6 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 21: EL GUINDI

La tercera tarde que fuimos a la caseta lo hicimos sin mucha ilusión. La idea que más repetíamos era que vaya el cambio que había en la zona simplemente por estar septiembre algo más cercano. Por allí seguía pasando esterilla-man a diario e, incluso, un par de veces vi a Cherines, quien se acababa perdiendo en los pinos con tíos maduros. Se ve que le iba ese rollo también.

Más o menos te ibas conociendo los coches de los tíos que venían desde la carretera, porque salvo sorpresas siempre eran los mismos. De hecho, ya no era necesario esperar a que bajaran del coche para ver quién venía, nada más entrar en la rotonda ya conocías el tipo de coche y te hacías a la idea de quien venía. 

Esa tarde, la tercera tarde, apareció un chico que nos pareció de lo más interesante: alto, joven, pelo pincho, algún tatuaje, vestido con vaqueros ajustados y camiseta de tirantes que intuía un cuerpo normal transformándose en algo más fibrado y gafas de sol que le daban un aire realmente interesante. Además andaba y poseía una actitud de lo más bakala, lo que siempre ha sido uno de los tipos de chicos que más locos me han vuelto.


Pasamos al ataque. Él no se hizo de rogar, bien porque le gustáramos o porque vio el panorama que allí había, no tardamos ni 5 minutos en reunirnos en un lugar dentro de la pinada alejado de los ojos del resto, pero más cerca de la caseta que otras veces.

- A vosotros os vi yo una semana santa comiéndoos a la vez un buen rabo - dijo el chico a modo de saludo, mientras se apretaba el paquete.
- ¿Y qué buscas por aquí? - dije yo.
- Que me hagáis una buena mamada o daros bien por el culo a los dos - contestó, a la vez que se sacaba la polla del pantalón y la sacudía, mientras que con la otra mano se quitaba las gafas de sol.

Buff. ¿Conocéis el tópico que dice que los chicos que no se quitan las gafas de sol a no ser que no tengan otro remedio esconden algo? Pues este lo hacía. A mi se me quitó todo el morbo al verle sin gafas y aún más cuando vi la polla pequeña que tenía, y eso que estaba medio erecta ya. Miré a Sergio con disimulo y en sus ojos pude ver que pensaba lo mismo. Pero... ¿qué iba a hacer ahora? ¿Decirle que ya no quería nada porque me parecía que la tenía pequeña y fea? Nunca se me había dado esta situación. No sabía cómo reaccionar porque tampoco quería malos rollos con nadie, pero lo que no iba a hacer era tener una relación o echar un polvo con un tío que, al final, había acabado por no gustarme nada.

- ¿Y qué te parece si nos hacemos unas pajas? - dije, ofreciendo una especie de solución que no dejara ver nuestro desencanto con lo que habíamos descubierto. 

Pero no coló.

- Mirad chavales, vamos a dejarlo entonces... Hasta luego- dijo él, abrochándose el pantalón y marchándose, visiblemente molesto o decepcionado.


Sergio y yo le bautizamos como "El Guindi", de guindilla, haciendo referencia precisamente al tamaño de su miembro. Ya que por lo general la gente no solía presentarse ni dar sus nombres, había que recurrir a poner motes para recordar a cada uno. Debió ser que la expresión de nuestras caras fue tan obvia que el chico se dio por enterado. Le volveríamos a ver en otros veranos y lo intentaría de nuevo con nosotros, sin éxito, pero le ponía empeño siguiéndonos por toda la pinada hasta que se cansaba o se buscaba otro ligue. 

3 comentarios:

  1. me encantan tus historias, cómo las escribes. Espero que no suene a crítica, pero si además añades las cosas que te ponen a mil y que deseas con ganas, sería ya tremendo. Me dan ganas de empezar a escribir un blog yo tb.
    Un saludo,
    Fiel seguidor.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, lo tendré en cuenta para futuros capítulos ;)

    ResponderEliminar
  3. Como que no coló?
    La excusa te salió a la perfección. El quería una cosa que os dijo claramente, y tu le dijiste otra de menor nivel, que posiblemente no se esperaba.
    Total, no fuisteis vosotros los que dijisteis que no, si no que fue él que optó por marcharse.

    ResponderEliminar