Aquel verano, en el que transcurren las últimas historias
que os estoy narrando, fue atípico y diferente a los anteriores por varios
aspectos. El primero ya os lo he contado: mis amigos Dani y Sergio no habían
podido cuadrar sus vacaciones con las mías, tan solo íbamos a coincidir unos
días ya entrado agosto. El segundo motivo, que es el que ocupa esta entrada,
tiene que ver también con el aspecto laboral. Como algunos ya sabéis, trabajo
desde hace años en la empresa que montó mi padre. Una empresa que empezó con
tan solo dos socios y que poco a poco consiguió crecer hasta tener la necesidad
de abrir sucursales en otras provincias españolas. La primera fue Barcelona,
después una en el norte y la decisión de aquel año pasaba por decidir si se
instalaban en Valencia o Málaga. Tenía que ser una de las dos, para minimizar
riesgos en caso de que la cosa no saliera bien. Y a mi, que ni pinchaba ni
cortaba en las decisiones de ese calibre, se me ocurrió proponer en una comida
familiar que se abriera la sucursal en Alicante. Los beneficios eran obvios: se
daría servicio a toda la Comunidad Valenciana, a Murcia, A Almería e, incluso,
de haber interés, viajar hasta Málaga podría ser más sencillo. Por supuesto no
voy a negar lo evidente: mi anhelo secreto era tener la posibilidad de viajar
más a Alicante de lo que ya lo hacía. Pues bien, para mi sorpresa, se decidió
que mi idea era buena y se tiró hacia adelante con la apertura de Alicante, que
tuvo lugar a comienzos de aquel año, previos a este verano.
Lo cierto es que, aunque costó arrancar más de lo previsto,
el invento empezó a funcionar. Lo que es más, ese verano la empresa puso en
marcha una medida para que fuera más fácil conciliar las vacaciones de los
niños con el trabajo de sus padres: la empresa ofrecería clases de refuerzo sin
coste que tendrían lugar dentro del horario laboral de los padres, y para hacer
algo de beneficio, se abriría el acceso a personas ajenas a la empresa, que en
este caso sí tendrían que pagar una cuota. Lo que se llama diversificar el
negocio. Resumiendo, se contrataron dos profesores (uno para las clases de
primaria y otro para secundaria) que se encargarían de reforzar matemáticas,
inglés y francés, en el caso de secundaria, y un poco de todo en primaria. La
medida se anunció a bombo y platillo y fue todo un éxito, tanto que hubo que
alquilar un local para cubrir la demanda, superior a la prevista. Todo comenzó
bien hasta que a mediados de julio la profesora que se encargaba del refuerzo
de secundaria nos dejó tirados, argumentando que le había salido otro trabajo a tiempo completo. Dado que yo estaba ya por la zona, que siempre
se me habían dado bien los idiomas y las matemáticas, que tenía experiencia
dando clases privadas, fui el sustituto
de emergencia, que al final acabó dando todo el santo verano. Sabían que no
dejaría tirada a mi propia empresa y así salíamos del paso. Me tocaban dar 3
horas de clases por las mañanas, 3 días a la semana. Y, por supuesto, me
ganaría un dinero adicional por ello. El grupo de chavales era de 13, así que
nada del otro mundo, y en general, eran chavales, chicos y chicas, bastante
agradables, de entre 14 y 17 años.
De entre ellos, había dos a los que llamaremos Daniel y
Eduardo, que no estaban allí porque necesitaran repasar nada. Al contrario,
eran brillantes y poco había que pudiera enseñarles o que no supieran ya. Eran
dos chicos que pasaban ya de los 15 años,
1.75, delgados, con pelusilla en la cara y un pequeño bigote incipiente
y pelos por todas las partes de su cuerpo. Según sus padres, estaban allí para
no tenerles toda la mañana en casa sin control y, de paso, repasaban lo ya
aprendido. La diferencia de niveles entre ellos y el resto era tal, que se
aburrían en clase más de la cuenta y hasta cierto punto permitía que hablaran e
hicieran alguna broma. Además, les gustaba sentarse en primera fila y de cuando
en cuando me hacían partícipes de sus temas tan trascendentales de conversación
(nótese la ironía). Ya se lo que está pasando ahora mismo por vuestras mentes,
pero no, estos dos quinceañeros no tenían nada que les pudiera identificar como
posibles gays. Es más, eran los típicos que se pasaban la clase hablando de
fútbol, deportes, coches y tonterías varias que hacían con sus amigotes.
Sin embargo, las sospechas de que algo raro pasaba en las
conversaciones que no me permitían escuchar se acrecentaron cuando en más de
dos ocasiones en días diferentes, Daniel me pedía ir al baño mostrando un
empalme evidente en su chándal al levantarse. De lo cual, por cierto, se acabó
enterando media clase por la obviedad del asunto. Claro, son adolescentes...
¿quién no se ha empalmado involuntariamente en clase alguna vez? A pesar de los
esfuerzos de Daniel por traer cada día camisetas más largas que casi le
llegaban a la rodilla, el asunto comenzó a ocurrir todos los días. Además, a ello
se sumaron movimientos extraños de brazos por debajo de la mesa y el hecho de
que los dos chavales acababan con las mejillas sonrosadas cada vez que Daniel
pedía ir al baño. Pero no conseguía pillarles en nada raro o sujeto a llamarles
la atención. Además, pensé: "Marcos, son chavales, lo que pasa es que tu
tienes la mente muy sucia". Y lo dejé pasar.
Cuando terminaban las tres dichosas horas, lo siento pero la
docencia no es lo mío, 7 de los alumnos se marchaban a sus casas directamente y
otros 6 se quedaban por las oficinas esperando a que sus padres o responsables
les llevaran a casa una vez terminaban su jornada (no todos vivían en la propia
ciudad de Alicante). Solían esperarles en un office mediano habilitado con
máquina de café gratuito y una máquina vending que dispensaba bocadillos y
alguna bebida.
- Marcos, perdona, me preguntan los padres de Edu y Dani si
sabes dónde están -me preguntó mi jefe, responsable de la sucursal de Alicante.
- Mmmm pues la verdad es que no tengo ni idea. ¿No están el
office?
La clase había terminado hacía ya más de una hora y los
chavales estaban desaparecidos. Bajé al local donde dábamos la clase, dentro
del mismo edificio, por si se hubieran quedado allí pero, a simple vista, no vi
nada. Nada, hasta que me fui a subir de nuevo y reparé en una pequeña cortinilla
de luz que salía de los aseos. ¿Me había dejado la luz encendida? Qué raro...
Doblé el pasillo, me acerqué despacio a la puerta y escuché respiraciones
intensas, susurros, algo que parecía como un perro jadeando tras haber corrido
unos cuantos metros.
- ¿Hola? -dije con voz potente, pero cautelosa.
Enseguida empezó a oírse un pequeño estruendo, zapatillas y
puertas...
- ¿Hay alguien? -insistí, sin querer abrir la puerta.
- Ah... eh, sí, profe, estamos aquí, eh, sí... ya salimos...
-dijo Edu.
Me quedé un par de minutos esperando con cara de pocos
amigos y cuando abrieron la puerta aparecieron con la cara llena de sudor y
algo despeinados.
- ¿Qué coño hacíais ahí dentro? -dije.
¿Veís? ¿A qué profesor se le ocurriría dirigirse a sus
alumnos con un taco? Si es que no...
- Nada, profe, joer, que a Dani le ha dado un apretón y aquí
estábamos, a ver si se encontraba mejor -me dijo Edu.
Intentaban disimular la risa, pero desde luego no iban a
conseguir tomarme por gilipollas. Me los subí arriba y lo dejé pasar.
Oficialmente, me creí su versión de cara a las preguntas ajenas, pero
interiormente sabía que entre esos dos algo ocurría.
Nada de esto volvió a repetirse durante la siguiente semana:
ni peticiones de ir al año, ni chicos empalmados, ni miradas de complicidad...
Una semana les duró. A la siguiente volvieron a su normalidad. Y una vez más,
dos viernes después, ni Edu ni Dani aparecían. Esta vez nadie tuvo que decirme
nada, ya estaba pendiente de que la situación no volviera a repetirse.
Trascurridos 20 minutos, al no verles en el office, me bajé de nuevo al local
en su busca. Sabía bien donde buscar, solo que esta vez estaba decidido a
averiguar qué era lo que realmente pasaba entre esos dos. Como en la vez
anterior, la cortinilla de luz procedente del baño les delataba. Cerré con
llave la puerta del local para nadie entrara y con cautela abrí un poco la
puerta del aseo de chicos y me quedé observando. Lo que vi me sorprendió, pero
a la vez me alivió, porque no es que yo tuviera una mente sucia, es que joder,
estaba en lo cierto.
A través del reflejo del espejo les pude ver de pie, de
espaldas a mi, con los pantalones y calzoncillos a la altura de los tobillos,
los cuerpos pegados y sus manos en la respectiva polla de cada uno. Se estaban
cascando una paja el uno al otro y lo más curioso es que con la mano que les
quedaba libre, se sobaban los culos y la espalda con bastante deseo, que era lo que yo veía a
través del reflejo del cristal. Quizá no sea políticamente correcto decir esto,
pero confieso que me empalmé viendo la escenita, oyendo sus jadeos,
contemplando sus miradas a la polla del otro y viendo como apretaban los culos
justo antes de que dos buenos chorros de leche impactaran contra el suelo, casi
a la vez. Me marché cuando empezaron a vestirse y a limpiar con papel lo que
habían ensuciado y, vaya, cuando se dieron la vuelta me sorprendió ver lo bien
dotados y desarrollados que estaban ya. Aunque no me sorprendió, porque yo con
casi 16 años, ya tenía todo bastante desarrollado.
No les dije nada, de hecho me sentí tan identificado con
ellos (mis primeras experiencias fueron similares) que simplemente me marché y
les esperé en el office, a donde llegaron un cuarto de hora después con sonrisa
de oreja a oreja, diciéndome que les gustaba mucho estar viniendo a estas
clases. "Claro, claro...", pensé yo. Fueron listos, esta vez habían
estado más pendientes del tiempo y llegaron bastante antes de que sus padres
terminaran de trabajar. El comportamiento volvió a ser similar el lunes y el
miércoles. Di por hecho que se sobaban las pollas con disimulo en clase por
encima del pantalón de chándal y cuando no podían más, pedían permiso para ir
al baño. Sin embargo, volvieron a esperar al viernes para tener otro encuentro
en los baños. Si bien los días anteriores se subían conmigo al office y se
quedaban allí, el viernes desaparecían de allí aprovechando que yo tenía que
hacer otras cosas. De modo que cuando regresaba al office, los dos chavales ya
no estaban allí. Me bajé de nuevo al local, preso del morbo por volverles a
ver, y la situación volvió a ser la misma del viernes anterior. Cuando llegué,
ya estaban abrazados y con los pantalones por los tobillos, pero estaba vez
tenían una conversación:
- ¿Por qué no lo hacemos, tío? Estoy cansado ya de pajas...
-le decía Dani a Edu.
- ¿No es eso ya de muy maricas? -le respondía Edu.
- Venga, empiezo yo y si va, sigues tu, ¿va? -le decía Dani.
Edu asintió y yo vi, estupefacto, como Dani se ponía de
rodillas, giraba a Eduardo y se metía su polla en la boca cerrando los ojos con
fuerza. Esta vez les veía de frente sin necesidad de espejos, con mucha más
claridad. Por la cara de Eduardo di por hecho que le gustaba lo que le hacía
Dani, que seguía chupando polla con esa cara de limón estreñido evitando en
todo momento abrir los ojos.
- Para, para... que me corro, tío, para... -le susurraba
Edu.
- ¿Cambiamos? -le dijo Dani.
- No se, tío, ¿cómo es? -contestó Edu.
- Raro, es raro, pero no sabe mal y está caliente y
mojada... -le dijo Dani.
Acto seguido se puso de pie y Edu se arrodilló, también
cerrando los ojos fuertemente y metiéndosela en la boca con una expresión de
asco obvia, que fue cambiando pasados unos minutos. La polla de Dani era algo
más larga (unos 17 cm), menos gruesa y sin circuncidar, con buen pellejo. La
Edu tendría alrededor de 15 centímetros, más gorda y operada. En ambos casos
con bastante vello. La expresión de placer en la cara de Dani era asombrosa y a
Edu la cara se le relajó tanto que hasta se animó a coger a su amigo de los
glúteos y comerle la polla bien. No le duró mucho, porque Dani también avisó de
que se corría y Edu paró. Pude ver como a ambos les temblaban las piernas. Y
sí, esta vez también estaba empalmado viendo aquello.
- ¿Y si probamos a follarnos? -volvía a proponer Dani.
- ¿Por el culo? -dijo Edu, con sorpresa.
- Claro, tío, ¿por dónde va a ser? -dijo Dani, y ambos
rieron nerviosamente.
- Pero... te doy yo a ti, ¿no? -dijo Edu.
- Vale... -dijo Dani no muy convencido.
Sin perder ni un centímetro de erección, Dani apoyó sus
manos en el lavabo, se quitó los pantalones de los tobillos, abrió las piernas
y se dirigió a su amigo:
- Ahora me lo tienes que escupir y llenar de saliva -le
decía, como recordando algún manual.
- ¿Que te chupe el culo? -volvía a sorprenderse Eduardo,
abriendo mucho los ojos.
- No, no, joder, qué
asco, no. Échame un gapo o mójate los dedos, como el otro día en tu casa -dijo
Dani.
Vaya, por lo que entendí con esa frase, ya debían de haber
experimentado a meterse dedos. Edu flexionó las piernas para situarse frente al
culo que Dani se abría con las dos manos, le escupió un par de veces y,
mojándose los dedos en saliva, se los pasó por el agujero con cierto temor.
- ¿Así está bien? -le decía Edu.
- Sí, ahora métemela poco a poco -le pedía Dani.
En ese momento no sabía qué hacer. ¿Interrumpía la
situación? ¿Les dejaba probar? A fin de cuentas si yo no estuviera allí,
mirando, frotándome la polla por debajo del pantalón, nadie podría llamarles la
atención y lo iban a intentar más tarde o más temprano.
Edu pecó un poco de bestia queriéndosela meter con demasiada
fuerza y cuando solo había metido su grueso capullo, Dani pegó un pequeño grito
y le dijo que parara:
- Mejor nos la chupamos, ¿no? -dijo Edu.
- Sí, va a ser mejor -contestó Dani, que sin perder el
tiempo, miró al reloj, empujó a Edu contra una pared, se arrodilló y le volvió
a comer la polla, aunque esta vez con los ojos bien abiertos y disfrutando de
lo que hacía.
Poco le duró esta satisfacción:
- Me corro Dani, me corro...-avisó Edu.
Pero Dani no paraba y Edu ponía cara de sorpresa:
- Dani, que no aguanto, joder, que me corro... Ah, Dani,
oh... joder...-gemía Eduardo, que eyaculaba en la boca de Dani.
Dani puso cara de cierto asco, pero el movimiento que hizo
su garganta me hizo comprender que se lo había tragado todo.
No quise ver más. Me daba miedo ceder a mis impulsos y
terminar pajeándome allí, viendo la escena, no hubiera sido por falta de ganas,
pero no me pareció demasiado ético. Me marché a la clase principal, mandé un
Whatsapp a mi jefe diciéndole que estaba con los chavales en clase
explicándoles un tema que no entendían y esperé a que se me bajara la erección
tratando de pensar en otras cosas. Aún tardaron diez minutos largos en salir,
imagino que Edu también se la habría acabado mamando a Dani. Escuchaba a lo
lejos su conversación, cómo abrían la puerta y el ruido del interruptor
apagándose.
Por la expresión de sus caras al doblar el pasillo y verme
sentado en una de las sillas, no esperaban para nada encontrarme allí:
- Pero, profe, no sabíamos que estabas aquí...-dijo Edu,
mirando a Dani con cara de preocupación.
- Tranquilos, que no se lo voy a contar a nadie -dije, con
serenidad.
Se miraron.
- ¿Y el qué podrías contar? -preguntó Dani con cierto temor.
- ¿En serio quieres que lo hablemos? -dije.
- No hacíamos nada malo, profe...-dijo Eduardo.
- No he dicho que estuvierais haciendo nada malo. He dicho
que contáis con que no se lo cuente a nadie -respondí.
- Pero... ¿nos has visto? -insistía Edu ahora.
- Imaginad que en vez ser yo, soy uno de vuestros padres que
entra aquí buscándoos y empieza a oír gemidos que proceden del baño... -dije.
- ¡Joder, qué marrón! Pero no somos mariquitas,
profe...-decía Dani.
- No me tienes que dar explicaciones, ni voy a juzgaros.
Solo os voy a pedir que tengáis cuidado -les dije.
- Sí, si, no va a pasar otra vez -dijo Edu, deprisa, como
para librarse de una bronca que no se iba a producir.
- No, no lo entendéis. Si tiene que volver a pasar, que
pase. Porque, habéis disfrutado, ¿o no? -les pregunté.
Se miraron sin decir nada y se sonrojaron aún más, sonriendo
y mirando al suelo.
- No habéis hecho nada malo, pero eso de tragarse la leche,
chicos, como que no... Hay que tener cuidado. Y si probáis a follaros, más os
vale tener uno de estos en vuestra mano -dije, lanzándole a Edu un condón que tenía guardado en mi cartera, que
atrapó con sorprendentes reflejos.
Se sentaron y estuvimos hablando largo y tendido. Traté de
quitarles muchísimos prejuicios que tenían en la cabeza, su máxima obsesión es
que ellos "no eran mariquitas", así que les recomendé que no se
obsesionaran con etiquetarse y que se limitaran a disfrutar con cabeza, cuidado
y eligiendo bien los lugares. Fue una conversación mucho más sensata de lo que
hubiera imaginado y se convirtió en una tónica general que cada día, al
terminar, me preguntaran dudas sexuales, rollo consultorio, una vez se habían marchado el resto de sus compañeros. Pero como todo, el
verano terminaba y probablemente no volvería a ver a estos chavales durante
meses.
Eso sí, me costó semanas quitarme esas imágenes de la cabeza
y vencer la calentura que me provocaban cada vez que se pasaban por mi mente.
No te lo vas a creer pero... ¡¡justo anoche soñé con tu blog!! Y fíjate tú que has publicado hoy una nueva entrada. Y justamente también anoche estuve comentando la palabra "voyeur" con un amigo... y al final aquí se juntan esas dos cosas :O.
ResponderEliminarMe ha encantado esta entrada. Nunca imaginé que hubieras sido voyeur y menos aún con unos chavales a los que estabas dando clases particulares. ¿Cómo fue aquello de pillar a dos chicos de 15 años a los que das clase practicar sexo? Da algo de morbo. Por un momento he llegado a pensar que tras esto se esconde "algo más", que "pasó algo más tras las clases" jajajajaja. Me pareció bien que les dieses consejos y les ayudases/animases de seguir con ello. No es una edad del todo temprana para empezar.
Muchas gracias Marcos. Hacía tiempo que no me emocionaba tanto con una entrada de los blogs que sigo.
James
Me da curiosidad lo de que sueñes con el blog, ¿de qué iba el sueño si puede saberse? Claro que me dio morbo verles, me empalmaba y tardaba bastante en bajárseme... Hoy en día son imágenes que siguen bastante nítidas en mi cabeza.
Eliminar¡Uaah!! No sabría decirte ya. No se me pasó apuntarlo... creo que iba algo relacionado con el blog en general no sobre ti o Daniel o Sergio.
EliminarJames
Y ya ha pasado un año de esto... :/
EliminarJames
Fíjate que de apartando el tema sexo, es una entrada bastante bonita, creo que a todos nos puede recordar nuestros inicios en el sexo. Me ha gustado mucho como ayudas a esos niños y les enseñas que lo que hacen, no está mal.
ResponderEliminarEs que era lo que había que hacer. Estaban como asustados, como esperando que les dijera que estaba mal y que les regañara... Y la verdad es que es triste que tuvieran que pensar aquello, pero después de la charla creo que empezaron a tomárselo con algo más de naturalidad, dentro de la discreción.
EliminarSe adapta mucho a eso que algunos llaman heterocuriosos. Desde luego es muy morboso el relato.
ResponderEliminarNo se si lo describiría así, Jaime. Creo que estaban descubriendo su verdadera sexualidad o, al menos, una parte de ella. Satisfaciendo su curiosidad sabiendo que se sentían atraídos por ello. Gracias por comentar!
EliminarMe ha gustado mucho este relato , ya no solo por el morbazo, sino por tu actitud.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por pasarte a comentar Juan. Un saludo de vuelta ;)
EliminarEsto me ha hecho revivir mi despertar sexual porque salvo la primera vez que me hicieron una mamada, que fue en el cuarto de los buzones del edificio en el que vivía entonces, todas mis primeras veces (mi primer beso, la primera polla que probé, la primera vez que me follaron, la primera que follé... fueron o en el instituto o en el conservatorio.
ResponderEliminarMuy buen pòst y me ha encantado tu reacción, no esperaba menos de ti.
Abrazotes.
Lo cierto es que también reviví lo mismo la primera vez que les pillé allí, volví a recordar muchas de las historias que ya he contado por aquí y que tienen que ver con mis inicios... La curiosidad, el no saber, el probar...
EliminarOtro abrazo para ti, Christian.
Ya te han dicho y suscribo la estupenda actitud que demostraste con los chicos, me parece que tuvieron una suerte tremenda de dar con una persona que les transmitiese naturalidad a propósito de lo que estaba pasando entre ellos y sobre todo que les diese unos consejos prudentes y prácticos. Al margen de esto voy a otra cosa que me parece que es el auténtico tema del post y que es esa vocación de "voyeur" que tenemos casi todo el mundo: cuando se nos ofrece la posibilidad de poder ver con la garantía absoluta de no ser vistos y por tanto no ser juzgados por nadie, pienso que hay muy pocos que miren hacia otro lado. Hay algo muy "magnético" -por decirlo de algún modo- en eso de poder participar de la intimidad de otras personas de manera invisible, y aunque por supuesto es algo que no debe buscarse de manera intencionada, cuando por accidente sucede que nos vemos colocados en esa "privilegiada" posición pues no sé...que como dice el título de tu post, ¡que morbo!, ¿no?
ResponderEliminarAbrazos y como siempre gracias por compartir y por contárnoslo tan bien contado.
Es que claro, la mirada que me echaron y la expresión de sus caras cuando me vieron fue de : "pufff la que nos va a caer". Y es que... ¿a cuento de qué les iba a echar la bronca? No lo pensé ni por un segundo, pensé que lo que mejor les vendría era naturalidad y saber que no pasaba nada por hacer lo que estaban haciendo. Y, sobre el morbo, sí, total... Morbazo, diría yo. De esas cosas que cuando las recuerdan aún te la ponen morcillona como mínimo :P
EliminarGracias a ti por pasarte!!
Hiciste exactamente lo que tenías que hacer y de la manera más correcta posible.
ResponderEliminarAunque yo me temía que el condón se los ibas a dar en medio de la acción.
Que les ibas a interrumpir y les ibas a decir: Ep! chicos, parad y haced las cosas con la cabeza y protección, jajaja... así en plan cabroncete :-), y luego ya vendría charlas y consejos.
Lo que no acabo de visualizar es como los podías ver con tanto detalle sin que ellos te vieran.
Cierto, yo también pensé que no era posible que no vieran a Marcos...
EliminarLos baños estaban doblando una esquina y atravesando un pequeño pasillo en forma de "L", donde el baño estaba al doblar la esquina, que solía estar oscuro porque no merecía la pena encender la luz (con la que entraba desde la sala principal era casi suficiente para ver hasta llegar al interruptor del baño). La puerta siempre la dejaban entornada, y se podía ver a través de la pequeña abertura que quedaba sin que ellos se dieran cuenta... La luz de dentro en contraste con la oscuridad del pasillo te hacía casi invisible. Eran unos baños grandes, rollo de oficina, no como los de una casa normal. Y entre lo que veía directamente, por los espejos y que ellos estaban a su bola... ¿cómo iban a reparar que yo estaba allí? Si yo hubiera sido ellos, tampoco habría reparado en que podría haber alguien mirando a través del quicio de la puerta, la verdad :)
EliminarMadre mía, qué calentón con la historia!!A ver si la historia enciende, también, mi mente calenturienta y esta noche tengo un sueño de lo más erótico!
ResponderEliminarSaludos!!