27 de mayo de 2014

CAPÍTULO 75: EL NÓRDICO

Nos habíamos visto en varias ocasiones, incluso recuerdo que alguna vez habíamos participado en algún círculo morboso en el que nos habíamos tocado, rozado, insinuado, pero nunca habíamos ido más allá. Llevábamos tiempo sin vernos, de hecho pensaba que no nos volveríamos a ver... ya que es raro que cuando ves a un tío en una zona de cruising de forma habitual, en varias épocas del año, éste desaparezca. A pesar de que había habido feeling entre ambos, siempre terminaba por aparecer alguien más o no acabábamos de concretar y de conectar, pero la atracción estaba ahí.

En aquella última semana de aquel verano pasaron muchas cosas, fue una semana más intensa que casi el resto del verano, que no es que se hubiera dado mal, para nada, pero si al principio del verano me hubieran dicho que tantas cosas estaban por pasar en los últimos días, no lo habría creído. Por eso mismo, como quedaban pocos días, quedé con Sergio en volver a la caseta esa misma tarde de miércoles. Después del polvo con el ejecutivo nos habíamos vuelto a acercar como siempre habíamos estado, y es que a mi ya me resultaba muy forzado mantenerme lejos de él. No había por qué. No iba a ser malo. Dani ese verano estaba más liado y a medio camino entre Madrid y el levante, por distintas entrevistas de trabajo que le iban surgiendo. Aquel día no estaba con nosotros.

Después de comer, me eché la siesta y al rato me puse en marcha. La casa de Sergio pillaba de camino hacia la playa, así que normalmente era yo el que iba a buscarle y ya nos poníamos en marcha. Cogimos camino a la playa, nos quitamos la camiseta y empezamos a andar. Sergio estaba especialmente atento conmigo e incluso llegó a cogerme de la mano durante un tramo de nuestro paseo, pero imagino que mi cara de What The Fuck! le hizo soltarme poco después, todo con naturalidad. Y allí llegamos. Se notaba que era finales de agosto, no había ya tanta gente por La Caseta, se veía mucho menos movimiento y aquel día, hasta cerca de las 7, nada interesante apareció por allí. No es que no hubiera nadie, si no que de los hombres que había, no nos gustaba ninguno como para pasar un buen rato. Solíamos tener proposiciones, miradas, algunos que se arriesgaban a pasar muy pegados a ti y te rozaban insinuándose... pero no, nada de nuestro gusto.

Fue entonces cuando apareció él. Estábamos dentro de la pinada, apenas se veía la caseta desde dentro, pero él era fácil de ver: un hombre de unos 33 años, bastante algo, corpulento, con pelo rubio corto, ojos claros, piel blanca ligeramente bronceada, serio... el típico nórdico, vaya. No, no era un chico de revista ni mucho menos, pero tenía un atractivo basado en su masculinidad y corpulencia que nos ponía bastante cachondos. Ya no contábamos con verle, hacía tiempo, como dije antes, que no aparecía por allí, así que esta vez no había que dejar pasar la oportunidad. El nórdico pasó por nuestro lado, nos echó una mirada y yo le guiñé un ojo. Pareció no enterarse o no quererse enterar, de tal forma que decidimos seguirle con prudencia, lo suficiente para que notara el interés. Y nos tuvo varios minutos dando vueltas por la pinada sin tomar ninguna decisión.

Me daba en la nariz que el nórdico no se iba a lanzar. Las veces que había coincidido con el y se había puesto en actitud de poder comenzar algo, siempre había sido en situaciones en las que ya había algo sexual ocurriendo. Pasaban minutos y no se lanzaba. No solía pasar mucho tiempo por ahí, si no encontraba nada, se marchaba. Al menos esa era la rutina que había seguido en otras ocasiones. Sergio me hizo una propuesta para no dejarle escapar y me pareció buena idea. ¿Funcionaría? A una distancia de alrededor de 70 metros, le hice un gesto con el brazo para que viniera y salí andando con Sergio, bajando uno de los terraplenes que llevaba a una zona algo más discreta. Allí abajo nos quitamos el bañador y nos quedamos totalmente desnudos, situados en un hueco entre varios pinos que permitía vernos desde arriba. Cuando el nórdico llegó al terraplen, nos empezamos a acariciar los huevos el uno al otro mirándole con cara de vicio. ¡Bingo! Había funcionado, el nórdico ya estaba bajando el terraplen para llegar a nuestro encuentro. Se encontraba ya en el comienzo de la entrada de aquella estancia acercándose con cautela, mientras miraba como Sergio y yo nos pajeábamos las pollas con calma y tacto, le hice un gesto con la cabeza animándole a acercarse y así lo hizo, poco a poco y poniéndome una mano en el culo cuando llegó a nuestro lado. Me lo empezó a acariciar mientras nos miraba con cara de deseo y no le llevó mucho tiempo echar la otra mano que tenía libre a nuestras pollas. Las agarró con fuerza y empezó a pajearnos, sin quitarnos la mirada de los ojos.

Cuando pudimos ver en sus ojos y en su pantalón lo cachondo que estaba, le cogí de la mano, se la aparté de nuestras pollas y entre Sergio y yo le acercamos mucho más a nosotros. Estabamos los tres ya bastante pegados en ese momento, de tal modo que le quitamos la camiseta. No estaba tan fibrado como parecía, pero tenía un cuerpo fuerte que no tardamos en empezar a sobar mientras le comíamos el cuello y él con sus robustas manos nos cogía del culo, intentando abrirse camino con uno de sus dedos de forma disimulada. Vaya, parecía estar claro cuál era su rol. En ese momento, Sergio y yo nos agachamos y le bajamos el pantalón, encontrándonos con la sorpresa de que no llevaba ropa interior y directamente salió aquella polla dura con pelo pelirrojo. No era un pollón, no era el pollón que siempre nos habíamos imaginado que tendría, pero era suficiente para seguir con aquel momento de calentón. Una polla circuncidada de alrededor de 14 centímetros más dura que una piedra; le miramos a los ojos azules que tenía y nos cogió de las cabezas invitándonos a hacerle una mamada. Ya sabía por qué. Nos había visto hacerlo en otras ocasiones y parecía que le daba morbo.
Fui el primero en metérmela en la boca, a la par que Sergio pegaba su cabeza a la mía y le comía los huevos. Aquella polla tan dura no sabía a nada, y mira que es raro. Ni mal, ni bien. Un sabor neutro, que comenzó a aderezarse cuando tras varios lametones y comidas de glande empezó a excitarse y expulsar un poco de líquido preseminal. Sergio y yo empezamos a intercambiarnos su polla de boca en boca, a pasarnos el glande de una boca a otra empujándolo con la lengua o directamente dejándolo en la boca del otro. El nórdico empezó a gemir, cogió la cabeza de Sergio y empezó a follarle la boca con ganas. Así que me levanté, me pusé detrás del nórdico, le sobé ese gran culo que tenía, le abracé por detrás clavándole mi polla en sus huevos, por debajo del culo, y le cogí la polla para cascarle una buena paja. 

Le pregunté en inglés si quería correrse o le apetecía follarnos, pero fue claro en su única expresión. Quería correrse ya. Así que Sergio esperó debajo de él de rodillas y yo empecé a cascársela con ganas hasta que un chorro de leche muy líquida impactó en el pecho de Sergio. No sé, esperé algo por su parte. Quizá que se agachara a chuparnosla, o que quisiera pajearnos y continuar con aquello. Pero no, simplemente le ofreció un pañuelo de papel a Sergio, se vistió, nos dio un beso en la mejilla y se despidió con un: Hope to see you again guys. 

Sergio y yo nos quedamos locos. Años de estarle viendo por allí, de producirnos un morbo impresionante para que al final solo quisiera una mamada con paja sin apenas habernos rozado el culo y tocado un poquito las pollas al principio. Yo la tenía dura. A mi el nórdico, a pesar de todo, me había producido un buen calentón, y aprovechando que Sergio seguía medio sentado en el suelo, me acerqué con cara de vicio a él:

- Mira cómo me ha puesto verte comiéndosela con esas ganas...-le dije.

No se lo pensó mucho. Se puso de rodillas y cogió mi polla que empezó a devorar con ganas. Disfrutaba mucho con sus mamadas, así que cerré los ojos, le cogí de la cabeza y continuó metiéndose mi polla hasta el fondo de su garganta una y otra vez, sin parar, sin apenas coger aire. Sergio era un experto. No necesitaba avisarle de que me iba a correr, él ya me conocía, ya sabía los movimientos que mi cuerpo produce justo antes de correrme, ya sabía cómo se endurecía mi polla antes de echar la leche, así que se empleó a fondo, aceleró el ritmo y le eché toda mi leche en su boca, soltando un buen gemido. Eso era lo que me gustaba de hacerlo con él, que podía terminar dentro. Y el también. Me la dejó bien limpia, sólo había que secarla. Y me había quedado tan agotado, que extendí una toalla, le cogí, lo abracé y nos quedamos allí desnudos hasta que el aire de última hora de la tarde se tornó fresco y nos marchamos a casa. 

4 comentarios:

  1. Me re calenté...!!! Por qué no habrá acá una zona con ese tipo de 'encuentros'...???

    Si acá existiera algo así, lo más probable es que terminaras robado, apuñalado o muerto para quitarte las cosas de valor que llevás encima...

    También andaría la policía, cobrándote algún dinerito, para poder hacer las cosas tranquilos. Y sino les das nada, terminás detenido en la comisaría, por 'averiguación de antecedentes'.

    Te das cuenta, que en la vida de un gay, no todo es color de rosa, verdad...??? jeeeeee...

    Besos!

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    1. Claro que no Lucas, siempre hay que tener cuidado, aquí también. Las zonas que yo frecuento son tranquilas y normalmente no pasa nada, pero siempre hay que andar con cuidado. En Madrid hay zonas que son más inseguras, pero bueno, ya te digo que con cuidado no llegamos a los casos que comentas. ¡Cuídate!

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  2. No sé porque, pero me daba en la nariz... perdón, en el hocico, que este nórdico no iba a ser muy calenturiento.
    Como otras veces, suerte que tenías a Sergio :-)

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    1. Que va, el nórdico estaba frío, frío... Fue una decepción grande, ¿eh?

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