Durante el año, mientras mis escapadas a Alicante llegan, de vez en cuando no puedo evitar la tentación de buscar algo fuera de lo que ya tengo. Y aunque ya he dicho muchas veces, cosa que mantengo, que el cruising en Madrid no me excita ni la mitad que allí, la tentación es poderosa en ocasiones. Ocasiones que que aparecen incluso cuando menos se lo espera uno.
No hacía demasiado tiempo que, ayudado por mi padre, había empezado a trabajar en la empresa para la que él llevaba años trabajando. Estaba en proceso de expansión y me destinaron a las nuevas oficinas situadas en una céntrica calle de la capital, cerca de la conocida estación de Atocha. Tanto yo como otros compañeros más veteranos y otras 30 personas nuevas que se incorporaban estrenábamos aquellas oficinas, con bastante ilusión y la tarea de sacar de aquella ampliación la máxima rentabilidad posible. No pasó mucho tiempo cuando un grupo de trabajadores, compuesto por unas 10 personas entre las que me incluyo, hicimos piña y comenzamos a quedar todos los viernes al finalizar la jornada para conocernos mejor, ir de cañas, tomar algo... Lo típico que se ha hecho siempre y que ahora se llama afterwork. En ese grupo había sobre todo chicas, 7 de las 10 y un chico de mi edad que casualmente vivía cerca de mi casa, de tal forma que siempre cogíamos el tren de vuelta juntos porque salíamos a la misma hora. Esos viajes de tren me ayudaron a conocerle más: resulta que aquel chico que iba con camisetas ajustadas, pelo pincho, mirada penetrante, ropa bakala, cordón de plata al cuello y actitud desafiante tenía un corazoncito debajo de aquella dura fachada. Nada más y nada menos que había venido a Madrid a cuidar de su anciana tía, que ya no se valía por sí misma para hacer según qué cosas. Y de paso disfrutar de un Madrid pujante para aquella época, que muchos se esforzaron por bautizar como la locomotora económica de España.
Los meses fueron pasando y mi amistad con Julio, que así se llamaba, se iba haciendo más grande. Incluso quedábamos fuera del grupo para tomar cañas, cosa que también hacía con otra de mis compañeras. Siempre tuve mucha confianza con esta compañera, Lorena, ya que partimos ambos del mismo departamento de la empresa matriz hacia la nueva empresa y Lorena y yo siempre congeníamos muy bien. Hasta tal punto que le transmití mis sospechas sobre la sexualidad de Julio:
- Él no es gay, Marcos -dijo rotunda y seria.
- No sabría yo qué decirte Lore, hay cosas...-expliqué
- Sabes que te aprecio y te quiero, pero vosotros los gays siempre estáis cambiando de acera a todo el mundo y te digo yo que Julio está lejos de serlo -afirmó aún más rotunda si cabe.
No era la única, el resto de chicas del grupo le veía como lo más hetero y machote del mundo. Como si por eso uno no pudiera ser gay. Nunca me he considerado el típico marica que siempre está sacando del armario a los demás, pero si alguna flor he de tirarme, es que mi radar pocas veces ha fallado. Ninguna, hasta la fecha. Y con Julio la alerta saltaba constantemente, como el instinto depredador de un lobo muerto de hambre al oler a su presa, por distante que esta se encuentre. Cada día tenía más claro que Julio tenía ganas de catar hombre, no por ninguna actitud, ni por ninguna señal evidente. Solo se que lo sabía. Y aquella esclava y anillo de compromiso que llevaba en su mano no me quitaban de pensar lo contrario, por mucho que mis compañeras se esforzaran en convencerme de lo contrario.
Nos íbamos de vacaciones de verano y habíamos planeado hacer una cena con todo el equipo, entre los compañeros. A esa cena podían venir parejas y amigos, puesto que no la pagaba la empresa, así que la mayoría de las chicas adelantaron que llevarían a sus novios/maridos. Julio y yo no dijimos nada. Sergio se moría de ganas porque le llevara, pero eso supondría haberle presentado como mi pareja, cosa que aún no estaba claro que fuéramos. Sin duda alguna, la sorpresa de la noche la protagonizó Julio al aparecer acompañado de Alejandro y presentarle como su pareja "de hacía años". La cara de las chicas fue todo un poema y yo debía tener la típica cara que uno pone cuando piensa aquello de os lo dije. Claro que, la siguiente persona a la que se dirigieron todas las miradas fue a mí. La noche transcurrió bien, encajando todos bastante bien, el restaurante se portó genial con nosotros ya que después de la cena nos habilitaron una sala con música y posibilidad de tomar copas. La cosa es que se había hecho ya tan tarde que los que no vivíamos en la capital, ya teníamos que esperar al primer tren de la mañana para volver a casa. Y allí nos quedamos Lorena, Julio y cuatro gatos más. La mayoría de los acompañantes ya se habían marchado.
Cerca de las 5 de la mañana Lorena se cogió el último búho a su casa y Julio y yo nos dirigimos a la estación de tren, donde esperar a que el primer servicio saliera. Una vez ya en el tren, Julio propuso lo siguiente:
- ¿Te hace tomarte la última en mi casa? Siempre viene bien quedar de puta madre con el hijo de uno de los jefes -dijo, en tono socarrón.
- Claro tío, pero... ¿no vivías con tu tía? -pregunté.
- Sí, pero se la han llevado al pueblo mis otros tíos para que pase el verano allí -aclaró.
- Pues tendrás que esforzarte para causar buena impresión al hijo de uno de los jefes -dije, ya zorreando.
- Soy un excelente anfitrión -dijo guiñándome un ojo.
La casa no estaba muy lejos de la estación de tren y lo cierto es que era un piso bastante más pequeño de lo que había imaginado, por no mencionar que salvo la habitación de Julio, la decoración era al más puro estilo Cuéntame. Me invitó a una copa que dijo haber aprendido a combinar aquí en la capital: el cuácuá, una explosiva combinación de Licor 43º con Cointreau. Fuerte de cojones, de esas copas que sientes cómo te bajan por la garganta y llega al estómago, pero con un sabor agradable. Fue la gota que colmó el vaso de las copas que habíamos tomado previamente y de lo poco que recuerdo a partir de ese momento es de estar de risas. De pasar de las risas a comernos la boca en aquel sofá de piel, de pronto estar desnudos en aquel sofá y lo siguiente estar de rodillas chupándole la polla a Julio. Estaba delgado, con el cuerpo empezándose a formar ya que llevaba poco yendo al gimnasio, más peludo de lo que parecía a simple vista, pero un conjunto muy atractivo. Lo recuerdo como un sueño, con lagunas, pero lo recuerdo. Recuerdo que su polla era muy gorda, no excesivamente larga y que estaba realmente dura, recuerdo mirarle a la cara con su polla en mi boca y ver cómo ponía los ojos en blanco...
- Oye... pero... ¿y tu novio? -dije en un momento que paré para tomar aire.
- Durmiendo en su casa imagino -respondió sonriendo.
- Ya, pero...-me interrumpió.
- Lo que voy a hacer contigo no lo hago con mi novio...-respondió.
En ese momento me quitó el biberón de la boca y me llevó al cuarto de baño, abrió la ducha y nos metimos en aquel plato de ducha acristalado, grande para el tamaño de la casa. Con el agua caliente, a pesar de que era verano empezamos a enjabonarnos con frenesí y noté como me pasaba la pastilla de jabón por el culo... para a continuación agacharse y ponerse a comérmelo como loco.
- Quiero follarte tío... los dos somos activos y follamos poco... y tengo muchas ganas...-decía entre jadeos.
- Sigue comiéndomelo así y se abrirá pronto -le dije mientras me pajeaba.
Estuvo un rato medianamente largo haciéndome dedos, se notaba que no había perdido la práctica en sus años con su novio y sabía de lo que requería un culo para su disfrute. Abrió la puerta de cristal de la ducha y alargando la mano a la estantería, rebuscó y cogió un condón que se enfundó con cierta problemática, debido al agua y el jabón de las manos y de nuestros cuerpos. Al final se lo logró poner sin que la cosa decayera demasiado:
- Ábrete bien -ordenó, separándome las piernas.
Y comenzó a meterme aquella polla gorda poco a poco. Dolía, por el grosor, pero iba entrando. Y cuando mi culo estuvo totalmente acostumbrado a tener aquella polla dentro, cerré el grifo del agua, y empecé a mover el culo para dominar la follada. Me duro poco, ya que al poco rato me cogió de la cadera con una mano y de la nuca con otra y comenzó a darme una auténtica follada. Recuerdo que follaba raro, como con muchas embestidas y con poca constancia, con fuerza, clavándola hasta el fondo... pero aún así el morbo que me producía aquello me hizo correrme bastante pronto y pringar los azujelos de lefa. Cuando Julio estaba apunto de correrse, le saqué la polla de mi culo, me puse de rodillas y con una paja se corrió pringándome el pecho de la lefa más espesa y grumosa que había visto hasta entonces. Me daba auténtico morbo tener la polla de este tío en la mano y mirarle a la cara de placer mientras su rabo escupía sobre mi pecho.
Volvimos a abrir el grifo de la ducha y salimos de allí a su habitación para quedarnos sobados durante aquella noche, o más bien, durante aquella mañana que estaba amaneciendo.
En ningún momento se quitó la esclava ni el anillo de compromiso.
Nos íbamos de vacaciones de verano y habíamos planeado hacer una cena con todo el equipo, entre los compañeros. A esa cena podían venir parejas y amigos, puesto que no la pagaba la empresa, así que la mayoría de las chicas adelantaron que llevarían a sus novios/maridos. Julio y yo no dijimos nada. Sergio se moría de ganas porque le llevara, pero eso supondría haberle presentado como mi pareja, cosa que aún no estaba claro que fuéramos. Sin duda alguna, la sorpresa de la noche la protagonizó Julio al aparecer acompañado de Alejandro y presentarle como su pareja "de hacía años". La cara de las chicas fue todo un poema y yo debía tener la típica cara que uno pone cuando piensa aquello de os lo dije. Claro que, la siguiente persona a la que se dirigieron todas las miradas fue a mí. La noche transcurrió bien, encajando todos bastante bien, el restaurante se portó genial con nosotros ya que después de la cena nos habilitaron una sala con música y posibilidad de tomar copas. La cosa es que se había hecho ya tan tarde que los que no vivíamos en la capital, ya teníamos que esperar al primer tren de la mañana para volver a casa. Y allí nos quedamos Lorena, Julio y cuatro gatos más. La mayoría de los acompañantes ya se habían marchado.
Cerca de las 5 de la mañana Lorena se cogió el último búho a su casa y Julio y yo nos dirigimos a la estación de tren, donde esperar a que el primer servicio saliera. Una vez ya en el tren, Julio propuso lo siguiente:
- ¿Te hace tomarte la última en mi casa? Siempre viene bien quedar de puta madre con el hijo de uno de los jefes -dijo, en tono socarrón.
- Claro tío, pero... ¿no vivías con tu tía? -pregunté.
- Sí, pero se la han llevado al pueblo mis otros tíos para que pase el verano allí -aclaró.
- Pues tendrás que esforzarte para causar buena impresión al hijo de uno de los jefes -dije, ya zorreando.
- Soy un excelente anfitrión -dijo guiñándome un ojo.
La casa no estaba muy lejos de la estación de tren y lo cierto es que era un piso bastante más pequeño de lo que había imaginado, por no mencionar que salvo la habitación de Julio, la decoración era al más puro estilo Cuéntame. Me invitó a una copa que dijo haber aprendido a combinar aquí en la capital: el cuácuá, una explosiva combinación de Licor 43º con Cointreau. Fuerte de cojones, de esas copas que sientes cómo te bajan por la garganta y llega al estómago, pero con un sabor agradable. Fue la gota que colmó el vaso de las copas que habíamos tomado previamente y de lo poco que recuerdo a partir de ese momento es de estar de risas. De pasar de las risas a comernos la boca en aquel sofá de piel, de pronto estar desnudos en aquel sofá y lo siguiente estar de rodillas chupándole la polla a Julio. Estaba delgado, con el cuerpo empezándose a formar ya que llevaba poco yendo al gimnasio, más peludo de lo que parecía a simple vista, pero un conjunto muy atractivo. Lo recuerdo como un sueño, con lagunas, pero lo recuerdo. Recuerdo que su polla era muy gorda, no excesivamente larga y que estaba realmente dura, recuerdo mirarle a la cara con su polla en mi boca y ver cómo ponía los ojos en blanco...
- Oye... pero... ¿y tu novio? -dije en un momento que paré para tomar aire.
- Durmiendo en su casa imagino -respondió sonriendo.
- Ya, pero...-me interrumpió.
- Lo que voy a hacer contigo no lo hago con mi novio...-respondió.
En ese momento me quitó el biberón de la boca y me llevó al cuarto de baño, abrió la ducha y nos metimos en aquel plato de ducha acristalado, grande para el tamaño de la casa. Con el agua caliente, a pesar de que era verano empezamos a enjabonarnos con frenesí y noté como me pasaba la pastilla de jabón por el culo... para a continuación agacharse y ponerse a comérmelo como loco.
- Quiero follarte tío... los dos somos activos y follamos poco... y tengo muchas ganas...-decía entre jadeos.
- Sigue comiéndomelo así y se abrirá pronto -le dije mientras me pajeaba.
Estuvo un rato medianamente largo haciéndome dedos, se notaba que no había perdido la práctica en sus años con su novio y sabía de lo que requería un culo para su disfrute. Abrió la puerta de cristal de la ducha y alargando la mano a la estantería, rebuscó y cogió un condón que se enfundó con cierta problemática, debido al agua y el jabón de las manos y de nuestros cuerpos. Al final se lo logró poner sin que la cosa decayera demasiado:
- Ábrete bien -ordenó, separándome las piernas.
Y comenzó a meterme aquella polla gorda poco a poco. Dolía, por el grosor, pero iba entrando. Y cuando mi culo estuvo totalmente acostumbrado a tener aquella polla dentro, cerré el grifo del agua, y empecé a mover el culo para dominar la follada. Me duro poco, ya que al poco rato me cogió de la cadera con una mano y de la nuca con otra y comenzó a darme una auténtica follada. Recuerdo que follaba raro, como con muchas embestidas y con poca constancia, con fuerza, clavándola hasta el fondo... pero aún así el morbo que me producía aquello me hizo correrme bastante pronto y pringar los azujelos de lefa. Cuando Julio estaba apunto de correrse, le saqué la polla de mi culo, me puse de rodillas y con una paja se corrió pringándome el pecho de la lefa más espesa y grumosa que había visto hasta entonces. Me daba auténtico morbo tener la polla de este tío en la mano y mirarle a la cara de placer mientras su rabo escupía sobre mi pecho.
Volvimos a abrir el grifo de la ducha y salimos de allí a su habitación para quedarnos sobados durante aquella noche, o más bien, durante aquella mañana que estaba amaneciendo.
En ningún momento se quitó la esclava ni el anillo de compromiso.
Diu. Lo de follarse a un chico (o chica) que tiene pareja (sea novio o ya casado) es algo... verlo lo veo "raro" pero bueno, al fin y al cabo es sexo y las consecuencias casi casi que son iguales pero aun así no me convence mucho. El relato muy simple y a la vez lleno de tema.
ResponderEliminarJames
Me hubiera encantado ver la cara de pasmadas de las chicas.
ResponderEliminarY vuestras miradas de complicidad, al dia siguiente, en el trabajo.
Bueno... e independientemente de que tuviera novio, fue bonito, no?
Hola. ¿Y eso que aún no se ha publicado nada en 3 semanas? Espero que en estos días publiques dos o tres entradas seguidas en el periodo de 1 semana porfii.
ResponderEliminarJames
Marcos! ehhh! se acabaron las vacaciones, hora de trabajar! jejeje espero que hayas tenido un buen fin de año, extrañamos tus historias, saludos! -AAA
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