23 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 3: EL PRIMER INTENTO.

Presa de los nervios y a la vez encandilado por el morbo, me decidí a descubrir el lugar buscando por internet primero. Fue fascinante descubrir la cantidad de entradas que devolvía el buscador hablando de este sitio, y yo que nunca había encontrado nada. Había comentarios dando mucha información: que si se practicaba nudismo en las dunas de la zona, que si por las noches el tema llegaba hasta casi la playa, que si se pillaba fijo...

Pues nada, esa misma noche me decidí y dije en casa que iba a dar un paseo por la playa viendo la luna y que no me esperaran despiertos. Iba confiado. "Soy un caramelito", pensaba. Y es que siempre me lo habían dicho: con esa cara de niño bueno que tienes ligas mucho. Nunca pensé que pudiera haber un contratiempo que me impidiera llegar a mi destino.

Así que bajé por la calle principal, salí al Paseo Marítimo, me descalcé y me interné en playa paseando con calma al lado de la orilla en sentido sur. Era una noche totalmente despejada, la luna brillaba, aunque no con la intensidad que lo hacía en días anteriores. Cuando había recorrido algo más de un kilómetro y las luces del pueblo ya apenas llegaban, me encuentro con que toda la orilla está repleta de pescadores y se hace complicado andar. Así que, me fui unos metros por detrás para no estorbar. Esto fue un incordio, ya que por la arena se anda muchísimo peor que por la orilla.

Según voy avanzando me doy cuenta de que los pescadores y sus amigos o familiares con los que están sentados esperando a que algún pez pique, se giran para mirarme. Pensé: "Marcos, son cosas tuyas, tu sigue hacia delante, tranquilo, estás dando un paseo por la playa. No es tan raro". No obstante, debió resultar que un veinteañero andando solo por allí no era lo más común. De pronto, me pareció oír cuchichear a un grupo de pescadores que se giraron y me pareció entenderles una palabra: maricones.  Seguí hacia delante, un poco más nervioso, y otro pescador que estaba acompañado también, se gira y se dirige en voz bastante alta hacia mí:

- ¿Qué? ¿Vas donde los maricones? ¿A comerte unas cuantas pollas? Pues qué asco!

Los pescadores que estaban cerca de él se giraron y se pusieron de pie. El miedo invadió mi cuerpo y decidí darme la vuelta. No me salieron las palabras. Simplemente me giré y me fui directo a casa. Di por hecho que iban a venir a por mí o algo similar.

Llegué a casa y me acosté. Sólo quería dormir y que un nuevo día empezara.

¿Primer intento? Fallido. 

1 comentario:

  1. Putos homófobos de mierda (con perdón).
    Aunque se ve que lo conocían bien, lo que me da a pensar que más de uno se habría dejado perder por la zona. :-)

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