Las primeras veces que oí hablar del amante de los coches no fue mucho después de iniciarme en estas aventuras, estaba claro que al margen de nuestra recién adquirida amistad, los tres amigos teníamos vida aparte de pasar veranos juntos (que luego se fueron ampliando a Madrid también). El protagonista de la historia de hoy conoció a Sergio cuando ambos trabajaban en un curro temporal, de los que sabes que no van a durar siempre, pero sí lo necesario para adquirir experiencia o sacarte un dinero mientras llega el trabajo deseado. Por lo que supe después, este chico estaba iniciado en el cruising desde antes que nosotros lo descubriéramos. Esto no sería una gran sorpresa de no ser porque el chaval era considerablemente más joven que nosotros. Si, bueno, ya se que llegamos tarde a nuestro descubrimiento, pero estaba claro que las nuevas generaciones venían pisando fuerte.
Hubo un momento de aquellos primeros veranos en el que Sergio no paraba de hablar de Dylan: que si Dylan por aquí, que si Dylan por allí, que si me lleva a casa en un coche muy chulo, que si quiere quedar este finde... Por aquel entonces los sentimientos no estaban muy claros, pero cuando le decíamos a Sergio de broma que estaba enamorado del tal Dylan, él se echaba a reír y no le daba la más mínima importancia. Si algo he de reconocerle a Dylan es que fue el primero que nos habló y nos animó a conocer El Cerro de los Ángeles, uno de los lugares de cruising por excelencia de Madrid. Le llamábamos el amante de los coches, porque según nos contaba Sergio, este chico tenía una pasión brutal por los coches: cuanto más caros mejor. Y como provenía de una familia pudiente, aunque desestructurada, comprar y tunear coches no era un gran problema. De las fotos que nos enseñaba Sergio obtuvimos una idea bastante alejada de la realidad de cómo Dylan era: un chavalito bajito, bastante bajito al menos en comparación con nosotros, muy delgadito aunque ligeramente fibrado, algún tatuaje, con cara de niñato malo, bastante guapo. Con ese físico, nos esperábamos a un cani de San Cristóbal de los Ángeles, pero resultó tener más pluma de la esperada, lo que en ningún caso fue impedimento de nada.
Mucho tiempo después, remontándonos al verano que se narra en el blog en estas entradas, las casualidades que siempre nos acompañan demostraron que el mundo es un auténtico pañuelo. O eso, o que la teoría de los seis grados de separación del sociólogo Duncan Watts es absolutamente cierta.
Una de esas tardes en las que no pudimos concretar nada con Dani para irnos un rato al Rebollo, Sergio y yo nos cogimos las bandoleras y nos marchamos dando un tranquilo paseo hasta el Moncayo. El silencio acompañaba nuestro camino, un silencio que llevaba instalado entre nosotros dos desde que ocurrió toda la movida de Óscar, un silencio que no supe identificar a qué obedecía. No es que estuviéramos de mal rollo ni nada de eso, simplemente es que la conversación no fluía tanto como antes. Y para qué negarlo, no se si la culpa era mía, suya o de los dos. La cosa es que en la Caseta del Moncayo el ambiente estaba aburridísimo, todavía quiero que alguien me explique cómo puede ser que un lunes por la tarde esté petado de gente y un jueves, por decir un día, aquello parezca un desierto de gente. Nos fuimos caminando hacia el interior de la pinada por aquellos angostos caminos, tranquilamente, mirando y escuchando el rugido del mediterráneo:
En el momento que mi cara dibujaba una expresión de cierta sorpresa, debido mayormente a que no lograba imaginar cómo se habría enterado de aquello, oímos el rugido de un coche. Y no sería de extrañar si ese rugido no hubiera sido tan acentuado como aquel que invadía la explanada de arena del Moncayo. Nos miramos e instintivamente dimos la conversación por aplazada a otro momento, dirigiéndonos a la explanada para ver quién venía. Como dos marujas esperando carnaza. Nos quedamos medio ocultos entre los árboles, de tal forma que quien estuviera en el coche pudiera ver que había gente, pero no distinguir de quién se trataba. Y allí estaba: un Audi gris plateado pequeño, modelo TT, con un chavalín con gafas de sol a bordo.
¿Este es mío? ¡Qué cojones quería eso decir! Jamás yendo de caza juntos nos habíamos dicho algo similar el uno al otro. Me quedé mirando lo que ocurría: cuando Sergio salió a la explanada y el coche estaba apunto de enfilar la salida a la rotonda, frenó en seco, hizo gestos como de asegurarse mirando bien el retrovisor, dio la vuelta, aparcó y salió corriendo a abrazar a Sergio. Ahí fue cuando le reconocí, aún con su chillona camisa rosa y aquellos piratas vaqueros. Era Dylan. El famoso Dylan al que solo conocía de fotos, pero había visto tantas que era fácil reconocerle. Me sorprendió solo a medias que estuviera allí: obviamente no esperas encontrarte a gente de Madrid en un sitio de cruising de Alicante, pero teniendo en cuenta que a Dylan le iba el rollo, estaba claro que si estaba cerca pasando unos días acabaría visitando los puntos calientes de la zona.
Y allí estaba yo, absurdamente escondido entre los árboles y matorrales escuchando cómo ambos se ponían al día. La pregunta que diría: y... bueno, ¿qué haces por aquí? estaba al caer, pero lo que más me sorprendía es que nunca me había imaginado a Dylan con pluma, nada exagerado, solo que por las fotos jamás lo hubiera dicho. Se alejaron un poco y dejé de escuchar lo que hablaban con nitidez, solo me quedaba observar. Observar como Sergio cogía a Dylan de la mano y se lo llevaba hacia abajo. Y no precisamente a enseñarle las vistas tan bonitas.
No me iba a quedar allí, así que con disimulo bajé a la zona donde debían estar, pero no estaban. ¿Qué haría Sergio? ¿Llevarle a una de nuestras zonas donde fácilmente pudiera encontrarles? ¿O investigar algo nuevo? Opté por la segunda de las posibilidades y acerté; no mucho más lejos les encontré en una zona más baja donde pocas veces habíamos estado, la ventaja es que las voces les delataron. Cuando les situé con exactitud, traté de buscar un sitio donde verles sin que me vieran y, vaya, parecía que ambos se tenían muchas ganas sexualmente hablando porque estaban ya totalmente desnudos. Dylan guardaba una buena porra para su tamaño y un culo recogidito y apretado, aunque apetecible, lo que pasa es que debido a su estatura siempre tenía que mirar hacia arriba para dirigirse a Sergio. Se estaban morreando y sobando las pollas cuando Sergio preguntó algo que no pude oír, pero sí escuché la respuesta de Dylan:
En ese momento volví en mí mismo y me descubrí con la mano apretando mi dura polla, como un voyeur de estos que se pajea mirando como otros follan. Ver el culo de Sergio y cómo Dylan se ponía de rodillas y se lo comía con esas ganas que provocaban en Sergio gemidos de placer me estaba poniendo muy burro...
Y se lo empezó a follar. No hubo muchos preámbulos más que la intensa comida de culo que le había dado y un sobrecito de lubricante que había sacado junto al condón. Sergio debía estar muy cachondo y con muchas ganas de follar porque no se quejó lo más mínimo, y a los pocos segundos Dylan se lo estaba empotrando como un auténtico animal. Sólo se escuchaban sus respiraciones aceleradas y como los huevos de Dylan chocaban contra el culo de Sergio provocando un ruido que se asemejaba a una pequeña palmada constante. De vez en cuando, Dylan paraba, escupía en el condón o sacaba la polla y escupía en el culo de Sergio, para seguirle follando a tope.
Tenía la polla tan dura que no quise aguantar más mirando. Me desnudé completamente, cogí las ropas con la mano y de la forma más sigilosa posible, como cuando un tigre se acerca a su presa por detrás, me planté justo detrás de Dylan, sin que Sergio me viera. Rocé el culo de Dylan, provocando un leve susto y bote en él, quien sin parar de follarse a
mi amigo, se giró, me miró de arriba a abajo, se quedó mirando a mi polla y después a mis ojos con cara de corderito degollado. Me puse en paralelo a él, le cogí de la mano y se la puse en mi polla. Como pudo, comenzó a pajearme sin parar de follarse a Sergio, que anunció que no podía aguantar más y se corrió a chorros en el suelo. Lo cierto es que a mi tampoco me quedaba mucho:
Y resultó que Dylan y yo nos corrimos a la vez. Él en el condón dentro del culo de Sergio, y yo pringando la pierna derecha de Sergio de leche:
Le comí la boca a Dylan para presentarme correctamente ante la atónita mirada de Sergio, que ya se estaba limpiando y recogiendo un poco aquello.
Nos vestimos, recogimos los restos de pañuelos y subimos arriba. Por supuesto, el amante de los coches nos acercaría a casa explicándonos cada detalle de su recién estrenado Audi y hablando de cada coche que le adelantaba.
Mientras tanto, Sergio y yo nos mirábamos por el retrovisor interior leyéndonos la mente y sabiendo que la conversación que teníamos pendiente tenía un elemento más de discusión.
Hubo un momento de aquellos primeros veranos en el que Sergio no paraba de hablar de Dylan: que si Dylan por aquí, que si Dylan por allí, que si me lleva a casa en un coche muy chulo, que si quiere quedar este finde... Por aquel entonces los sentimientos no estaban muy claros, pero cuando le decíamos a Sergio de broma que estaba enamorado del tal Dylan, él se echaba a reír y no le daba la más mínima importancia. Si algo he de reconocerle a Dylan es que fue el primero que nos habló y nos animó a conocer El Cerro de los Ángeles, uno de los lugares de cruising por excelencia de Madrid. Le llamábamos el amante de los coches, porque según nos contaba Sergio, este chico tenía una pasión brutal por los coches: cuanto más caros mejor. Y como provenía de una familia pudiente, aunque desestructurada, comprar y tunear coches no era un gran problema. De las fotos que nos enseñaba Sergio obtuvimos una idea bastante alejada de la realidad de cómo Dylan era: un chavalito bajito, bastante bajito al menos en comparación con nosotros, muy delgadito aunque ligeramente fibrado, algún tatuaje, con cara de niñato malo, bastante guapo. Con ese físico, nos esperábamos a un cani de San Cristóbal de los Ángeles, pero resultó tener más pluma de la esperada, lo que en ningún caso fue impedimento de nada.
Mucho tiempo después, remontándonos al verano que se narra en el blog en estas entradas, las casualidades que siempre nos acompañan demostraron que el mundo es un auténtico pañuelo. O eso, o que la teoría de los seis grados de separación del sociólogo Duncan Watts es absolutamente cierta.
Una de esas tardes en las que no pudimos concretar nada con Dani para irnos un rato al Rebollo, Sergio y yo nos cogimos las bandoleras y nos marchamos dando un tranquilo paseo hasta el Moncayo. El silencio acompañaba nuestro camino, un silencio que llevaba instalado entre nosotros dos desde que ocurrió toda la movida de Óscar, un silencio que no supe identificar a qué obedecía. No es que estuviéramos de mal rollo ni nada de eso, simplemente es que la conversación no fluía tanto como antes. Y para qué negarlo, no se si la culpa era mía, suya o de los dos. La cosa es que en la Caseta del Moncayo el ambiente estaba aburridísimo, todavía quiero que alguien me explique cómo puede ser que un lunes por la tarde esté petado de gente y un jueves, por decir un día, aquello parezca un desierto de gente. Nos fuimos caminando hacia el interior de la pinada por aquellos angostos caminos, tranquilamente, mirando y escuchando el rugido del mediterráneo:
- Marcos, ya que no hay mucho rollo, ¿podemos sentarnos en las piedras y hablar? -dijo Sergio, con cara de preocupación.
- ¿Y de qué quieres hablar? -dije con tono normal.
- De lo raros que estamos últimamente...-explicó como sin terminar la frase.
- Puedes terminar la frase, ¿eh? -dije de buen rollo.
- Y de cómo te follaste a John el otro día por ahí abajo -se sinceró.
En el momento que mi cara dibujaba una expresión de cierta sorpresa, debido mayormente a que no lograba imaginar cómo se habría enterado de aquello, oímos el rugido de un coche. Y no sería de extrañar si ese rugido no hubiera sido tan acentuado como aquel que invadía la explanada de arena del Moncayo. Nos miramos e instintivamente dimos la conversación por aplazada a otro momento, dirigiéndonos a la explanada para ver quién venía. Como dos marujas esperando carnaza. Nos quedamos medio ocultos entre los árboles, de tal forma que quien estuviera en el coche pudiera ver que había gente, pero no distinguir de quién se trataba. Y allí estaba: un Audi gris plateado pequeño, modelo TT, con un chavalín con gafas de sol a bordo.
- No me jodas -balbuceó Sergio, saliendo al encuentro del coche al ver que este iba a girar para irse por donde había venido.
- ¿Le conoces? -pregunté.
- Sí, tú quédate aquí pase lo que pase. Este es mío. -me miró desafiante.
¿Este es mío? ¡Qué cojones quería eso decir! Jamás yendo de caza juntos nos habíamos dicho algo similar el uno al otro. Me quedé mirando lo que ocurría: cuando Sergio salió a la explanada y el coche estaba apunto de enfilar la salida a la rotonda, frenó en seco, hizo gestos como de asegurarse mirando bien el retrovisor, dio la vuelta, aparcó y salió corriendo a abrazar a Sergio. Ahí fue cuando le reconocí, aún con su chillona camisa rosa y aquellos piratas vaqueros. Era Dylan. El famoso Dylan al que solo conocía de fotos, pero había visto tantas que era fácil reconocerle. Me sorprendió solo a medias que estuviera allí: obviamente no esperas encontrarte a gente de Madrid en un sitio de cruising de Alicante, pero teniendo en cuenta que a Dylan le iba el rollo, estaba claro que si estaba cerca pasando unos días acabaría visitando los puntos calientes de la zona.
Y allí estaba yo, absurdamente escondido entre los árboles y matorrales escuchando cómo ambos se ponían al día. La pregunta que diría: y... bueno, ¿qué haces por aquí? estaba al caer, pero lo que más me sorprendía es que nunca me había imaginado a Dylan con pluma, nada exagerado, solo que por las fotos jamás lo hubiera dicho. Se alejaron un poco y dejé de escuchar lo que hablaban con nitidez, solo me quedaba observar. Observar como Sergio cogía a Dylan de la mano y se lo llevaba hacia abajo. Y no precisamente a enseñarle las vistas tan bonitas.
No me iba a quedar allí, así que con disimulo bajé a la zona donde debían estar, pero no estaban. ¿Qué haría Sergio? ¿Llevarle a una de nuestras zonas donde fácilmente pudiera encontrarles? ¿O investigar algo nuevo? Opté por la segunda de las posibilidades y acerté; no mucho más lejos les encontré en una zona más baja donde pocas veces habíamos estado, la ventaja es que las voces les delataron. Cuando les situé con exactitud, traté de buscar un sitio donde verles sin que me vieran y, vaya, parecía que ambos se tenían muchas ganas sexualmente hablando porque estaban ya totalmente desnudos. Dylan guardaba una buena porra para su tamaño y un culo recogidito y apretado, aunque apetecible, lo que pasa es que debido a su estatura siempre tenía que mirar hacia arriba para dirigirse a Sergio. Se estaban morreando y sobando las pollas cuando Sergio preguntó algo que no pude oír, pero sí escuché la respuesta de Dylan:
- Últimamente me mola morder almohada, pero siempre he sido más activo y con tu culazo... Siempre que te lo veía en el trabajo con aquellos vaqueros apretados me imaginaba comiéndotelo tío...
- Pues adelante. -dijo Sergio dándose la vuelta, apoyando las manos en un grueso tronco de palmera y abriéndose bien de piernas.
En ese momento volví en mí mismo y me descubrí con la mano apretando mi dura polla, como un voyeur de estos que se pajea mirando como otros follan. Ver el culo de Sergio y cómo Dylan se ponía de rodillas y se lo comía con esas ganas que provocaban en Sergio gemidos de placer me estaba poniendo muy burro...
- ¿Te mola a pelo? -le dijo Dylan.
- No tío, por muchas ganas que te tenga, prefiero con goma. -respondió Sergio.
- Qué pena, con este culo que tienes, a pelo sería la puta gloria... -dijo Dylan sacando un condón del bolsillo de atrás de los piratas-vaqueros que estaban tirados en el suelo.
Y se lo empezó a follar. No hubo muchos preámbulos más que la intensa comida de culo que le había dado y un sobrecito de lubricante que había sacado junto al condón. Sergio debía estar muy cachondo y con muchas ganas de follar porque no se quejó lo más mínimo, y a los pocos segundos Dylan se lo estaba empotrando como un auténtico animal. Sólo se escuchaban sus respiraciones aceleradas y como los huevos de Dylan chocaban contra el culo de Sergio provocando un ruido que se asemejaba a una pequeña palmada constante. De vez en cuando, Dylan paraba, escupía en el condón o sacaba la polla y escupía en el culo de Sergio, para seguirle follando a tope.
Tenía la polla tan dura que no quise aguantar más mirando. Me desnudé completamente, cogí las ropas con la mano y de la forma más sigilosa posible, como cuando un tigre se acerca a su presa por detrás, me planté justo detrás de Dylan, sin que Sergio me viera. Rocé el culo de Dylan, provocando un leve susto y bote en él, quien sin parar de follarse a
mi amigo, se giró, me miró de arriba a abajo, se quedó mirando a mi polla y después a mis ojos con cara de corderito degollado. Me puse en paralelo a él, le cogí de la mano y se la puse en mi polla. Como pudo, comenzó a pajearme sin parar de follarse a Sergio, que anunció que no podía aguantar más y se corrió a chorros en el suelo. Lo cierto es que a mi tampoco me quedaba mucho:
- Tío me corro, me corro... -empezó a decir Dylan.
- Sí, lléname el culo de leche. -dijo Sergio para animar la situación.
Y resultó que Dylan y yo nos corrimos a la vez. Él en el condón dentro del culo de Sergio, y yo pringando la pierna derecha de Sergio de leche:
- Pero...¿qué coño?...¡¡Marcos!! -gritó Sergio, al girar la cabeza.
- No me jodas que os conocéis. -dijo Dylan sacando la polla del culo y quitándose el condón.
- Sí, me parece que no nos han presentado. -dije.
- ¿Y tu le has estado pajeando? -exclamó Sergio mitad enfadado, mitad cachondo.
- Tío, ¡está muy bueno! -dijo Dylan.
- Pues es mi... mi... mi mejor amigo y compañero de aventuras -dijo Sergio, mirándome con los ojos brillantes.
Le comí la boca a Dylan para presentarme correctamente ante la atónita mirada de Sergio, que ya se estaba limpiando y recogiendo un poco aquello.
- Pero tíos, y ¿por qué no nos montamos algo los tres en otro momento? -dijo Dylan, con cara de vicio.
- Sí, Sergio, ¿por qué no nos montamos algo los tres? -pregunté con sorna.
- Bueno, sí, todo puede verse...-respondió, quedándose descolocado.
Nos vestimos, recogimos los restos de pañuelos y subimos arriba. Por supuesto, el amante de los coches nos acercaría a casa explicándonos cada detalle de su recién estrenado Audi y hablando de cada coche que le adelantaba.
Mientras tanto, Sergio y yo nos mirábamos por el retrovisor interior leyéndonos la mente y sabiendo que la conversación que teníamos pendiente tenía un elemento más de discusión.
Guauu, menuda entrada. No se me baja el rabo desde que ha empezado la follada :P. A saber cómo sigue esto... ¿qué ocurrirá? Jejejeje ¡¡qué ganas hay de lo siguiente!! Tengo la sensación de qué en un par de entradas ocurrirá algo grande ^^.
ResponderEliminarJames
Quién sabe lo que ocurrirá! Todo es impredecible...
EliminarAcepto que si me calento un poco leer tu entrada.Pero yo incinuo que sergio esta enamorado de Dylan, es un idiota lo se.
ResponderEliminarPero puede ser que Dylan con el afan de cojer y el otro con el afan de ser cojido por este goey pero con sentimientos encontrados.
Le quiere en el fondo , y tal vez este molesto porque tu allas interactuado con el tambien.
Bueno esta buenisima la historia.
Un abrazo enorme nos leemos
Tienes twitter? @BrayanJCruz es una forma más simple de interactual entre nosotros.
No vas muy desencaminado en tus pensamientos, algo más profundo en los sentimientos de Sergio hacia Dylan si que hay... Pero bueno, ya se irá viendo. No utilzo Twitter ni Facebook, ni otras redes sociales de forma pública, utiliza el e-mail cuando quieras ;) ¡Gracias!
EliminarHola Marcos, estoy leyéndote desde el principio y me tienes enganchado a tus relatos qué, desde mi opinión, deberías de escribirlos y publicarlos en un libro. Sería todo un éxito. Me identifico en muchos relatos y quisiera ser yo protagonista de otros. Yo soy de Alicante, conozco el Rebollo, poco, pero lo conozco. Y la verdad, me encantaría conocerte personalmente. Aunque aun no he recibido respuesta por tu parte a un mensaje que te mandé privado. Pero, lógicamente, estarás súper liado como para atenderme a mi. Sigue así. Una pregunta, he leído que son relatos desde hace 8 años.... cuando empezaste en esto de crusing o cuantos años tienes, si se puede saber eh ejejjee Un saludo!!!
ResponderEliminarHola Jesús. Pues la verdad es que si me dieran la oportunidad no te creas que no me gustaría que todo esto pudiera publicarse editorialmente algún día. ¿A qué mensaje privado haces referencia? ¿Por e-mail? ¿Por algún foro? Te lo digo porque digamos que intento ir al día y no tengo nada sin responder, escríbeme utilizando el enlace de la derecha de este blog y te responderé encantado. Sobre la edad, sólo te diré que todos nosotros nacimos después de 1985 y antes de 1990. Creo que con eso lo acoto bastante. ¡Gracias por tus comentarios!
EliminarMarcos lo hice a tu e-mail. Yo del 1985 ejjeje ahora lo te volveré a escribir. Yo acabo de publicar un libro y creo que tú podrías también.
ResponderEliminarHola Jesus!, Cuál es tu libro, me gustaría leerlo?
EliminarGracias
Chico Malo !!!
ResponderEliminarQue parte de quédate aquí pase lo que pase. Este es mío" no entendiste ?...Jajaja... ;-)
Espero que no fuera motivo de discusión / enfado posterior.
Marcos eres muy puto.... la debías y el quédate ahí estaba muy claro.
Eliminarbah.....que morbazo tienes cabron.
P
Pffff, perro, a veces es TAN difícil contenerse... aquella situación me puso realmente burro... Me ponen un dulce delante y voy a por él :P
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