16 de enero de 2017

CAPÍTULO 166: JUGANDO CON FUEGO (Parte 2)

Esos segundos en los que no sabes a ciencia cierta qué es lo que va a ocurrir son los que te ponen aún más cachondo: contemplar cómo sus ojos no pueden despegarse de tu rabo duro, ver cómo se humedece los labios en señal de que le apetece comerse lo que tiene delante, oír entre el silencio su corazón bombeando sangre, darte cuenta de que los nervios le producen sudor y sentir, finalmente, su caliente mano derecha atrapándote la polla y comenzando a pajearte con mucha suavidad, como quien está haciendo algo en lo que no es experto.

- ¿No te apetece comérmela? -le susurré con sensualidad.
- Es que nunca he... quiero decir, sí, me he cascado pajas con colegas del instituto, pero nunca he chupado una... una...-trataba de explicar, sin quitar ojo de mi polla y sobándome los huevos.
- Una polla. Nunca has comido una polla, lo entiendo. Pero no te he preguntado eso, te he preguntado si te apetece comérmela. Sentirla en tu boca, lamerla, hacerme ver el paraíso con tu lengua caliente recorriendo cada centímetro de mi rabo -le dije, obviamente, tratando de calentarle.

No hizo falta más conversación. Bajó la cabeza y se la metió entera, hasta el fondo, usando mucho la lengua y salivando abundantemente. Me sorprendió que un inexperto lo hiciera tan bien, ya que suelen ser mucho más brutos y descuidados, pero este chaval lo hacía de una forma muy delicada y constante, como suele decirse: "sin prisa, pero sin pausa". 

Tampoco fue necesario darle instrucciones, sabía que tenía que parar cuando empezaba a gemir de placer y aprovechaba para bajar a mis huevos y jugar con ellos: se metía uno en la boca, lo saboreaba y masajeaba con la lengua, lo soltaba y cogía el otro, después volvía a subir a la polla y la seguía mamando. Mientras tanto, con mi mano derecha trataba de arquear el cuerpo y sobarle el culo, me sorprendió que no tuviera apenas pelo y me puso muy cachondo sentir su agujero tan cerrado y tan estrecho, hacía muchísimo tiempo que no encontraba ninguno así.

- ¿Te importa si voy al baño? -me dijo, tras ver mis intentos de meterle un dedo.
- Claro, pero no tardes mucho.

Al volver, lo hacía con un inconfundible olor a jabón, así que me imaginé por dónde iban los tiros. Volvió a coger mi rabo, un poco morcillón, con la boca y enseguida supo ponérmela bien dura otra vez, mientras yo volvía a insistir con su culo, que efectivamente, estaba bien lavado. Le hice parar de mamármela, porque me correría pronto, y le indiqué que se pusiera boca abajo en la cama con las piernas bien abiertas. Hacía tiempo que de un tío no me interesaba más su culo que su polla, que por cierto, no la tenía nada mal. Empecé a lamerle la parte que tenemos entre los huevos y el culo y no tardé en lamerle la parte superficial del culo. El chaval soltó un gemido increíble y empezó a retorcerse en la cama mientras mi lengua se metía en aquella estrecha cavidad que, probablemente, nunca le habían comido antes. ¿Os hacéis a la idea de lo dura que me la puso el notar como aquel estrecho agujero se dilataba poco a poco ante la insistencia de mi lengua? Logré meterle un dedo con facilidad, pero el segundo ya costó más y decidí parar. Quería que su primera experiencia fuera satisfactoria y estaba seguro que de follarle, le dolería bastante. Le hice darse la vuelta y subir las piernas encima de mis hombros: con una mano le cogí la polla y mi lengua volvió a entrar en su culo. Se corrió en unos veinte segundos, no más. Y vaya forma de correrse, una leche de lo más líquida y abundante.

- ¿Aún te quedan ganas de comérmela? Estoy a punto...

No respondió. Presionó en mi pecho para que me recostara sobre la pared, bajo la cabeza y me la chupó de nuevo. Justo antes de correrme, se la saqué de la boca y con una paja rápida me corrí en su cara. Aquella cara que tanto me encantaba y cuyos ojos penetraban
en los míos mientras mi rabo echaba chorros sobre su nariz, mejillas y boca. Posteriormente, nos limpiamos, bebimos algo y me despedí porque se hacía tarde.
Quedamos durante toda esa semana, todos los días, para sesiones de pajas, mamadas y comidas de culo. Lo de penetrarle no iba hacía delante porque todo lo que no fuera mi lengua o un par de dedos le abrasaba de tal manera que le cortaba el rollo, así que lo dejé estar. Nos besábamos con frenesí y con un roce a ambos se nos ponía dura. Era una conexión fuerte.

El viernes siguiente, justo antes de salir por la puerta de casa habiéndome corrido en su cara otra vez (decía que le molaba) me preguntó una cosa que me dejó descolocado. Tan descolocado como me quedé cuando entré a su portal por primera vez con la sensación de haber estado allí antes:

- Entonces, por lo que veo, sigues sin acordarte de mi, ¿verdad?
- ¿Cómo dices? -pregunté.
- Nada. No tiene importancia -contestó, con su radiante sonrisa.

De camino a casa le di muchísimas vueltas al asunto. Pensé en que quizá habíamos quedado antes por alguna app de ligoteo, pensé en que quizá habíamos coincidido algún verano anterior en alguna zona de cruising y por eso fue tan a saco desde el principio, porque sabía que me molaban los tíos desde el mismo minuto en que me reconoció andando por la playa. Sin embargo, esta teoría no era válida. El chaval tenía 18 años recién cumplidos y, con la salvedad de Óscar, nunca me había liado con chicos tan jóvenes. Así que pensé que simplemente habríamos hablado alguna vez por app y al decirme su edad le habría descartado, no había otra cosa que pudiera tener lógica.

Ese fin de semana no le iba a ver, tenía compromisos con mis amigos. El sábado pasaríamos el día en la playa del Rebollo con Sergio y Dani y el domingo tenía una comida en casa de Sergio con su familia, ya que sus padres celebraban las bodas de plata y habían invitado a los más allegados. Y aunque Sergio y yo no éramos nada oficialmente, estaba claro que era la persona con la que más tiempo pasada tanto en la playa como en Madrid.

Al llegar el domingo a casa de Sergio me encontré con que me estaba esperando en el portal y pensé que llegaba tarde y me iba a reñir, pero miré el reloj y nada de eso:

- Cambio de planes Marquitos. La comida se hace en casa de mis tíos, que el salón es más grande y estaremos más cómodos -me dijo Sergio.

No me importó hasta que empezamos a callejear y me llevaba en dirección a casa de David. "Bueno, es una calle larga", pensé.

Pero cuando se detuvo en su portal y llamó justo a su telefonillo me quedé de piedra:

- ¿Es una broma? No tengo ganas de follar ahora, Sergio -le dije.

Claro. Le había contado que me había estado acostando con una chaval que había conocido por casualidad y tal y al llevarme a su portal di por hecho que se habían conocido de alguna manera y habían preparado un encuentro los tres.

- ¿Cómo dices? -preguntó Sergio, bastante contrariado.

En ese momento respondieron el telefonillo, abrieron la puerta y subimos. Exactamente sus tíos resultaron vivir en la puerta de enfrente a la David. ¿Que como no lo sabía? Pues a ver, conocía a los padres de Sergio, a sus hermanos, pero ni a sus tíos (más que de vista) ni abuelos u otra familia más lejana.

Empecé a sentir mucho calor, pero me tuve que quedar blanco cuando entré al salón y vi a David sentado al final de una enorme y larga mesa preparada para comer. A David le pasó exactamente lo mismo a tenor de su mirada.

"No me jodas, que van a ser familia", pensé. Me fueron presentando a los que conocía y cuando llegué a David, a una niña pequeña que resultó ser su hermana y a dos personas mayores que eran sus padres, resultó que su padre era hermano de la tía de Sergio (la madre de Sergio era hermana del hombre que estaba casado con su tía, cuyo hermano era el padre de David, para que lo entendáis mejor; vaya, que no eran familia directa).

Lo más gracioso de todo llegó cuando los padres de Sergio, en un brindis previo a comer, me presentaron como el novio de su hijo. David se atragantó, empezó a toser y tuvo que levantarse al baño. Sergio me echó una mirada asesina y, en cuanto pude, le mandé un Whatsapp para decirle que David era el chico sobre el que le había contado, con el que me había estado acostando.

"Pero si hace 4 años fuimos a su 14º cumpleaños, que estaba allí toda mi familia!!!!!" -me contestó.

Claro de eso me sonaba. De eso que recordara aquel portal, aquellas escaleras y aquel descansillo, porque yo había estado allí antes. Y el cabrón de David lo sabía.
La cosa no tuvo mayores consecuencias, al contrario, todo se empezó a poner más interesante.

Pero, joder, a veces que el mundo sea tan pequeño te pone en situaciones muy complicadas.