CAPÍTULO 133: LOS MORBOS DE 'HETERO27'

Lo cierto es que cuando me desperté aquel día lo hice sin ganas de pasarme un día entero en la playa, a pesar de que por lo general me encantaba hacerlo. No obstante, como a veces dicen: lo poco gusta y lo mucho cansa. Así que cuando Dani y Sergio vinieron a buscarme les dije que prefería quedarme y que se fueran ellos a pasarlo bien, que si tal, me uniría por la tarde. Mis padres se bajaron también a la playa y me quedé solo en casa. Como ya dije en una ocasión: cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo. Así que sí, aquella mañana me aburría. No había querido irme a la playa y me aburría. Tardé poco en meterme al chat de cruising de Alicante y menos aún tardé en empezar a hablar con hetero27, vaya por delante que no suelo creerme esos nicks que la gente se pone solo para dar morbo a los demás, aunque es cierto que en ocasiones hay excepciones. 

Me gustan los tíos que se definen de esa manera, aunque lo de 'hetero' sea una excusa o no siempre sea verdad, el hecho de que un tío me diga cosas como que está totalmente fuera del ambiente, que no tiene nada de pluma, que es masculino y varonil son todo puntos extra que me van calentando. Claro que, en ocasiones, a la hora de quedar te das cuenta de que todo era falso y ese 'cero pluma' pasa a ser 'un poquito, pero trato de controlarme de forma evidente'. No era el caso de hetero27, o al menos él insistía en que no lo era. Nos pusimos la cam, sin dar nuestras caras, y nos enseñamos los torsos. Ambos buscábamos lo mismo y parecía que lo habíamos encontrado. Un cuerpo currado de gimnasio y totalmente depilado, con unos buenos brazos fuertes y bronceado de los días en la playa. Vivía en una urbanización en la que ya había estado antes. Así que cuando me dio la dirección de aquel lugar, desconfié bastante. Se trataba de aquella urbanización a la que había ido en mis inicios en el mundo del cruising, en la que me citó aquel chico, Carlos, con el que me lié en el parque Alfonso XIII y que nunca apareció. A pesar de que habían pasado varios años desde aquello, recordaba mi viaje a la urbanización en aquel autobús de la muerte que tardaba la vida en recorrer unos pocos kilómetros, que en coche no te llevarían más de 10-15 minutos. También recordaba bien esa urbanización construida casi exclusivamente para extranjeros que pasaban aquí los veranos o que se trasladaban aquí una vez alcanzada la jubilación, en su mayoría ingleses y alemanes. Todas las calles eran iguales, la estructura de las casas también y tan solo había un pequeño supermercado regentado por una señora que, más o menos, conocía a toda la urbanización. Hetero27 se quedó un poco contrariado cuando le conté la historia de mi mala experiencia con la urbanización y le hice saber que aún más desconfiaba de que no quisiera darme el número de teléfono, según él, porque tenía novia y quería evitar problemas. Sin embargo, la ocasión ahora era distinta: ahora tenía coche, no tardaría más de un cuarto de hora en comprobar si aquel supuesto hetero cachas realmente quería darse un revolcón conmigo o simplemente se trataba de un tío con sus curiosidades que quería hacerse una paja online. La cosa es que el chaval me ponía y aunque se ponía hacer posturitas estúpidas frente a la cam para ponerme caliente, tenía curiosidad por ver qué podría salir de aquel encuentro. Lo que me acabó de convencer fue verle el paquete: se puso de pie frente a la cámara y me dejó ver esos calzoncillos tipo boxer blancos ajustados y como un pollón duro y venoso se marcaba a través de ellos.

- ¿Vienes y te la comes? ¿O aún te piensas que estoy de vacile? -escribió con la mano que tenía libre.

Así es que me decidí, me di una ducha rápida en 5 minutos y cogí el coche a la dirección indicada. No había nada de tráfico en la carretera nacional y el acceso a la urbanización estaba totalmente despejado. Lo que son las cosas. Aquí en esta urbanización no había problemas de aparcamiento ninguno, podría incluso haber dejado el coche en la misma puerta de la casa en la que me habían citado, pero por ser discreto, lo aparqué diez metros más adelante. Cuando quedaba en casa de tíos que, supuestamente, tenían pareja y esa pareja era una chica, siempre tenía el miedo de que me pasara la típica escena de las películas: esa en la que cuando el chaval te está follando en el sofá del salón, la mujer aparece por la puerta de improviso y se monta una escena de culebrón. Se que es una completa paranoya, pero lo cierto es que no podía evitarlo y eso me causaba una sensación de nervios que solía desaparecer nada más entrar por la puerta y empezar todo el desenfreno.

Aparqué, conecté la alarma del coche, me dirigí a la casa, crucé el pequeño porche con jardín y llamé al timbre. Por la calle no pasaba nadie, hacía un calor de mil demonios, y si quiera se oía jaleo en las piscinas. Llamé una segunda vez porque no abrían y ya me empecé a mosquear, así que suspiré profundamente y con resignación me di la vuelta camino del coche. Pero antes de que pudiera cruzar el porche, escuché cómo la puerta de la casa se abrió abruptamente:

- ¡Tranquilo, tío! Que existo de verdad -dijo, entre risas.

Me di la vuelta con media sonrisa que se tornó en sonrisa completa cuando vi lo que me esperaba. Aparte del cuerpo que ya había visto por la webcam, al otro lado de la puerta me esperaba un chavalete atractivo, alto, alrededor de 1,85, con barbita de 3 días y pelo rapado al 2, solo ataviado con esos mismos calzoncillos blancos que me había mostrado por la cámara.  Mientras, yo iba con una camiseta roja de tirantes y unos vaqueros pirata azul claro, apretados, marcando paquete y culo. Crucé la puerta, la cerró tras de mi, me cogió del cuello con suavidad empotrándome contra la pared, me miró a los ojos y empezó a comerme la boca. Ese tío estaba desenfrenado y muy caliente, así que le seguí el rollo. Tardó poco en quitarme la camiseta y los pantalones y dejarlos tirados en medio del recibidor, donde seguíamos comiéndonos las bocas y sobándonos los cuerpos, cruzando miradas de deseo y suspiros que indicaban que ambos nos molábamos lo suficiente como para echar un buen polvo. 

No me pude contener en exceso y eché mano a ese paquetazo que me había enseñado por la cámara, lo empecé a acariciar con suavidad mientras seguíamos jugando con nuestras lenguas y noté que ese rabazo estaba bien duro. Él hizo lo propio y me cogió del rabo para masajearlo brevemente a la par que yo empezaba a meter la mano por debajo de su ropa interior para poder coger aquella polla caliente con mi mano y pajearla suavemente. Me miró a los ojos de nuevo y pusó sus manos sobre mis hombros, haciendo una ligera presión para que me agachara. Me agaché lentamente pasando mi lengua por su cuello, por su pecho, mordisqueando sus pezones con suavidad, bajando hasta el ombligo y quedándome de rodillas frente a una polla que esperaba bajo aquellos calzoncillos que la oprimían. Con ambas manos saqué aquella polla de su prisión bajando los calzoncillos a aquel chaval del cual no sabía su nombre, apartando los calzoncillos al montón donde estaba mi ropa y mis zapatillas, le miré y suspiró guiñándome un ojo. Me fijé en el rabo que tenía ante mi: unos 18 centímetros circuncidados de carne dura que describían una polla del tipo 'seta', esas que tienen un glande como un champiñón de gordo y un tronco levemente más fino, que no fino, sino en comparación, todo ello rodeado con venas bien marcadas. Desprendía olor al típico jabón de marca conocida y en un abrir y cerrar de ojos me metí aquel rabo en la boca y me lo empecé a comer como quien lleva días sin probar bocado. El chaval me puso sus manos alrededor de mi cuello y hacía ligera presión que marcaba el ritmo que quería que siguiera. Lo gordo de aquel capullo empujando en lo más profundo de mi garganta hizo que se me saltaran las lágrimas, pero estaba disfrutando como un enano comiéndole el rabo a aquel chaval al que el cuerpo se le doblaba de placer cuando me metía toda su polla, de cabeza a base, en mi garganta.  Ya podía saborear esas pequeñas babas de líquido preseminal que toda polla cachonda va soltando en medio del placer, momento que aproveché para sacarme el rabo y pajearme allí de rodillas.

- ¿Estás cachondo, tío? -preguntó.
- ¿Es que no lo ves? -dije mirándome el rabo en mi mano.
- Levántate -dijo.

Lo hice con algo de dificultad al llevar un rato de rodillas y tener los calzoncillos a medio bajar, pero el chaval me los bajó y quitó con fuerza.

- Date la vuelta, puedes apoyarte en la pared sin miedo -dijo.

Imagino que como las paredes estaban revestidas de madera no dejaría marcas. Me preguntaba si algún momento diría de ir a alguna habitación, porque seguíamos en aquel cuadrado recibidor, pero cuando ví que abrió un cajón de una mesilla decorativa y que allí tenía preparado un sobre de lubricante y otro de un condón, asumí que no iba a conocer nada más de aquella casa. Así que me di la vuelta, abrí las piernas y apoyé las manos en aquella pared de forma sensual para lucir mi culo lo máximo posible.

- Buen culazo, tío. No habíamos hablado de roles, pero a mi solo me va follar... -dijo.
- Tranquilo. Yo follo y me follan, me apaño bien -contesté.

Se agachó frente a mi culo, me abrió los cachetes, se acercó como perro que va a oler y cuando estuvo convencido me lo empezó a comer. Solía llevarlo siempre totalmente depilado y eso parecía molar a los tíos activos con los que quedaba. Alternaba su lengua con un par de dedos bien hasta el fondo, pero para el tercero ya tuvo que abrir el sobre de lubricante y untarme bien. Mientras tanto, seguía pajeándome controlando el ritmo para no correrme antes de tiempo.

- Ya puedes follarme tío -le dije, al ver que no se decidía sobre si seguir trabajando el culo o ya meterla.

Se sonrió, se la volvió a poner dura, se puso el condón y la metió con mucho cuidado, pero sin parar. Gemí, al principio de medio dolor y medio placer, pero me seguí pajeando mientras me daba la vuelta y veía la cara de placer y morbo de aquel tío que me follaba en el aparador de su casa. Me folló durante 5 o 6 minutos con buena marcha, pero fue al final cuando estaba apunto de correrse, cuando aceleró el ritmo y la fuerza, fue ese el momento en el que me terminé de pajear corriéndome en aquel suelo de tarima flotante de forma abundante. Y tras un "joder tío, cómo te corres", el hetero curioso dio varias embestidas arrítimicas, gimió con rudeza y se corrió dentro del condón, en mi culo. Cuando sacó el rabo de mi culo, con cuidado, cai rendido al suelo en medio de mi corrida y las gotas de sudor de ambos. Hetero27 se dirigió a una puerta del final del recibidor, que estaba al lado de unas escaleras y entre dos puertas que daban a otras estancias. Pude ver que había un baño. Escuché ruidos de agua y armarios. Hetero27 salió con un par de toallas:

- ¿Te vienes y nos duchamos? Pero sin mariconadas, ¿eh? -dijo riéndose. 

Me levanté a duras penas, me dirigí al baño y brevemente miré por una de las puertas que daban a un salón. Allí vi encima de la tele una foto de la boda de Hetero27 con la que debía ser su mujer. Pero no me detuve y me metí al baño con el. Era amplio y el plato de ducha en vez de ser cuadrado, era rectangular y cabíamos los dos de sobra. Mientras nos duchábamos, cada uno a lo suyo, Hetero27 se presentó como Rubén. Era de Madrid, pero llevaba viviendo aquí una temporada. Por lo visto su pareja era promotora inmobiliaria y había conseguido sobrevivir a la crisis gracias, precisamente, a los jubilados de otros países que veian en Alicante el destido perfecto para su retiro dorado. En poco menos de 5 minutos estábamos secándonos, y mientras yo me vestía, Rubén aprovechó para limpiar el recibidor de su casa y dejarlo como si allí no hubiera pasado nada. Me peiné, me calcé sentándome en una silla que estaba al lado de la puerta y nos dimos un apretón de manos. Me comentó que le gustaría volver a repetir y lo cierto es que a mi también. Como curiosidad, al salir me dio una pequeña bolsa de plástico donde iban el condón usado, su sobre y el sobre de lubricante, así como el papel usado para limpiar el suelo. Me pidió que lo tirara en un contenedor que encontraría al final de la calle, dirección obligada a seguir con el coche.

Sí, la mayoría de las veces esos "heteros" de los chats son falsos, meras excusas de gays masculinos para ligar más. Sin embargo, hay veces como esta, en la que te toca la guinda del pastel y gozas como nunca de un buen polvo entre tíos.