26 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 38: SERGIO+SANTI=MARCOS

Los días siguientes fueron días bastante enrarecidos. No me sentía del todo cómodo con Sergio, ya que cuando le besaba o nos acostábamos, se me venían imágenes del día con Santi. Y ya no sólo eso, sino que Santi se pasaba los días enviándome mensajes al móvil y debe ser que Sergio estaba un poco harto del sonar de mi móvil, ya que una de estas veces comentó con cierta resignación: "pues si que estás tu solicitado últimamente".

Creo que algo notaba. No era la primera vez que había estado con otro tío desde que Sergio y yo teníamos esa especie de relación, e imagino que el también habría tenido sus escarceos, pero desde que pasó lo de Santi todo había cambiado. Me gustaba seguir estando con Sergio, pero sentía unas ganas irrefrenables de contestar a Santi uno de sus calientes mensajes, irme a su casa y enfundarme su polla en mi boca de nuevo. Para tratar de evitarlo, proponía planes a Sergio y Dani continuamente para estar ocupados y así Sergio parecía estar más contento. Además, tomé la decisión de poner el móvil en silencio e incluso apagarlo cuando estaba con ellos. Santi me escribía unos 4 sms al día, sobre todo cuando estaba cachondo. Eran mensajes bastante calientes y sabía cómo calentarme.

Y lo peor que puso pasar, pasó. Una de las tardes que me fui con Sergio a la caseta de caza, al salir de los pinos, allí estaba Santi: con el pelo engominado, recién afeitado, con un bañador cortito negro, y la camiseta en la mano. Luciendo moreno y lo trabajado de su cuerpo. Sabía perfectamente que estaba allí buscándome. No le  contestaba a los mensajes y Santi sabía que me había comido pollas en la caseta con un amigo, por aquella historia de que se la comimos a su primo lejano. Obviamente Sergio se fijó en él. No era de lo más habitual ver gente de nuestra edad, bien cuidada, guapa y con buen cuerpo. Me pidió ir a cazarle. Por un momento mil pensamientos pasaron por mi cabeza en cuestión de segundos e, indudablemente, no iba a colar decirle que no. Sergio ya sabía el tipo de chico que me volvía loco y Santi correspondía con ese perfil. Miré con descaro a Santi y pude ver su sonrisa pícara, le guiñé un ojo y me di la vuelta con Sergio en dirección a la pinada, buscando un lugar algo íntimo.

Santi no tardó en aparecer. Venía tocándose la polla y la traía contenta. En un momento en el que Sergio estaba más pendiente de tontear con él, le hice un disimulado gesto a Santi llevándome los dedos a la boca en señal de silencio y Santi hizo una leve y casi imperceptible afirmación con la cabeza, seguido a esto, se quitó el bañador y dejó al aire su majestuosa polla, mientras colgaba el bañador en una rama de pino bajo. Se acercó y Sergio no tardó en agacharse para comérsela como un loco. Sin cruzar palabras. Le devoraba su gran polla con muchas ganas, metiéndosela entera. Mientras, Santi me agarró del culo y me plantó un morreo metiéndome la lengua hasta la campanilla a la vez que con una mano me bajaba el bañador y acariciaba mi polla. Me situó a su lado diciendo: "que nos la coma a los dos a la vez". Y allí estaba Sergio, de rodillas, dándolo todo, turnándose con nuestras pollas, mientras Santi me comía la boca y me metía  la punta del dedo en el culo, obligándome a abrir las piernas ligeramente para facilitar la entrada de su dedo. No sabía hasta dónde querría llegar y yo sentía una mezcla de morbo y temor, mientras Santi no paraba de follarme el culo con su dedo, que cada vez entraba más al fondo.

- Vamos a corrernos en su cara a la vez - dijo Santi sacándome el dedo - Yo te pajeo y tu a mi, hasta que le dejemos la cara blanca.

Y allí estábamos con los brazos entrelazados haciéndonos una paja el uno al otro como cuando éramos adolescentes. El ritmo empezó a acelerarse, mientras Sergio esperaba la leche con ansia al mismo tiempo que se pajeaba. Primero se corrió Santi y luego yo. Al poco de notar como la leche caliente impactaba en su cara, Sergio no tardó mucho más en echar al suelo varios chorros de leche.

- ¿Tienes pañuelos? - se dirigió Santi a Sergio, forzando a Sergio a darse la vuelta para buscarlos en la bandolera.

Mientras Sergio buscaba, me susurró al oído:

- ¿Es este tu noviete? Imagino que te has hecho el loco porque no sabe de nuestro encuentro, ¿no?

En ese momento Sergio le ofreció un clinex, nos limpiamos todos y Santi se marchó con un "hasta luego, tragoncentes".

Sergio estaba emocionadísimo. Le había encantado el chico. "Para qué queremos más", pensé yo, inmerso en una mezcla de nervios y placer que pocas veces había experimentado.

P.D. ¡Felices fiestas!

3 comentarios:

  1. Oh oh! Yo no aguantaría los nervios, me temblaría la voz o me pondría torpe.

    (Imaginándome la polla de Santi... babeo)

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  2. Simplemente buenísima historia.
    Yo también babeo con la majestuosa poya de Santi

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  3. Pues yo no babeo por la polla de Santi.
    Santi me pone nervioso.

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