21 de mayo de 2015

CAPÍTULO 122: DE CANCANEO EN LA GINETA CON EL EJECUTIVO

Efectivamente, el verano había acabado. Y como ese verano habíamos llevado dos coches, el mío y el de mi padre, pues me tocaba hacerme el viaje de vuelta a Madrid solo. Si hay algo que detesto es ir en caravana, no me gusta los conductores que lo hacen porque muchas veces se producen situaciones peligrosas por no perder al coche de delante y no me gusta hacerlo a mi, ya que a fin  de cuentas vas más concentrado en "ir juntos" más que en la atención a la carretera. Teniendo en cuenta que el día en el que regresábamos no era un día de vuelta masiva, me negué a madrugar tanto como solíamos hacer y salí un par de horas después que mis padres. Las únicas ganas que tenía de volver a Madrid era por ver  a mis amigos; se me había hecho extraño pasar la segunda mitad de agosto en la playa sin ellos, casi como antes, sólo que ya no tenía apenas relación con mis amigos "de antes". 

Cuando llevaba algo más de una hora de camino y enfilaba dirección Albacete nada más coger la autovía de Murcia, mi móvil empezaba a sonar insistentemente. Me daba rabia, porque se me había olvidado conectar el Bluetooth y al ver que insistían me empecé a poner nervioso, así que vi una de estas zonas de la carretera a modo merendero y paré un rato hasta que el móvil volvió a sonar. Número oculto:

- ¿Marcos? -dijo una voz que conocía.
- ¡Cuánto tiempo, tío! ¿Todo bien? -contesté.
- Veo que me recuerdas fácilmente. -dijo, alegre.
- Es que lo bueno es difícil olvidarlo. -dije, con tono de zorreo.

Se trataba del Ejecutivo. Qué rabia, seguramente me llamaba para quedar justo el día en el que ya ponía rumbo a Madrid y casi a mitad de viaje. Total, que tras hablar unos minutos, resultó que el estaba haciendo el viaje hacia Alicante, desde Madrid, y acababa de coger el peaje de Ocaña. Propuso quedar, sin muchos rodeos, en alguna estación de servicio para algo discreto y rapidito. Por lo visto había tenido una semana de mucho estrés y necesitaba descargar.Y la única que conocía yo que nos viniera bien a los dos por estar a mitad de ambos caminos era La Gineta. Es un área de servicio grande situada en La Roda, Albacete, donde hacen parada la mayoría de los autobuses con destino Alicante, Benidorm, Murcia y un largo etcétera. Cuenta con dos zonas de aseos bastante grandes, suele estar limpia y son aseos espaciosos. Como llegaría antes que él, quedé en esperarle en el acceso de la derecha de las escaleras, que siempre está menos transitado, y sin ningún saludo le seguiría con disimulo a los baños.


Llegué, aparqué a la sombra y me satisfizo ver que apenas había gente o autocares por allí, no era la típica hora de masiva afluencia, así que eso era ventajoso. Accedí a donde habíamos quedado y esperé como media hora larga hasta mi ejecutivo entró con su paso firme, su traje negro ajustado y esa seguridad en sí mismo. Me guiñó un ojo con disimulo y se dirigió a los servicios. En el rato que estuve esperando tuve tiempo de analizar el personal que estaba por allí: un par de dependientas de la tienda de souvenirs que no paraban de charlar y dos o tres camareros en la zona del restaurante. No parecía haber nadie de seguridad. Así que le seguí disimuladamente. 

Se había metido en la última de las, por lo menos, 15 cabinas de aseos seguidas que había, la última porque era la que tenía ventana que podía abrirse y reducir un poco el calor. El Ejecutivo estaba desaforado: nada más entrar me cogió con vehemencia y me lanzó contra la pared comiéndome la boca como nunca lo había hecho antes, usando bastante la lengua. Tenía barba de "tres días" y pinchaba un poco, pero eso era lo que menos me preocupaba. Se quitó la chaqueta, la colgó en la puerta y se desabrochó la camisa dejando la corbata cayendo por su musculado y moreno cuerpo, cubierto con una fina mata de pelo negro en medio de sus pectorales y caminando hasta el ombligo. Me quitó la camiseta y comenzamos a sobarnos mutuamente, mirándonos a los ojos con una cara de deseo brutal.

- Qué ganas tengo de reventarte, niñato...-me susurró al oído.
- Y yo de sentir tu rabo duro rompiéndome el culo. -le susurré, comiéndole la oreja. 

Me quité los pantalones y los calzoncillos quedándome completamente desnudo, no sin antes sacar un pequeño bote de lubricante y un condón, que dejé sobre la taza del WC. Tras comerme la boca un poco más, me dio la vuelta, me separó las piernas y pude sentir como se quitaba el cinturón y se bajaba pantalones y calzoncillos hasta las rodillas. Cogió el bote de lubricante, se pringó bien un par de dedos y me los metió con fuerza. Con demasiada, diría yo. Le dije que se relajara un poco y me pidió disculpas riéndose y admitiendo que llevaba una eternidad sin echar un polvo. Bajó un poco el ritmo y siguió haciéndome dedos durante un rato. Mientras tanto, oíamos como entraban tíos a mear, pero de momento nada que nos molestara. El Ejecutivo nunca comía el culo, por eso se esmeraba tanto con los dedos, a ratos escupiendo, a ratos usando más lubricante. Solía tener paciencia y prefería encontrarse con el culo ya bien abierto para que la follada fuera fluida. Ese día no se enfundó el condón hasta que no tuve tres dedos suyos clavados hasta dentro. Y sus dedos eran gorditos.

Cuando sentí que cogía el condón y lo sacaba del sobrecito, escuchamos cómo alguien entraba en la cabina de al lado, que para más inri contaba con un agujerito pequeño por el que se podía mirar, como casi todas. Esperamos en silencio un tiempo prudencial, pero el tío no se iba y a mi Ejecutivo se le empezaba a bajar el asunto. Así que me di la vuelta, me arrodillé y comencé a mamársela con tranquilidad para que recuperara dureza. No me costó mucho que la tuviera dura de nuevo, le puse el condón y recuperé mi posición inicial.

- Fóllame, no vamos a esperar eternamente. -le dije, además sabiendo que él siempre iba con prisa.

Me separó un poco más las piernas y me la empezó a meter muy suavemente hasta que la clavó hasta dentro. Me respiraba en la nuca y me daba algún beso en esta misma zona de vez en cuando. Creo que era la primera vez que me besaba tanto. Pero duró poco, ya que en cuanto notó que mi culo estaba listo, empezó a follarme a su estilo: con fuerza y duras embestidas constantes. Era uno de los mejores activos con los que me había topado, follaba muy bien para ese tipo de encuentros. Los gemidos eran obvios, aunque tratábamos de controlarnos y, bueno, el haber abierto la ventana ayudaba a que el ruido de la autovía disimulara un poco lo que allí pasaba. De vez en cuando giraba el cuello y veía como un ojo ocupaba fíjamente el pequeño agujero entre ambas cabinas. No se por qué, pero me dio tanto morbo que cambiamos de posición. Me abrí de piernas sobre la taza del WC y apoyé las manos en la pared frente a la puerta. De esta forma, el curioso tenía total visión de cómo aquel rabo me follaba sin parar. Notamos cómo aquel tío se ponía de rodillas y cómo dejaba caer un chorro de corrida por debajo de la pared que separaba ambos baños. No pude aguantar mucho más y por el morbo de la situación me corrí encima de la tapa de la taza gimiendo un poco más alto de lo que hubiera debido. El Ejecutivo se corrió poco después dentro de mi culo embistiéndome con más fuerza y acabó medio tumbado encima de mi. 

Al incorporarnos, ambos estábamos envueltos en sudor y nuestro espectador ya no se encontraba allí. 

- Qué placer es follarte ese culazo, Marcos. -dijo él mientras nos vestíamos.
- Siempre está muy bien follar contigo, tío.

Salimos con cautela de aquel aseo y nos lavamos un poco en los lavabos. Posteriormente, nos quedamos sentados fuera del área de servicio mientras él fumaba un cigarrillo. Allí me preguntó por Sergio, nos contamos brevemente qué tal nos iba, y como siempre, tras terminar el cigarro, le entraban las prisas. Nos despedimos con un buen apretón de manos y cada uno a su coche.

Esperé a que el se marchara y me quedé descansando un poco. Bebí agua y al ponerme en marcha y salir del aparcamiento, un hombre de unos 40 años que estaba con su mujer e hijos, me miraba fíjamente con media sonrisa. ¿Habría sido nuestro espectador o era media coincidencia? Nunca lo sabré, lo único que sabía es que me iba con un estupendo sabor de boca para afrontar las dos horitas que aún me quedaban hasta la capital. 

A la pregunta de: ¿hay cruising en La Gineta? Pues mi respuesta sería que no. Todo lo que pase allí es casual o previa quedada. Las puertas de los baños suelen tener números de teléfono de contactos que indican que allí se folla, pero lo dicho, por mera casualidad que pueda surgir o simplemente, como en nuestro caso, porque habíamos quedado.


8 comentarios:

  1. ¡¡Me ha gustado!! Es bueno leer al fin del ejecutivo tras meses sin poder saber de él. Una vez más he estado día a día tras 1 semana sin ver nada aquí puesto :(, pero finalmente aparece y menuda entrada :P. Sigo pacientemente lo siguiente que a saber qué será.

    Espero que estés bien Marcos :).



    James

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    1. Hola James! Gracias por tu fidelidad con el blog. Están siendo tiempos complicados en lo laboral y no puedo actualizar tanto como me gustaría. Un abrazo!

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  2. Bufff, muy buena entrada.
    Me gustan las historias con el ejecutivo, además de que me siento totalmente identificado. Eso sí, me parece raro q pasando algun día en Madrid por tema de trabajo, llevara una eternidad sin echar un polvo.
    Yo tambien casado y con hijos, y cuando voy a Madrid por tema d trabajo me harto a follar, ya que las opciones son miles y siempre lejos de casa.
    Un saludo y a la espera de tu próximo post.

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    1. Por lo poco que me ha contado, en Madrid está tan hasta arriba de curro que lo que menos le apetece es follar... pero vamos, doy por hecho que alguno habrá caído.
      Gracias por comentar ;)

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  3. Eres una máquina Marquitos!!!
    Despues del festival de pollas que te pegaste en la tienda con John y sus amigos y pegarte una par de corridas, veo q al día siguiente follas ansioso con el ejecutivo. Un artista. Sí señor.

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    1. Sí... luego tengo sequía el resto del año jajaja. UN saludo.

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  4. Que casualidad que el ejecutivo y tu hiciérais el mismo trayecto, a la inversa, el mismo dia.
    Que morbo el haber tenido un espectador anónimo, aunque más que seguramente era el casado de luego.
    Que historia de complicidad y PimPam más chula !!! :-)

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    1. Totalmente, era una ocasión para no desperdiciarla porque nos vemos cada mucho tiempo... Y lo del espectador me/nos puso bastante cachondos a los dos, todo hay que decirlo.
      Lametazos para ti!

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