12 de mayo de 2014

CAPÍTULO 71: LO QUE PUDO Y NUNCA FUE

¿Habéis experimentado alguna vez esa sensación de cruzarte con un hombre, que de pronto todo el tiempo se detenga en una fracción de segundo y tengas la sensación de que ese hombre sería el hombre de tu vida? ¿Con el que podrías plantearte algo serio y quizá abandonar tanto escarceo? Pues esta va a ser la primera historia que os cuente situada en Madrid, no será la última, pero el blog seguirá casi al 100% basado en la Vega Baja alicantina, como hasta ahora.

Cuando todo esto ocurrió ya conocía el mundo del cruising y había terminado mis estudios, es una historia bastante reciente dentro de lo que cabe. Comencé a trabajar en un lugar a una hora de mi residencia habitual, y esto me obligaba a coger dos medios de transporte: el coche y el tren. Ir al centro de Madrid a trabajar en coche es toda una locura en la que se te puede ir mucho tiempo, así que tuve claro desde el principio que debía optar por las líneas de Cercanías. Normalmente, cuando viajaba en el tren, durante unos 40 minutos aproximadamente, solía ir con los cascos y la música, o leyendo alguna app del móvil totalmente absorto en mis pensamientos. No solía fijarme excesivamente en la gente y menos teniendo en cuenta que a las horas en las que yo lo cogía, íbamos como sardinas en lata de la cantidad de gente que se montaba. 

Sin embargo, cuando salía de trabajar todo era distinto. Salía tan agotado que, a veces, ni música me apetecía escuchar y entonces sí me fijaba más en la gente que a esas horas de la tarde/noche seguía invadiendo los trenes, esta vez, rumbo a casa. Y así fue como me fijé en él, en este chico que cumplía uno por uno todos mis ideales y cánones de belleza que siempre he buscado en otro hombre: estatura media tirando a alto, alrededor de 1,80cm, complexión atlética, cuerpo de gimnasio, de modelo de revista, culo en su sitio, siempre afeitado y con la cara suave, ojos claros, pelo de punta y rapado o más corto en los laterales, mirada desafiante, actitud de machote y buena forma de vestir, adecuada según el momento. Con traje, que le sentaba como un guante, si iba a trabajar o ropa ajustada de sport cuando el tiempo acompañaba. Era imposible no fijarse en el, en cada uno de sus gestos, en cada una de sus acciones, en cómo subía las escaleras, en cómo las bajaba, en cómo se movía ese culo que quedaba tan bien embutido en esos pantalones chinos marrones, en quién se fijaba y, lo más importante, en dónde se bajaba. En cuál sería su destino.

Y su destino era el mío. Y el lugar donde aparcaba el coche, siempre al lado o enfrente de donde yo lo hacía. Y el tramo hasta casa, en un 70% coincidente con el mío. Vivíamos en el mismo barrio. Lo único que nos diferenciaba era la parada de nuestro lugar de trabajo, la mía siempre una después o una antes, según el sentido del trayecto. Las coincidencias fueron acentuándose, hasta tal punto que comenzamos a coincidir algunos días a la ida y todos a la vuelta. Mismo vagón, misma zona de sentarse que ninguno de los dos habíamos variado. Así día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Llegó un punto en que entre ambos se producía un cortés saludo con nuestras miradas o un arqueo de cejas, nada más que eso. Él con su móvil y yo con el mío. Y otro arqueo de cejas cuando cada uno se metía en su coche, pareciendo decir un "hasta mañana". 

No me atrevía a hablar con él ni a decirle nada. Con el paso del tiempo me hice lanzado en el mundo del cruising, pero siempre he sido una persona tímida, los que vengáis leyendo el blog desde el principio lo sabréis por las primeras entradas llenas de miedo y confusión. Pocas veces, fuera de este mundillo, he sido yo quien llevara la iniciativa y esta vez no iba a ser distinta. 

El hielo se rompió a comienzos de una semana en la que mi padre, por temas laborales, necesitaba el coche. Que en realidad era su coche, pero me dejaba muy a menudo. En el trayecto de vuelta a casa en el tren la rutina cobró protagonismo y se quebró en el momento que llegamos a la parada de destino y yo empecé a bajar la calle andando en vez de montarme en algún coche. Mi ideal chico se montó en el suyo como habitualmente. Cuando ya llevaba un trecho de calle bajado, se acerca un coche despacio por detrás y me pita:

- ¿Dónde te has dejado el buga* hoy tío? - preguntó una voz fuerte.

Me giré y le vi a él con la ventanilla bajada parando el coche y mirándome. Sí, se dirigía a mí.

- Pues... es que mi viejo lo necesita... - balbuceé presa de los nervios.
- Anda, monta que te acerco, que no debes vivir muy lejos - se ofreció.

Está claro que ni me lo pensé, no le hice insistir. Abrí la puerta del copiloto, me senté, me puse el cinturón y le agradecí el gesto. No ya solo era la primera vez que hablábamos, sino que encima me ofrecía su coche. ¿Era esto un gesto? ¿Un acercamiento para algo más? A fin de cuentas no le ofreces tu coche a cualquier desconocido que te cruces en el tren.

Me preguntó exactamente mi destino y como vivo en una calle principal, le hice dar un poquito de vuelta para que me dejara en un aparcamiento no muy transitado donde poder darle un poco de charla y lanzarme. Me comentó que el vivía justo en el otro extremo del barrio y cuando paró, empezamos a charlar de a qué nos dedicábamos, a qué instituto habíamos ido y demás puntos de conversaciones típicas. En esto que se quita el cinturón:

- Qué calor hace ya para estar en junio, ¿no? - dijo, mientras se quitaba la chaqueta del traje que dejaba mostrar una ceñidísima camisa blanca que dibujaba sus pectorales y bíceps sin ningún reparo.

Qué queréis que os diga. Yo lo vi claro y me lancé a comerle la boca. Mi chico ideal se quedó completamente estático mirándome con una cara de confusión brutal, lo que sin decir nada ya me dio la sensación de que me había equivocado y mi afán por conseguir a este chaval me había jugado una mala pasada. 

- Pero... tío... ¿qué coño haces? - consiguió decir, visiblemente sorprendido y sin saber cómo reaccionar, mientras me apartaba.
- Pufffffff qué palo, lo siento mucho tío... debe ser que te he entendido mal - respondí.
- ¿Entenderme mal? ¿Pero acaso te he dado yo motivos para que me comas la boca así? - dijo ya tirando a cierto cabreo - Si es que no se puede ser amable, está claro - remató.
- Que va tío, que lo siento mucho de verdad, llevaba viéndote desde hace tiempo y la verdad es que me molabas, pero ya te digo, que lo he pillado mal, que lo he hecho mal. Perdóname, en serio.

Me miró con una cara de desafío que temí que me soltara un guantazo en la cara, pero no, no pasó nada más. Nos quedamos charlando un buen rato y resultó que el chico tenía novia desde hacia mucho tiempo. Pasaron unas semanas de rareza entre nosotros, pero con el tiempo al final nos hicimos colegas y de cuando en cuando nos tomamos alguna cerveza juntos. Ahora se ríe cuando recordamos lo que pasó, pero yo no puedo evitar seguirme sintiendo avergonzado y poniéndome como un tomate de rojo cada vez que recuerda el tema. ¿La parte positiva? Como a veces, una anécdota así, puede darte una amistad, que aunque no fuera lo que estuvieras buscando, es agradable.

Hoy en día somos compañeros de gimnasio, él planea su boda y yo le cuento muchas de las historias que leéis en este blog. Alucina.

*Buga: término coloquial que utilizamos en Madrid y otras partes de España para referirnos al coche/automóvil. 

8 comentarios:

  1. Pues para ser tímido, te lanzaste de cabeza.
    En esa situación, yo no me hubiera atrevido en la vida ! ;-)

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    1. Se me dio la ocasión perfecta, De no ser porque bajó la ventanilla y me ofreció subirme a casa, nunca le habría entrado yo directamente. Podrían haber seguido pasando los meses, seguir las rutinas de vernos, pero jamás le habría dicho nada. El cruising me ha curtido, pero tampoco tanto :P

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  2. Una experiencia comprometida pero el que no arriesga se pierde cosas en esta vida.Sigue contándonos tus vivencias es muy divertido leerlas y me tienes enganchado a ellas.
    Un saludo.Running

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    1. Así que te llamas Mario, un nombre que dejó huella en mi (rebusca en el blog y verás dos historias que llevan tu nombre :P). Eso fue lo que pensé: ya que me ofrece su coche y capto señales (mal captadas) pues me lanzo. Y así me pasó, que no me soltó una ostia de milagro ;)

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  3. tio descubrí tu blog por casualidad la semana pasada y me tienes enganchadísimo, tanto que gran parte del tiempo que debo pasar estudiando me lo paso leyéndote...como molan tus historias...

    esta que cuentas hoy creo que ha sido mi mayor temor siempre, interpretar mal ciertas "señales" y lanzarme con la persona equivocada jejeje debe ser por eso que soy tan cortado para ligar...

    bueno, seguiré leyendo y poniéndome al día con las entradas :P un abrazo!

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  4. Al principio de mis andaduras en este mundo del cruising era muy cortado, si lees las primeras entradas podrás verlo, a veces te llevas cortes, pero con el tiempo aprendes que el que no arriesga no gana, y siempre que mantegas el respeto no hay nada que perder, así que anímate!

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