20 de enero de 2014

CAPÍTULO 44: LOS ACEITUNOS

Al día siguiente, cuando me desperté, sólo estábamos Sergio y yo en la cama, él también estaba despierto y bueno, sin hablar ni nada, nos fundimos en un abrazo y nos empezamos a besar. Nos besábamos con cierto desenfreno notando nuestros cuerpos desnudos juntos debajo de las mantas y nuestras pollas llegaron a juntarse, producto de la erección. Nos las sobamos un poco, pero no fuimos más allá. Había que levantarse.

El pueblo en invierno estaba bastante muerto, también tenía mucho encanto verlo así, así que aquel sábado por la tarde nos fuimos los tres a la caseta. Había que ir pronto: ahora en invierno a las 18:30 era de noche. El panorama allí era desolador: apenas había nadie. Tras un rato de estar de aquí para allá vimos que llegaba un coche que nos era familiar: un 5 puertas berlina verde color aceituna. Les habíamos visto en alguna ocasión anterior y nos daban una pereza tremenda. Se trataba de una pareja un poco extraña: un hombre de unos 45 años alto, con barba, cuerpo normal junto a un hombre de por lo menos 70 años, pelo blanco, barrigón y garrota. Nunca sabíamos por qué insistían tanto, ya que no les habíamos visto hacer nada con nadie, pero bueno, decidimos seguir a nuestro rollo y nos adentramos en la pinada para buscar un lugar al que habíamos bautizado como "el rincón de los tres árboles". Una especie de estancia creada por los pinos bajos y arbustos que culminaba en tres escuálidos árboles que formaban una línea recta.

Estaba todo lleno de condones y pañuelos, así que quedaba claro que nuestro rincón era utilizado por más personas.

Como sabía, visto lo visto, que ese día no íbamos a pillar nada con nadie que no fuéramos nosotros, en un momento de imprevisto con ambas manos apreté los paquetes de Sergio y Dani, que venían los dos con un chándal de algodón que facilitaba mucho las cosas:

- Ayer me dejasteis como mucha hambre... - les dije mientras frotaba sus paquetes y les lanzaba una miraba lasciva...
- ¿Quieres que te demos más cañita por el culo Marquitos? Al final le vas a quitar el puesto al Sergio - respondió Dani.
- No exactamente - dije, mientras me arrodillaba en medio de los dos.

Les bajé el chándal para ponérsela dura a ambos masájeandoles el rabo por encima del calzoncillo, cuando de pronto oímos un ruido: los aceitunos, que así llamábamos a la pareja que os describí unas líneas más arriba, observaban la escena.

Como ninguno de los tres dijo nada, les bajé el boxer y me lancé a por la polla de Sergio, que empecé a saborear con calma, mimo y cuidado. Me aseguraba de recorrer con mi lengua húmeda cada centímetro de su polla notando como crecía dentro de mi boca, mientras que con mi mano izquierda no me olvidaba de la estaca de Dani: ya estaba bien dura también, así que me lancé a por ella, también con calma y saboreando cada parte de ella, bajando a los huevos, volviendo a subir a la polla... Seguí así un rato hasta que ellos tomaron el control de mi cabeza: intentaron meterme sus dos pollas a la vez en la boca, pero no me cabían, tan sólo podía con sus capullos, así que los juntaba y me los metía para saborearlos, mientras ellos se comían la boca.

Los aceitunos se habían acercado y estaban a menos de medio metro viendo perfectamente como me turnaba con aquellas dos pollas, que seguía chupando ya con más ansia y fuerza. Llegado el momento, me centré en la polla de Dani, que como ya he dicho alguna vez, me volvía loco, empecé a darle caña y no paré hasta que tuve toda su leche en mi boca. Se corrió con un gemido más pronunciado de lo normal. Se notaba que, al menos a el y a mi, nos estaba dando morbo ser observados. Me giré a los aceitunos y abrí la boca para que vieran toda la leche dentro a la vez que me empezaba a comer la polla de Sergio. El más joven se tocaba, el viejo miraba como hipnotizado. La leche de Dani se me escurría por la boca y barbilla mientras chupaba la polla de Sergio, quien me cogió de la cabeza y, marcando el ritmo, no me soltó hasta que se corrió. Fui un poco lascivo y, de nuevo, mirando a la pareja adulta, escupí toda la leche al suelo de la forma más sugerente que pude.

Para terminar, Dani se apoyó en uno de los tres árboles, me recosté sobre el, quedando mi espalda apoyada en su pecho, me bajó los pantalones y empezó a cascarme una paja con fuerza. De pronto, el aceituno más joven se acercó hasta mi y se puso de rodillas abriendo la boca debajo de mi polla. No la quería chupar, tan sólo recibir mi leche en ella. Mientras me pajeaba, Dani, con la otra mano, me metió un dedo en el culo y ya tardé poquísimo en echarle al aceituno joven toda la leche en la boca, mientras gemía con todo el morbo del que fui capaz. El tío se tragó toda la leche. Me giré para ir a la bandolera a buscar unos pañuelos, mientras Dani y Sergio se ponían el chándal. Le ofrecí uno al aceituno, nos dio las gracias y todos nos fuimos.

De camino a casa, metí la mano en el bolsillo del pantalón y me encontré con dos billetes de 20€. En un primer momento, pensé que era broma de Sergio y Dani, pero no, en el momento que todos nos giramos a vestirnos, el aceituno debió aprovechar para meter los 40€ ahí.

Ostias. ¿Nos habían pagado por dejarnos ver? ¿Por dejarle recibir mi leche en su boca sin que tan siquiera me tocara o chupara? No dimos crédito, ni nos sentimos mal. No voy a contar la típica historia de: oh, me siento como si me hubiera prostituido, que mal estoy, porque sencillamente, no nos sentíamos así. Simplemente fuimos a casa, nos dimos una ducha y nos fuimos a un restaurante del pueblo de cena para festejarlo. 40€ por dejarnos ver, a modo de sorpresa, pues bienvenidos sean.

El puente pasó y nos volvimos a Madrid deseando que el verano llegara pronto.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado esta morbosisima historia :-)
    Bueno, como la mayoria, sólo que la he acompañado con una pajilla, jejeje ;-)

    ResponderEliminar
  2. Que bueno, a mi me pasó algo parecido en la caseta. Era invierno y yo iba de vuelta a casa, como no tenía nada que hacer pasé por allí. No esperaba encontrar a nadie, es más estaba desierto, solamente como dices tú a echar el rato. Apareció un coche y yo llevaba ya un rato sobandome, lo típico el señor mayor, no viejo pero casado con hijos fijo. Bajó y se puso a mirar por la ventanilla, yo no pensaba bajar porque hacía frío y él tampoco me molestaba. Como hacía frío al rato le invité a pasar, no se porqué, porque no pensaba hacer nada con él, le encendí las luces y se quedó mirando hasta que lefé. Por último no se como lo hizo porque yo no le perdí de vista pero tenia en el cajón del freno de mano 20 eurazos. Supongo que sería su forma de dar las gracias.

    ResponderEliminar