va la siguiente historia :).

    Muchas gracias, Marcos.



    James

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    1. Es que tiene que haber de todo, James, no siempre va a ser lo que uno quiere y unos polvazos de la leche... ¡No sería real! Gracias a ti por estar siempre ahí ;)

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  3. Anda que! Menudo chasco. Estaba más que convencido que al final habría algo sexual con el mozo en cuestión.
    Vamos que me he quedado con dos palmos de narices, jajajaja...
    Bueno, gente así, y más rara siempre hay.
    Yo, a la que una vez me he decidido a inmiscuirme entre alguien y he tenido y he tenido un leve rechazo, ya ni insisto.
    La gracia es, que en alguna ocasión, luego han venido detrás mío, jejeje... por lo de más vale pájaro en mano, pero entonces ya no les correspondo. Uno, aunque poco, tiene su puntito de orgullo.
    Siempre me ha picado la curiosidad de saber si alguno de los que me veían con frecuencia en el cine (principalmente) me habría puesto algún mote, tanto para si, como si cuando comentaban en la barra del bar del cine con el resto de tertulianos con los que nunca me ajuntaba.
    Igual también me llamaban el estirao, jajaja...

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    1. Pues fíjate, perro, que también llegué a pensar en aquel momento que podría surgir algo... pero no. Pero sí, tenemos que tener nuestro orgullo. Me pasó yendo detrás de un chaval de 20 años con un culo de estos redonditos, apretados, sin un solo pelo, vamos... para comérselo... Él iba detrás de otro cachas y cuando no le hizo caso, lo intentó conmigo, pero... ¡No!

      ¿Lo de los motes? Fijo... me guste más o me guste menos, todos tenemos uno cuando frecuentamos este tipo de zonas de forma habitual. La ventaja que tiene, para mi, es que así recuerdas mejor a algunos de quienes no sabes su nombre ;)

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  4. Me hace mogollón de gracia el concepto de "señorito de la WE", es que sin conocerle me puedo hacer perfectamente a la idea del tipo de persona jsjksjs

    Besos guapo 🐾

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