5 de octubre de 2015

CAPÍTULO 131: UN FINAL PARA LA HISTORIA DE MARIO

Hacía bastante tiempo desde que asumí que nunca podría escribir una entrada como esta, que aquella historia había muerto de forma natural por las razones que fueran y que esas razones nunca llegarían a nuestro conocimiento. Tras por lo menos cuatro años, ¿quién nos iba a decir que íbamos a poder escribir un 'continuará' o un final? Absolutamente nadie. De hecho, tras pasar del deseo de volver a encontrarnos con él, atravesamos una racha de cierta obsesión y búsqueda, para pasar a la etapa de las conjeturas sobre lo que habría sido de él, para terminar con una real indiferencia

Y justo es ahí, en la etapa de la indiferencia y del olvido, de la superación de algo que podría haber sido y nunca fue, cuando ya te acaba dando igual, justo es ahí cuando ante nuestros atónitos ojos su coche vuelve a aparecer en el aparcamiento del Moncayo cuatro años después. 

Una encapotada tarde del mes de agosto, de uno de los más calurosos que se recuerdan, decido irme con Sergio a la playa del Moncayo. Han puesto más chiringuitos donde tomar algo y escuchar música, tanto que desde donde extendemos las toallas pasado el hotel, aún se escuchan algunos ritmos de la música chill que reproducen todas las tardes. La playa está más llena que otros años, parece que la gente apuesta por la costa levantina para pasar las vacaciones y los alrededores del hotel están totalmente colapsados, pero como nosotros nunca nos ponemos ahí seguimos avanzando hasta la rampa de madera por la que subimos a la Caseta del Moncayo. Extendemos la toalla aprovechando la sombra de un letrero de madera que no indica nada porque el intenso sol de las mañanas ha borrado, un año más, las indicaciones e información de la pinada que deja a su espalda. Y como dos niños pequeños, tras dejar las mochilas y las camisetas en las toallas, corremos al agua para sofocar el calor que acumulan nuestros cuerpos tras la caminata hasta esta zona de playa. Nos acordamos en ese momento que hay rocas en el mar y que tenemos que ir unos 10 metros a la derecha para poder bañarnos sin riesgo de chocar y hacerte daño con una de esas grandes rocas. Empezamos a hacer el moñas en el agua, jugamos a hacernos aguadillas, a luchar entre nosotros y con el roce se nos ponen los rabos duros. Nos empezamos a sobar las pollas dentro del agua y a comernos las bocas, pero en ese momento nos damos cuenta de que no estamos en el Rebollo y de que hay ciertas cosas que en esta playa no se deben hacer a plena tarde. Nos gusta mucho la playa del Moncayo, pero lo cierto es que para guarrear hay que meterse a la pinada y a las dunas, como se ha hecho siempre. Nos sobamos un poco más los rabos y lo dejamos estar para que vuelvan a su tamaño normal y poder salir sin recibir miradas de asombro o reprobación. Salimos del agua para colocarnos frente a las toallas mirando hacia la caseta, que es de donde viene el sol por las tardes y el que nos seca y nos broncea; junto con el ligero viento de levante que corre estaríamos secos en poco más de 20 minutos. Al mirar hacia arriba nos damos cuenta de que hay movimiento de gente en la pinada y en los caminos de pinos, así que recogemos nuestras cosas y subimos por donde siempre: rampa de madera, camino de la derecha dejando las ruinas romanas a nuestra izquierda, bajamos y cogemos el primer camino a la izquierda para subir. Es un camino estrecho, de arena, pero por el que se anda bien. Según vamos avanzando el viento de levante se va parando y el calor empieza a ser insoportable, estamos a 33º con un valor de humedad importante y característico de la zona. Llegamos a una zona arbolada y descansamos 3 minutos para beber agua, continuamos por el secarral y cogemos el camino de la izquierda (la mayoría de la gente sigue recto para subir directamente a la propia caseta), salimos al camino central, que debe ser una especie de cortafuegos o camino para vehículos de emergencia, y seguimos subiendo hasta que llegamos arriba. Nuestro camino nos deja en plena zona de cruising y ya vemos a los primeros tíos. Seguimos en dirección Torrevieja y solo vemos gente adulta, demasiado adulta, y los que son de nuestra edad no nos convencen. Vemos también a muchas caras conocidas, de los de siempre. Imaginamos que nosotros también debemos ser de "los de siempre", ya que encontramos sonrisas de complicidad, algún saludo y algún ofrecimiento de polla. 

Decidimos irnos a la caseta para refugiarnos un rato a la sombra que ofrece en su mirador hacia el mar. Justo cuando terminamos los caminos de pino bajo y rocas, echamos un vistazo al aparcamiento y vemos varios coches, unos cinco o seis. Me paro en seco, atónito:

- ¿Qué pasa, Marcos? -pregunta Sergio.
- Fíjate en ese coche que está al lado de la caseta, ese Peugeot...-indico.
- ¿No es el coche de...? -parece querer indicar Sergio, con cautela.
- De Mario, sí -termino de completar su frase.
- Mario -dice Sergio, ya con la mirada perdida.

Es ese momento que dura pocos segundos, pero parecen minutos, en el que te empiezan a pasar ideas fugaces por la cabeza: ¿será realmente él? ¿No será? ¿Será un coche igual? Y si es, ¿cómo será el reencuentro? Nos ponemos algo nerviosos, fíjate tu a estas alturas, pues sí, los nervios no se pierden nunca en según qué situaciones, y doy un paso al frente. Nos acercamos con toda la normalidad del mundo al mirador de la caseta dejando el coche a nuestra izquierda, lo miramos y vemos al tío con gafas de sol que aguarda en su interior mirando el móvil. Sí, estamos al 90% convencidos de que ese tío es Mario. No nos mira, no nos ve, está pendiente del móvil y no sale del coche. Eso me deja un tanto perplejo: el Mario que nosotros conocíamos no perdía tiempo en el coche y mucho menos en el móvil. Mario pasaba del móvil y pasaba de quedarse encerrado en el coche, no era de esos. Era de acción. Nos quedamos frente a su coche, en el mirador, manteniendo las distancias. Alza la vista y nos ve. Llega el momento.

Pero no. No sale. Pasa de nosotros o no se acuerda. ¿Concedimos importancia a algo que quizá no la tenía para él? Entonces no me cuadrarían muchas cosas de las que ocurrieron en su momento. Pensamos en que como hay ancianos cerca quizá prefiera algo más de intimidad, así que nos vamos de nuevo a los senderos para ver si pasado un tiempo nos sigue. Nos mira, pero no hace nada. Así que nos vamos más hacia dentro. Pasados unos minutos no viene nadie y decidimos volver. Ya no está en el coche. Está en la pinada de abajo haciéndoselo con uno "de los de siempre", con un cuarentón que no es nada del otro mundo. Le veo la polla y me convenzo: sí, ese tío que pasa de nosotros y ni nos saluda es Mario. Se corre, se monta en el coche y se va. Rápido, como siempre, la familia espera en casa.

Sergio y yo nos quedamos contrariados, perplejos y decidimos marcharnos al chiringuito de la playa a tomar algo de relax. Intercambiamos pensamientos, dudas, reflexiones. Esto nos ha dejado de piedra, tras tanto tiempo... 

Al día siguiente decidimos repetir el plan: volvemos a la playa del Moncayo, al mismo sitio del día anterior, y esta vez tenemos que tumbarnos pasada la pasarela de madera porque la sombra del cartel está ocupada por una pareja. Pareja o apaño, no sabemos: un chico de unos 30 años, unos 110kg, con un morito de unos 19 años fibrado y guapo. No se les ve muy unidos, parece que se hacen compañía y cuando se calientan un poco, recogen y se van hacia el hotel. Nunca más les volveríamos a ver, pero el morito empalmado bajo el bañador parecía tener una buena estaca. No nos apetece subir a la caseta con el calor, así que nos ponemos un altavoz bluetooth pequeño con música y nos quedamos un buen rato hablando. Veo que por la pasarela de madera baja un tío cachas morenazo con gafas de sol y tatuaje. Nos damos cuenta de que es Mario. Le miramos, nos mira. Repetidas veces, pero decide poner rumbo a Guardamar y se marcha, girando la cabeza varias veces. ¿Qué coño pasa con él? La situación me cabrea, pero Sergio intenta calmarme. Pasamos a las dunas y me la chupa hasta que me corro detrás de las ruinas romanas. Cuando estoy cabreado es la mejor manera de sofocarme...

A la mañana siguiente teníamos varias tareas que hacer, los típicos recados: que si ir a la compra, a por el pan, a echar la primitiva... ¡Bingo! Las casualidades que en el pasado nos unieron a Mario, vuelven a repetirse: nos damos de bruces en la Administración de Lotería, el sale camino a su coche, aparcado en doble fila, y nosotros entramos. Nos miramos 40 veces, pero no hay saludos. Tengo una sensación que le transmito a Sergio.

No somos de ir al Moncayo por las mañanas, porque no suele haber nada y hace muchísimo calor, pero ese día tengo un pálpito. Así que echamos la primitiva que jugamos los 3 amigos y cojo el coche con Sergio rumbo al Moncayo. Aparcamos y 2 minutos después entra Mario con su coche. El pálpito no me había fallado. Esta vez no dejo nada a la casualidad y me dirijo con firmeza a su coche, necesito saludarle, saber qué ha pasado... Mario sale de su coche y viene directo a nosotros. Joder, qué fuerte está. Va más al gimnasio que antes, eso desde luego, si me dijeran que casi cumple los 50 nadie se lo creería. No aparenta más allá de 40, ni por arrugas, ni por falta de pelo, ni nada de nada. Tiene un cuerpo que yo firmaría ahora mismo por mantener con esa edad, firme, fibrado y bien cuidado. Sin artificialidades. Nos damos un buen apretón de manos y empezamos a charlar. Hacemos breves referencias a los días anteriores, pero sin reproches. Se acuerda perfectamente de nosotros: nuestros nombres, edades, procedencia, profesiones. Todo. Recuerda todo, pero quiere hacerse el interesante y el curioso. Como las primeras veces, como si toda aquella confianza ganada años atrás hubiera quedado en la nada y ahora habría que empezar desde el principio, a reconstruir todo. Nos comenta el por qué de su ausencia en estos años, pero no quiere dar detalle. Quiere llevarnos a la pinada, mira el reloj y nos dice que no tiene mucho tiempo, pero que quiere recordar aquello que teníamos. Nos lleva a un sitio que le gusta y se desnuda completamente. Buffff. Esa polla que tiene no es normal, es tan ídilica, tan de peli porno de las buenas, que cuesta creérselo. Bien proporcionada: unos 20 cm con una anchura proporcionada, descapulla perfectamente y tiene un capullo para lamer como si de un chupachús se tratara. Nos hemos encontrado con muchas pollas a lo largo de estas historias, pero ninguna como esta. Ninguna. 

Nos quitamos las camisetas, pezoneamos un poco entre los tres y clavamos las rodillas en aquel suelo mitad arenoso, mitad lleno de hojas de pino que se clavan. Se la empezamos a comer a dúo, haciendo aquello que tanto le gustaba, que tan loco le volvía y ya tenemos un buen público con los sables fuera mirando la escena. Su rabo sabe tan rico como lo recordábamos y el gime con esa masculinidad y hombría de la que se siempre ha hecho gala. Recuerdo el por qué de nuestra leve obsesión con él y el parece recordar el por qué de la suya. Se corre como una fuente en nuestros pectorales, se limpia, sonríe y nos cita para el jueves en las dunas. Ahora se va, la excusa de hacer recados ya se le queda falta de tiempo y la señora espera en casa. A pesar de que tengo la mandíbula casi desencajada, me fijo en el bañador de Sergio y veo que aparte de tenerla dura, lo tiene mojado. El pobre, hace días que no se corre y yo tengo más ganas de rabo. Así que vuelvo a clavar las rodillas, le agarro de la cintura, le bajo el bañador y me meto en la boca aquel rabo que también me fascinaba. Se la mamo mientras con mi derecha me pajeo a mí mismo y debido al estado de excitación nos corremos en poco menos de dos minutos. Sergio me echa la leche caliente en la boca y yo me corro en el suelo. Nos limpiamos y nos vamos a tomar el sol y a bañarnos. Sigue haciendo mucho calor.

A pesar del buen rato que hemos pasado en el esperado reencuentro con Mario, hay cosas que no nos han terminado de cuadrar. No hemos establecido esa conexión de hacía años, faltaba algo. Algo había cambiado. No obstante, esperamos con ansias la cita del jueves y allí, en la misma playa por la que le vimos bajar tardes atrás, le esperamos. Sergio se baña y yo espero en la playa: es puntual, aparece a la misma hora a la que aparecía años atrás. Se da un baño con Sergio, se secan hablando conmigo después y subimos a la pinada buscando un sitio discreto, a nuestra petición. Lo encontramos, extendemos dos toallas y los tres nos quedamos totalmente desnudos. Por primera vez en nuestros encuentros nos coge de las pollas y estamos un rato pajeándonos los tres. Empiezan sus preguntas morbosas, esas que creía haber dejado enterradas años atrás: ¿os coméis muchas pollas por Madrid? ¿Folláis mucho por allí? Quería que le contaramos cosas con detalle y esos detalles se la ponían aún más dura si cabe. No aguantamos más la tentación y se la empezamos a mamar a dúo, mientras el nos cuenta experiencias que ha vivido en estos años. Y nos sorprende con algo:

- Estoy explorando mi lado más pasivo, creo que estoy cambiando de rol -dice.

¡No! ¡Tu pasivo no, por dios! ¿Qué está pasando? ¿Activos al borde de la extinción más absoluta? Esos pensamientos pasan por mi cabeza según habla y mientras Sergio y yo seguimos lamiendo ese pollón como dos perros que llevan días sin comer. Nos cuenta que hasta ha probado la doble penetración y eso ya me descoloca. De hecho, se fija en mi cara de extrañeza y arquea una ceja. En ese momento deja de hablar. Su insinuación para que le diéramos por el culo en ese momento ha caído en saco roto y lo sabe. Hace 4 años dejamos a un Mario con poca experiencia y 100% activo, que era el que nos volvía loco, y ahora nos encontramos a un versátil que busca morbo en prácticas más arriesgadas, que tampoco voy a detallar. 

- ¿Os apetece que nos subamos arriba y nos lo montemos delante de la gente para que les corroa la envidia de nuestras pollas y cuerpos? -dice.

Sergio me mira con cara de póker. Sí, a Mario siempre le había dado morbo ser visto, pero a nosotros no nos apetecía y Sergio le contestó que estábamos bien ahí, que si eso otro día. Pero Mario quería otra cosa. Este ya no era nuestro Mario. Este Mario era distinto. Una versión renovada, como si pasas de Android a iPhone, de Windows 7 a Windows 10, con sus mejoras y sus inconvenientes. Y buscaba cosas que quizá nosotros ya no podíamos/queríamos darle. Se acordaba con detalle de nosotros, sí, más de lo que quería admitir, pero no quedaba ni rastro de aquella complicidad que nos unió en el pasado. Ni la más mínima gota. Hasta tal punto que se le bajó el empalme y con la excusa de querer un cigarro y no tener fuego nos dejó allí desnudos, se despidió con un "hasta pronto" y un choque de manos y se subió a la Caseta en busca de nuevas conquistas. La ira me invadió, empotré a Sergio contra un árbol, le abrí de piernas, le comí el culo con ansia y hasta el fondo y me lo follé a pelo hasta que me corrí. A fin de cuentas, formaba parte del pacto. Sergio no abrió la boca ni para quejarse, gimió y se corrió casi sin tocarse, dejando el tronco de aquel pino lleno de su leche:

- Me asusta cuando te dan estas reacciones, pero me ponen muy burro. Y lo peor es que lo sabes -me dijo mirándome con ojos de enamorado.

Recogimos nuestras cosas y subimos arriba. Mario seguía por allí, con su llamativo bañador amarillo, se acercó a nosotros y nos dijo que aún le quedaban vacaciones hasta el domingo, por si nos apetecía vernos de nuevo. Asentimos, chocamos manos y nos despedimos. Nos despedimos definitivamente. Quizá el no era consciente, o sí, ya no sabía ni qué pensar. Pero nosotros llegamos a la conclusión de que era el momento de cerrar esa puerta para siempre, para no pasarnos otros meses pensando en qué podría ser. Tan siquiera me molesté en recordarle mi teléfono. Y tan siquiera nos molestamos en volver a coincidir con él en el tiempo que le quedaba. Que disfrute de sus escarceos y que encuentre con quién tener esos nuevos morbos que ahora añoraba. Y si alguna vez nos volvemos a ver, pues estaremos encantados con lo que surja entre nosotros, pero no nos pasaremos pensando en ello meses, ni en sus falsas promesas. 

El final se había escrito, aunque no fuera el que habríamos deseado, el final había quedado grabado.


12 comentarios:

  1. Hola Marcos, a mi me ha pasado algo similar. Hay veces en las que segundas veces no funcionan. Por cierto, voy a tener que volver a leer capítulos anteriores porque me estaba preguntando ¿Qué sois Sergio y tú? ¿Pareja? ¿Pareja abierta? ¿Amigos íntimos con todos los derechos? (esto último, si es así, lo envidio ajajja)

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    1. Mi historia con Sergio es complicada, léete entradas anteriores para entender bien la historia hasta el momento por el que voy en el blog. Por entonces, no éramos oficialmente más que los mejores amigos del mundo con derecho a todo el roce que quisiéramos. La cosa es que Sergio estaba muy pillado por mí, quería una historia bonita de amor idílico, pero para mi no era el momento. Esto así, en resumen :P

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  2. ¡¡Uuh!! Ya me había olvidado de Mario. Estas cosas pasan y solo quedan como recuerdos del pasado. Me he quedado mal por no haber continuado con el final de la anterior entrada. ¡¡Vuelve pronto y sigue con ello Marcos!! Gracias por esto.



    James

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  3. Por fin solucionas el misterio Marquetes! Leyendo las historias de Mario anteriores y esta uno se da cuenta de que ese tío os causó algo más que un simple polvo, y vosotros a el tambien... ¿Nunca os habéis planteado que quiza desapareció pq se pilló por vosotros? Una persona casada y tal... no me extrañaría nada, eh? Al final el tiempo todo lo cura...
    X cierto, me han dicho que han cerrado la caseta del moncayo, ¿es verdad?

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    1. Bueno, cerrar lo que se dice cerrar, no. Hace unos 10 días tapiaron las ventanas y las puertas de la caseta. Era algo que se veía venir, imagínate que a alguien dentro se le viene el techo encima: denuncias al Ayuntamiento, juicios... La casa cada vez estaba en peor estado y cada vez más llena de mierda. El cruising sigue funcionando, ya prácticamente nadie hacia nada dentro de la casa, solo los más guarretes...

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  4. Hay que aceptar que todo el mundo evoluciona.
    Para bien o para mal, pero el cambio es constante. Y a veces el cambio es bueno. Otras veces no.
    También depende de la perspectiva.
    Lo que no resulta casi nunca bueno es, constatada la evolución, intentar revivir la experiencia de vida pasada.
    Suele ser frustante, evidentemente.

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    1. Y tanto que fue frustrante, pero por ambas partes quisimos reeditar lo que un día fue... Por un lado, en realidad, fue mucho mejor de esta manera. Todos desengañados, quedándanos con lo bueno del pasado y siguiendo hacia delante sin darle vueltas al asunto.

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  5. Tengo envidia sana al ver lo claro y preciso que eres capaz de relatar las historias...serias un gran periodista. A mi escribir un post coherente me llevaria dias! Por un lado yo tengo ya unas cuantas experiencias sobre esos hombres por lo que te obsesionas y desaparecen...no voy a alargarme contándolas pero en resumen si eres alguien más sensible de la cuenta son lo peor que te puede pasar...doblemente patetico cuando son heteros y sabes que no puedes hacer nada por muy simpáticos que sean contigo...son heridas que quedan de por vida tu al menos has tenido la suerte de cerrar capitulo y borrar la incertidumbre... Lo que no entiendo muy bien es el porqué de tu decepcion: es porque queria hacer esas prácticas arriesgadas si o si, o es simplemente por ser pasivo? Yo creia que tu eras versátil total...para mi que soy pasivo total seria un chasco pero si tuviera la suerte de estar con un tiazo como Mario le propondria juegos o algo alternativo que pudiera satisfacernos a los dos...

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    1. La decepción no fue únicamente por su cambio de rol, fue un conjunto de cosas y un conjunto de cambios... Es como si unos cuantos años después no conociera a la persona que tenía delante, como si la hubieran actualizado y renovado completamente. Era una persona distinta, de ahí mi decepción. También influyó el cambio de morbos. El cambio de rol es más secundario y a pesar de que sí, soy versátil total, con los tíos con los que repito lo hago por una razón y en el caso de Mario era por ser un auténtico activazo, de los que cada vez quedan menos. Así que cuando, entre líneas, nos pide que le demos por el culo los dos, a mi se me cae un mito y es la gota que acaba de colmar el vaso de los desprópositos vividos en la historia que cuento... Aparte de sus incoherencias como persona, lo entendrás mejor siguiendo los links a las 3 historias con él que conté hace tiempo. De querer volvernos a ver, de decirnos que en el caso de no poder hablar nos pilláramos las vacaciones en agosto para coincidir, y mil cosas más, a desaparecer sin dejar rastro más de 4 años... Espero que así me puedas entender mejor.

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  6. Me encata la profundidad de tu escrito.

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    1. Gracias! Le he echado un vistazo a tu blog y también veo que eres muy profunda describiendo tus sentimientos y vivencias. ¡Un placer leerte!

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