26 de enero de 2015

CAPÍTULO 108: LA SÚPER PANDI DEL REBOLLO Y EL CHULAZO QUE ALIMENTA

¿Quién no ha tenido alguna vez un grupo de amig@s con quienes salir a tomar algo o de fiesta? Las pandillas han sido algo común en las vidas de la mayoría de los adolescentes de todo el mundo, comienzan formándose pequeños grupos en el colegio por afinidades, que tenderán a mantenerse con ligeros cambios en el instituto y que cambiarán radicalmente en épocas futuras (o no, de todo hay). Ha habido pandillas de todos los tipos: pandillas de malotes, de canis, de gente sin etiquetas... Incluso cuando nos vamos acercando más a la treintena y estamos más lejos de aquellos veinte años, continuamos saliendo en grupos más grandes o más pequeños. A fin de cuentas, es la historia del hombre y la socialización del ser humano. 

Claro que, no iba a ser menos, también existen las pandillas o grupos formados por chicos gays. Aquí hay submundo completo de diversos tipos de pandillas: normalmente los chicos más femeninos o con ciertos rasgos obvios de feminidad tienden a agruparse, al igual que los osos, chasers, los musculitos, los que van de machos y un largo etcétera. Hasta aquí todo bien: dicen eso de que para los gustos se han hecho los colores. Cada cual elige con quién sale y qué hace para divertirse. Eso sí, jamás creí que llegaría el día en el que vería durante un eterno mes a una pandilla de cruising por El Rebollo. Y es que una cosa es que vayas buscando tema en pareja o incluso en trío y otra cosa es una pandilla de 7 u 8 tíos hechos y derechos haciendo el canelo en estos lugares. Lugares a los que uno va a ligar, a follar, a disfrutar de un buen rato, de un masaje... No a hacer el tonto, a espantar a gente y a conseguir que todos te acaben odiando.

Esa es la historia de hoy: la de la Súper Pandi

Sergio, Dani yo conocíamos a todos los componentes de la súper pandi de vista, de haber cruzado alguna palabra con ellos al verte todos los días, de haber hablado por aplicaciones de móvil... pero siempre por separado. Me refiero a otros veranos, hasta ese no habían ido en pandilla. Este grupo de chicos quedaban siempre en la playa e iban llegando poco a poco, supongo que según se agruparan en coches para llegar a su destino. Llegaban a formar un grupo numeroso y, habitualmente, daban la nota bastante: haciendo juegos, llevando colchonetas inflables de lo más llamativas (un grupo de gays con un inflable para el agua con forma de cohete, la gracieta estaba servida) o hablando a todo volumen haciéndo ránkings de los chicos de la playa. Hasta aquí todo normal: ¿qué de malo había en un grupo de chicos que habían quedado para disfrutar de un divertido día de playa? 

Durante la mañana, como siempre, prácticamente nadie se adentraba en la pinada en busca de tema porque no lo habría, o lo que habría, no sería particularmente interesante. Y, para ser sinceros, en un día de pleno sol a partir de las 12h no hay quien aguante dentro de la pinada con el calor insufrible que allí se acumula. Me decidí a buscar tema por la tarde, para ir a lo seguro y evitar perder tiempo. Tras dar unos cuantos rodeos por la pinada, de ver a la gente habitual, a curiosos y a las nuevas caras, me topé con él: un chulazo que rondaba los 30 con un pequeño bañador negro adherido al cuerpo que poco dejaba a la imaginación... Ya sabéis, este típico tío de revista cachas que me vuelve loco, quizá el único defecto que le encontraba es que era bastante más bajito que yo, pero hasta la barba y el vello en el pecho le daban un aire de masculinidad que alteró mis hormonas por completo. Tenía un culazo bastante apetecible, pero a simple vista y sin cruzar palabras es muy difícil saber si le gustará más meterla o que se la metan. Cruzamos un par de miradas al encontrarnos de frente y cuando nos pasamos, nos giramos y volvimos a encontrarnos en nuestras miradas, con una leve sonrisa por parte de ambos. 

Cuando estaba tan sumamente claro que entre ese chaval y yo iba a pasar algo, comenzó a escucharse cierto alboroto en la pinada. No es que sea un sitio silencioso, pero era un tipo de alboroto no muy común por la zona. Unas algaradas de un grupo de chicos que venían haciendo el subnormal desde la playa. En el momento en que les vi no me sorprendió nada que fueran ellos: la súper pandi de la playa venía ahora en tropa de cancaneo a la pinada. La gente comenzó a mirarse, a poner caras de... ¿qué pasa? ¿A qué viene esto? Mientras la pandi ya se encontraba en pleno centro de la zona de cancaneo: el chico del bañador slip blanco, a juego con el tono de su piel, el moreno fibrado de bañador rojo, el desgarbado de bañador short verde y así hasta completar el sexteto que venía de juerga. Y, claro, para el colmo de mi suerte cuando observaban la escena en la que el chulazo y yo nos debatíamos sobre qué hacer y dónde hacerlo, se fijaron en el chulazo y pusieron su radar en él.

La súper pandi se separó, como si tuvieran perfectamente pensado qué hacer, en dos pequeños grupos, para ver quién daba caza antes al chulazo, que empezó a huir de ellos como de la peste. Lo que pasa que cuando tienes a un grupo de 6 personas tratando de hacer lo imposible por ligarte, resulta difícil y cansado encontrar un sitio donde no te puedan seguirte ninguno de los seis. El chulazo comenzó a andar deprisa mientras me hacía señas de la forma más disimulada posible para que le siguiera. Y, bueno, tengo que decir que habría estado muy curioso poder haber visto aquella escenita esa tarde desde el aire: el chulazo y yo tratando de encontrar un sitio donde hacer algo, y la pandillita saliendo inesperadamente a nuestro encuentro continuamente. Empecé a encabronarme porque era TAN obvio que ninguno queríamos nada con ellos que solo nos faltaba plantarnos y tener una situación un tanto incómoda o violenta con ellos. Pero claro, no conocía de nada al chulazo para saber si iba a apoyarme o no, a pesar de que su cara reflejaba un cabreo monumental. 

Quizá por nuestras caras de cabreo o porque al final pensábamos haber conseguido despistarles, nos encontramos en un altillo que hay según se accede a la zona de cancaneo desde la playa, subiendo una pequeña cuesta. Es un sitio alto que tiene vistas de todo El Rebollo, no especialmente discreto, pero sí libre de la pandilla. Allí estábamos los dos, sudando como pollos, mirando al mar totalmente parados y recobrando aliento gracias a la brisa que siempre corría en ese altillo. El chulazo se acercó a mi:


- Parece que por fin logramos encontrarnos...-dijo, medio sonriendo.
- Sí, se nos ha puesto difícil, tío. -respondí.
- Vaya plastas, ¿los conoces? -preguntó.
- De vista de la playa, les mola dar la nota parece. -comenté.
- Pues yo tengo unas ganas de que me coman la polla que flipas...-dijo pasándose la mano por encima de su paquete, estrujándolo al ver como bajaba mi mirada.
- Y yo tengo un hambre que no veas. -dije pasándome la lengua por los labios a la que clavaba mi mirada en su polla, que acaba de salir del bañador. 

Nos fuimos a la parte izquierda del altillo a una zona que está levemente más resguardada, pero perfectamente visible si alguien venía. Comenzamos a comernos las bocas, con mucha lengua, no eran besos profundos sino más bien juego de lenguas en el aire, como una especie de lucha de sables en el aire. Después, empezamos a magrearnos las tetas, a comernos los pezones, el cuello y a terminar con los bañadores colgados de una rama de pino. Nos abrazamos de frente, juntando nuestras pollas, mientras seguíamos con aquella particular lucha de lenguas que nos la ponía durísima a los dos. Seguí magreándole las tetas y los abdominales, a vez que el con su mano derecha juntaba las dos pollas y las pajeaba a la vez, provocando en ambas que empezaran a estar babosas de la excitación que teníamos.


- ¿No decías que estabas hambriento? -propuso, como quien no quiere la cosa.

Lo capté y clavé las rodillas en el suelo poniéndome frente a su polla: un rabo no circuncidado de unos 18 cm, con grosor muy proporcionado y una base de un buen par de melocotones, que fueron lo primero que me empecé a comer. Llevaba los huevos y la polla depilada, y el pubis recortado, que es justo como lo llevo yo siempre y como más me gusta y me pone. La facilidad y el gustazo de comerte una polla sin pelos de por medio que estorben. Me metí su polla en la boca y empecé a saborearla con mimo, sabía a salitre del mar y prácticamente conseguía metérmela entera en la boca, disfrutando de cada centímetro y pasando mi lengua bien húmeda por cada milímetro de su rabo, mientras el tío no paraba de gemir. Era una polla muy dura con las venas muy marcadas, tanto que podías recorrerlas con la lengua hasta que llegabas al capullo para succionarlo. Como todo no podía ser tan perfecto, cuando nos quisimos dar cuenta, teníamos a la súper pandi rodeándonos convenientemente contemplando la escena y esperando, quizá, una invitación... la cosa es que no hacían más que cuchichear. Como las ancianas del público de Sálvame, exactamente igual. 

Tratamos de seguir a lo nuestro, de forma que el chulazo me cogió la cabeza con las dos manos y comenzó a darme una buena follada de boca, con caña, de las que a mi me gustan y que me excitan muchísimo. Me estuvo follando la boca a saco durante algunos minutos hasta que preguntó:


- ¿Dónde quieres que me corra, tío?
- En el pecho, dámelo todo en el pecho. -dije, totalmente deseoso de obtener mi premio.

En ese momento, me incliné hacía atrás y el hacía delante y con una paja bastante rápida me bañó el pecho de su leche grumosa, profiriendo unos gemidos bastante audibles. Me limpié con un pañuelo y al ver que la tenía totalmente  dura se puso de rodillas. Yo pensaba que me la iba a chupar, pero lo que hizo fue pajearme intensamente y dejar que mi leche se derramara en el suelo. Miraba con mucho morbo y deseo la lefa saliendo de mi capullo, dándome la sensación de que si por el hubiera sido la habría recogido con la lengua, pero quizá era solo morbo. 


- ¿Ya habéis tenido suficiente? -les espetó a la súper pandi, que ya partía en desbandada.

Nos pusimos el bañador y nos sentamos en aquella especie de mirador a charlar un rato. Acabamos intercambiando números de teléfono, ya que no solía ir a menudo por allí...

Lo malo es que el resto del verano fue así, día tras día, con la puta súper pandi

6 comentarios:

  1. Vaya, vaya, menuda panda de estorbones. Pensé que ocurriría algo con ellos pero al final solo han estorbado :/. Me ha encantado leer el encuentro con ese tío y lo que has hecho, fácil y morboso y encima con esa descripción de rabo :P.

    No paro de esperar el siguiente relato a ver si ocurre algo "inesperado" jajajaja, ya que he leído algún comentario tuyo diciendo que "más cosas van a ocurrir" A saber qué será... u.u



    James

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    1. Creo que salvo con uno de los miembros de la pandilla, nunca habría tenido nada con ninguno de ellos. Y ya no solo por el físico, sino porque mi imagen de ellos se vio muy alterada por el comportamiento tan infantil que tuvieron aquellos días. Y como yo, te puedo decir, que muchos de los habituales de la zona.

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  2. Esta debe ser la versión playera de las cuchipandis de nenazas que vienen a joder a los sexclubs...

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    1. Pues seguro que sí, está claro que acaban invadiendo todos los sitios! ;)

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  3. Ufff... esto parece casi un relato de terror, si no hubiera sido por la parte del encuentro sexual.
    No soporto la pandillas, ni superpandis, ni cuchipandis ni pandiguays. Todo lo que empiece por pandi o lo contenga me produce urticaria, jajajaja...
    De ligoteo/perreo siempre cazo, o mejor dicho me dejo cazar, solo, y si una vez cazado se añade alguien, bien.
    Me encuentro en tu situación y muy posiblemente me hubiera ido, y para otro dia posiblemente cambiado de sitio y de horario.

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  4. La cosa es que veía tan claro que entre el chico y yo podía pasar algo y me atraía tanto, que no quería darles el gustazo de arruinarnos el encuentro; que a veces pienso que es lo único que pretendían. Y cambiar el horario aquí en esta playa es complicado, si vienes a otras horas que no sean las centrales el tema se pone complicado...

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