Aquel verano sucedieron muchos imprevistos que están aún por contar, quizá fueron la consecuencia o, al menos, una de las consecuencias de la historia que estáis a punto de leer. Durante aquellos días, desde la primera vez que por fin logramos quedar con John, había estado guardando un secreto... o más bien, no contando una verdad. La cuestión es que desde aquel mismo día había mantenido bastante contacto con John mediante Whatsapp y si ese contacto hubiera sido meramente cordial, del tipo: ¿cómo te va? - Muy bien, ¿y a tí? ¿Cogiendo colorcito en playa?, pues habría tenido un pase... pero a lo que se dedicaba John era a ponerme tan cachondo y tan cerdo que terminábamos pajeándonos pasándonos fotos por el móvil unas veces, llamándonos otras e incluso por webcam las últimas veces. Y mira que siempre había estado no muy a favor de esta forma de sexo, siempre había preferido el "aquí y ahora", pero John sabía muy bien qué frases decir, cómo decirlas, qué fotos enviar... para que, al final, acabara llenando las sábanas de mi cama de leche caliente. En cierta parte tenía muchas similitudes con Óscar, que ahora era algo así como el fruto prohibido, y creo que en parte eso favorecía que me pusiera tanto.
Sin embargo, aquel cyber-zorreo no duró demasiado porque siempre que le decía de quedar ponía muchos reparos, casi como antes de conocerle, es como si nunca nada hubiera pasado entre nosotros y no lo acababa de entender. Y así, como os lo cuento, se lo transmití a él sin conseguir una conclusión clara a aquella especie de ultimátum. Y es que John siempre fue más de hechos que de palabras. Palabras que llegaron la mañana en la que sonó el tono de llamada de mi móvil:
- ¿John? -pregunté al ver en número en pantalla.
- Marcos... ¿puedes quedar? - dijo.
- Sí... claro... ¿Cómo hacemos? -preguntó.
- Llévame al Moncayo. Quedamos en la playa, al final de la urbanización sur.
- Pero a ti eso te viene muy mal, ¿no? -pregunté.
- No que va. Estaré por la zona. A las 7.
- De acuerdo -contesté.
¿Chao? Mira que me ha repateado siempre esa forma de despedirse. Di por hecho que John tenía ganas de montárselo conmigo en un sitio al aire libre, quizá por el morbo de ser vistos, por hacerlo entre los pinos o qué se yo. Pero estaba muy equivocado. No era solo por eso.
La hora llegó y acudí al lugar de encuentro elegantemente tarde, esto es, unos diez minutos por encima de la hora prevista. Allí estaba John, esperando en el poyete de acceso a la playa. Me saludó con un fuerte apretón de manos e iniciamos nuestro paseo de media horita, mínimo, hasta el Moncayo. Nos pusimos un poco al día, nos dijimos lo que habíamos estado haciendo, le eché en cara que le costaba mucho quedar y John soltó la bomba. Lo que realmente quería de mi aparte de follar: quería que le iniciara en el mundo del cruising. Argumentaba que estaba harto de las apps de ligoteo, de ir a los bares de ambiente de la provincia en los que siempre estaban los mismos grupos con sus mismas estupideces, y que le daba mucho morbo cuando yo le contaba mis historias en estos lugares.
Me quedé callado un rato. Pensando. No había nada de malo en iniciar a John en estos mundos, ya habría querido para mi un maestro de ceremonias en su día que me hubiera hecho las cosas mucho más fáciles (a excepción de Dani, claro). Ir acompañado siempre te alivia los nervios, te hace sentir más confiado, contar con un apoyo y arriesgarte un poco más. También había una parte negativa: John era carne de cañón, sus 19 años y su físico harían que se los llevara a todos de calle. Era competencia muy dura, pero a fin de cuentas prefería ser yo quien le enseñara antes que dejarle volar solo. Accedí. No hizo falta decirlo, simplemente dejé que las cosas surgieran de la forma más natural posible. Le enseñé el camino más corto desde la playa, hicimos un recorrido por el Moncayo y su pinada para que se familiarizara con aquellos pequeños caminos y recovecos en los que solía haber tema. Le enseñé mis sitios, aquellos lugares donde estar más tranquilo y aquellos lugares donde estar más expuesto para favorecer que otros se unan a tu fiesta. Le mencioné los posibles riesgos: que no llevara nunca cosas de valor, que no expusiera demasiado el móvil con otros tíos cerca, que siempre llevara condón y que estuviera muy atento a su alrededor para no despistarse de nada. Por supuesto, nos íbamos encontrando con otros tíos a los que John no paraba de mirar de forma lasciva, mitad curiosidad, mitad de querer calentar a todo el personal.
- ¿Te lo vas a montar con todos a los que estás dando esperanzas haciéndoles ojitos, sonriendo, girándote y guiñando? -le recriminé.
- Yo solo... experimentaba...-dijo cabizbajo.
Creo que fue suficiente para que lo entendiera. Para su suerte aquel día el Moncayo estaba bastante animado, con mucha variedad de gente, entre ellos "Mamarracha". Le advertí sobre el y se lo tomó como una especie de reto:
- Pues me lo voy a follar, está muy bueno -se propuso.
- Aquí sentado te espero -le dije sentándome en un poyete de hormigón cercano a La Caseta.
Se dio una vuelta bastante larga y tardó mucho en volver. Ya pensaba que realmente se lo había conseguido montar con él, lo que entonces me haría saber que Mamarracha los buscaba muy jovencitos. Vino con una sonrisa y lo di por hecho:
- Bueno, al menos me contarás qué tal folla -dije.
- ¡Qué va! Si le he sacado la polla y ni por esas se ha animado -dijo. Pero una idea -dijo cogiéndome de la mano.
Me llevó a uno de los lugares que le había enseñado previamente, uno de esos en los que la gente puede verte de forma relativamente fácil. Y me empezó a comer la boca. A quitarme la ropa. A besarme por todas partes. Cuando quise ser consciente habíamos extendido un par de toallas y estábamos completamente desnudos acariciándonos nuestras duras pollas mutuamente y mirándonos con esa mirada que dice: te reventaría el culo ahora mismo. Giré el cuello y me di cuenta de que estábamos dando un poco de espectáculo, tres cabezas miraban desde arriba entre los árboles y, para mi sorpresa, Mamarracha esperaba a 2 metros, con su mano en su paquete una señal.
Una señal para unirse claro.
Este chico aprendía pronto.
Fuiste su padrino de ceremonias al final de cuentas.El chico tiene mi edad y creo cuando eres jovencito cualquier anciano se te queda viendo y tienes muchas herramientas para hechartelos a la bolsa. Claro si te gusta. En mi caso yo paso de cruising no es lo mio. Pero este chico va que vuela. Espero nos cuentes que más sucede con él. Un abrazo enorme y nos leemos.
ResponderEliminar¿Ancianos? Hombre hay de todo, pero yo aún no llego a los 30!!!! El cruising es algo que engancha, normalmente cuando empiezas siempre quieres más, o quieres repetir. Gracias por comentar!!
EliminarBonito leerte de nuevo después de esta larga pausa. :-)
ResponderEliminarEsta historia me recuerda muchas de aquellas en que el aprendiz listillo acaba superando y anulando al maestro.
Espero que acabe bien ;-)
Gracias perro =) Una pausa que ha venido impuesta en cierto modo. ¿Crees que John superará y anulará a Marcos? No me dejaría ganar tan fácilmente :P
EliminarNo.
EliminarSinceramente no lo creo.
Marcos es mucho Marcos, jajaja.... ;-)
Con ideas claras, caracter desafiante y muy competitivo.
¡¡Por fin has vuelto!! Ya te envié un email hace tiempo y no me contestaste. Una pena que hayas vuelto con "poca cosa" jejeje y nos hallas dejado con las ganas de más :(.
ResponderEliminarJames
Hola James! Sí que te contesté al e-mail, como siempre. ¿Poca cosa? Bueno, es lo que tienen las historias con segundas partes :P
EliminarDe verdad: estoy flipando con algunos de los comentarios que se hacen en esta web...¿anciano?¿poca cosa?
ResponderEliminarPoca cosa me refiero a que apenas hay algo de sexo en el relato solo te está preparando para el siguiente, no es la primera vez que Marcos hace algo así, mola pero trs más de 1 mes de parón uno tiene ansias de leer algo "bueno".
EliminarJames
¡Gracias Diego! Genial leerte de nuevo por aquí =)
EliminarAnda que no sabe ná John jeje cómo me gustaría tener un maestro de iniciación así para cuando me anime a probar con el cruising. Ir solo en principio no mola mucho la verdad.
ResponderEliminarSalu2
Pues lo cierto es que lo más normal es ir solo, aunque últimamente se ha puesto muy de moda ir en pareja, grupito e incluso pandillas. Ya lo contaré más adelante...
EliminarGracias por comentar!