30 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 6: Aquí no es

Lo primero que hice cuando Dani llegó al medio día del viernes fue invitarle a comer para contarle todo. De haber estado un tiempo sin apenas relación y de nunca haber intimado, pasó a ser uno de mis mayores confidentes. Se disculpó por no haberme avisado de lo de los pescadores, me dijo que no hay que hacerles ni caso y se sorprendió con la historia de Carlos, incluso diciéndome que vaya envidia de la sana. Nos actualizamos un poco durante la comida, nos echamos unas risas y me invitó a irme esa noche con el al sitio de cruising. Decliné la invitación porque quería estar a tope para el gran sábado y me hizo prometerle que el sábado por la tarde iría con el al sitio de cruising. Dani me explicó qué autobús coger y cómo llegar a la urbanización que Carlos me había dicho.

Así que el sábado a las 09.30 de la mañana llegué puntual como un reloj a la estación de autobuses para llegar pronto a mi destino, si perdía ese bus, no habría otro hasta 3 horas después. El bus tardó 15 minutos y me dejó en la puerta de una urbanización muy americana: todo casitas bajas dispuestas en calles idénticas, con la misma estructura: jardín por delante y piscina por detrás. Desde allí se veía el pueblo. Busqué la dirección y, la verdad, me costó encontrar la calle porque todo aquello era igual.

Por fin conseguí llegar al chalet que me había dicho Carlos. Tuve que respirar un par de veces y cuando estuve listo llamé al timbre que estaba situado en el exterior. Contestó una voz de mujer que di por hecho era la de la prima:

- Soy Marcos, vengo a ver a Carlos.
- Aquí no hay ningún Carlos. Lo siento.

Me quedé contrariado y revisé el cartel del nombre de la calle y el número. Estaba seguro, no había duda de que era allí. Y ya que había ido decidí insistir. Al volver a llamar de nuevo, no respondió nadie, sino que la señora que me había respondido antes salió amablemente a atenderme, pensando que estaba perdido. Sin ser demasiado indiscreto me inventé que era profesor de matemáticas y que había quedado con un alumno que me había dado esta indicación. La señora, de unos 50 años, me dijo que allí no vivía ningún Carlos de esa edad y que la mayor parte de la urbanización estaba habitada por familias inglesas y alemanas, casi todos jubilados. "Quizá te dijo mal la calle, prueba en el mismo número de las dos calles de detrás, que coinciden con mi casa".

Así que, ya que hasta las 15h no volvía el bus hacía el pueblo, decidí hacer caso a la sugerencia de la señora. Pero nada, no hubo suerte. Hasta pregunté en el único pequeño supermercado de la urbanización y la chica me dijo no conocer a quien le estaba describiendo, asegurándome que ella conocía prácticamente a toda la urbanización. Cuando iba camino de la parada de autobús pensaba que en cualquier momento iba a salir Carlos por una esquina, pero no.

¿Me habían engañado? ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo de aquello? Lo cierto es que nunca más volví a saber de Carlos ni de su prima. Ni en la playa, ni en su lugar de la pinada, ni en las fiestas del año siguiente.


Lo peor de todo es que no iba a ser la primera vez que me sucediera algo similar en el mundo del cruising. 

27 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 5: 22 VS 16. Parte 2.

Carlos, que así se llamaba, sabía perfectamente a dónde me llevaba. Debía tener allí su particular sitio de recreo a donde llevaba a sus ligues. Una zona dentro de la pinada de difícil acceso por donde nadie solía pasar. Estaba rodeada de arbustos y algunos árboles más altos y había algunos pañuelos usados en el suelo.

- Para que queden las cosas claras, tengo 16, una polla de 19cm y muchas ganas de chupártela- dijo Carlos.

El chico fue claro y parecía que le gustaba dejarme con la boca abierta. Se notaba que no era su primera vez, ni mucho menos. Y a mí me estaban temblando las piernas. Se quitó la camiseta y el bañador, se acercó e hizo lo mismo conmigo. Cuando me empezaba a desatar el bañador, se acercó a mi boca y me besó sin parar, mientras que con la otra mano empezaba a masturbarme. Así que hice lo mismo y cuando vi que lo de los 19 cm era cierto, no me faltó tiempo para agacharme y meterme esa polla en la boca. La tuvo todo el rato con una erección impecable, muy dura siempre y nos tomamos varios turnos para hacernos felaciones. Lo hacía de maravilla. Le sobé el cuerpo fibrado todo lo que pude, desde sus pectorales hasta sus abdominales, por los que pasé mi lengua en repetidas ocasiones. Cuando estaba a punto de correrme con mi polla en su boca, se la sacó y no paró de pajearme hasta me corrí en su cara. No me hizo falta decirle nada. Se le veía una cara de disfrute bestial, así que una vez terminé, hice lo mismo con él.

Nos limpiamos y nos sentamos un rato en el suelo a hacernos las típicas preguntas. Carlos veraneaba en una urbanización cercana al pueblo y venía con su prima a la playa en moto, mientras su familia se quedaba en la piscina.. Su prima era la única que sabía lo suyo y por eso le traía. Me dijo que le gustaba más ligar en la playa que en los sitios de cruising, porque le suponía un reto y que su primer polvo fue con 13 años. Me dijo que los sábados por la mañana se quedaba sólo en su chalet y que le gustaría montárselo conmigo en la cama, así que me dio las señas y quedamos el sábado. Ya era tarde y al salir de la pinada allí estaba su prima con la moto esperándole. La chica me dio dos besos, me sonrió y me dijo: "por tu cara veo que lo habéis pasado muy bien en vuestro... paseo... ¿no?" Y se echó otra sonrisa. Carlos y yo nos despedimos con un apretón de manos, se montó en la moto y antes de irse me dijo: "no me vayas a dejar con hambre todo el fin de semana, ¿eh?".

Así que me fui a casa, comí y me eché una de las mejores siestas que recuerdo. Había sido la primera vez que había ligado allí y me había encantado. Me pasé toda la tarde deseando que llegara el sábado y me bajé al ciber a ver cómo se llegaba a la urbanización.


Me olvidé del cruising hasta que el jueves por la tarde me acordé de que Dani volvía el fin de semana.

25 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 4: 22 vs 16. Parte 1.

No le quise dar muchas vueltas a lo que había pasado la noche anterior, ya que me quedaban menos días de vacaciones, comenzaban las fiestas del pueblo y quería pasarlo bien. Aunque fuera por un día, me olvidé del cruising y recuperé una tradición: bajar con mi familia a la playa a ver la exhibición aérea de paracaidistas que daba comienzo a los días de fiestas.

Creo que, al menos ese día, no pude hacer nada mejor. La tradición familiar se cumplió paso por paso: desayuno en la churrería, pequeña vuelta por el pueblo y bajada a la playa para coger sitio en una de las cabinas que instalaban ese día para ver la exhibición y no morirse del calor de los rayos del sol. En esa especie de cabina, que era algo parecido a una pérgola de las que instalan en los jardines, había más gente. Concretamente me fijé en un chaval de unos 16 años que iba con su hermana/prima/amiga mayor. Pensé: "madre mía, qué bien viene la juventud". Un chavalito moreno, no demasiado alto, de ojos marrones y con un cuerpo fibrado que pocos tienen a esa edad.

Él también se fijó en mi. Tanto que no me quitaba ojo. Intercambiábamos miradas con el cuidado de que no nos vieran. Me guiñaba y sonreía cuando se daba cuenta de que nadie estaba mirando. Y cuando podía se llevaba la mano al paquete. Mi corazón empezó a latir y mi cabeza a pensar: ¡pero si no debe tener ni los 18! Pero... qué bueno está. Ese día apenas le presté atención a la exhibición de paracaidistas. Cuando terminó, cada uno se fue por su lado. Él con su acompañante y yo con mi familia, destino a casa. 

Para mi sorpresa, cuando ya había entrado toda mi familia al portal y yo me disponía a hacerlo, oigo un silbido pronunciado. Me giro y en la esquina de la calle veo al chico que me hace un gesto para acercarme a él. Me lo pienso en dos segundos y anuncio a mi familia que me voy a dar una vuelta, que no me apetecía subir a casa tan pronto. Así que cierro el portal y me dirijo al chico sin tan siquiera preguntarme a mí mismo por qué me habría seguido.


Con todo su descaro me dice: "he intentado empalmarte cuando estábamos viendo la exhibición, pero si ha sido un error, me lo dices y me piro". Me esperaba cualquier cosa menos esa introducción, así que reaccioné rápido y le dije: "No, no ha sido un error". Acto seguido me invitó a irme con el a dar un paseo. Sólo me dijo que me llevaba a dar una vuelta a la pinada situada en el lado norte del pueblo, por lo que pensé: "¿será que también hay tema allí?". No cruzamos muchas palabras, sólo me miraba mucho y me sonreía con cara de pícaro. Tras 15 minutos, llegamos a la pinada por el camino principal y al poco de entrar, él se salió del mismo por un camino minúsculo y me animó a seguirle.

23 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 3: EL PRIMER INTENTO.

Presa de los nervios y a la vez encandilado por el morbo, me decidí a descubrir el lugar buscando por internet primero. Fue fascinante descubrir la cantidad de entradas que devolvía el buscador hablando de este sitio, y yo que nunca había encontrado nada. Había comentarios dando mucha información: que si se practicaba nudismo en las dunas de la zona, que si por las noches el tema llegaba hasta casi la playa, que si se pillaba fijo...

Pues nada, esa misma noche me decidí y dije en casa que iba a dar un paseo por la playa viendo la luna y que no me esperaran despiertos. Iba confiado. "Soy un caramelito", pensaba. Y es que siempre me lo habían dicho: con esa cara de niño bueno que tienes ligas mucho. Nunca pensé que pudiera haber un contratiempo que me impidiera llegar a mi destino.

Así que bajé por la calle principal, salí al Paseo Marítimo, me descalcé y me interné en playa paseando con calma al lado de la orilla en sentido sur. Era una noche totalmente despejada, la luna brillaba, aunque no con la intensidad que lo hacía en días anteriores. Cuando había recorrido algo más de un kilómetro y las luces del pueblo ya apenas llegaban, me encuentro con que toda la orilla está repleta de pescadores y se hace complicado andar. Así que, me fui unos metros por detrás para no estorbar. Esto fue un incordio, ya que por la arena se anda muchísimo peor que por la orilla.

Según voy avanzando me doy cuenta de que los pescadores y sus amigos o familiares con los que están sentados esperando a que algún pez pique, se giran para mirarme. Pensé: "Marcos, son cosas tuyas, tu sigue hacia delante, tranquilo, estás dando un paseo por la playa. No es tan raro". No obstante, debió resultar que un veinteañero andando solo por allí no era lo más común. De pronto, me pareció oír cuchichear a un grupo de pescadores que se giraron y me pareció entenderles una palabra: maricones.  Seguí hacia delante, un poco más nervioso, y otro pescador que estaba acompañado también, se gira y se dirige en voz bastante alta hacia mí:

- ¿Qué? ¿Vas donde los maricones? ¿A comerte unas cuantas pollas? Pues qué asco!

Los pescadores que estaban cerca de él se giraron y se pusieron de pie. El miedo invadió mi cuerpo y decidí darme la vuelta. No me salieron las palabras. Simplemente me giré y me fui directo a casa. Di por hecho que iban a venir a por mí o algo similar.

Llegué a casa y me acosté. Sólo quería dormir y que un nuevo día empezara.

¿Primer intento? Fallido. 

22 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 2: CRUSING, ESE DESCUBRIMIENTO

Nos sentamos en un banco al final del paseo, en la parte más sur del pueblo, y estuvimos hablando durante horas. Dani estaba de vacaciones aquí, para mi asombro llevaba veraneando allí prácticamente toda la vida, más o menos como yo. Cuando salíamos de marcha por Madrid formábamos parte de un grupo bastante extenso de amigos y lo cierto es que nunca intimamos mucho, pero de ahí a no vernos en un lugar que tampoco es enorme, pues fue curioso. Dani era un chico alto, de 1,80, de complexión delgada, castaño claro tirando a rubio, piel siempre bronceada, cara fina, ojos miel y cuerpo ligeramente fibrado, no porque fuera al gimnasio, sino porque formaba parte de su constitución.

Le costó creer que no supiera lo que era el cruising ni dónde se practicaba y me preguntaba que si cuando iba allí nunca echaba un polvo. Por aquel entonces todavía no había smartphones ni aplicaciones de ligoteo, sólo estaban los chats a los que había que conectarse yéndose a un ciber café. Y en un destino donde, pese a la longitud de sus playas, predominaban familias, pues ligar con otro tío no se hacía sencillo.

Me explicó que había zonas un poco alejadas del pueblo donde los hombres iban a tener sexo con otros hombres al aire libre. Sin compromisos, la mayoría de veces sin presentaciones, cosas rápidas. Me comentó que con la irrupción de internet, los chats y los desarrollos urbanísticos, la cosa había decaído un poco, pero vamos, que se podía ir allí a pasar un buen rato.

Me habló del sitio más cercano del pueblo donde se podía llegar andando, a unos 2,5 kilómetros;
- Si vas por la playa, ve en dirección Torrevieja y cuando pases el Gran Hotel, verás al fondo, tras la pinada, una caseta en ruinas. Sube a ella por la pinada y cuando vayas llegando empezarás a descubrir el sitio. Por las noches ahora en verano se pone a tope.

Dani se marchaba a Madrid al día siguiente y no podía acompañarme a descubrir este sitio del que tan bien hablaba, pero volvería algunos días después.

- No seas tonto y anímate a ir. No te va a pasar nada, si un tío te entra y no te apetece, pues lo mismo que en un bar, le rechazas y punto.


Pero a mí me daba miedo. Nunca había ido a uno de estos sitios y sólo pensar en ir por mi cuenta sin acompañante hacía que mi corazón latiese a mil por hora. Hasta ese verano no había sido un chico echado para adelante ni excesivamente valiente, pero sí me gustaba descubrir cosas nuevas. A su vez, el morbo por descubrir un lugar donde los tíos follaban entre pinos o en una vieja casa, me ponía los pelos de punta. Y lo que no son los pelos también. 

15 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 1: ¿CRU..... QUÉ?

Nunca antes recordaba haber escuchado esa palabra. Recuerdo que hace tiempo, a mediados de la década de los 2000, en mis años de fiestas por el barrio gay por definición de Madrid, mis amigos de entonces hablaban de ello, pero yo nunca parecí enterarme. Oía comentarios del tipo: "hay un bar donde te puedes meter a una sala y estar con unos y con otros". Sí, claro, conocía los cuartos oscuros, aunque nunca me llamaron poderosamente la atención.

Solía veranear en un turístico, pero pequeño pueblo de la Vega Baja de Alicante, Mi obsesión, recién entrado en la veintena, era descubrir sitios de ligue gay por la zona, pero era imposible. Todo se remitía a Torrevieja, Elche o a la propia Alicante. Y un servidor, que entonces no tenía coche ni carné, lo descartaba por el pésimo servicio de transporte público de la zona: pocas frecuencias y el último servicio hacía mi destino de veraneo era a las 21h. Demasiado pronto.

Ventajas de la era digital y tecnológica, cuando regresaba a Madrid siempre buscaba por internet. Pubs, bares, saunas.... "Algo tiene que haber", ese era mi pensamiento. Pero nada, las pocas cosas que encontraba eran mentira. Por ejemplo, un conocido pub situado en una importante calle paralela al Paseo Marítimo se describía como "gay-friendly". Al encontrar esto, ardía en mi un deseo de que llegara un puente o unas vacaciones para volver y comprobarlo. Lamentablemente, siempre pasaba lo mismo, no se correspondía con la descripción. No muy lejos de allí, una pareja gay abrió un bar con sus banderas arco-iris y demás, pensando que serían la referencia del público gay del pueblo. Duró un año y medio.

Mi destino vacacional es familiar, en verano los madrileños lo atestamos con nuestra presencia y lo que menos queremos es que algún conocido nos vea en un pub gay. Allí se tenía que llevar otra cosa. No todo podía ser irse a ciudades cercanas. La gente quiere echar un polvo sin tantas complicaciones. Y de repente, una noche de julio de luna llena, me encuentro por casualidad en el Paseo Marítimo, hasta la bandera de gente, con un amigo con el que solía salir de marcha tiempo atrás en Madrid, al que le comento mi problemática.

- ¿Es que no conoces los lugares de cruising de la zona? Dijo él, sorprendido.
- ¿Cru... qué?


A tenor de su expresión, mi cara debió ser un poema.