26 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 28: DE VUELTA EN SEMANA SANTA

Sí, nuestras visitas a nuestro destino veraniego solían tener un carácter cíclico: había que aprovechar las vacaciones y siempre solíamos ir en verano y semana santa, aunque alguna vez también nos escapamos en Navidad y algún otro puente. Aquel verano no dio para más, a finales de agosto tuvimos que volver a Madrid desde donde intentamos seguir las noticias de la zona para ver si de una vez inauguraban la tan comentada Vía Parque y se terminaban las obras en la caseta. Nos enteramos de que en octubre ya estaba todo abierto, pero hasta la semana santa no podríamos ver lo que quedaba de aquello.

Afortunadamente la zona no había cambiado en exceso, ahora la caseta había recuperado su aparcamiento y seguía teniendo acceso directo desde la carretera mediante una gran rotonda, por detrás y bordeando la vieja casa habían hecho un carril bici, mucho menos invasivo de lo que esperábamos. La verdad es que habían salvado la zona de cruising que muchos daban por muerta. La pregunta era: ¿qué pasaría con el público? ¿Seguiría viniendo gente?

Aquella semana santa coincidimos los tres amigos, si bien Dani se uniría más tarde. Nuestro deseo por aquel entonces era recibir la tan esperada llamada: la llamada de Mario. Desde Navidad no había vuelto a dar señales, pero como le dije que en esa semana iríamos seguro, para mi era un hecho que tarde o temprano contactaría. O que nos veríamos por la casa. Quizá había perdido el número de teléfono. Quizá me mandara un e-mail.

Nos pasamos la semana convencidos de que la llamada llegaría, como en la Comunidad Valenciana las festividades se organizan de otra manera, según avanzaba la semana y no había noticias, nos autoconvencíamos de que la llamada llegaría para el fin de semana. No obstante, lo cierto es que la llamada nunca llegó. Desde luego, eso no implicó que nos quedáramos de brazos cruzados....

La caseta recuperó su gentío, volvía a haber gente. De hecho, el primer domingo que estuvimos allí hubo bastante ambiente. Sergio se encaprichó de un chico de unos 30 años con aspecto nórdico, fuerte, de espaldas anchas, al que ya habíamos visto en otra ocasión; le llamábamos "el alemán". Así que le hicimos unas señas para que nos siguiera, y cuando dio con nosotros algo más abajo en la pinada, ya venía con la mano desabrochando el pantalón vaquero azul que lucía aquel día. "Sólo chupar", decía el pobre con un mal español. La verdad es que no había mucho que chupar y menos, después de lo que habíamos tenido entre manos el verano anterior. Pero el alemán tenía mucho morbo, así que le quitamos la camiseta y pudimos sobar un fuerte cuerpo, darnos unos cuantos morreos, para después ponernos de rodillas y chuparle la polla. Le gustaba tener el control, nos cogía la cabeza con fuerza y el decidía quien se la metía en la boca cada vez, dando fuertes embestidas. No tardó nada en correrse, nos la sacó de la boca y se corrió en el suelo, de los más rápidos que he visto. Se subió el pantalón, nos dio un beso y se marchó. Pude ver que el alemán llevaba alianza. Esta no sería la única vez que nos lo montaríamos con el.... Aunque sí fue lo único que nos llevamos a la boca esa Semana. 

1 comentario:

  1. Os sabría a poco, desde luego, estas vacaciones.
    Con la expectación de tener noticias de Mario, con quedastéis sólo con uno de picha corta y correr rápido.
    Bueno, seguro que tampoco estuvo tan mal ;-)

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