18 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 105: ÉL NO ES GAY (Madrid-based story)

Durante el año, mientras mis escapadas a Alicante llegan, de vez en cuando no puedo evitar la tentación de buscar algo fuera de lo que ya tengo. Y aunque ya he dicho muchas veces, cosa que mantengo, que el cruising en Madrid no me excita ni la mitad que allí, la tentación es poderosa en ocasiones. Ocasiones que que aparecen incluso cuando menos se lo espera uno. 

No hacía demasiado tiempo que, ayudado por mi padre, había empezado a trabajar en la empresa para la que él llevaba años trabajando. Estaba en proceso de expansión y me destinaron a las nuevas oficinas situadas en una céntrica calle de la capital, cerca de la conocida estación de Atocha. Tanto yo como otros compañeros más veteranos y otras 30 personas nuevas que se incorporaban estrenábamos aquellas oficinas, con bastante ilusión y la tarea de sacar de aquella ampliación la máxima rentabilidad posible. No pasó mucho tiempo cuando un grupo de trabajadores, compuesto por unas 10 personas entre las que me incluyo, hicimos piña y comenzamos a quedar todos los viernes al finalizar la jornada para conocernos mejor, ir de cañas, tomar algo... Lo típico que se ha hecho siempre y que ahora se llama afterwork. En ese grupo había sobre todo chicas, 7 de las 10 y un chico de mi edad que casualmente vivía cerca de mi casa, de tal forma que siempre cogíamos el tren de vuelta juntos porque salíamos a la misma hora. Esos viajes de tren me ayudaron a conocerle más: resulta que aquel chico que iba con camisetas ajustadas, pelo pincho, mirada penetrante, ropa bakala, cordón de plata al cuello y actitud desafiante tenía un corazoncito debajo de aquella dura fachada. Nada más y nada menos que había venido a Madrid a cuidar de su anciana tía, que ya no se valía por sí misma para hacer según qué cosas. Y de paso disfrutar de un Madrid pujante para aquella época, que muchos se esforzaron por bautizar como la locomotora económica de España. 

Los meses fueron pasando y mi amistad con Julio, que así se llamaba, se iba haciendo más grande. Incluso quedábamos fuera del grupo para tomar cañas, cosa que también hacía con otra de mis compañeras. Siempre tuve mucha confianza con esta compañera, Lorena, ya que partimos ambos del mismo departamento de la empresa matriz hacia la nueva empresa y Lorena y yo siempre congeníamos muy bien. Hasta tal punto que le transmití mis sospechas sobre la sexualidad de Julio:

- Él no es gay, Marcos -dijo rotunda y seria.
- No sabría yo qué decirte Lore, hay cosas...-expliqué
- Sabes que te aprecio y te quiero, pero vosotros los gays siempre estáis cambiando de acera a todo el mundo y te digo yo que Julio está lejos de serlo -afirmó aún más rotunda si cabe.

No era la única, el resto de chicas del grupo le veía como lo más hetero y machote del mundo. Como si por eso uno no pudiera ser gay. Nunca me he considerado el típico marica que siempre está sacando del armario a los demás, pero si alguna flor he de tirarme, es que mi radar pocas veces ha fallado. Ninguna, hasta la fecha. Y con Julio la alerta saltaba constantemente, como el instinto depredador de un lobo muerto de hambre al oler a su presa, por distante que esta se encuentre. Cada día tenía más claro que Julio tenía ganas de catar hombre, no por ninguna actitud, ni por ninguna señal evidente. Solo se que lo sabía. Y aquella esclava y anillo de compromiso que llevaba en su mano no me quitaban de pensar lo contrario, por mucho que mis compañeras se esforzaran en convencerme de lo contrario.

Nos íbamos de vacaciones de verano y habíamos planeado hacer una cena con todo el equipo, entre los compañeros. A esa cena podían venir parejas y amigos, puesto que no la pagaba la empresa, así que la mayoría de las chicas adelantaron que llevarían a sus novios/maridos. Julio y yo no dijimos nada. Sergio se moría de ganas porque le llevara, pero eso supondría haberle presentado como mi pareja, cosa que aún no estaba claro que fuéramos. Sin duda alguna, la sorpresa de la noche la protagonizó Julio al aparecer acompañado de Alejandro y presentarle como su pareja "de hacía años". La cara de las chicas fue todo un poema y yo debía tener la típica cara que uno pone cuando piensa aquello de os lo dije. Claro que, la siguiente persona a la que se dirigieron todas las miradas fue a mí. La noche transcurrió bien, encajando todos bastante bien, el restaurante se portó genial con nosotros ya que después de la cena nos habilitaron una sala con música y posibilidad de tomar copas. La cosa es que se había hecho ya tan tarde que los que no vivíamos en la capital, ya teníamos que esperar al primer tren de la mañana para volver a casa. Y allí nos quedamos Lorena, Julio y cuatro gatos más. La mayoría de los acompañantes ya se habían marchado. 

Cerca de las 5 de la mañana Lorena se cogió el último búho a su casa y Julio y yo nos dirigimos a la estación de tren, donde esperar a que el primer servicio saliera. Una vez ya en el tren, Julio propuso lo siguiente:

- ¿Te hace tomarte la última en mi casa? Siempre viene bien quedar de puta madre con el hijo de uno de los jefes -dijo, en tono socarrón.
- Claro tío, pero... ¿no vivías con tu tía? -pregunté.
- Sí, pero se la han llevado al pueblo mis otros tíos para que pase el verano allí -aclaró.
- Pues tendrás que esforzarte para causar buena impresión al hijo de uno de los jefes -dije, ya zorreando.
- Soy un excelente anfitrión -dijo guiñándome un ojo.

La casa no estaba muy lejos de la estación de tren y lo cierto es que era un piso bastante más pequeño de lo que había imaginado, por no mencionar que salvo la habitación de Julio, la decoración era al más puro estilo Cuéntame. Me invitó a una copa que dijo haber aprendido a combinar aquí en la capital: el cuácuá, una explosiva combinación de Licor 43º con Cointreau. Fuerte de cojones, de esas copas que sientes cómo te bajan por la garganta y llega al estómago, pero con un sabor agradable. Fue la gota que colmó el vaso de las copas que habíamos tomado previamente y de lo poco que recuerdo a partir de ese momento es de estar de risas. De pasar de las risas a comernos la boca en aquel sofá de piel, de pronto estar desnudos en aquel sofá y lo siguiente estar de rodillas chupándole la polla a Julio. Estaba delgado, con el cuerpo empezándose a formar ya que llevaba poco yendo al gimnasio, más peludo de lo que parecía a simple vista, pero un conjunto muy atractivo. Lo recuerdo como un sueño, con lagunas, pero lo recuerdo. Recuerdo que su polla era muy gorda, no excesivamente larga y que estaba realmente dura, recuerdo mirarle a la cara con su polla en mi boca y ver cómo ponía los ojos en blanco...

- Oye... pero... ¿y tu novio? -dije en un momento que paré para tomar aire.
- Durmiendo en su casa imagino -respondió sonriendo. 
- Ya, pero...-me interrumpió.
- Lo que voy a hacer contigo no lo hago con mi novio...-respondió.

En ese momento me quitó el biberón de la boca y me llevó al cuarto de baño, abrió la ducha y nos metimos en aquel plato de ducha acristalado, grande para el tamaño de la casa. Con el agua caliente, a pesar de que era verano empezamos a enjabonarnos con frenesí y noté como me pasaba la pastilla de jabón por el culo... para a continuación agacharse y ponerse a comérmelo como loco.

- Quiero follarte tío... los dos somos activos y follamos poco... y tengo muchas ganas...-decía entre jadeos.
- Sigue comiéndomelo así y se abrirá pronto -le dije mientras me pajeaba. 

Estuvo un rato medianamente largo haciéndome dedos, se notaba que no había perdido la práctica en sus años con su novio y sabía de lo que requería un culo para su disfrute. Abrió la puerta de cristal de la ducha y alargando la mano a la estantería, rebuscó y cogió un condón que se enfundó con cierta problemática, debido al agua y el jabón de las manos y de nuestros cuerpos. Al final se lo logró poner sin que la cosa decayera demasiado:

- Ábrete bien -ordenó, separándome las piernas.

Y comenzó a meterme aquella polla gorda poco a poco. Dolía, por el grosor, pero iba entrando. Y cuando mi culo estuvo totalmente acostumbrado a tener aquella polla dentro, cerré el grifo del agua, y empecé a mover el culo para dominar la follada. Me duro poco, ya que al poco rato me cogió de la cadera con una mano y de la nuca con otra y comenzó a darme una auténtica follada. Recuerdo que follaba raro, como con muchas embestidas y con poca constancia, con fuerza, clavándola hasta el fondo... pero aún así el morbo que me producía aquello me hizo correrme bastante pronto y pringar los azujelos de lefa. Cuando Julio estaba apunto de correrse, le saqué la polla de mi culo, me puse de rodillas y con una paja se corrió pringándome el pecho de la lefa más espesa y grumosa que había visto hasta entonces. Me daba auténtico morbo tener la polla de este tío en la mano y mirarle a la cara de placer mientras su rabo escupía sobre mi pecho. 

Volvimos a abrir el grifo de la ducha y salimos de allí a su habitación para quedarnos sobados durante aquella noche, o más bien, durante aquella mañana que estaba amaneciendo. 

En ningún momento se quitó la esclava ni el anillo de compromiso. 




12 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 104: UN CALVITO INSACIABLE

No me traigo nada en especial con chicos sin pelo o calvos, de verdad que no, ni me atraen especialmente ni me dejan de atraer por el hecho de tener pelo o no tenerlo. No es uno de mis criterios de selección, ya que como he dicho muchas veces, lo que realmente me importa es el tipo de chico en su conjunto, el morbo que pueda dar de forma global, teniendo en cuenta todas sus características. Estas pueden incluir pelo o no incluirlo, un tío depilado o sin depilar, con cara de malo o cara de bueno; en definitiva, depende de su conjunto como hombre. Y después de algunas experiencias curiosas y generalmente positivas, pocas veces me había vuelto a encontrar con tíos calvos que me dieran morbo. 

El caso es que ya bien entrado el mes de agosto en el que las tardes, poco a poco, comienzan a acabarse antes, el sol se esconde progresivamente más temprano quitando esos minutos de pinada que antes podías aprovechar, decidimos irnos al Rebollo un día de diario que no era precisamente especial. De hecho, otra de las cosas que me dejan de gustar de agosto es que a partir de la segunda quincena el bajón de gente en aquella zona es brutal y eso, obviamente, se hace sentir en los sitios de cruising que frecuentamos. Aquella tarde fui con Sergio sin grandes expectativas, se suponía que solo íbamos a tomar el sol, quizá bañarnos y hablar un poco de lo que había pasado con Óscar unos días atrás. En el fondo, ambos sabíamos que el momento de ir de caza llegaría. Que el apetito se nos abriría más pronto que tarde y, efectivamente, así fue. Ya para esos días, la luminosidad a partir de las 20h decae bastante y la gente comienza a abandonar la pinada, lo cual también implica que el cancaneo empiece antes. De tal forma, que si entre las últimas semanas de julio y las primeras de agosto a las 17h apenas encuentras a nadie, a partir de la segunda quincena de agosto es cuando empieza a ponerse bien. 

Decidimos entrar a aquel bosque de pinos a eso de las 18h, como dije antes, sin grandes expectativas. Y, chico, parece que justo cuando menos expectativas tienes es cuando mejor terreno encuentras. Estaba bastante lleno, muchos tíos andando por los pequeños caminos entre pinos y ramas, otros tumbados en sus toallas (mitad al sol, mitad a la sombra), otros en corrillos hablando. Vaya, que había más ambiente del esperado. Como ese día buscábamos tema los dos juntos, cogí a Sergio de la mano y empezamos nuestra caza. Al principio todo eran miradas y si nos quedábamos parados en un sitio a beber agua o descansar, se nos formaba un discreto corrillo que esperaba que nos pusiéramos a follar ahí mismo, así que no nos entreteníamos mucho y seguimos nuestra caza. Pero nada de interés,  miradas, persecuciones, la misma gente que llevábamos viendo todo el verano (quizá es lo malo de pasar tanto tiempo, que al final, acabas coincidiendo todo el santo verano con los mismos tíos), gente mayor, pandillitas y ese día... ¡hasta chicas había! A saber buscando qué. 

Llegado un momento en el que nos aburrimos hasta decir BASTA, nos sentamos en una fuerte y gruesa rama que hay al poco de acceder a la pinada desde la playa y nos quedamos esperando. Es un buen sitio porque está, digamoslo así, en el comienzo de la zona de cancaneo, así que por allí acaban pasando todos los tíos que buscan tema. Y mi radar se activó en cuanto él pasó por nuestro lado: un tío calvito de entre sus 35-40, tirando a alto, delgado-fibrado, con un bañador ajustado tipo slip del color de la piel del kiwi marcando culazo, facciones marcadas con barba 'de tres días' y la mirada de caza en la que podías ver que estaba cachondo y buscando tema. Cruzamos varias miradas, se quedó al lado nuestra, rondándonos, pero finalmente siguió su camino. Así que Sergio y yo nos miramos y no hizo falta decir más: le empezamos a seguir. Y le seguimos hasta que dimos con el medio escondido entre pinos un poco más adelante, de nuevo cruce de miradas entre él, nosotros y otros tíos que había alrededor, pero ninguna decisión. Y, de nuevo, el siguió su camino dejándonos un tanto aturdidos. 

Tras comentarlo brevemente decidimos dar media vuelta y seguirle, ya que había tomado el camino a la inversa. Cuando, poco después, damos con él se encuentra en un claro, más abajo de donde nosotros estábamos tocándose el paquete mientras nos mira con cara de vicio. Se sigue sobando el paquete y yo, sensualmente, paso mi lengua por mis labios, cosa que le debe poner caliente porque decide bajarse el bañador y mostrarnos lo que escondía dentro: un pollón de unos 19cm, con grosor considerable, no circuncidado y extremadamente apetecible. Nos hace un gesto para que nos acerquemos, pero al principio dudo, ya que estamos en medio de todo, sin nada de intimidad... pero qué coño, aquello merecía la pena. Nos acercamos a él y me pasa el brazo por encima tocándome los hombros y la espalda:

- Busco que me coman bien la polla chicos...-dijo sensualmente.
- Y nosotros comértela -se me adelantó Sergio, que ya se ponía de rodillas.

Cuando quise volver la vista abajo Sergio ya se estaba metiendo aquel pollón en la boca, mientras yo comenzaba a morrearme con el tío, que en las distancias cortas ganaba bastante atractivo y masculinidad en la cara. Me sobaba el torso y yo le sobaba el culo, hasta que me dice:

- Soy muy activo tío...

Debió pensar que le sobaba el culo en señal de querer metérsela. Así que me agaché con Sergio, me puse de rodillas y comenzamos a chupársela a la vez. La única pega que le encontré es que el tamaño de los huevos no iba acorde con el de la polla, más bien eran tirando a pequeños, pero le volvía loco que cuando
uno tenía su rabo dentro de la boca el otro le comiera los huevos. Aún así, realmente comenzó a genir con intensidad cuando empezamos a comerle la polla a la vez, cada uno por un lado, subiendo y bajando nuestras bocas y lenguas a la vez:

- Brutal tíos, joder...-gemía poniendo los ojos casi en blanco.

Tras estar un rato poniéndole a tope, tomó la iniciativa cogiéndome con sus dos manos de la cabeza y follándome la boca con energía como si se tratara de un culo. A mi aquello me ponía muy cerdo, así que me saqué la polla ahora que tenía las manos libres para pajearme. 

- Buah tío te la metes entera... vaya garganta...-decía mientras me follaba la boca.

Después cogió la cabeza de Sergio y empezó a hacer lo mismo mientras que a mi me ponía de pie para morrearme y sobarme el cuello. Me tocó un poco la polla, pero no se entretuvo demasiado y cuando le apeteció me forzó a hincar las rodillas y seguir mamándole. Me gustaba tanto su rabo que cuando me follaba la boca a tope por segunda vez, no pude evitar correrme en el suelo, cosa que le encendió más aún porque me follaba la boca con mucho más énfasis. Volvió a turnarse con Sergio y yo aproveché para tumbarme en el suelo y comerle la polla a Sergio, a la par que él se la chupaba al calvito. También debía gustarle, porque Sergio me llenó la boca de su leche caliente en un par de minutos. Fue ahí, cuando me giré para escupir la lefa de mi amigo, cuando me di cuenta de que estábamos dando un auténtico espectáculo. De esos que otras veces hemos sido espectadores, ahora éramos los protagonistas. Creo que unos 10 o 12 tíos se arremolinaban a una distancia prudente pajeándose con sus estacas fuera y esperando un gesto para unirse. Había de todo: chavales, hombres, mayores... Público de todas las edades. Los protagonistas nos miramos entre los tres y seguimos a lo nuestro, a comerle la polla al calvito. 

Tras 40 minutos mamándole sin descanso y con la mandíbula ya casi desencajada me empezó a mosquear que el tío no se corriera. Traté de chupársela con la mejor de las técnicas, usando la lengua a tope y con el máximo cuidado de no clavar los dientes y, si bien es cierto que la polla la tenía dura como una piedra, no se corría. Así que cuando nuestro cansancio comenzó a ser evidente, nos puso de pie a su lado, nos comió la boca, nos sobamos entre los tres y nos dijo:

- Que no os mosqueé que no me corra, estoy disfrutando como un puto enano, nunca me la habían chupado tan bien chicos... y menos dos chavales tan guapos como vosotros, pero no me suelo correr en estos sitios, tengo dificultad para hacerlo -decía, mientras se subía el bañador.

Y sí, si que es cierto que no es el primero al que le oía lo de la dificultad para correrse estando de pie o en estos sitios, así que estuvimos allí otra media horita con conversación, sobándonos y sin acabar de quitarnos el calentón. Los tres estábamos encantados, la pena es que sería difícil volver a coincidir: el se marchaba a Madrid ese mismo fin de semana y no volvería hasta septiembre, justo cuando nosotros nos marchábamos. Es de los pocos a los que me arrepiento de no haberle pedido el número de teléfono, ya que tuvimos tanta química sexual que en una cama lo podríamos haber pasado de vicio. Así que ya sabes, si te reconoces en esta historia, escribe, que nos molaría volver a repetir.

Por lo demás, aquella tarde, cuando nos despedimos, ya era tarde, quedaba poco de sol y nos fuímos a la playa a quitarnos la arena de todo el cuerpo con un estupendo sabor de boca. 

5 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 103: ÉXTASIS (Parte 2)



- ¡Ay! Perdonad que os haya despertado chicos -susurró la madre de Óscar desde el quicio de la puerta, abandonando su posición y dirigiéndose hacia el salón.

Mis amigos seguían dormidos como marmotas y yo no tenía muy claro qué hacer, así que me coloqué mis calzoncillos, los pantalones cortos y salí en busca de la madre. Quería, al menos, preparar un poco el terreno. 

- Marcos, hijo, ¿cómo estás? -dijo la madre dándome dos besos, mientras cerraba la puerta que comunicaba el salón con el pasillo.
- Bien, bien...-dije.
- Oye, ¿cómo es que habéis dormido todos juntos? ¡No será por colchones y sofás! 
- Bueno, pues es que...-empecé a explicar cuando me interrumpió.
- No me digas más. Anoche salisteis de fiesta y con alguna copilla y el bochornazo este de Alicante, pues os echasteis en el primer sitio que visteis -dijo.
- Sí, sí... Puri, para qué mentirte -dije, incrédulo.
- Bueno, de todas formas diles a tus amigos que se vistan antes de que suba Manolo, que cualquiera diría que estuvierais haciendo cosas raritas -aseveró, medio seria, medio de broma, a la vez que iba a la entrada a recoger las maletas.

No sabía que pensar. Me acordé del refrán este que dice: "no hay más ciego que quien no quiere ver". Pero también pensé que quizá la conversación o la regañina la tendría con su hijo, total... ¿qué bronca me iba a echar a mi? Si, como ella decía, yo era ya "todo un hombretón". 
Me dirigí hasta la habitación y desperté con suavidad a mis amigos para ponerles al día de la situación, sobre todo a Óscar, que era el principal perjudicado. Lo primero que hicimos todos fue empezar y terminar de vestirnos a toda leche, mientras hablábamos con la puerta cerrada. Óscar comentaba que su madre para algunas cosas era muy ingenua, pero que quizá sí que estaba esperando a que nos marcháramos para tener una conversación. Recogimos los restos de pañuelos, hicimos un poco por encima la cama, justo cuando su padre entraba por la puerta de la casa. Claro que, la estampa que el veía ahora era bien distinta. Un par de saludos rápidos y Sergio, Dani y yo salimos por la puerta deseando suerte a Óscar, que tenía la cara totalmente desencajada y le temblaban las manos.

Pasamos un día bastante malo esperando noticias del chaval, nos resignábamos a creer que la madre no hubiera sospechado nada de nada con cuatro tíos en bolas en una cama, pañuelos en el suelo y su hijo abrazado a otro tío. Si quizá no hubiéramos estado en bolas, ni abrazados, habría podido colar. Pero no, si negaba lo que veía, prefería vivir en el engaño. No habría persona en el mundo que no pudiera presenciar nada con aquella imagen. Sin embargo, las noticias de Óscar tardaban en llegar y nuestra preocupación crecía por momentos. Era malo que no supiéramos nada de él varias horas después de habernos marchado. Y tuvimos que esperar todo el santo día, hasta bien entrada la noche.

Óscar me chistó por la ventana del patio cerca de la media noche:

- Marcos voy a salir a tirar la basura, baja y te cuento, va a ser la única oportunidad. No me dejan salir -dijo, casi susurrando.

Buf. No pintaba nada de bien la cosa. Así que bajé a la calle, a mi ya no me hacía falta poner excusas a estas alturas de la vida, y nos encontramos en los cubos de la calle de atrás, donde ninguna ventana de nuestras casas daba. 
Óscar me contó que, efectivamente, su madre de tonta no tenía un pelo. Que ya sabía de lo mío y que lo que pasaba es que yo le había enmariconado, y que diera gracias a que su hijo ya no era menor de edad, porque si no nos habría denunciado a todos. Argumentaba que le habíamos pervertido y ensuciado la mente con nuestras perversiones, que no era de recibo y que si yo era una oveja negra en mi familia, no tenía derecho a "convertir" a otros. Fíjate, como si eso fuera posible. Además, su madre quería hablar con mi familia para terminar con todo tipo de relaciones más que las necesarias por ser vecinos. Y, obviamente, Óscar no podía quedar conmigo ni con mis amigos. Al padre no le habían contado nada, por lo visto, hubiera sido aún peor.

Yo no daba crédito con todo aquello que me contaba Óscar entre lágrimas, jamás tuve esa imagen de familia retrógada de ellos. Nos conocíamos, como quien dice, de siempre y me resignaba a creer que fueran tan cerrados de mente. ¡Si fue el padre de Óscar quien me enseñó a montar en bici! Quiero decir, que habíamos tenido mucha relación. Óscar subió a casa y yo hice lo propio dejando un poco de tiempo entre medias.

Lo primero que hice fue hablar con mis padres y contarles todo lo que había sucedido, bueno, los detalles sexuales aparte, claro. No se sorprendieron mucho, total, lo mío ya lo sabían de hacía años, lo único que les llamó la atención es que Óscar también fuera marica o tuviera deseos por los chicos. Tuve su apoyo y me dijeron que no me preocupara, que ellos se encargarían de Puri.

La cosa no iba a quedar ahí. Al día siguiente, gracias a la información que me dio mi padre, bajé justo a la hora indicada al kiosko donde Manolo (el padre de Óscar) y el mío quedaban para comprar la prensa y luego tomarse un café para hablar de fútbol. 

- ¡Hombre Marcos! ¿Hoy sustituyes a tu padre? -dijo con alegría.
- Si Manolo, me gustaría que me ayudaras con una cosa que me ha pasado y que no quiero contarle a mis padres -mentí.
- Vaya, hacía tiempo que tu y yo no hablábamos, ¿verdad chavalote? -me decía amistosamente.

Estaba claro que no le habían contado nada. Yo estaba corriendo un riesgo muy grande, pero total... aunque mi idea saliera mal, mucho más daño no se podía hacer. Así que fuimos andando hasta el paseo marítimo.

- Manolo, será mejor que nos sentemos -propuse.
- ¡Joder! Si que tiene que ser grave -dijo abriendo los ojos.
- Solo te pido que me dejes empezar y terminar sin entrar en cólera -dije.
- Vamos a ver... dime qué pasa -dijo ya serio.

Le conté, más o menos, lo mismo que le había contado a mis padres la noche anterior. En resumen venía a decir que me había acostado con su hijo varias veces, todo de mutuo acuerdo y sin forzar nada. Algo más extenso, pero eso. Manolo se iba poniendo blanco según le contaba la historia, pero no interrumpía. Hasta que acabé.

- Veamos... y a mi me cuentas todo esto porque mi mujer se ha enterado antes que yo y ha liado 'la de San Quintín', ¿me equivoco? -dijo serio, mirándome a los ojos. 
- Pues... básicamente, sí, claro...-dije confundido.
- Tranquilo Marcos, no esperes por mi parte un comportamiento similar. Que a Óscar le gustan los tíos lo se yo desde hace mucho. Siempre me rondó la idea, hasta que una vez no borró el historial del portátil y pude ver todos los foros y páginas donde se metía, lo que me confirmó todo. Porque con eso del fútbol, los equipos y lo entusiasta que ha sido siempre, ya sabes, me tenía confundido -explicó sereno.
- Ya veo...-dije, porque no sabía qué decir. Me había preparado para algo peor.
- Además, no veo qué tiene de malo que haya estado contigo en ese plan. Mejor contigo que con cualquier otro. Tu le cuidas, le has cuidado siempre, hasta cuando le odiabas por lo pesadito que era de pequeño. Y por mi mujer, ya lo trato yo con ella. Procede de una familia muy religiosa, es algo que le va a costar, pero déjamelo a mí.

Terminamos la conversación y, después de invitarle al protocolario café de todos los días, nos dirigimos al edificio y, cada uno, a su casa. Mis padres estuvieron aliviados cuando les conté mi conversación con Manolo, pero lo cierto es que ese día se oyeron auténticos gritos en casa de Óscar. Y no voy a decir que todo acabó súper bien. Manolo hizo lo que pudo, pero el resto del verano no volví a ver a Óscar oficialmente, solo a hurtadillas. Y Puri prácticamente ni nos saludaba al vernos en las escaleras o zonas comunes. 

Y yo sabía que, en realidad, pese a su apoyo, mi madre estaba dolida conmigo. 




29 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 102: ÉXTASIS (Parte 1)

Teníamos algo pendiente que mis amigos no me habían vuelto a recordar, sin embargo me considero una persona cumplidora que si se compromete a hacer algo, más tarde o más temprano lo acaba haciendo. La duda era cómo organizarlo, con qué pretexto, dónde, cuándo y, sobre todo, si él aceptaría. Bueno, lo último era casi lo más fácil, claro que aceptaría Que un niñato de 19 años tan calentón y fogoso como él se negara a tener un rato de sexo con tres tíos que le molaban sería lo más raro que podría pasar. También me asustaba la idea de que la química que siempre había existido entre nosotros tres pasara a depender de un chaval al que sacábamos ya unos cuantos añitos. Decidí optar por el camino fácil, por no dar rodeos. Subí a casa de Óscar y le sugerí si le apetecía echar unos vicios a la consola conmigo. Aceptó de inmediato y, a pesar de que se lanzó a comerme el cuello a los pocos minutos de empezar la partida, conseguí frenarle y dedicarnos sólo a jugar sin nada de sexo. Aquel chaval me atraía mucho, no os lo voy a negar. Si bien es cierto que con Sergio había un deseo, una conexión brutal al follar y un cariño a lo largo de los años, con Óscar era distinto. Era puro fuego, sexo puro y duro. Y del bueno. Su cara de niño travieso, su cuerpo, su inocencia combinada con aquella picardía. En aquel momento quería disfrutar de él antes de que se aclarara sexualmente hablando y se acabara convirtiendo en un 'depredador' más, llegaría un momento en que follar conmigo sería la menor de sus preocupaciones. O eso pensaba yo. 

En mitad de la partida se levantó a por un bar de bebidas y aproveché para cogerle de la cintura justo cuando estaba levántandose y sentarle justo encima de mí, colocando su culo en mi paquete:

- ¿Te molaría que mis amigos y yo disfrutáramos de tu culo a la vez? -dije susurrándole al oído.
- ¿También el rubito? Uffff -suspiró echándome mano al paquete.
- También Dani, sí. ¿Te pone? -dije chupándole la oreja.
- Ya te digo... si ahora mismo te la sacaras podrías clavármela sin muchas complicaciones...-sugirió.
- Anda, trae las bebidas -dije poniéndole de pie y dándole un pequeño azote en el culo.

Sabía que aquello le pondría así de cerdo y me faltó muy poco para dejarme caer en sus redes... pero había que aguantar. Fijamos que la ocasión sería en su casa, ya que las otras casas estaban ocupadas. El problema era que sus padres llegaban a la mañana siguiente, es decir, había que organizar el polvo esa misma noche. Ahora tocaba decirles a mis amigos que lo tenía todo previsto para cumplir con la apuesta y el requerimiento de aquel día en el que perdí al póquer. Cuando quedé con ellos, me sorprendió que Sergio no pareciera muy convencido de la idea. Se quejaba de que el era mucho más pasivo que activo y que, por lo que yo le contaba, lo que quería Óscar es que le folláramos a turnos los tres. Dani le hizo entrar en razón diciéndole que daría tiempo para jugar a muchas cosas y yo le hice ver que a Óscar tampoco le desagradaba meterla, total, lo hacía con chicas. Y conseguimos convencerle. No hubiera tenido el mismo morbo sin él.

Le mandé un mensaje a Óscar para que estuviera preparado y cada uno de nosotros hizo lo mismo. No había más que hablar hasta que llegara la hora convenida. Primero habíamos quedado los tres para ir juntos, lo que a mi me venía peor porque a fin de cuentas Óscar vivía en mi edificio y si le pegaba un grito por el patio interior me oía perfectamente. Habíamos quedado a las diez de la noche y Sergio se retrasó bastante, no era habitual en él, pero me daba que desde que llevábamos haciendo cruising se trataba de la primera vez que lo hacía por compromiso y no realmente por convencimiento. Llegó como cuarenta minutos tarde y ya subimos los tres a casa de Óscar, quien sin dejar nada a la imaginación, nos recibió en unos calzoncillos tipo slip de una conocida marca australiana, marcando paquete y luciendo cuerpazo. Nos recibió con un pico a cada uno y nos pasó al salón, donde había preparado unos gin-tonics. Claro, se me olvidaba que él legalmente ya podía beber. No hubo mucho dejado a la improvisación: Óscar estaba en el lugar en el que quería estar, siendo la putita de tres chavales mayores que él que le ponían la polla dura en medio segundo. Se sentó haciendo hueco entre Dani y mía y nos empezó a comer la boca con lengua, a la par que con sus manos agarraba nuestros paquetes que comenzaban a sobresalir por aquellos pantalones cortos deportivos de algodón que llevábamos. Con tanto frotar y tanta lengua yendo y viniendo, nos pusimos duros en menos que canta un gallo. Sergio miraba la escena medio pasmado, pero algo debió hacer click en su cabeza y comenzó a desnudarse complemente mientras miraba, pasó a situarse delante nuestra entre el sofá y la tele y, poniéndose de espaldas, desafió:

- No quiero que mi culo pase hambre esta noche...
- Joder, vaya culazo tiene tu novio -dijo Óscar mirándome.

Utilizó una palabra que nos dejó instantáneamente congelados a los tres: tu novio. Óscar pareció percatarse de ello, se levantó, cogió a Sergio de la mano y se desnudó. El siguiente paso fue ponerse ambos de rodillas frente al sofá y pedirnos que nos pusiéramos de pie. Nos quitaron los pantalones y los calzoncillos y ambos comenzaron a comerse nuestras pollas, turnándoselas, turnándose sus lenguas y Dani y yo empezamos a besarnos y magrearnos con pasión, mientras teníamos a aquellos dos chicos mamándonos el rabo, compitiendo por ver quién lo hacía mejor. Parecía haberse desatado una guerra entre los más pasivos del grupo. Ese fue el momento en el que dejé de ser consciente de todo y empecé a dejarme llevar sin tener en cuenta tiempo, pensamientos ni razonamientos. Solo disfrutar de aquello. Tardamos poco en irnos al dormitorio principal y casi instintivamente Dani le lanzó a por el culo de Óscar diciendo cosas en voz baja del tipo: joer, lo tienes bien depiladito y abierto...se nota que el Marcos te ha dado buenas folladas, vas a ver ahora lo que es bueno, etc. Yo hice lo propio con Sergio, que estaba, sorprendentemente, bastante cachondo teniendo en cuenta su cara de póquer hacía poco más de dos horas. 

- ¿Pacto? -preguntó Dani.
- Está limpio, solo ha follado con su novia y conmigo -dije.
- Bffff, te vas a enterar -le dijo Dani a Óscar.

Sí, eso significaba que pese a que Óscar era 'nuevo' en nuestros encuentros sexuales de colegas, le íbamos a dejar participar en nuestro círculo bareback (total, yo ya lo había hecho desde que le follé el culo por primera vez). Mientras le comía el culo a Sergio, no podía evitar mirar la polla dura de Dani, de esas pollas que cuando están muy duras marcan mucho las venas y se les endurece
el capullo tanto que parece que va a explotar; me ponía muy cerdo su rabo y no quería perder detalle. Así que agarré a Sergio, que estaba al igual que Óscar de cuatro patas encima de la cama, para acercarle a mi y, mirando a Dani, empezamos a clavarles nuestras pollas a la vez. Buah, que morbo me dio aquella situación, las miradas de vicio que crucé con Dani, situado en paralelo a mi, ver cómo su rabo invadía aquel culo imberbe me la puso tan dura que se la clavé de golpe a Sergio y empecé a follármelo como un animal, al igual que Dani hizo con Óscar. No se cuál gritó más, pero nos dio tan igual (lo mismo que a ellos) que seguimos follándoles, por decirlo así, sin piedad. 

- ¿Cambiamos? -le propuse a Dani.

Y sacando la polla de ambos culos, cambiamos de chico y les seguimos follando durante un rato en aquella cama que no dejaba de chocar contra la pared armando cierto revuelo. Menos mal que no era la habitación que daba al patio. 

- Ahora vamos a mandar nosotros -dijo Sergio.

Y 'obligándonos' a Dani y a mi a tumbarnos boca arriba, en paralelo uno con el otro, se montaron en nuestras pollas cual jinete que cabalga a su potro. No nos permitieron besarnos, ni tocarnos entre nosotros, ni a ellos; pero sí contemplamos la escena de Sergio y Óscar tratando de besarse y jugar con sus lenguas. Su objetivo era ponernos a mil, y lo conseguían, porque cuando a alguno de nosotros le quedaba poco para correrse, paraban, se comían los morros y se sobaban y continuaban cabalgándonos. Estuvimos jugando bastante rato a esa especie de tortura sexual, hasta que Dani dijo que ya le dolían los huevos y necesitaba descargar. De nuevo, volvimos a ponernos de pie, con ellos de rodillas:

- Dadnos un buen lefazo en la cara -dijo Óscar.

Dani me cogió la polla, yo le cogí la suya, y con un movimiento un tanto raro, comenzamos a pajearnos hasta que pocos segundos después nuestras pollas estallaron casi a la vez, poniendo las caras de Sergio y Óscar como una pared negra a la que echas gotelé blanco. Nos fuimos al baño todos a limpiarnos y con la tontería, me di cuenta de que era ya la 1 de la madrugada. Nos acostamos todos en la cama, Dani a mi lado, después Óscar y Sergio; estábamos todos como extasiados y, curiosamente, Óscar y Sergio se quedaron dormidos, con sus pollas morcillas al aire. Dani y yo nos quedamos hablando y, una hora después, decidimos darles una buena "despertá": Dani comiéndole la polla a Sergio y yo a Óscar. Ambos se despertaron al poco de habernos introducido sus rabos en la boca, se les puso dura poco después y comenzaron a besarse entre ellos con desenfreno. Parecía que habían conectado. Nosotros seguimos mamando, Óscar se corrió enseguida, no se la chupé más de 4 minutos cuando me llenó de leche la boca, Sergio tardó un par de minutos más en correrse en la boca de Dani. 

Me fui al baño con Dani a enjuagarnos la boca, mientras habíamos dejado a los "angelitos" durmiendo, ahora ya sí, a pierna suelta:

- Me ha puesto a tope ver al principio cómo se la clavabas a Óscar...-dije.
- Ya sabes que cuando quieras la tienes en tu culo, Marquitos -contestó.

Y sabía que era verdad. Volvimos a la cama y nos quedamos dormidos boca arriba. A nadie se le había ocurrido poner un despertador, siendo ya las 2 y pico de la madrugada. Total, estábamos de vacaciones.

- ¿Hola? ¡Hola! ¿Cariño? ¿Hijo? ¿Hooooooolaaaaaaaaa?

La voz cada vez se oía más cerca. Y cuando me despierto, me froto los ojos y los abro veo a la madre de Óscar en el quicio de la puerta mirando boquiabierta a cuatro tíos totalmente en bolas encima de su cama de matrimonio, con las piernas entrelazadas, restos de corrida en el suelo... Y su hijo, en el medio, abrazado a Sergio. 

Casi nada.




21 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 101: CRUISING CASUAL EN LA MANGA

Habitualmente las vivencias que podéis encontrar en este blog son todas, o la gran mayoría, experimentadas en lugares de cruising ya establecidos o con personas con las que quedo a través de apps, o incluso con mis amigos de siempre. Sin embargo, hay ocasiones en las que el cruising se da casi por casualidad, sin buscarlo. Y eso es lo que nos ocupa en la entrada de hoy.

Cuando hablé con Dani y Sergio acerca de todo lo que había pasado con Paco no le dieron la más mínima importancia y fue algo que me sorprendió, ya que normalmente solíamos hablar de los detalles y mostrar cierto interés por los ligues que cada uno tenía por su lado. Al principio mostraron sorpresa, pero inmediatamente después Dani cambió de tema proponiendo plan:

- ¿Qué os parece si cogemos el coche mañana y nos vamos a pasar el día a La Manga? -propuso.

La Manga (Murcia) no nos quedaba muy lejos, aproximadamente una hora y cuarto en coche por la autovía, y lo cierto es que no iba por allí desde que era bien pequeño. Junto a que a los tres nos gustaba de vez en cuando hacer excursiones, pues la respuesta fue un sí rotundo. No se mencionó en ningún momento el hecho de ir de caza, de ir a ligar o de visitar lugares de cruising por allí, sino simplemente de ir a pasar el día. De hecho, quedamos en no mirar lugares de cruising y dejarlo todo meramente al azar, si es que al final conseguíamos algún ligue. Lo importante era pasar un día juntos. Y estuvimos de acuerdo los tres. Salimos a primera hora de la mañana siguiente, habiendo elegido ir entre diario para evitar las aglomeraciones de fines de semana, que ya de por sí en verano se dan todos los días, con que mucho más en sábados y domingos. Conduje yo con la guía del navegador y bueno, está claro que Murcia es diferente: ¡hacen las incorporaciones a las autopistas hacia la derecha! Era la primera vez que lo veía y pasamos un momento de nervios. Lo que no sabíamos es que La Manga tiene una extensión de más de 30 kilómetros si mal no recuerdo, con lo cual una vez llegamos allí, pasamos bastante tiempo bajando y entrando al coche de nuevo. Hacía bastantes años que no iba por allí, pero lo cierto es que tampoco había cambiado en exceso. 

La Manga da, por así decirlo, a dos mares: el "mar menor", cerrado y con agua bastante caliente, y el "mar mayor", el propio mediterráneo abierto. La parte del agua semi-estancada nos gustó para hacer fotos, pero desde luego para bañarse estaba mucho mejor el mar abierto. Fue cuando nos tumbamos un rato en la playa cuando una de estas apps me sonó. Se trataba de un chapero que me decía que por mi físico podría hacerme un buen descuento o incluso dejarme el servicio de masaje gratis teniendo que pagar solo por el sexo final. Estaba bastante bueno y tenía pinta de cani, que es una de mis debilidades, pero le vi tan desesperado por conseguir clientela que, educadamente, le di un no por respuesta.

Lo interesante del día se produjo a la hora de la comida. Estábamos en Murcia, con lo cual se hacía necesario probar uno de sus famosos arroces con pescado y elegimos, quizá, el restaurante más concurrido que vimos. Más que nada por eso de que si está lleno, por algo será. Tuvimos que esperar unos 20 minutos para una mesa y, casualidades de la vida, nos sentaron al lado de un grupito de 5 o 6 chicos maricas. Maricas porque 3 de ellos lo escenificaban de forma exagerada y 2 parecían más masculinos, además, la conversación que se traían, que todo el restaurante podía oír, no dejaba dudas al respecto. El típico grupito que, ya hubiera sido de heteros, le gustaba hacerse notar. Nos estaban poniendo de los nervios, porque con sus voces apenas podíamos escucharnos entre nosotros, cuando noté que uno de ellos me miraba fijamente. De unos 27 años, piel morena, barbita recortada, ojos marrones, pelo de punta. Con disimulo cogí el móvil, abrí el Grindr y me salió una foto suya signo de ser su perfil. Se describía como "muy pasivo y tragón". Interesante. Las miradas continuaron y comencé a entrar en el juego, ya que del grupito, era de los que me parecían más interesantes. Como no quería pasarme toda la comida calentándome con él, le abrí directamente un mensaje por la app: ¿También miras así de fijo cuando te están follando ese culo tragón que dices que tienes? Le sonó el móvil en la mesa y lo miró, poniendo cierta cara de sorpresa y picardía a la vez. Su respuesta no tardó: Si quieres nos perdemos en los baños y lo compruebas :*, seguido de: me molan con buenos rabos, eso sí. Así que le mandé una foto de mi polla  sin decirle nada, obteniendo por respuesta: ¿quieres que te mire fíjamente cuando me estés clavando tu estaca?, así que respondí: Claro, ver tu mirada de éxtasis me la pondrá más dura aún, pero no me va el rollo de calentarnos por aquí, ¿te hace concretar algo?. Como respuesta, recibí una foto de su culo metiéndose tres dedos, que me empalmó por completo, pero nada más.

Le miré y me di cuenta de que estaban haciendo cálculos para pagar cada uno la parte que le correspondía. Pidieron la cuenta, pagaron, se levantaron y se dirigieron a la salida. "Polvo perdido", pensé, pero al cabo de 10 minutos, cuando ya estábamos tomando el postre, recibí un mensaje suyo a través de la app: te espero en el urinario de la derecha con el culo limpio y abierto, si no vas a venir dímelo que me están esperando.

Me excusé con Dani y Sergio, a quienes no estaba contando nada de lo que estaba ocurriendo, diciéndoles que me había sentado algo mal y que tardaría un poco. Sergio asintió, pero Dani me miró arqueando la ceja y no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa que lo dejó todo claro sin necesidad de decir nada. Me sorprendía que a veces la conexión que tenía con él, superaba a la que tenía con Sergio, a pesar de que con Dani follaba bastante menos. Así que me dirigí al baño, entré, me lavé las manos, me puse un poco a tono y entré:

- Ya pensé que no ibas a venir -dijo.

Y me encontré con el tío desnudo de patas abiertas, apoyándose en la pared de enfrente, pasándose la mano por el culo sensualmente, lo que me puso como
una moto, ya que debía de haber estado dilatando. Tenía un cuerpo normal, ni gordo, ni delgado, pero si ligeramente marcado. Y un culo de infarto.

- Toma -dijo, lanzándome un condón de marca rara.

Me desnudé, colgué la ropa en el colgador de la puerta, eché el pestillo, me la meneé un rato hasta que la tuve bien dura y me puse el condón.

- No hace falta que me lo comas, fóllame y clávame ese rabo de toro que tienes -dijo con cara de vicio.

Aquello me puso a mil y le metí el rabo despacio, pero notaba esa sensación que te dice que ese culito quería absorber tu polla enterita porque ya estaba acostumbrado. 

- ¡Clávamela! ¡Vamos, tío! -insitió.

Así que se la clavé de golpe y empecé a darle bastante caña desde el principio, que parecía que era lo que quería. Empezó a gemir bastante según le bombeaba el culo y mis cojones chocaban haciendo ruido, pero se abrió la puerta principal de acceso al baño y bajé el ritmo para evitar hacer ruido. Me estaba dando mucho morbo la situación, pero no me apetecía nada que me llamaran la atención por estar follando en un baño. El tío en cuestión se fue y volví a recuperar el ritmo metiéndosela hasta el fondo con fuerza y sacándola. La bromita de mirarme fíjamente mientras le follaba se había quedado en nada, no era cómodo para él estar girando el cuello, ya que estábamos follando en la postura de a cuatro patas, sólo que de pie. Ambos empezamos a sudar y mi polla entraba y salía tan bien que aceleré más el ritmo y la intensidad de la follada:

- Joder tío, como sigas así, me corro ya -susurró el chaval.

Y, efectivamente, comenzó a pajearse con rapidez y echó toda la leche líquida en el suelo. Seguí follándole hasta que te dijo:

- ¿Prefieres que te la coma y te corras en mi cara?
- No tío, con este culito tan tragón, quiero correrme dentro...-dije.
- Vale tío, préñame... échame tu leche...-empezó a decir (obviamente en sentido figurado, porque había condón).

Y a los pocos segundos me corrí en su culo, de forma bastante abundante según pude ver cuando saqué el condón.

- Tío follas como un animal, cómo me ha gustado -dijo el chaval cogiendo una toallita y limpiándose.
- Gracias colega, tu culazo lo ha puesto fácil -dije.
- Solemos ir a las playas de Calblanque en verano, por si quieres repetir alguna vez...-dijo, sonriendo.
- ¿Intercambiamos móviles? -ofrecí.
- Vale, pero intenta ser discreto cuando me escribas porque tengo novio -explicó.
- Hecho.

No me culpéis a mi. No elijo que vengan a mi los casados o con pareja, allá cada uno con sus engaños y conciencias. La verdad es que disfruté bastante con aquel polvo exprés que echamos en aquel baño. Cuando llegué a la mesa Sergio me soltó una puyita:

- Vaya, si que te encontrabas mal. Has tenido que quitarte la camiseta y ponértela del revés -dijo, serio.
- ¿Qué tal el polvo? -preguntó Dani directamente.
- Joder, ¿tan obvio era? -dije.

Y los tres nos echamos a reír. 



16 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 100: CONOCIÉNDOME, CONOCIÉNDOTE (Parte 2)

No había nada mejor después de echar un buen polvo que te ofrecieran darte un baño en una bañera redonda, no solía ser lo habitual. Normalmente, cuando quedas con un tío para follar y vas a su casa, como mucho te ofrece darte una ducha o asearte rápidamente para que abandones su casa cuanto antes y ya veremos si repetimos o no. Yo también lo hago, aunque si hay buena conexión trato de ser amable y ofrecer aunque sea algo de beber para que haya un mínimo de conversación.

Paco tenía todo estudiado aquella noche, desconozco el tiempo que llevaría preparando aquello, pero todo estaba organizado al más mínimo detalle: desde la cena, pasando por la bebida y postres, hasta la iluminación. Así que es obvio que acepté su invitación para subir a la planta de arriba, en otras ocasiones probablemente me estaría ya visitiendo, pero estaba agusto y nos quedaba aún más rato por disfrutar. Desnudos subimos a la planta de arriba, algo más pequeña que la planta de abajo: una sala tipo almacén, una pequeña habitación con un sofá y una tele y un baño enorme con la ya mencionada bañera redonda. No era jacuzzi ni nada por el estilo, simplemente una gran bañera blanca situada en una esquina del baño y con un imponente espejo enfrente. Estaba pensada para darse baños con tranquilidad, no tenía posibilidad de ducha ni mamparas que protegieran el agua de salirse. No hacía falta. Varias velas adornaban e iluminaban aquel servicio, mientras Paco abría los grifos y esperábamos a que aquella bañera se llenara. De un recipiente que parecía gel de baño, vertió una cantidad importante y aquello se llenó de burbujas de jabón, hasta el punto que pensé que se desbordaría, pero justo cuando iba por el nivel máximo, Paco detuvo los grifos y la bañera aún guardaba unos cuantos centímetros de capacidad: lo justo para que el agua no se saliera al meterse dos cuerpos en ella. La temperatura del agua era bastante caliente para la época del año en la que estábamos, pero lo suficiente para que no se quedara fría en poco tiempo. Primero se metió Paco, sentándose y abriéndose de piernas, y después me introduje yo ocupando el sitio que me habían dejado sus piernas y recostándome en él. Giré la cabeza y empezamos a morrearnos y besarnos jugando con nuestras lenguas y notando cómo su polla comenzaba a crecer de nuevo, estaba claro que tenía más ganas de marcha.

Con una esponja comenzó a frotarme con suavidad por el torso, que parecía privarle especialmente, recorriendo cada centímetro de mis pectorales, bajando hacia la tripa y dibujando el contorno de los pequeños cuadraditos que se me dibujaban... Me miraba absorto y su polla decía que aquello le estaba gustando mucho, así que me di la vuelta, le besé y cogiendo aire empecé a mamársela
debajo del agua. Nunca lo había hecho en una bañera y no lo volveré a hacer, ya que parece que estás masticando jabón continuamente... Mucho mejor en el propio mar o la piscina. Así que le levanté y comencé a comérsela fuera del agua. En un momento, Paco hizo una proposición:

- Marcos, ¿por qué no intentas metérmela?
- ¿Te han follado antes? - pregunté.
- Bueno, mi mujer lo hacía últimamente con consoladores, de menos a más... no me encantaba, pero me ayudaba a correrme antes y pasar el trago -dijo poniéndose rojo.

Era curioso que se avergonzara por eso y no por ninguna de las cosas que llevábamos rato haciendo, pero lo dejé pasar. Lo cierto es que hasta ese momento solo le había agarrado de los cachetes y apenas había trasteado con su agujero, así que me lancé y bajé la mano para palpar con qué me encontraba. Me llevé una sorpresa al notar lo dilatado que estaba, para lo que había presupuesto de él. Empecé a trastear con su culo peludo metiéndole un par de dedos con el único lubricante que proporcionaba el mismo agua con jabón, su cara no era de extremo placer, pero seguí intentándolo añadiendo un dedo más, que forzó en su cara una mueca de dolor. Ante mi parón, me cogió de la mano y me ayudó a que le siguiera haciendo dedos durante un rato. Noté cómo se le bajó la polla, pero no le di más importancia ya que a mi también me pasa a veces cuando me están haciendo trabajitos previos. Cediéndome su sitio, se levantó a coger un condón, así que me levanté también, me la sequé un poco y me lo puse, volviéndome a sentar dentro del agua tratando de mantenerla lo más dura posible. Paco se volvió a meter en la bañera meneándosela y se empezó a sentar en mi rabo introduciéndoselo poco a poco. Su cara era un poema y no paraba de decir: si es que es larga, pero solo un poco más, solo un poco más... Cuando la tuvo totalmente dentro, y su cara estaba más roja que un tomate, empezó a intentar cabalgarme, pero lo hacía tan forzado y tan brusco que aquello tenía poco de excitante, a él de hecho no se le acababa de levantar:

- Marcos... no te enfades, pero vamos a dejarlo, me va más el rollo activo - dijo.
- Sin problema tío, cuando algo no va, no va... -traté de consolar esa cara suya que llevaba la palabra 'decepción' casi tatuada en su mirada.

Así que me senté enfrente suya en la bañera y cogiéndole una mano le animé a que me cogiera la polla, a la vez que yo cogía la suya:

- El reto es pajearnos sin quitarnos la mirada de los ojos y ver quién se corre antes -propuse.

Su polla creció inmediatamente y empezamos a pajearnos mutuamente con una cara de deseo en su cara que lo decía todo. Se mordía los labios sin quitarme ojo y su polla cada vez se ponía un poquito más dura. Pude notar incluso como su leche subía desde aquel peludo par de huevos. Tardó poco en correrse, a mi tuvo que dejarme por imposible, no me corría. No hacía más de una hora desde la vez anterior, y con la semanita que llevaba, una segunda corrida era difícil. Así que él ganó el reto. 

Salimos de la bañera con la piel totalmente arrugada, nos secamos y me invitó a quedarme a dormir. Ya contaba con ello, máxime con las horas que eran. Nos tomamos un par de copas mientras intercambiábamos experiencias de cruising y nos acostamos en la cama de matrimonio. En medio de lo contentillos que estábamos por las dos copas, ya tumbados en la cama, Paco soltó algo que lo estropeó todo:

- Sería genial si tu yo tuviéramos algo serio, más a largo plazo, tengo el presentimiento de que podría irnos muy bien - dijo, abrazándome y quedándose dormido poco después ante mi falta de respuesta.

¿Por qué estropearlo todo con una frase así si todo había ido sensacional? ¿Pudiéndonos pegar buenos polvos de vez en cuando, sin más? No pequé ojo y decidí que lo mejor era marcharme de allí lo más sigilosamente posible, así que cuando el reloj marcó las 5 de la madrugada y Paco estaba dormido hasta las trancas, me levanté, saqué mi ropa y me vestí en el salón. Salí de la casa, me dirigí hacia el coche de mi padre y conduje a casa, donde ya sí, dormí como un tronco hasta las 2 de la tarde del día siguiente.

Cuando me levanté tenía varias llamadas perdidas y mensajes en el buzón de Paco, presumiblemente preocupado. No contesté. Ni ese día, ni durante el resto del verano. Realmente no le contesté ni quise saber más de él hasta la Navidad. 

¿Para qué forjarle a llevarse ilusiones que nunca iban a cumplirse? Decidí que seguir viéndome con él y follando solo haría que su espera fuera más larga, tal y como había pasado no hacía tanto tiempo con Sergio. La historia no podía repetirse y había que cortar por lo sano, Paco tenía que conocer otros chicos, otros hombres con los que, quizá sí, poner en marcha un proyecto en común. Yo no le quería para eso ni le veía de esa manera. Un hombre como el ahora necesitaba experimentar mucho más, conocer su sexualidad bastante mejor, ver cómo funcionaba con otros tíos distintos a mi. Lo que estaba claro es que yo no era ese prototipo de hombre que pudiera culminar su deseo.


11 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 99: CONOCIÉNDOME, CONOCIÉNDOTE (Parte 1)



Las palabras susurradas de Paco dejaban claro que lo que había pasado la madrugada anterior no había sido producto del alcohol, o de un sueño caliente del que te preguntas: ¿fue verdad? No, nos habíamos dejado llevar por nuestros instintos más primarios y disfrutado de aquella noche. Cuando sonó la puerta no supe muy bien cómo proceder, cómo reaccionar, así que me puse unos pantalones cortos de algodón de estar por casa y una camiseta de tirantes, las chanclas y, antes de salir directo al baño, le dejé preparado a Paco un “pack” de ropa de estar por casa.
Me lavé la cara con agua fría varias veces y contemplé mi reflejo en el espejo: Marcos, ¿qué estás haciendo?

7 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 98: UNA VISITA SORPRESA

Había causado mucha controversia en mi casa, se habló de ello muchísimas veces, pero con el tiempo la sorpresa inicial se fue diluyendo. A pesar de eso, a mi padre siempre le quedó la tristeza de no saber qué había pasado para que el compañero con el que llevaba trabajando 15 años, el que venía con su familia todas las navidades a cenar a casa, ese amigo íntimo, hubiera desaparecido. Primero, dejó el trabajó; después anunció que no vendrían a la cena de Navidad y no contestaba a sus llamadas. Tampoco respondían en el móvil de su mujer, que tenía buena relación con mi madre y quedaban para tomar café a menudo. Sí, efectivamente os hablo de Paco, aquel que me arreó un puñetazo en el Moncayo. 

Oír sonar el móvil de mi padre en periodo de vacaciones es algo raro y generalmente portador de malas noticias, lo tiene por tener, como quien todavía tiene un aparato de radio que no usa, pero ahí sigue en la estantería. Lo mismo para el móvil de mi padre en vacaciones. Entonces, cuando aquella mañana sonó y escuché su tono de llamada tan de finales de los 90, me eché a temblar. O se tenía que volver a Madrid. O se había quemado la casa. O alguien se había muerto. Fijo, algo malo. Recuerdo que estaba en la cocina con mi madre cuando sonó y me miró con una cara que parecía corresponder a mis pensamientos. Ella también sabía que no podía ser nada bueno. Y nos quedamos los dos allí agazapados, en absoluto silencio, esperando a escuchar cómo respondía mi padre y qué decía. Sin embargo, mi padre respondió emocionado, alegrado, contento, me atrevería a decir que incluso estaba eufórico. No se oía toda la conversación, pero el tono estaba claro que era alegre. De hecho, mi madre pareció aliviada y comenzó a hablar sin dejarme escuchar la charla con nitidez, solo recuerdo el final:

- Claro que sí, ya sabéis que esta es vuestra casa, os esperamos esta noche encantados. Como me alegro de saber de ti por fin Paco, nos tienes que poner al día de todo -decía mi padre.

Paco. Sólo podía ser un Paco. El mismo Paco que me vio follando en el Moncayo, el mismo Paco que me ofreció dinero por chupármela, el mismo Paco que me conocía desde crío. No había otra posibilidad. El mismo... al que no veía desde, precisamente, aquella anécdota. Siempre supe que el distanciamiento que mostró, el cambiar de trabajo y no dar señales de vida estaba relacionado con lo que había pasado. No sabía todavía los motivos, pero los averiguaría en breve, ya que como mi padre nos anunció segundos después de colgar, esa noche teníamos invitados. Paco y familia estaban en Torrevieja y vendrían a visitarnos. Mis padres estaban muy ilusionados con recuperar una amistad que para ellos había sido tan importante, por saber qué había sido de ellos. Yo, sin embargo, no sabía qué hacer. No sabía si lo más correcto era poner una excusa y marcharme, o enfrentarme a la visita. Más tarde o más temprano

31 de octubre de 2014

CAPÍTULO 97: SED

Tengo que manifestar que me mostré bastante crítico y reacio a creer la campaña que paseó al ex candidato presidencial Al-Gore por medio mundo haciéndonos temblar de miedo por la catástrofe que estaba cerca de llegar: el calentamiento global. Esto supondría increíbles fenómenos que poco menos que harían temblar los cimientos del planeta por la mano del hombre y la inacción de los países. Años después, me reafirmo en lo dicho: los veranos siguen siendo cálidos y los inviernos siguen siendo fríos, la vida en ciclos, como la historia viene demostrando.

Dejando esto a un lado, lo cierto es que soportar 40º alicantinos en pleno verano, sin viento del levante que ayude a llevarlo mejor se hace francamente insoportable. Sobre todo, esas noches en las que las temperaturas mínimas se quedan estancadas en 28º, no entra aire por tu ventana y el único remedio es beber agua a raudales y despelotarse. No, no teníamos aire acondicionado, afortunadamente en condiciones normales, nuestra casa de la playa solía tener bastante corriente por sí sola. No obstante, cuando una de estas olas de calor nos invade, poco queda por hacer.

Y aquella mañana me había levantado con mucho calor, estaba ardiente y tenía una sensación de sequedad en la garganta que ni el agua fría de la nevera conseguía saciar. No se me bajaba la polla de lo dura que la tenía y es que a mi garganta, aquel día, no le apetecían refrescos fríos precisamente. Ni con alcohol ni sin alcohol, lo que mi garganta pedía a gritos aquel día era algo más templado, algo más caliente, algo que fuera acorde al calor que hacía... algo más rudo, más humano, más... más masculino.

Crema, lefa, corrida, leche, calichón, chuño, requesón, mascada... en definitiva, mil nombres para denominar una sola cosa: el semen. Ese éxtasis que expulsamos los hombres en el momento más álgido de una relación sexual o una paja bien cascada. Pero ese día no había pajas que valieran, ese día quería tragar. Lo cierto es que nunca antes había sido un gran amante de la leche, como a mi me gusta llamarla. Por supuesto que me molaba y me daba un morbo tremendo que el tío con el que estuviera follando se corriera al terminar el polvo, o ver cómo se corría mientras le daba por el culo, o que tras una buena mamada te echen la leche en el pecho. Pero me quedaba ahí, no era mi fetiche, no era algo más con lo que me apeteciera experimentar, no era algo que me causara tanto morbo como a otros tíos con los que había estado.

Aquel día era diferente. Algo se había removido en mi interior que me pedía leche en cantidad y yo sabía que sólo había dos personas de confianza con los que poder jugar de esta manera. Esas dos personas con las que tenía un pacto de máxima protección con otros, para poder disfrutar del sexo a pelo entre nosotros. Ese pacto que apenas había sido incumplido por parte de ninguno a lo largo de los años. Sí, lo había decidido, haría valer el pacto para saciar mi sed. ¿Cómo plantearlo? No, no les iba a mandar un mensaje al móvil comentándoles mi última ocurriencia, tendría que ser algo más directo, más tentador, más lleno de morbo... Sí, había que regresar al Moncayo. Un día de diario, por la mañana, que sólo habría viejos y darnos el paseo para nada, no sería plan... habría que aprovechar el camino.

No encontré problemas en Dani ni en Sergio para visitar nuestro viejo lugar de cruising, al que ese verano teníamos un tanto abandonado por nuestras estancias en el Rebollo y otros sitios que empezábamos a conocer. Así que allí nos fuímos, aprovechando un buen camino de playa y después de darnos un buen baño en el templado Mediterráneo para quitarnos el sudor. La subida hacia la caseta fue poco menos que una tortura: el poco aire que soplaba en la playa se quitó nada más entrar a la pinada y no sabría decir si estábamos más mojados cuando minutos antes habíamos salido del mar, o ahora con la caminata (no, el rollo 'sudor' tampoco me iba demasiado). Así que nos acoplamos un rato a la sombra de unos pinos y cuando el sudor se fue y estábamos descansados, iniciamos la búsqueda y caza. Yo ya sabía que era inútil, ir al Moncayo por las mañanas suele ser sinónimo de perder el tiempo, al menos para la gente joven que busque gente joven. Rara es la excepción a esas horas. Pero justamente eso era parte del plan que paseaba tranquilamente en mi cabeza y tal que así salió; no pasó más de media hora cuando empezaron a quejarse por la falta de material. Y tomé ventaja precisamente de aquel momento de debilidad:

- Venid conmigo - dije cogiendo a cada uno de la mano.
- ¿Dónde vamos? - preguntó Sergio.
- A la sombra, tengo sed. -dije.
- Tengo agua en la bandolera -ofreció Dani.
- No, ese tipo de sed no es la que pide mi garganta -dije quitándome la camiseta y cogiéndoles de la mano de nuevo.

No hubo mucha más conversación. Les bajé a un sitio más o menos cómodo y a la sombra que conocíamos, me quité el bañador delante suya y me quedé totalmente desnudo, meneándome la polla a la vez que les miraba con cara de vicioso. No tardaron en reaccionar y, previa comprobación de que no hubiera mirones, se desnudaron mientras yo tendía una toalla en el suelo y se acercaron a mi: empezamos a besarnos y tocarnos las pollas a tres bandas, tres lenguas calientes jugaban entre ellas, mientras las diferentes manos recorrían todas las partes de nuestros cuerpos, con especial detención en los mástiles ya erectos de cada uno de nosotros. No tardé demasiado en hincar las rodillas, me encanta magrearme con ellos, pero ese día quería lo que quería. Primero me metí la polla de Sergio, sin grandes delicadezas, hasta el fondo y del tirón, provocándome una arcada que me hizo saltar las lágrimas, pero no me molestó.
Dani, meneaba su polla en el aire y me la restregaba por las mejillas, así que aproveché que me sacaba la de Sergio y me metí la de Dani también de una estacada y saboreando cada parte. El calor provocaba que, sobre todo en mi caso, estuviera sudando como un auténtico cerdo, pero eso no me impedía estar disfrutando de aquellas dos delicias. Tras pasar un rato mamando, conseguí hallar un ritmo más o menos constante que pudiera mantener la acción de ambas pollas a destiempo y mantenerles en aquel punto álgido les estaba poniendo muy cachondos, de hecho se me estaba llenando la boca con el líquido preseminal (también conocido como rebaba) de cada uno. Dani pidió follarme, allí apoyado en un árbol... y aunque la tentación era grande, le respondí con un: me quema la garganta. A lo que él respondió: qué zorrón estás hoy cabrón, pues si quieres leche, la vas a tener. En ese momento, Dani me cogió de la cabeza para él solo y empezó a follarme la boca de forma desbocada, a la par que Sergio aprovechaba para morrearse con él a saco y sobarle el culo. Las lágrimas me caían por las mejillas y tenía mi propia polla tan dura que miedo me daba que se me pusiera morada. Cuando Dani comenzó a gemir, supe que aquello calmaría mi sed, y así fue: un buen chorro de líquido caliente invadió mi boca, con un sabor ligeramente dulzón, que engullí sin tan siquiera pensarlo, continuando la mamada con suavidad, sin escupir y dejándole la polla limpia. 

Sin apenas dejarme tiempo de reacción, Sergio me cogió la cabeza y empezó a hacer lo mismo que Dani, sólo que Sergio debía estar tan cachondo que tras minuto y medio follándome la boca me llenó la garganta de una leche espesa y algo más amarga que la de Dani. Un contraste perfecto, que también engullí sin quejarme, y esa leche bajando por mi garganta fue el suficiente estimulante para correrme en aquella toalla azulona que habíamos tendido en el suelo.. Les dejé follarme la boca como les dio la gana y había tenido mi premio final. Acabamos los tres tumbados en aquella toalla, abrazados y mirando al cielo mientras que Dani se fumaba un cigarro. El de después.

Nunca supieron que lo que pasó aquel día fue una especie de plan que había maquinado aquella misma mañana, pero lo cierto es que nos lo pasamos de vicio y volvimos a disfrutar de nosotros sin la necesidad de otras personas. A veces, era lo único que bastaba. 

22 de octubre de 2014

CAPÍTULO 96: JOHN

Lo cierto es que las apps de ligoteo siempre me han dado una pereza tremenda, soy de la opinión de que se pierde demasiado tiempo en conversaciones interminables, intercambio de fotos que nunca finaliza y poca decisión, que provocan que al final no quedes con tantos tíos como cabría esperar de una aplicación de estas características. Una aplicación que es generalmente usada por mucho pajillero suelto que busca saciar su calentón temporal. De hecho, pienso que con el tiempo y su expansión se han hecho aún peores. 

Sabéis, el típico tío con el que llevas hablando semanas, meses y, en este caso, un año; conoces toda su anatomía de esos intercambios de fotos que parecen interminables y no muestra la cara por privacidad. Hay buen rollo, conectáis, os ponéis cachondos, pero no acaba de concretar. Si por ti fuera, ya habríais quedado hace tiempo y os hubiérais dado un buen repaso, pero siempre encuentra excusas: padres, sin sitio, sin coche, sin saber llegar, eventos... Llega un punto en el que incluso le dices que tienes un par de amigos con los que podríamos jugar los cuatro, te responde que vaya morbazo, pero aún así sigue resultando insuficiente. De tal forma que al final le acabas dando un últimatum siendo borde y ahí es cuando algo se enciende en su cabeza y, por fin, se decide a poner fecha y hora al esperado encuentro.

Este fue el caso de John. Juan. Pero no le gustaba su nombre y para todos era John. Si realmente era como en las fotos y no mentía, estábamos ante un bombón de 19 años que nos ponía muy caliente a los tres: cuerpo fibradito de gimnasio, nada exagerado, pero muy atractivo, morenito, culazo y polla circuncidada de 19 centímetros con anchura proporcionada para dejarla más limpia que los chorros del oro. Según él, tenía poca experiencia, era tímido y le daba corte quedar, por eso de todas sus excusas durante tanto tiempo. Nosotros temíamos que fuera feo, ya que no mandaba fotos de cara, pero quisimos arriesgarnos y nos dirigimos a su casa el día y a la hora indicadas.

Su casa estaba lejos. Dentro del mismo pueblo, pero en una zona nueva de apartamentos con alturas considerables que estaban alejados del pueblo y aún más de la zona en la que nosotros vivíamos. Si nosotros estábamos más en la zona sur, esto estaba en el lado opuesto: la zona norte. Esa zona nueva que si tan siquiera en verano tiene mucha gente, pues imaginaos como está en invierno. Llegamos al anochecer, llamamos al telefonillo y directamente nos abrió, sin tan siquiera preguntar. Subimos en ascensor al piso en cuestión y allí nos esperaba John, dispuesto al ataque: sólo nos recibía en el umbral de la puerta con un bañador. No mentía en las fotos y para nada era feo: tenía una cara de niñato malote que nos lo dio todo. Y el pelo de punta. Ya no podía pedir más. 

Primero estuvimos charlando en el salón, nos enseñó el apartamento como quién visita a un amigo o pariente que acaba de estrenar casa. No estaba mal, lo mejor que tenía eran las vistas. ¡Hasta se veía la pinada del Rebollo! En un momento en el que Dani y Sergio estaban en la terraza y John se metió para preparar unas bebidas, me fui detrás suya quitándome la camiseta, le rodeé por sorpresa con los brazos y le susurré:

- Cabrón, te has hecho de rogar, pero veo que ha merecido la pena -dije.
- Claro, es que lo bueno se hace esperar -contestó pícaro girando su cabeza hacía la mía.

Y le metí la lengua. No me pude resistir ni quise esperar, así que allí estuvimos un rato presentándonos como era debido. Besaba bien, sabía mover la lengua, de forma sensual y no precipitada, con ganas, pero sin ser brusco. Este la tenía que chupar de vicio. Cuando me notó empalmado me echó mano al paquete y yo hice lo propio metiendo mi mano por debajo de aquel bañador verde, que escondía aquella polla que estaba deseando saludar. Tampoco había mentido en esto. Todas sus fotos eran reales. Cabían dos posibilidades: irnos al sofá y comenzar todo o esperar a las bebidas y a mis dos amigos. Optamos por lo segundo, así que le ayudé a preparar las cosas. Dani y Sergio pasaron, se quitaron también la camiseta, y allí estuvimos un rato bebiendo, charlando y poniéndonos calientes en aquel sofá tan propio de casas de verano. Cuando la cosa empezó a ponerse al rojo vivo, John nos dirigió a una habitación sin apenas decoración que sólo tenía una cama de matrimonio. Se notaba que era como una habitación para invitados que no usaban mucho.

No hizo falta decir nada para quedarnos todos en bolas, mientras John se tumbaba boca arriba en la cama haciendo gestos para que fuéramos a cazar su polla. De tal forma que Sergio y yo comenzamos a chupársela a dúo, mientras Dani le llenaba la boca con su polla. Y, por fin, ahí teníamos a John: chupando el rabo de Dani mientras nosotros dos le comíamos el suyo. Olía y sabía a ducha reciente, estaba dura como una piedra y mientras yo me entretenía en chupársela lo mejor que sabía, Sergio metía su cabeza y le comía los huevos. El otro, con la boca ocupada, no para de gemir, momento que aproveché para trastear con su culo. Quería intentar follármelo. Pero me vio las intenciones y se sacó la polla de Dani de la boca:

- No tío, follar hoy no... -casi suplicó.

No hizo falta decir más, y volví a concentrarme en mamársela a dúo con Sergio, mientras le sobábamos y le hacíamos sentirse deseado. El chaval, con la polla de Dani dándole caña por arriba y nosotros por abajo, no pudo contenerse y se corrió en mi boca sin casi poder evitarlo. No me gustó, pero me di cuenta de que fue inevitable cuando vi su cara de preocupación al enfrentarse a mi cara de mala hostia. Me indicó dónde estaba el baño y allí me fui a escupir y enjuagarme la boca. Cuando volví a la habitación me encontré con una estampa distinta a la que había dejado: John de rodillas en el suelo intercambiándose las pollas de Dani y Sergio que, a su vez, se estaban comiendo la boca y sobándose. Me uní a aquel círculo de puro vicio juntando mi lengua con las suyas, mientras John cazaba mi polla con una mano y me pajeaba y chupaba a turnos. El chaval lo hacía genial, se las metía enteras (una a una, claro) y las comía con mucha hambre, como si hiciera siglos que no se comía una. En ese círculo estuvimos un buen rato, pajéandonos cuando John tenía boca y manos ocupadas, hasta que Dani avisó que no podía aguantar más:

- Quiero que me bañéis con toda vuestra leche - pidió John con cara de vicioso.

Nos miramos, dimos el acuerdo y empezamos a pajearnos para bañar a aquel chaval como nos había pedido. Primero, Dani, le dejó la cara como una pared recién pintada de gotelé. Después Sergio, se corrió en un hombro del chaval y, por último yo, le hice abrir la boca y me corrí en su lengua. Se la debía. Y el chaval se comió toda la leche sin protestar, más bien con ganas y sin quitarme la mirada de los ojos mientras le expulsaba mi leche. Cuando me fijé, vi que John se había corrido una segunda vez en el suelo con una paja. 

Al terminar el chaval se fue al servicio de la habitación de sus padres, donde se duchó en menos de 5 minutos, y nosotros nos aseamos en el otro baño:

- Bueno, lo siguiente qué va a ser, ¿que folles sin condón con otros? -me dijo Sergio con severidad.
- Joder, pero si es crío, ya has visto la cara de miedo que ha puesto cuando se ha corrido en mi boca sin poder evitarlo... Está limpio fijo -me justifiqué.
- Eso nunca lo sabes, Marcos, ten cuidado. Por ti y por nosotros -añadió Dani.

Sabía que tenían razón. John, que había oído la conversación, se apresuró en afirmar que él no tenía nada, que siempre había hecho de activo con condón y que no había tenido muchas relaciones. Y lo cierto es que no me pasó nada, pero extremé el cuidado desde día. Mi pacto con Sergio y Dani era más sagrado que esto. 
John nos invitó a otra cerveza y nos dijo que lo suyo es más chupar, pajear, sobar que follar, pero que más adelante le gustaría quedar, aunque fuera para follarse a Sergio, cuyo culo le había encantado. Y no era para menos.