5 de mayo de 2015

CAPÍTULO 121: LOS JUEGOS DE LOLO

Pasado ese día mi excitación era enorme, esos nervios que te invaden por dentro tan característicos de la adolescencia. ¿Qué pasaría ahora? ¿Cómo sería nuestra relación? ¿Volveríamos a tener más encuentros? Vaya, casi las mismas preguntas que me había hecho meses antes cuando El Cata me desvirgaba y me daba esperanzas sexuales en aquellos encuentros en su casa. Por aquel entonces tenía la cabeza en tres tíos: el ya mencionado, Lolo y El Peque; aunque al último le iba olvidando un poco más al no verle todos los días. Recuerdo que aquel día hice los deberes, estudié geografía y me quedé hasta las tantas escuchando un programa de radio muy popular entre los chavales de entonces que trataba de sexo. Creo que fue el último gran impacto de la radio de mi generación: la mayoría estábamos hasta las tantas escuchando como se daban consejos sexuales a todos los que llamaban al programa, generalmente, gente joven hetero, gay y bisexual. Contaban unas historias tremendas de las que se hablaba en el recreo al día siguiente. Y el día siguiente era mi gran preocupación.

Jamás había llegado tarde a clase. Me considero una persona excepcionalmente puntual y solo llego elegantemente tarde cuando quedo con algún chico, manías de uno. Hasta entonces, creo que nunca había llegado tarde a clase, pero ese día mis padres se habían marchado antes y el despertador estaba con la pila agotada, así que cuando abrí los ojos por pura casualidad y vi que eran las 08:10, me levanté como un resorte, me puse lo primero que cogí, me aseé y con un croissant en la boca salí de casa a toda pastilla. Llegué quince minutos tarde y... me tocó sentarme al lado de Lolo. Era el primer curso en el que teníamos libertad de sentarnos con quien quisiéramos siempre que eso no afectara a nuestro rendimiento académico, así que no había sitios asignados, pero sí frecuentes. Y el mío era o al lado de El Cata o al lado de una de mis mejores amigas. No obstante, cuando uno faltaba, todo se movía. Y aquel día el único sitio disponible estaba al lado de Lolo. No se si sería casualidad o algo que él hubiera provocado. Como ya os conté, Lolo era un chaval accesible, de buen trato, de ningún grupo definido, pero a él le gustaba juntarse con los malotes del barrio porque así se sentía alguien. Pensaba que eso era lo guay en aquel momento y ello le generó muchos rechazos, pero era un tío auténtico. Hablaba sin parar y yo temía que algún profe nos llamara la atención, incluso en el recreo se vino conmigo. Y estuvimos así durante todo el primer trimestre, hasta poco antes de Navidad, sentándonos juntos. Parecíamos, de pronto, los mejores amigos del mundo. Y no, desde el primer encuentro en los baños a principios de octubre, no había pasado nada más, tan siquiera había sacado el tema ninguno de los dos.

El problema de tanto colegueo y de tanto buen rollo, de tanto hablar y de ayudarnos mutuamente fue que me empecé a pillar por él. No se le conocía novia y no solía hablar de chicas, ni soltar los típicos comentarios que sí decían otros compañeros. Eso siempre te daba esperanzas de que quizá podría ser gay, que quizá podría ser tu primer novio. Como el resto de parejas. El tema sexo y chicas era como un tabú entre nosotros, porque no salía. Durante aquel trimestre escrutaba miradas enfurecidas de El Cata al ver que ya no me sentaba con él, incluso llegó a preguntarme si estaba molesto por algo. Creí, incluso, ver en él un ligero reflejo de celos, que más tarde confirmé que eran ciertos. Lolo y yo comenzamos a ir de casa de uno a casa del otro, pero en esta ocasión se venía más a mi casa que estaba más tranquila, ya que mi familia llegaba tarde de trabajar. 

Nuestro instituto nos hacía simulacros de selectividad y el primero sería a finales de noviembre, dividido en miércoles, jueves y viernes. Cuando terminamos el viernes estábamos tan rendidos que lo que menos nos apetecía era seguir estudiando o haciendo deberes, así que esa tarde se vino Lolo a casa y estuvimos echando unas partidas al Fifa de aquella temporada. Estábamos en mi habitación sentados en mi cama frente a la televisión de 14" que tenía entonces, el uno al lado del otro en manga corta porque la calefacción estaba fuerte. Hubieron roces, miradas, abrazos de emoción al ganar una partida contra equipos que nos mandaba la UEFA. Y una de estas en la que nos quedamos mirando fijamente, me quedé prendado de sus ojos marrones miel y me lancé a darle un beso. Dejé posados mis labios en sus labios y al no encontrar rechazo, le metí la lengua y el me correspondió. Fue un beso un tanto torpe, típico de dos chicos con poca experiencia a sus espaldas. Quizá el juego de lenguas fue un poco brusco y exagerado. Se prolongó durante un tiempo, varios segundos que a mi me supieron a gloria. El beso llegó con naturalidad a su fin, fue el momento en que nos quedamos mirando y Lolo se recostó apoyándose en la pared. Se bajó la cremallera y sacó aquella gran polla que escondía en aquellos vaqueros apretados:

- Me apetece mazo que me la chupes...-dijo cogiéndome de la cabeza con la mano que tenía libre.
- Y a mi ha....-traté de decir, sin poder terminar la frase dado que mi boca tocaba ya su capullo de forma de seta.

Hacerlo, lo que quería decir era hacerlo. Traté de disfrutar del momento comiéndosela lentamente, lamiéndole los huevos y la polla de base a punta con mi lengua muy húmeda y ensalivada. Pero Lolo, como muchos a esa edad, lo que quería era correrse. Así que me cogió con ambas manos de la cabeza y me forzó a chupársela más rápido. La tenía tan
grande que se me saltaron las lágrimas de las arcadas que me producía, pero en ningún momento quise que parara. Empezó a gemir al rato y pude notar como rápidamente le subía la leche por aquellas gruesas venas moradas. Poco después se corría en mi boca abundantemente, tenía un sabor amargo que me desagradó un poco, así que cuando terminó de correrse, me fui al baño para escupir y enjuagarme la boca con agua y después con un colutorio que era bastante popular entonces. 

Cuando volví a la habitación, Lolo estaba de pie preparado para marcharse. Se le había hecho tarde y tenía que marcharse. Me dio un abrazo y salió por la puerta. Fue una despedida un tanto abrupta y forzada que me dejó mal sabor de boca, y no solo por lo amargo de su lefa.

Durante las semanas que quedaban hasta las vacaciones de Navidad no volví a tener apenas relación con Lolo, simplemente la que había tenido hasta hacía unas semanas. De saludos y poco más. Habitualmente, mi colegio organizaba un festival el último día de clase antes de vacaciones. Cada curso se encargaba de una cosa y ese año, como éramos los mayores, nos tocaba hacer la representación del belén viviente. A mi, al Cata, al Lolo y a varios más nos tocó hacer de pastores. A los chicos nos daba más igual, pero las chicas estaban encantadas y emocionadas por que ese año nos tocara a nosotros. Tanto que querían que todo fuera perfecto. Nosotros, al ser los pastores, no tuvimos que ir a ningún ensayo, como sí hicieron el resto. Simplemente un día antes de la representación, pusimos todo en conjunto para ver que no había errores de última hora. El día señalado llegó y fue agotador. No pudimos asistir a los actos del resto de grupos porque teníamos que estar todo el día en el belén, para que nos vieran los padres y los distintos grupos: desde primaria, a quienes les hacía auténtica ilusión, hasta los de secundaria que venían más en plan a vacilar. Tuvimos algunos descansos, sobre todo para comer, y al finalizar el día y como agradecimiento a las chicas por su implicación, nos quedamos los pastores a recoger todo. A última hora de aquel 22 de diciembre quedábamos los 5 pastores y el conserje, que vivía en el colegio y que nos había dicho que le avisáramos al marcharnos para que nos abriera la puerta. 

Antes de irnos, pasé por los baños más cercanos y me puse a mear en el urinario de pared que quedaba libre, el otro estaba ocupado por Lolo. No pude evitar mirarle la polla, porque me estaba hablando a la vez que se la meneaba para sacudirse las últimas gotitas y a mí su rabo moviéndose me producía como un efecto hipnótico del cual no podía despegarme por más que lo intentaba. Lolo se percató de esto y se la siguió meneando para ponérsela dura:

- Te gusta mi polla, ¿eh? -dijo.
- Sí tío...-contesté sin poder parar de mirarla.
- ¿Me haces una pajita? -preguntó, sin dejarme responder.

Me apoyó en la pared de detrás de los urinarios y él, a su vez, se apoyó de espaldas sobre mi. Pesaba, pero tener su cuerpo pegado al mío y mi rabo en su culo hacía que todo lo demás no importara. Me cogió mi mano derecha, se bajo el atuendo que llevaba hasta los tobillos y la puso sobre su rabo. Empecé a pajearle lentamente y Lolo gemía, así que empecé a comerle el cuello y la oreja. Sorprendentemente, se dejó y parecía gustarle. Al notar que yo tenía el rabo muy duro (yo llevaba el atuendo de pastor, pero el había dejado su culo al aire) el cabrón se frotaba contra mi pidiendo que no parara de pajearle. De pronto, escuchamos pasos y deprisa y corriendo Lolo se subió el atuendo, justo en el momento en el que El Cata entraba al baño. Lo que allí sucedía era obvio: dos tíos visiblemente empalmados en una situación rara. El Cata me miró, se sonrió, bebió agua y se despidió diciendo que tenía prisa. El Lolo quiso irse, pero le agarré de la cintura y le bajé el atuendo. Aún seguía medio empalmado, así que recuperamos la posición inicial y seguimos a lo nuestro. Aunque esta vez, para mi sorpresa, con su mano izquierda me bajó el atuendo y empezó a pajearme a la vez que yo a el. Ninguno dijimos nada. Yo alucinaba y me encantaba tener aquella mano caliente dándome placer. Aunque fuera una paja. Me corrí a los dos minutos pringándole toda la ropa, y el se corrió poco después llenando el suelo de lefa. Se limpió como pudo, nos limpiamos el rabo con papel y nos secamos el sudor que caía por nuestras caras:

- Pues también tienes buena polla, ¿eh? -dijo.
- Ya ves tío. -respondí con satisfacción.
- Hay pives de clase que la tienen enana tío, no me digas que no te has fijado en las duchas otros años- -dijo riéndose.
- ¡Y que lo digas! -respondí.

Salimos del colegio ya bien tarde y subimos juntos al barrio hablando de todo un poco, como si nada fuera de lo habitual hubiera ocurrido. Y me pasé todas las Navidades haciéndome pajas recordando como frotaba el culo contra mi rabo duro. Lo que más me apetecía era abrírselo y metérsela. Y con ello fantaseaba casi todas las noches hasta que en enero empezamos las clases de nuevo.

4 comentarios:

  1. Buenas. Menudo relato. No me esperaba que siguiera con más Lolo jejeje. Me pregunto si le follarás o él a ti o... mutuamente :P. Al leer lo de la exposición de los pastores... ¡¡tío!! Menudo cole/insti ibas... :O. Lo de que te dejó con mal sabor de boca (sin haber leído lo de después) pensé también en la corrida que saboreaste jajaajaja. Por último decir que deseo aun con más ganas leer lo siguiente por si sigues con Lolo...



    James

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    1. Pues tendrás que esperar a saber cómo continua, porque continua jejeje.

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  2. Las experiencias con Lolo siguen su rumbo, poco a poco.
    A saber a donde llegará ;-)

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    1. Llega a algo más, pero no a mucho más, todo hay que decirlo :(

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