Cada
vez que se aproximaba un fin de verano la misma pregunta recorría mis
pensamientos: ¿cómo puede ser que cada vez pase más tiempo en este pueblo y a
su vez ese tiempo pase tan rápido? Sin darnos cuenta las vacaciones llegaban a
su fin y en la estantería nos esperaban los billetes con la fecha impresa de
vuelta. De vuelta a la realidad, a la rutina, al estrés, a la gran ciudad. Adoraba
Madrid, las cosas como son, pero pensar en volver me ponía el mundo patas
arriba. La desconexión a la que llegaba pasando aquellos largos veranos era
brutal, me permitía recargar las pilas a tope, sin embargo aquella sensación de
llegar a Madrid cada vez se correspondía más con lo que los medios de
comunicación han bautizado como "depresión posvacacional".
Era
consciente de que esos veranos eternos no podrían repetirse durante mucho
tiempo: en cuanto acabara mis estudios y volviera a empezar a trabajar, tendría
15 días o un mes, como mucho, para disfrutar de todo aquello en verano. Sólo de
pensar en lo pronto que pasarían 15 escasos días me ponía de mala leche.
Después
del trío que nos habíamos montado con Santi, no volví a saber más de él
aquellos días. Nos quedaban pocos días y Sergio estaba deseoso de intentar
repetir, tanto que incluso llegó a cogerme el móvil sin yo saberlo y
escribirle. Santi no contestó. Para mí, estaba claro que quería experimentar,
descubrir una sexualidad que llevaba tiempo enterrada en él, y una vez
satisfecho, volvería a su vida hetero. Al menos por un tiempo, mientras le
fuera posible reprimir sus verdaderos sentimientos.
La
última noche la rutina se repitió: Dani, Sergio y yo de cena y posterior
borrachera por el pueblo. En esta ocasión era Dani quien estaba con la casa
vacía y allí nos dirigimos a terminar la noche. Eran ya las tantas de la
madrugada y seguíamos con un par de copas que nos había puesto Dani en casa
haciendo el tonto, viendo canales que a esas horas sólo emitían anuncios de
contactos eróticos. Chica busca chico, chico busca chica y chico busca chico.
No recuerdo exactamente cómo pasó, pero sí que en determinado momento empezamos
a ver una peli erótica y estábamos los tres en el sofá con los rabos fuera pajeándonos
mutuamente. Era la primera vez que nos lo volvíamos a montar los tres desde
aquel día en casa de Sergio...
"De perdidos al río", recuerdo que
pensé, y me lancé a comerme la polla de Dani, que poco había podido saborear
antes, a lo que, por supuesto, Sergio me siguió y comenzamos a comernos aquel
pirulo como si fuera el último helado de chocolate del mundo. Sabíamos del
aguante de Dani, así que no era problema darle bien de caña, al contrario, a él
le encantaba tenernos ahí y ver cómo nos tragábamos su polla. Poco a poco noté
que mi culo pedía guerra, no se exactamente explicar la sensación, pero mi culo
pedía follada y empecé a moverlo de forma sugerente, a la vez que con mi mano
derecha le metía los dedos a Sergio, pudiendo ver que a su culo le pasaba lo
mismo. Dani no tardó en darse cuenta y sin decir palabra, nos ordenó ponernos
de rodillas en el sofá y nos fue comiendo el culo e introduciendo sus dedos sin
mucho tacto. Era él ahora quien nos tenía a los dos para el sólo. Empezó a
follarnos, primero a mi, ya que era donde tenía que tener más paciencia, para
una vez estuvo mi culo listo, clavársela a Sergio sin contemplaciones.
Cada
vez tenía la polla más dura, notaba como si me fuera a estallar cada vez que me
la metía, pero los parones que hacíamos mientras él se turnaba los culos, me
hacía aguantar la corrida. Sergio no pudo más, Dani empezó a darle fuerte y sin
descanso, hasta que Sergio, que se pajeaba, acabó corriéndose en el sofá.
Conmigo fue distinto: Dani me tumbó boca arriba en el sofá, se puso encima de
mi, juntó su rabo con el mío y empezó a pajearlos a la vez, mientras Sergio nos
comía la boca y nos tocaba. Sentir las dos pollas juntas y el choque de los
huevos de Dani contra los míos nos puso muy verracos, y, algo que hacía tiempo
que no me pasaba, ocurrió: nos corrimos a la vez, cayendo su leche y la mía
esparcida por todo mi estómago, mientras Sergio con su mano la restregaba.
Cuando
terminamos me di cuenta de que estábamos sudando como cerdos. Me encontraba
cansadísimo de pronto, así que nos dimos una ducha para descansar un poco.
"Somos unos putos viciosos", les dije, a lo que sonrieron.
Agostó
terminó y, al día siguiente por la tarde, mi tren salió para Madrid.
P.D. Espero que los Reyes hayan sido buenos con todos vosotros y os traigan un año lleno de morbo y experiencias inolvidables.
Vacaciones de juerga, sol y sexo.
ResponderEliminarQué mas quieres ? :-)