Tras aquella cena de fin de curso y una de mis primeras fiestas en el instituto, el Peque y yo apenas volvimos a coincidir. A él le tocaba repetir curso por enésima vez y había muchas probabilidades de que, pese a la diferencia de edad, acabáramos compartiendo aula. Tuve mucho verano para pensar, ya que cuando era adolescente también iba de vacaciones al mismo lugar en el que transcurren la mayoría de mis historias, solo que entonces todo era más aburrido y poco emocionante desde el punto de vista sexual. Para pensar y hacerme pajas, claro. Por aquel entonces ya empezaba a conocer a los que serían mis amigos veraniegos durante muchos años, hasta la llegada de Sergio y Dani, la llegada que supone el comienzo este blog.
No obstante, septiembre llegó, las clases comenzaron y no había ni rastro de El Peque; por lo que me enteré unas semanas más tarde, sus padres le habían cambiado a un instituto público y normalmente a esas edades un acto como este significaba perder el contacto. Me quedaba El Cata, que seguía tratándome como si nada entre nosotros hubiera pasado nunca, pero cada vez me daba más asco verle con la novia en los parones de clase y en los recreos. Rechacé un par de invitaciones para ir a su casa a ayudarle, supuestamente, con cosas que no entendía, pero como la carne es débil... caí una vez más, aunque eso es una historia para otra ocasión.
El caso es que uno de los primeros días de octubre un sindicato de estudiantes convocó una huelga en protesta por alguna ley educativa o reforma que se estaba tramitando en aquellos momentos, pero en mi caso y como muchos otros compañeros, al estar en segundo de bachillerato preparando selectividad, con el temario al límite, decidimos acudir a clase. Habían faltado también algunos profesores y un profesor con horas libres se hizo cargo de nuestro grupo, apenas éramos 10 en un aula donde cabían hasta 40 alumnos La orden fue la esperada: horas de 'estudio' para que vayáis preparando temarios. Vamos, que para la próxima huelga me quedaba en casa. Como no había profesores para todos los grupos y nosotros éramos los mayores y "el ejemplo a seguir", nos dejaron solos casi todo el día, ya que además, al tener al jefe de estudios en el despacho de enfrente poco jaleo podíamos montar. La gente se empezó a poner en parejas y yo decidí sentarme con Lolo, de Manolo, Manuel, claro. Alto, castaño claro, clásico pelo "a tazón" que se llevaba entonces, complexión normal y guapete, sin destacar demasiado. Llevaba también toda la vida en el colegio, desde infantil, nos conocíamos de siempre y habíamos tenido nuestras épocas de llevarnos mejor que otras, nuestro punto más fuerte fue cuando jugábamos en el mismo equipo de fútbol en los primeros cursos de la ESO. Era un chico legal, buena gente, pero se rodeaba de los chavales equivocados y acababa por hacer estupideces para integrarse con el grupo de los más malos del barrio y protegerse a sí mismo. Éstos le tomaban por pánfilo, pero como estaba con ellos, pues era uno de los suyos y por tanto intocable. A Lolo se le daban de pena las mates, así que empezamos a ayudarnos mutuamente: le explicaba matemáticas y, a cambio, me ayudaba con las sintaxis de lengua castellana. Estábamos sentados en mesas individuales que juntábamos de dos en dos habitualmente. El día comenzaba bien, parecíamos todos bastante aplicados a pesar de la ausencia de un profesor, pero después del recreo todo se fue al traste y empezamos a hablar de nuestras cosas con un libro y cuaderno abiertos en la mesa para disimular por si venían a controlarnos.
Recuerdo que, para ser octubre, era un día bastante caluroso, de hecho íbamos los chicos con pantalones cortos de algodón, algunos de marca, otros con los logotipos de equipos de baloncesto y manga corta. Fui a levantarme para ir al baño y de la manera más tonta posible me escurrí en pleno proceso de estar levantándome y para no caerme de culo apoyé las manos donde pude. Con la mala suerte de que la mano derecha cayó, accidentalmente, lo juro, en el paquete de Lolo, y con la izquierda pude apoyarme en propia silla para evitar la caída. Me quedé parado y sentí tanto calor que sabía que debía de estar rojo como un tomate... No se si Lolo no llevaba calzoncillos, pero notaba todo lo que allí debajo se escondía. Nadie miró atrás, estábamos los últimos, con lo cual el ruido que había hecho se debió magnificar en mi percepción por lo que acababa de suceder. En esos cortos segundos, una vez recuperé el equilibrio, quité la mano del paquete de Lolo, que me miraba con cara de niño bueno:
- Tío, perdona, es que me caía y he lanzado las manos y...-traté de explicar.
- Tranqui, si he visto todo. No pasa nada, ¡me podría haber pasado lo mismo! -dijo, tranquilo.
Me fui al baño y estuve allí un buen rato. Me quedaban unos meses en aquel colegio donde estudiaba desde los 3 años, pocas veces se habían metido conmigo por "maricón" y no quería que fuera ese el momento de comenzar. Entonces, por desgracia, los "maricones" y "gordos" de cada clase estaban bastante marginados... Ahora parece que la cosa va cambiando. Bebí bastante agua, me lavé la cara y volví a clase con toda la normalidad posible para seguir haciendo la quiniela con Lolo. Pasaban los minutos y parecía que todo iba con normalidad, que había quedado en la anécdota que había sido, pero no podía ser todo tan fácil. Lolo empezó a hablar en voz baja de varias cosas dirigiendo el tema a las clases de educación física y, finalmente, se lanzó:
- Pues una vez, hace dos o tres años, escuché a dos chavales en las duchas del gimnasio...-dijo.
- ¿Cómo? ¿Y qué pasó?
- Por la voz uno de ellos era El Peque y juraría que había otro chaval más pequeño que él haciéndole una mamada.-dijo mirándome a los ojos, con media sonrisa.
- ¿Qué dices? ¿En serio? -dije, tratando de sonar incrédulo.
Y la cosa quedó ahí. No porque se hubiera creído mi sorpresa, sino porque llegó un profesor y se sentó en la mesa del profesor. Estaba claro que Lolo estuvo muy presente el día en que se la chupé al Peque en las duchas del gimnasio, mi primera polla, cuando pensábamos que estábamos solos. Debía resultar que Lolo estaba en alguna de las duchas colindantes y se enteró de todo. Y...¿qué hizo? ¿Se quedó escuchando? ¿Se pajeó? Porque está claro que no lo contó a nadie.
Por si fuera poco también coincidía con Lolo, y otros compañeros, en la academia de idiomas con la que nuestro colegio tenía convenio. De hecho, las clases extra-escolares las dábamos en el colegio, por la tarde. Al salir de estas clases por la tarde, fui al baño antes de caminar hasta casa y en los urinarios estaba Lolo. No quedaban más que las de la limpieza en el colegio, así que estábamos solos porque el resto ya habrían salido. Como solo había dos urinarios, obviamente me puse al lado suya. Empezó a hablarme de la clase pero por el rabillo del ojo veía que por ahí abajo había más movimiento de la cuenta, hasta que se lanzó con la voz temblorosa y dijo, girándose:
- Tío... estoy muy rallado, ¿tu crees que debería operarme de fimosis? -me preguntó enseñándome su polla dura.
Me quedé contemplando aquel pollón tan basto que jamás habría pensado que el tendría. Una polla de color oscuro, morena, con efectivamente pellejo, pero un pellejo bastante amplio, y tirando a gorda. Era de un color tan oscuro que costaba distinguir la tonalidad de su grande. Los huevos también eran morenos y tenía ya una buena mata de pelos.
- Pues... no sé tío, yo diría que no...-dije, sin poder apartar la vista.
- Puedes tocarla si quieres... mejor que esta mañana... y me ayudas a salir de dudas tío... ¿Me bajas el pellejo a ver si puedes?-dijo.
Me temblaba todo, estaba muy nervioso, azorado, sin saber qué era lo correcto. Pero deseaba aquella polla, deseaba poder saborearla, tragármela entera... Tenía mucho deseo sexual acumulado, en aquel Marcos de 17 años tan deseoso de conocer nuevas cosas. Así es que, sin decir nada, alcé mi mano lentamente, la coloqué sobre aquel manubrio de Lolo, la apreté y después le bajé el pellejo, que como imaginaba por su tamaño, le bajaba a la perfección. Descapullada, tenía la típica polla-seta, con un buen capullo en proporción al resto del mástil. Sin soltar aquel rabo de al menos 18 centímetros dije:
- Pues parece que no necesitas operarte, Lolo.
- Puedes comprobarlo mejor, si te apetece...-dijo.
Así que empecé a pajearle lentamente, con suavidad, alzando la vista y viendo cómo ponía los ojos en blanco ante el leve vaivén de mi mano contoneándose en su rabo que, poco a poco, empezaba a expulsar algunas gotitas de líquido preseminal o "rebaba", como le llamamos ahora. Oímos unos pasos cercanos y decidimos meternos en uno de los aseos con puerta, cerrándola a nuestro paso. Lolo se apoyó en una de las paredes, así que miré al suelo y viendo que no estaba demasiado sucio, clavé rodillas. Miré esa polla fíjamente, Lolo me miraba humedeciéndose los labios con la lengua, con lo cual, podía notar que deseaba que lo hiciera. Que deseaba que le hiciera una buena mamada, como la que el había presenciado de incógnito hacía pocos años. Cogí aquel rabazo con la mano derecha, lo seguí pajeando lentamente y me metí el capullo en la boca envolviéndolo con mi lengua llena de saliva. Apenas tuve tiempo de saborearla, porque Lolo me apartó repentinamente y se corrió en el suelo apenas sin tocarse. Y vaya corrida que echó.
- Si te apetece otro día...-dijo Lolo tímidamente mientras se abrochaba los pantalones.
- Claro, pero a ver si duras más...-dije, con una sonrisa.
- Puf es que nunca me la habían cascado, ni chupado... -dijo.
Y, luego de camino a casa porque vivíamos en el mismo barrio, de buen rollo, eso sí, empezó a echarme el discurso de que el no era gay, que le gustaban las chicas, etc. Pero la verdad es que todas esas excusas que la gente pone sin que si quiera les preguntes siempre me dieron bastante igual.
Buenísimo...!!! Me hace acordar algunos momentos que viví en mi época del secundario... Hermosos tiempos de iniciación de varios que ya no volverán...!!! jeeeee... Espero que sigas contando estas anécdotas...
ResponderEliminarBesos!
Son tiempos que no volverán, pero siempre estarán en nuestra memoria, amigo. Un abrazo!
EliminarAnécdota de estas me gustan. Encima dices que hay una pero que ya lo dejarás e.e. Lo que no me va cuadrando es el tiempo porque seguro que con esta anécdota vuelves "atrás" en el tiempo. Aún así no sabría en qué año ponerlo.
ResponderEliminarMarcos ¿fuiste a un cole privado religioso o solo privado?
James
Simplemente era privado, de cooperativa. Totalmente laico y de perfil marcadamente progresista en la mayoría de los profesores (ya, se que no es lo habitual).
EliminarBuenos tiempo la secundaria, lastima las etiquetas que habían hace unos cuantos años, en mi época de secundaria hará 10 años, al menos en mi instituto una vez marcado como "gay", "gordo" o "rarito" o otro insulto ya no salias de ahí.
ResponderEliminarSí, es una pena que se produzcan esas cosas... Tengo un colega currando en un instituto público de Madrid y me cuenta que hay varias parejas gays (de bachillerato) que van de la mano y todo en los recreos, como cualquier otra pareja. Y con normalidad. Ojalá esa fuera la tónica habitual.
EliminarQue si el peque, que si el cata y ahora el lolo.
ResponderEliminarJoer, que adolescencia más activa e interesante !!!
Yo, excepto dos inocentes y castos toqueteos en mi infancia, hasta los 21 nada de nada !!!
Pues lamento decir que el Lolo es el último chico de mi adolescencia entre los 14 y los 18 años... Pasaron estos tres por mi vida, tengo más historias con ellos... Luego me eché novio una temporada al empezar la uni, pero bueno... para esa historia necesitamos un buen saco de palomitas jajaj
EliminarYo me inicié (me iniciaron) en plena pubertad, para cuando llegó la adolescencia.. ya era una buena perra :D
ResponderEliminar:(
ResponderEliminar¿Por qué cara triste?
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