8 de junio de 2016

CAPÍTULO 155: UNA JOVEN PROMESA CAÍDA EN DESGRACIA (Parte 3)

La noticia de que Fabián había cancelado la boda con su pareja sentimental me cogió totalmente por sorpresa. Después del éxito de las fiestas, de nuestro acalorado encuentro en la caseta del recinto ferial, me quedé en casa de Fabián un par de días más hasta que mis padres regresaran de la playa. Su pareja siempre había sido muy amable conmigo y varias noches la oí gritar de placer al echar polvos con Fabián, con lo cual que diez días después llamara a mi padre para decirle que la boda no se celebraría me hizo ilusionarme y pensar que quizá se habría dado cuenta de que tenía sentimientos por mi más allá de su utilización política.

Así que al poco tiempo de enterarme le mandé un sms, entonces las aplicaciones tipo Whatsapp aún ni estaban en proyecto, para ofrecerle mi apoyo en todo el sentido más completo de la palabra. Fabián se estaba desvinculando lentamente de la dirección regional del partido y focalizando su atención cada vez más en el municipio del que era alcalde. Esto fue algo por lo que me vi perjudicado, ya que sin su influencia y apoyo diario, los que nunca estuvieron a favor de mi nombramiento empezaron a rebelarse. Por cosas que escuchaba en casa y en la sede, algunos daban por hecho que su desmedida ambición le había pasado factura y que 'todos' estaban de acuerdo en que debía centrarse en mantener su municipio para el partido. No era un pueblo grande, pero sí de los pocos de la zona sur de Madrid que les votaban, además desde que Fabián era alcalde, habían aumentado también los votos al partido en otras elecciones de ámbito regional o nacional. Y las próximas autonómicas, con cambio de candidato, se preveían de lo más reñidas, así que hasta el último voto iba a ser importante. Sin embargo, Fabián aún era importante: no había acto en toda la Comunidad para el que no requirieran su presencia y los candidatos en la sombra a suceder al presidente del partido, trataban de hacerse fotos con él y visitar su municipio para ver que también era posible ganar en la zona sur. Así que, perdido su poder orgánico, se centro en su poder fáctico. Y en cuanto a mi respectaba, como coordinador de la zona sur, empecé a actuar más como coordinador de las juventudes del partido en el pueblo de Fabián que como otra cosa. 

Pasaron algunas semanas sin estar en privado con Fabián. Estaba de lo más ocupado trabajando en los presupuestos municipales del año siguiente, recibiendo a empresarios y asociaciones, que prácticamente había conseguido que nos olvidáramos de que se iba a casar. Tan solo le veía en reuniones de partido. Tras casi un mes sin correrme estaba que no podía más. Durante septiembre había estado preparando mi inmediato comienzo universitario, previsto para octubre, y mi nivel de estrés era considerablemente alto, al menos lo suficiente para no ser posible calmarlo con las pajas. Entonces, ese último fin de semana de septiembre, recordé las palabras de Fabián en las que me advertía que si tenía ganas de sexo, le avisara. Para ello debía de llamarle al teléfono personal y ser exclusivamente llamada, nada de mensajes. Nada que dejara huella. 

Así que ese mismo sábado, sabiendo que estaba en casa, le llamé por la mañana y respondió enseguida. Charlamos de todo un poco, ya que últimamente no habíamos podido hacerlo, y a mi me costaba mucho sacar el tema. Es que, vamos a ver, ¿qué le decía? "Oye mira, que es que quiero ir a tu casa y que me eches un buen polvo", como ya os he contado por aquel entonces era más tímido que ahora. El hecho de que Fabián fuera más de un década mayor que yo facilitó un poco las cosas una vez la conversación ya estuvo bastante avanzada y vio que no quería colgar:

- Marcos, ¿quieres contarme algo más?
- Bueno, si... No se como planteártelo... Ya te dije que empiezo la uni este lunes y que septiembre ha sido un mes duro con todo...
- Si, eso ya lo hemos hablado. ¿Qué pasa?
- Que tengo ganas de sexo. Algo más que 'ganas' sería la palabra indicada.
- ¿Y cómo puedo yo ayudarte?
- Invítame a tu casa esta noche. 
- ¿Qué es lo que necesitas de mi? Quiero que lo digas. Dime qué deseas.
- Deseo tu cuerpo fuerte pegado al mío...
- Sí, qué más.
- Rozarnos y magrearnos. Besarte. Comerte la boca.
- Dime qué es realmente lo que quieres.
- Tu polla. En mi boca. En mi culo. 
- Eso está mejor, Marcos, que seas sincero. Nunca te he follado hasta ahora, pero tengo ganas de coger ese culo tuyo. ¿La tienes dura ahora?
- Sí...
- No te toques. No te pajees. ¿Cuándo lo hiciste por última vez?
- Hace 4 días. 
- Bien. Te espero a las diez en punto, no antes. Cógete un taxi y pide factura, yo pago. 

Puedo recordar la conversación como si hubiera tenido lugar ayer, con todos sus matices y, sobre todo, recordando cómo su voz cada vez se volvía más grave y varonil. Sabía que eso me la ponía dura y no desaprovechaba la oportunidad de calentarme de forma muy sutil. Lo que quedaba de día lo dediqué a ponerme un poco presentable: nunca he sido muy velludo, pero reconozco que me gustaba ir totalmente depilado de torso, pubis recortado, polla, huevos y culo totalmente depilados. No era sólo por una estética que me gustaba más de mi propio cuerpo y que consideraba que podría resultar más atractiva, sino que me proporcionaba un mayor placer sexual por raro que parezca. Pasé por la ducha poco antes de salir y me lavé concienzudamente, sobre todo las partes más sensibles. Una vez hube terminado y siguiendo sus instrucciones al pie de la letra, cogí un taxi y di las indicaciones unos veinte minutos antes de la hora acordada.

Llegué a su casa cinco minutos antes de las diez y mientras el taxista me daba la factura con los datos correspondientes, de casa de Fabián salían un par de hombres vestidos con elegantes trajes y zapatos caros. Una vez se marcharon, salí del taxi y llamé a la puerta. Fabián se ocupó de abrir la puerta a la par que se desabrochaba la corbata y los botones superiores de aquella camisa blanca ajustada que se ceñía a su cuerpo dejando poco a la imaginación. Le pregunté si estábamos solos al cerrar la puerta tras de mi y ante su gesto afirmativo me abalancé sobre él y empecé a besarle y magrearle. Se sorprendió por mi ímpetu y mientras chocábamos con algunos muebles y paredes en nuestro camino al sofá, escuché como algunas cosas caían al suelo sin romper. En el camino hasta el sofá me dio tiempo a quitarle la camisa por completo dejando su sudado cuerpo al aire libre. Al contrario que yo, Fabián no se depilaba el torso, se lo recortaba y aquel vello que decoraba su fibrado pecho le daba un aire que me encantaba. Por eso decía antes que me depilaba porque me encontraba más atractivo, pero bien es cierto que hay hombres a los que un poco de vello les suma atractivo. Estaba siendo sin duda el día en el que más fuego había entre él y yo, no tenía reparos en besarme, comerme la boca, meterme la lengua hasta la campanilla, seguir por el cuello, la oreja, incluso su mano me sobó el paquete varias veces. Tumbado en el sofá boca arriba, debajo de mi, le conseguí quitar los zapatos y los pantalones para descubrir unos slip de marca cara color blanco que también le quedaban de maravilla. En ese momento me paró y aprovechó para quitarme la camiseta de tirantes que me había puesto y los pantalones cortos, dejándome también en slips, en mi caso, de color rojo pasión. Volví a caer encima de él y nuestras manos recorrían nuestros respectivos cuerpos, notando nuestras aceleradas respiraciones y aliento caliente, lleno de deseo. Noté como sus manos preferían agarrarme el culo, buscando el agujero, que entretenerse en acariciar mi polla, que parecía que iba a reventar el calzoncillo. Sin embargo, en un golpe de autoridad, me cogió con fuerza de los hombros e incorporándose me dio la vuelta, pasando a estar boca arriba con él dominando la situación encima de mi. Me quitó los calzoncillos con fuerza y me hizo mantener las piernas hacia arriba, metiendo su cabeza entre ellas. Me comió los huevos brevemente a la par que me pajeaba con la mano derecha y su lengua bajó directamente a mi culo, que lamió sin dudar superficialmente. Detuve su mano derecha con mi izquierda, avisándole de que no fuera tan rápido.

- ¿Y si voy rápido, qué? Hoy te vas a correr las veces que yo quiera. Que sea la última vez que me paras -dijo, con seriedad.

Así que volví a recostar mi cabeza en el sofá y, con decisión, Fabián volvió a lamer la parte exterior de mi culo y a pajearme. Empecé a gemir para avisarle de que no podría aguantar mucho más, pero en vez de parar, Fabián aceleró la paja, gemí mucho más y empecé a retorcerme y justo unos segundos antes de correrme, me introdujo de golpe dos dedos envueltos en saliva. Hasta ese momento nunca una corrida mía había llegado tan lejos al salir de mi capullo y el placer que sentí fui inmenso, tanto que Fabián no paró de pajearme hasta que la última gota de lefa salió de mi polla. Después, con más tacto, sacó los dedos, se levantó, abrió el armario de debajo de la tele y volvió a sacar aquella caja de cartón de la que salían pañuelos de papel.

- Bueno, pues ahora que estás descargado y ese ansia se te ha pasado, ¿qué te parece si picamos algo y después continuamos... en la piscina? ¿Alguna vez te has bañado desnudo?

Y no, lo cierto es que hasta ese momento nunca antes me había bañado desnudo.

Fabián se limitó a sacar unas bandejas con canapés variados que tenía en su enorme nevera de dos puertas, de estas neveras que se ven en las series americanas y que cuentan con un dispensador de hielo en la parte exterior. Allí, en aquel mismo sofá, devoramos todos aquellos canapés mientras bebíamos un refresco sin alcohol hablando de todo un poco, pero de nada en concreto. Ese día tenía ante mi al Fabián más morboso que había conocido, pero a su vez al más reservado, al que solo hablaba de temas generales y obviaba asuntos personales, así que directamente no insistí. Recogimos al terminar y pasamos a la piscina. Como ya era de noche, encendió las luces del porche trasero (un par de luces de poca intensidad) y como un niño pequeño me retó a ver quien llegaba antes al agua. La piscina no era muy grande, pero sí daba para hacerse un par de largos, y tampoco cubría mucho, de hecho podía estar de pie en cualquier zona. Hicimos el tonto un rato retándonos a ver quién nadaba más rápido, pero cuando me cansé me apoyé en uno de los bordes para contemplar los trabajados brazos de aquel hombre que nadaba de un lado a otro de su piscina. 

Me miró desde el lado opuesto, se sumergió completamente y apareció frente a mi:

- ¿Cómo es la sensación de tener esto libre en el agua? -me preguntó, masajeándome los huevos. 
- Pues precisamente eso, sensación de libertad -dije.
- ¿Ah si? -respondió, deslizando su dedo índice hasta la entrada de mi culo.

Comenzó a besarme de forma más tranquila que como lo habíamos hecho al llegar a su casa, más pausado, entreteniéndose más en jugar con mi lengua. Empecé a comerle el cuello cuando su dedo índice me penetraba hasta el fondo y decidía introducir también el dedo corazón, en ese momento agarré su polla y se la empecé a acariciar suavemente. Fabián empezó a suspirar al ver que podía meter y sacar sus dos dedos de mi culo con más facilidad de la que imaginaba, el agua sin duda ayudaba en aquella tarea y su polla cada vez estaba más dura. Cogiéndole de los hombros cambiamos de posición pasando a estar él apoyado en la pared de la piscina y yo frente a él. Cogí aire, me sumergí y empecé
a chuparle la polla bajo el agua. Como llevaba años practicando natación y buceo tenía bastante aguante bajo el agua, no obstante tengo que decir que me decepcionó un poco la experiencia. Fabián me seguía besando cada vez que subía a tomar aire y buscaba con ganas mi culo para volver a introducir en el sus dos gruesos dedos que clavaba hasta el fondo. Aquella sensación de tener su cuerpo pegado al mío bajo el agua, con su mano caliente en mi culo, dominando la situación, me llevó a un estado de excitación brutal en el que fui capaz de desconectar todos mis pensamientos:

- ¿Me vas a follar? -le susurré al oído.
- Claro -respondió el, metiéndome los dedos hasta el fondo.
- ¿Aquí? -dije.
- No. Ven.

Cogiéndome de la mano caminamos un par de metros hasta la escalerilla metálica por la que salimos del agua totalmente empalmados. Fabián puso una toalla negra sobre una de las hamacas que tenía alrededor de la piscina y se tumbó boca arriba, masajeándose la polla:

- He dejado un par de condones en el aparador de los bañadores - dijo.

Sabía perfectamente cuál era, fue de ese aparador del que cogí un bañador la primera vez que pisé su casa hacía ya unos meses. Lo abrí, cogí los condones y los dejé al lado de la hamaca.

- Ponte del revés, quiero hacer un 69 -dijo.

Obedecí sin rechistar. Puse mi culo en su cara y mi boca se amorró a su polla para empezar a comerla de arriba a abajo. Sin embargo, Fabián no prestó atención a mi polla, sino que de pronto noté como algo húmedo invadía mi culo y me proporcionaba un placer absoluto. Me lo estaba comiendo. Su lengua entraba con facilidad y, esta vez, la introducía entera combinándolo con sus dedos:

- No puedo más, Marcos -gimió.

Me forzó a darme la vuelta, le puse el condón y me senté sobre su polla introduciéndola muy despacio, algo que Fabián no forzó. Desde luego, no era la primera vez que se follaba un culo. Pasados unos minutos, cuando me acostumbré al dolor de tener aquel rabazo dentro de mi, comencé a cabalgarle viendo cómo ponía los ojos en blanco cuando aceleraba el ritmo. Me dejó controlar la situación cabalgándole un par de minutos más, hasta que se cansó:

- Ahora te vas a enterar.

Se levantó conmigo, me forzó a sentarme en la hamaca poniendo mi torso boca abajo, con las piernas flexionadas, me levantó el culo, me clavó lentamente su polla de nuevo hasta tenerla dentro, me cogió con las dos manos por mi cintura y me folló con fuerza hasta que se corrió dentro de mi gimiendo como un animal y dando unas embestidas bastante fuertes al final. Se me saltaron las lágrimas en una vorágine de sensaciones de dolor y placer mezcladas que me resultaron de lo más placenteras, sacó su polla de mi culo, tiró el condón lleno de leche al suelo, me dio la vuelta, y con una paja me hizo correrme por segunda vez de una forma sorpresivamente abundante teniendo en cuenta que era la segunda vez en menos de dos horas que eyaculaba. Me quedé tirado en la hamaca, boca arriba, con la leche escurriéndose por todas partes, mientras veía a Fabián duchándose en la ducha de la piscina y secándose. Me invitó a hacer lo mismo mientras él recogía.

Después de eso, pasé la noche en su cama, dormimos abrazados y a la mañana siguiente, sin apenas conversación, me pidió un taxi después de desayunar. 

Jamás podría haberme imaginado esa mañana, cuando Fabián me despedía con un abrazo en el porche delantero de su casa y yo me metía en el taxi, que era la última vez que mantenía un encuentro sexual con él. De hecho, no volví a pisar su casa nunca más y las siguientes veces que nos vimos fue exclusivamente en actos de partido, donde mantenía una fría distancia conmigo. Para mi todo ello supuso un shock, ya que me marché de allí aquella mañana haciéndome ilusiones con un futuro con Fabián. Un futuro en el que yo era su pareja, follábamos en su piscina y compartíamos una vida juntos. Un futuro que, en realidad, me había imaginado hacía meses y ese acto no hacía más que confirmarlo. Eso sí, estaba claro que mi futuro imaginario no entraba en absoluto en los planes de Fabián.

Me cansé de que no respondiera a mis llamadas, me cansé de haber caído en desgracia en la organización del partido y poco después de las siguientes Navidades renuncié a todas mis responsabilidades. No cancelé mi afiliación para no afectar a la trayectoria de mi padre, pero lo cierto es que me desvinculé casi por completo de aquel mundo. Como dije antes, coincidí en muchos actos en años siguientes con Fabián. Con mi padre siendo diputado autonómico, tenía que asistir a cenas y actos en los que también estaba Fabián y en los que se limitaba a estrecharme la mano como si no nos hubiéramos conocido nunca. Sin embargo, cada vez que le veía, su aspecto físico estaba más deteriorado y había perdido la luz que siempre tuvo en sus ojos. Me costó recuperarme del golpe, todo hay que decirlo, me centré en mi primer año de carrera universitaria y en los nuevos amigos que iba conociendo, pero pasaron unos cuantos meses hasta que pude dejar de pensar en el con un sentimiento de pena.

Fabián ganó con mayorías aplastantes las dos siguientes elecciones municipales que se celebraron, pero al final de su tercer mandato comenzó a ser sospechoso de determinadas actividades cuanto menos turbias. Tanto sería así que ningún miembro del partido quiso mostrar su apoyo, al menos de forma pública y Fabián fue desterrado de la sede regional. El partido le pidió que no volviera a presentarse a las elecciones hasta que no aclarara todo de lo que le estaban acusando, pero con su poder absoluto logró volver a ser candidato en su municipio y volvió a ganar con mayoría absoluta, eso sí, con un descenso notable de votos. Pocos meses después se vio obligado a dimitir como alcalde al estar inmerso en investigaciones judiciales, aunque para entonces ya había caído en desgracia en el partido, y se desvinculó de la vida pública, con los medios de comunicación locales publicando día sí y día también nuevos, supuestos, asuntos turbios que le afectaban.