25 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 4: 22 vs 16. Parte 1.

No le quise dar muchas vueltas a lo que había pasado la noche anterior, ya que me quedaban menos días de vacaciones, comenzaban las fiestas del pueblo y quería pasarlo bien. Aunque fuera por un día, me olvidé del cruising y recuperé una tradición: bajar con mi familia a la playa a ver la exhibición aérea de paracaidistas que daba comienzo a los días de fiestas.

Creo que, al menos ese día, no pude hacer nada mejor. La tradición familiar se cumplió paso por paso: desayuno en la churrería, pequeña vuelta por el pueblo y bajada a la playa para coger sitio en una de las cabinas que instalaban ese día para ver la exhibición y no morirse del calor de los rayos del sol. En esa especie de cabina, que era algo parecido a una pérgola de las que instalan en los jardines, había más gente. Concretamente me fijé en un chaval de unos 16 años que iba con su hermana/prima/amiga mayor. Pensé: "madre mía, qué bien viene la juventud". Un chavalito moreno, no demasiado alto, de ojos marrones y con un cuerpo fibrado que pocos tienen a esa edad.

Él también se fijó en mi. Tanto que no me quitaba ojo. Intercambiábamos miradas con el cuidado de que no nos vieran. Me guiñaba y sonreía cuando se daba cuenta de que nadie estaba mirando. Y cuando podía se llevaba la mano al paquete. Mi corazón empezó a latir y mi cabeza a pensar: ¡pero si no debe tener ni los 18! Pero... qué bueno está. Ese día apenas le presté atención a la exhibición de paracaidistas. Cuando terminó, cada uno se fue por su lado. Él con su acompañante y yo con mi familia, destino a casa. 

Para mi sorpresa, cuando ya había entrado toda mi familia al portal y yo me disponía a hacerlo, oigo un silbido pronunciado. Me giro y en la esquina de la calle veo al chico que me hace un gesto para acercarme a él. Me lo pienso en dos segundos y anuncio a mi familia que me voy a dar una vuelta, que no me apetecía subir a casa tan pronto. Así que cierro el portal y me dirijo al chico sin tan siquiera preguntarme a mí mismo por qué me habría seguido.


Con todo su descaro me dice: "he intentado empalmarte cuando estábamos viendo la exhibición, pero si ha sido un error, me lo dices y me piro". Me esperaba cualquier cosa menos esa introducción, así que reaccioné rápido y le dije: "No, no ha sido un error". Acto seguido me invitó a irme con el a dar un paseo. Sólo me dijo que me llevaba a dar una vuelta a la pinada situada en el lado norte del pueblo, por lo que pensé: "¿será que también hay tema allí?". No cruzamos muchas palabras, sólo me miraba mucho y me sonreía con cara de pícaro. Tras 15 minutos, llegamos a la pinada por el camino principal y al poco de entrar, él se salió del mismo por un camino minúsculo y me animó a seguirle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario