6 de enero de 2014

CAPÍTULO 40: LOS TRES ORIGINALES

Cada vez que se aproximaba un fin de verano la misma pregunta recorría mis pensamientos: ¿cómo puede ser que cada vez pase más tiempo en este pueblo y a su vez ese tiempo pase tan rápido? Sin darnos cuenta las vacaciones llegaban a su fin y en la estantería nos esperaban los billetes con la fecha impresa de vuelta. De vuelta a la realidad, a la rutina, al estrés, a la gran ciudad. Adoraba Madrid, las cosas como son, pero pensar en volver me ponía el mundo patas arriba. La desconexión a la que llegaba pasando aquellos largos veranos era brutal, me permitía recargar las pilas a tope, sin embargo aquella sensación de llegar a Madrid cada vez se correspondía más con lo que los medios de comunicación han bautizado como "depresión posvacacional".

Era consciente de que esos veranos eternos no podrían repetirse durante mucho tiempo: en cuanto acabara mis estudios y volviera a empezar a trabajar, tendría 15 días o un mes, como mucho, para disfrutar de todo aquello en verano. Sólo de pensar en lo pronto que pasarían 15 escasos días me ponía de mala leche.

Después del trío que nos habíamos montado con Santi, no volví a saber más de él aquellos días. Nos quedaban pocos días y Sergio estaba deseoso de intentar repetir, tanto que incluso llegó a cogerme el móvil sin yo saberlo y escribirle. Santi no contestó. Para mí, estaba claro que quería experimentar, descubrir una sexualidad que llevaba tiempo enterrada en él, y una vez satisfecho, volvería a su vida hetero. Al menos por un tiempo, mientras le fuera posible reprimir sus verdaderos sentimientos.

La última noche la rutina se repitió: Dani, Sergio y yo de cena y posterior borrachera por el pueblo. En esta ocasión era Dani quien estaba con la casa vacía y allí nos dirigimos a terminar la noche. Eran ya las tantas de la madrugada y seguíamos con un par de copas que nos había puesto Dani en casa haciendo el tonto, viendo canales que a esas horas sólo emitían anuncios de contactos eróticos. Chica busca chico, chico busca chica y chico busca chico. No recuerdo exactamente cómo pasó, pero sí que en determinado momento empezamos a ver una peli erótica y estábamos los tres en el sofá con los rabos fuera pajeándonos mutuamente. Era la primera vez que nos lo volvíamos a montar los tres desde aquel día en casa de Sergio...

"De perdidos al río", recuerdo que pensé, y me lancé a comerme la polla de Dani, que poco había podido saborear antes, a lo que, por supuesto, Sergio me siguió y comenzamos a comernos aquel pirulo como si fuera el último helado de chocolate del mundo. Sabíamos del aguante de Dani, así que no era problema darle bien de caña, al contrario, a él le encantaba tenernos ahí y ver cómo nos tragábamos su polla. Poco a poco noté que mi culo pedía guerra, no se exactamente explicar la sensación, pero mi culo pedía follada y empecé a moverlo de forma sugerente, a la vez que con mi mano derecha le metía los dedos a Sergio, pudiendo ver que a su culo le pasaba lo mismo. Dani no tardó en darse cuenta y sin decir palabra, nos ordenó ponernos de rodillas en el sofá y nos fue comiendo el culo e introduciendo sus dedos sin mucho tacto. Era él ahora quien nos tenía a los dos para el sólo. Empezó a follarnos, primero a mi, ya que era donde tenía que tener más paciencia, para una vez estuvo mi culo listo, clavársela a Sergio sin contemplaciones.

Cada vez tenía la polla más dura, notaba como si me fuera a estallar cada vez que me la metía, pero los parones que hacíamos mientras él se turnaba los culos, me hacía aguantar la corrida. Sergio no pudo más, Dani empezó a darle fuerte y sin descanso, hasta que Sergio, que se pajeaba, acabó corriéndose en el sofá. Conmigo fue distinto: Dani me tumbó boca arriba en el sofá, se puso encima de mi, juntó su rabo con el mío y empezó a pajearlos a la vez, mientras Sergio nos comía la boca y nos tocaba. Sentir las dos pollas juntas y el choque de los huevos de Dani contra los míos nos puso muy verracos, y, algo que hacía tiempo que no me pasaba, ocurrió: nos corrimos a la vez, cayendo su leche y la mía esparcida por todo mi estómago, mientras Sergio con su mano la restregaba.
Cuando terminamos me di cuenta de que estábamos sudando como cerdos. Me encontraba cansadísimo de pronto, así que nos dimos una ducha para descansar un poco. "Somos unos putos viciosos", les dije, a lo que sonrieron.


Agostó terminó y, al día siguiente por la tarde, mi tren salió para Madrid. 

P.D. Espero que los Reyes hayan sido buenos con todos vosotros y os traigan un año lleno de morbo y experiencias inolvidables.

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