No
le quise dar muchas vueltas a lo que había pasado la noche anterior, ya que me
quedaban menos días de vacaciones, comenzaban las fiestas del pueblo y quería
pasarlo bien. Aunque fuera por un día, me olvidé del cruising y recuperé una
tradición: bajar con mi familia a la playa a ver la exhibición aérea de
paracaidistas que daba comienzo a los días de fiestas.
Creo
que, al menos ese día, no pude hacer nada mejor. La tradición familiar se
cumplió paso por paso: desayuno en la churrería, pequeña vuelta por el pueblo y
bajada a la playa para coger sitio en una de las cabinas que instalaban ese día
para ver la exhibición y no morirse del calor de los rayos del sol. En esa
especie de cabina, que era algo parecido a una pérgola de las que instalan en
los jardines, había más gente. Concretamente me fijé en un chaval de unos 16
años que iba con su hermana/prima/amiga mayor. Pensé: "madre mía, qué bien
viene la juventud". Un chavalito moreno, no demasiado alto, de ojos
marrones y con un cuerpo fibrado que pocos tienen a esa edad.
Él
también se fijó en mi. Tanto que no me quitaba ojo. Intercambiábamos miradas
con el cuidado de que no nos vieran. Me guiñaba y sonreía cuando se daba cuenta
de que nadie estaba mirando. Y cuando podía se llevaba la mano al paquete. Mi
corazón empezó a latir y mi cabeza a pensar: ¡pero si no debe tener ni los 18!
Pero... qué bueno está. Ese día apenas le presté atención a la exhibición de
paracaidistas. Cuando terminó, cada uno se fue por su lado. Él con su
acompañante y yo con mi familia, destino a casa.
Para mi sorpresa, cuando ya había
entrado toda mi familia al portal y yo me disponía a hacerlo, oigo un silbido
pronunciado. Me giro y en la esquina de la calle veo al chico que me hace un
gesto para acercarme a él. Me lo pienso en dos segundos y anuncio a mi familia
que me voy a dar una vuelta, que no me apetecía subir a casa tan pronto. Así
que cierro el portal y me dirijo al chico sin tan siquiera preguntarme a mí
mismo por qué me habría seguido.
Con
todo su descaro me dice: "he intentado empalmarte cuando estábamos viendo
la exhibición, pero si ha sido un error, me lo dices y me piro". Me
esperaba cualquier cosa menos esa introducción, así que reaccioné rápido y le
dije: "No, no ha sido un error". Acto seguido me invitó a irme con el
a dar un paseo. Sólo me dijo que me llevaba a dar una vuelta a la pinada
situada en el lado norte del pueblo, por lo que pensé: "¿será que también
hay tema allí?". No cruzamos muchas palabras, sólo me miraba mucho y me
sonreía con cara de pícaro. Tras 15 minutos, llegamos a la pinada por el camino
principal y al poco de entrar, él se salió del mismo por un camino minúsculo y
me animó a seguirle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario