22 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 2: CRUSING, ESE DESCUBRIMIENTO

Nos sentamos en un banco al final del paseo, en la parte más sur del pueblo, y estuvimos hablando durante horas. Dani estaba de vacaciones aquí, para mi asombro llevaba veraneando allí prácticamente toda la vida, más o menos como yo. Cuando salíamos de marcha por Madrid formábamos parte de un grupo bastante extenso de amigos y lo cierto es que nunca intimamos mucho, pero de ahí a no vernos en un lugar que tampoco es enorme, pues fue curioso. Dani era un chico alto, de 1,80, de complexión delgada, castaño claro tirando a rubio, piel siempre bronceada, cara fina, ojos miel y cuerpo ligeramente fibrado, no porque fuera al gimnasio, sino porque formaba parte de su constitución.

Le costó creer que no supiera lo que era el cruising ni dónde se practicaba y me preguntaba que si cuando iba allí nunca echaba un polvo. Por aquel entonces todavía no había smartphones ni aplicaciones de ligoteo, sólo estaban los chats a los que había que conectarse yéndose a un ciber café. Y en un destino donde, pese a la longitud de sus playas, predominaban familias, pues ligar con otro tío no se hacía sencillo.

Me explicó que había zonas un poco alejadas del pueblo donde los hombres iban a tener sexo con otros hombres al aire libre. Sin compromisos, la mayoría de veces sin presentaciones, cosas rápidas. Me comentó que con la irrupción de internet, los chats y los desarrollos urbanísticos, la cosa había decaído un poco, pero vamos, que se podía ir allí a pasar un buen rato.

Me habló del sitio más cercano del pueblo donde se podía llegar andando, a unos 2,5 kilómetros;
- Si vas por la playa, ve en dirección Torrevieja y cuando pases el Gran Hotel, verás al fondo, tras la pinada, una caseta en ruinas. Sube a ella por la pinada y cuando vayas llegando empezarás a descubrir el sitio. Por las noches ahora en verano se pone a tope.

Dani se marchaba a Madrid al día siguiente y no podía acompañarme a descubrir este sitio del que tan bien hablaba, pero volvería algunos días después.

- No seas tonto y anímate a ir. No te va a pasar nada, si un tío te entra y no te apetece, pues lo mismo que en un bar, le rechazas y punto.


Pero a mí me daba miedo. Nunca había ido a uno de estos sitios y sólo pensar en ir por mi cuenta sin acompañante hacía que mi corazón latiese a mil por hora. Hasta ese verano no había sido un chico echado para adelante ni excesivamente valiente, pero sí me gustaba descubrir cosas nuevas. A su vez, el morbo por descubrir un lugar donde los tíos follaban entre pinos o en una vieja casa, me ponía los pelos de punta. Y lo que no son los pelos también. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario