10 de junio de 2015

CAPÍTULO 123: LUISMI EN LAS MONTAÑAS

En un abrir y cerrar de ojos se pasó 2º de Bachillerato para mí; lejos quedaban ya los primeros encuentros y el inicio del curso con Lolo, los celos del Cata y otras historias que ya os contaré cuando surjan. De todos los cursos a los que me había enfrentando en los catorce años que llevaba en ese centro educativo, éste sin duda había sido el más completo y, a la vez, el más corto de todos. Con todas las asignaturas aprobadas y una de las mejores medias, me enfrentaba a selectividad a mediados de junio, algo que nunca me causó unos nervios tan extremos como los que veía en la mayoría de mis compañeros. Tras una traca importante de estudiar y tres días de infarto, supe mi nota final al terminar el mes de junio y la nota me daba de sobra para la carrera que tenía intención de estudiar.

Lo que no os había contado hasta ahora es que, aparte de veranear en las playas de Alicante todos los veranos, mi madre era de un pequeño pueblo salmantino limítrofe con Ávila y Cáceres, en lo que se conoce como la Sierra de Béjar. Un pueblo en las faldas de amplias montañas y con algún arroyo y embalse que hacía la diversión de los veranos para los más pequeños y los que ya no lo éramos tanto. Sin embargo, no dejaba de ser un pueblo extremadamente pequeño al que cada vez íbamos menos. Cuando era pequeño dividíamos las vacaciones: me iba con mi madre casi todo julio al pueblo y en agosto nos íbamos todos a la playa. Cuando la adolescencia llegó a mi me empezó a cansar y no pasábamos allí más de una semana o dos, que coincidía cuando todos los amigos que siempre habíamos ido en julio acordábamos ir y, de paso, disfrutar de las fiestas patronales del pueblo, que es lo que hace que la zona esté más animada, ya que aparte de las fiestas de tu pueblo, vas a las de los pueblos de al lado. Aquel grupo de amigos, de los que parecíamos inseparables, poco a poco se iba desmembrando y, al contrario, mi grupo de amigos de Alicante se iba haciendo mayor y más cercano. Por alguna intuición supe que aquel verano en el que cumpliría la mayoría de edad sería el último que pasaría una temporada de semana y media en aquel pueblo, y que esas visitas se tornarían más de fin de semana o puentes. Ya que, a fin de cuentas, es el sitio perfecto para relajarte y alejarte de la civilización.

Usando un grupo que teníamos en Messenger, o mejor dicho, una conversación grupal en una ventana, los amigos nos pusimos de acuerdo, más o menos, en los días para juntarnos allí. Éramos mayoría de chicos. Y mi mejor amigo, Luismi, también iría. Buena parte de las ganas que me hacían ir allí se debían a él: un amigo con el que llevaba una relación de verano en verano desde que teníamos 4 años. De hecho, podría decirse, que al menos durante un tiempo habíamos sido los 'gallitos' de la pandilla y los que nos habíamos liado con las chicas más guapas del pueblo ("liado" no incluye "follado", si no más bien besos, magreos y alguna paja).

Aquel año cuando llegamos al pueblo ya estaba toda la decoración de las fiestas preparada, se notaba hasta ambiente en las calles. Así que dejé mis cosas en casa de mis abuelos maternos y fui al lugar de la plaza donde sabía que me esperaban mis amigos. Me costó llegar, ya sabéis que en los pueblos todo el mundo se conoce y los saludos son eternos, y hasta odiosos, cuando llegas después de un tiempo sin haber aparecido por allí. La sorpresa me la llevé al ver a un Luismi que nada tenía que ver con el esmirriado chico de hacía un año, con el esmirriado de toda la vida. Aquel chico moreno y de ojos verdes ya no era un adolescente más, era ya un hombre que se había pasado los últimos 11 meses machacándose en un gimnasio y empezando la preparación para las oposiciones a un cuerpo de fuerzas de seguridad del Estado. Me quedé anonadado al verle y disfruté como nunca del abrazo que siempre nos dábamos; me di cuenta aquella vez de que se notaba el año de diferencia que el me ganaba. Y allí estaban el, Diego, Lidia, Alicia, Alfonso, Patri y Manu. Faltaban bastantes y por lo visto no iban a venir, así que como dije antes, todo parecía indicar que el final de la pandilla estaba cerca. 

Mi vida en el pueblo siempre giraba alrededor de Luismi y la suya alrededor mía. Desde siempre, nos pasábamos el día en la calle, en el arroyo, en los caminos boscosos, en la plaza, en un banco... La vida en el pueblo se hacía en la calle, a casa ibas solo a dormir, hacer las comidas y quizá echarte la siesta, el resto era Luismi o pandilla. Y tengo que confesar que aquel año tenía un flechazo brutal por Luismi, cuando nos íbamos a bañar al arroyo o al embalse me quedaba embobado mirándole, cuando jugábamos a hacernos aguadillas o hacer el canelo en el agua, aprovechaba para sobarle sutilmente. Estaba fuerte, marcado... un cuerpo que envidiaba para mi. 

Las casualidades siempre me han acompañado y han surgido en mi vida, tanto para bien como para mal. El segundo día de fiestas mi pandilla se unió con otra pandilla del pueblo, si bien siempre habíamos sido rivales, ya cuando todos estábamos entre los 17 a 19 años eso parecía dar igual. El caso era pasarlo bien. Y una vez la orquesta terminó a eso de las 3 de la mañana, una de las chicas propuso irnos al parque de la Ermita a jugar a "botella". Me pareció un poco ridículo, ya que había jugado a eso a mis 14 años, pero debe ser que con el alcohol en vena a todo el mundo le pareció estupendamente. Para los que no lo sepan, el juego de "botella" consiste en que un grupo de chicos y chicas nos sentamos en círculo, se coloca una botella vacía en medio del círculo, se hace girar con fuerza, y las personas que queden unidas por la botella habrán de besarse. Hay más opciones, y ese día el reto era aguantar 10 segundos dándose un morreo con lengua. Este juego solía conducir a que surgieran algunas parejas, pero sobre todo se hacía por diversión. Lo curioso era ver como cuando tocaba a dos chicas besarse, los tíos lo jaleaban, pero cuando eran dos tíos, se hacían los remolones. A mi no me tocó hasta el cuarto turno, con una chica normalita, cumplimos los 10 segundos de rigor con ella tratando de meterme la lengua y yo negándome mientras el resto nos jaleaban. Poco después me enteré de que Ruth llevaba un tiempo detrás mía, así que imagino que de aquel beso esperaba algo más que nunca pasó. No me volvió a tocar hasta bastante después, en ese rato se habían besado dos chicas, varios chicos y chicas, dos chicos que no quisieron besarse y perdieron el juego... y en aquel momento la botella nos señalaba a mi y a Luismi. Sentí cómo me ruborizaba, pero gracias a la noche no se me debió notar. Luismi me miraba fíjamente y, poniéndose de pie, dijo: ¡qué ostias! ¡Ven aquí Marquitos! Me levanté, me cogió con fuerza de la cintura y unió sus carnosos labios a los míos... A mi se me desbocaba el corazón de los nervios, pero decidí echarle huevos y meterle la lengua, a lo que Luismi reaccionó guiñándome un ojo y correspondiendo, y el resto nos jaleaban y silbaban. A mi se me puso dura ya cuando nos despegábamos, pero lo que para él había sido una broma, para mi había significado más. Hasta el punto en el que llegué a pensar que podría pasar algo entre ambos. Iluso de mi.

Cuando el juego llegó a su fin natural por aburrimiento, cada uno se fue a su casa, pero Luismi me pidió que le acompañara a dar un paseo camino del Arroyo para que se le pasara la borrachera:

- ¿Qué, Marquitos, te ha molado el morreo? Porque eras tu, que si no... -dijo dándome un codazo.
- Pues sí, no ha estado mal. -me lancé a decir.
- Bah, seguro que te ha molado más con Ruth -dijo Luismi.
- Soy marica, así que no, no me ha molado nada el muerdo con Ruth. -solté la bomba mientras nos sentábamos en un banco de piedra que había en el camino.

Se hizo el silencio durante largo rato. Los dos sentados en un banco en medio de la noche sin nada que decir. De pronto me agarra y me planta otro morreo con lengua apasionado:

- ¿De veras te gusta esto? -dijo, apartándome. 
- Sí. Y contigo más.-dije, cabizbajo.
- Pues a mi no, tío. No me mola. No, es que de ninguna manera. Joder, encima te habrás hecho ilusiones, ¿no?-dijo.
- No, no... tranquilo. Si está todo muy claro.-contesté.
- ¿Y has comido pollas y todo eso ya? -preguntó.
- ¿Tu has comido tetas y coños?-dije, mirándole a los ojos.
- Necesito asimilar esto Marcos. Podría haberlo pensado de Dieguito, ¿pero tu? -dijo levantándose y marchándose.

Lo cierto es que apenas volví a saber de Luismi desde ese día. Coincidimos en la pandilla lo que quedaban de fiestas y nada más terminar, me marché a Alicante, previo paso por Madrid, sin despedirme de ninguno. Tardé varios veranos en volver, pero desde el último día de aquel año no he vuelto a verle. Sé que pregunta por mí a mi familia y yo pregunto por el a la suya. En Madrid vivimos muy cerca y nuestras familias son amigos. Nunca volvimos a hablar por Messenger y toda relación terminó. 

Lo último que se de él es que se casa en septiembre con su novia, con la que lleva varios años. Que sean felices. 



13 comentarios:

  1. NO SIEMPRE SE GANA...
    LO MEJOR : TODO CLARO CUANTO ANTES, SERA POR TIOS

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  2. Por fin! llevaba tiempo queriendo una nueva entrada,en 3 dias me leí el blog entero porque engancha de una manera increible. Quiero darte las gracias por escribir estas historias tan interesantes como didacticas jajaja Gracias a ti consegui hacer de pasivo con mi amigo,cuando me la estaba metiendo me viniste tu y tus historias a la cabeza... Enhorabuena por el blog!!! Yo un fiel seguidor;)

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    1. Gracias por tu comentario! Me alegra haberte sido de ayuda para tu primera vez como pasivo. Espero que seguir leyéndote por aquí!

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  3. Una pena.
    Tú perdiste un amigo, pero el sigue teniendo un problema: aceptar a la gente tal y como es.
    La base de cualquier amistad.
    Salió perdiendo.


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    1. Me costó un poco afrontar su rechazo, todo hay que decirlo. Creo que todas estas experiencias que tuve en mi adolescencia os ayudarán un poco a entender mi forma de ser, en lo que respecta a la etapa en la que están contadas las historias del blog.

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  4. Esta historia es de esas que la lees y dices "joder, esto a mi me ha pasado" siendo gay. A mi me ha pasado mas o menos lo mismo pero no es 100% ya que justamente como en tu historia la pandilla que tenía se iba deshaciendo cada año más hasta llegar a ser solo unos cuantos de los 13-15 que eramos antes.
    Yo también tenía un amigo inseparable que dejó de serlo cuando supo que era gay. Eso sí, no fue del todo así ya que otras circunstancias hicieron que dejáramos de hablarnos así que... podría no habernos dejado de hablar por eso.


    James

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    1. Bueno, es algo con lo que mucha gente puede sentirse identificada... lamentablemente hay personas que no son capaces de entender, ni aceptar la diversidad sexual. Cuántas veces habré tenido que escuchar en el tren, camino del trabajo, a grupos de mujeres en sus 50 años diciendo cosas del tipo: "antes que maricón, prefiero que me salga drogadicto", y todas riéndose a continuación...

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  5. ké pasa puckerman!!! tu ya sabes xq te lo digo!!! hahaha vaya lastima lo de este chaval, algo me contaste... na tio, q me moló conocerte en el moncayo esta semana santa pasada y me molaria verte este veranito... dame un toque va? un flipe tu blog, a ver cuando cuentas nuestras historia tio!!

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    1. Cristian! Qué grande eres tío. Este verano te llamo cuando baje, cuenta con ello!

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  6. Lamentablemente yo tambien he perdido muy buenos amigos e incluso familia por ser gay. La verdad es ke es muy duro aceptar que te dejen de lado por ser asi.... Pero lo que yo siempre digo: quien me acepte tal y como soy bien y quien no significa que esa persona no vale la pena.
    Felicidades por tu blog Marcos!!

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  7. Pues rechazar a un amigo por ser gay no es ser buen amigo. Aunque intuyo que el que tiene unas dudas grandes es tu amigo, esos besos le gustaron más de lo que quería admitir. En fin, él se pierde una amistad. Muy bueno tu blog

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    1. No te voy a negar que durante meses consideré tu teoría, pero este no es el caso. ¡Gracias por comentar!

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