4 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 20: DE GUIÑAPOS, GARRAPATAS Y DEMÁS TONTADAS

Apenas había pasado un mes desde mi regreso a Madrid cuando llegó la tan ansiada semana de vacaciones de agosto. Había reservado billete de tren hasta Alicante con Sergio y, una vez allí, nos iríamos en autobús hasta nuestro destino, algo más al sur de la provincia. Allí nos esperaba Dani y nuestras familias al completo, lo bueno es que al estar los tres amigos, las excusas para escaparnos eran más fáciles de inventar.
Dani había pasado allí todo el mes de agosto y nos contó varias experiencias morbosas que había tenido en la caseta, sin embargo nos había advertido que la última semana de agosto solía bajar bastante la afluencia de gente y la calidad, por decirlo así.

El primer día salimos a cenar los tres juntos para celebrar nuestro reencuentro en la playa, ya se había convertido en una especie de tradición y más teniendo en cuenta que en Madrid cada vez era más complicado coincidir los tres por nuestros distintos horarios. Dani estaba eufórico, nos contaba que se había pasado agosto tirándose a una especie de adonis, o así lo describía el: guapo, cuerpo perfecto, actitud masculina, dotado. Vamos, que tenía los días organizados hasta su fin de vacaciones.

No se equivocaba Dani. El panorama de ligoteo en la caseta esos días era lamentable, al menos para lo que nosotros buscábamos. Además, el sol se ponía antes y prácticamente a las 20.30 teníamos que volvernos, cuando en julio podías quedarte hasta las 22h. Las cosas de no tener coche...
El tipo de tíos que abundaba esos días coincidía totalmente con esta descripción: mayor de 45, poco cuidado, barrigón y sin pelo. Y los menores de esa edad iban por ese camino. Así que a los tíos barrigones con piernas delgadas los llamábamos garrapatas (entre nosotros, para pasar el rato y reírnos, nunca nos dirigíamos a ellos así, faltaría más), a los más jóvenes que tenían ese tipo de cuerpo y aspecto descuidado, les llamábamos guiñapos. Lo que hacía el aburrimiento y un poco de la maldad que todos llevamos dentro (espero que nadie se ofenda, no va con esa intención).


Las dos primeras tardes que pasamos allí fueron extremadamente aburridas, así que por lo general, acabábamos buscando un sitio un poco discreto y echando un polvo entre nosotros mientras iban apareciendo los hombres que había por allí a hacerse una paja mientras miraban. Éramos de lo más joven que había por allí, bien cuidados e imagino que vernos follar era algo así como ver una película porno en directo. No les culpo, ir a follar en sitios públicos es lo que tiene. Y a nosotros también nos producía morbo ser vistos y ver cómo se excitaban mirándonos acabando la mayoría corriéndose bien cerca nuestra. Alguno de ellos quiso intentar unirse, tocándome el culo mientras me follaba a Sergio o sobándole a Sergio los huevos. Normalmente, Sergio se abría de piernas mientras se apoyaba en un árbol, yo le comía el culo y se lo trabajaba y cuando estaba listo se la metía con cuidado, para después empezar a darle fuerte metiéndosela entera, que era lo que más le gustaba, de tal forma que se oía el ruido de nuestros cuerpos chocando, algo así como una palmada. Y algunos aprovechaban para acariciar los huevos colgantes de Sergio, tocarle la polla o sobarme a mi. Habitualmente, si no nos gustaba el tío, no dábamos ninguna señal y se acababan yendo.  

Dábamos el espectáculo, estaba claro.

2 comentarios:

  1. No me puedo creer que sólo hubieran esas dos especies !

    ResponderEliminar
  2. Pues sí... la verdad que aquel inicio de vacaciones fue fatídico

    ResponderEliminar