Esta vez no
se trata de una historia que surgiera de la casualidad, por mucho que esta haya
sido una tónica predominante en muchas de mis historias. Por eso, nada tiene
que ver esta historia con la entrada en la que os hablaba del cruising en otro
centro comercial cercano, el Habaneras. Diréis que parece gustarme buscar sexo
en este tipo de entornos, tras las entradas de Habaneras y Parque Sur entre
otras, pero lo cierto es que no forma parte general de mis gustos; aplico el
dicho que dice aquello de "una vez al año, no hace daño". Quizá el
mayor reparo que tengo con practicar sexo en aseos de centros comerciales es
que a veces puedas exponerte a un público que debería ser ajeno a todo esto,
especialmente los niños, que pueden entrar perfectamente a un aseo y toparse
con gemidos y ruidos que le den qué pensar. También, muchas veces el estado de
los aseos no es precisamente el adecuado para tener sexo: suelen estar sucios y
ponerse de rodillas puede llegar a ser toda una aventura de riesgo. Otras
veces, sin embargo, se dan todos los condicionantes para disfrutar de un rato
de morbo en un aseo: que haya limpieza y que des con un tío discreto.
Aunque se
piense lo contrario, el Centro Comercial La Zenia no está en Torrevieja, sino
unos pocos kilómetros al sur de ésta: en Orihuela Costa. Se trata de un enorme
lugar que se abrió hará ya unos cinco años, con una publicidad bestial en todos
los municipios de alrededor. Es uno de los centros comerciales de España más
grandes que conozco y cuenta con las principales marcas de tiendas y
restauración. Lo que más me gusta de este lugar es el concepto, ya que por
decirlo así, está al aire libre.
A pesar de
su magnitud lo cierto es que en temporada baja suele estar bastante muerto,
pero en temporada alta (puentes, semana santa y todo el verano) se pone
reventar cualquier día de la semana, en cualquier franja horaria. La primera
vez que fui, un mes de julio de algún año anterior a la historia que luego os
contaré, me di cuenta del potencial sexual que podría tener: baños bastante
amplios, con buenas puertas y poca vigilancia. El público era inmejorable por
la tarde y noche: muchísimo joven y veinteañero de buen ver, con buenos cuerpos
y que lanzaban miradas furtivas. ¿Lo malo? Que el aluvión de gente que
normalmente lo frecuenta te hace ser extremadamente cauteloso y discreto.
"Esto
es carne de cañón para el cruising, mucho mejor que el Habaneras", pensé,
cuando me montaba en el coche de Dani y volvíamos a nuestro lugar de veraneo.
El caso es que me olvidé del asunto hasta que tiempo después, en el foro de
RolloXY, encontré que había gente que quedaba en los baños de al lado del
Primark para tener sexo. Leí estupendas anécdotas de mamadas a chavales jóvenes, enculadas y folladas. Seguí buscando información por la red y,
efectivamente, pude comprobar que se trataba de un nuevo lugar de cruising. No
quizá un lugar de masas, que no lo es, pero sí un lugar donde disfrutar de un
rato de morbo si la suerte acompaña.
La Zenia
Boulevard, que es así como se llama, está muy bien comunicado por carretera,
puedes llegar tanto por la AP-7, como por la N-332 y una vez pasas Torrevieja y
Punta Prima empiezan los carteles que te indican cómo llegar: con las
indicaciones y un GPS (para la primera vez) no tiene ninguna pérdida. El
aparcamiento es muy extenso y siempre hay hueco fuera de las zonas de máxima
afluencia. También sé que hay autobuses de Costa Azul que lo unen con
Torrevieja, pero lo cierto es que desde que tengo coche me preocupo menos por
el (mal) transporte público que hay en toda la provincia de Alicante.
El primer
día que decidí ir a probar suerte fue un sábado por la tarde, como os
imaginaréis estaba a reventar de gente. Aproveché que tenía que hacer compra
grande y me dije: pues me voy a La Zenia y cuando termine pruebo suerte en los
baños del Primark. Tras mi última experiencia con el tiarrón que no me dejó hacerle
nada, os confesaré que tenía muchísimas ganas de encontrar una buen tío, activo
y pollón que le apeteciera dar caña, eso era lo que me pedía el cuerpo. Así que
dicho y hecho, hice la compra, la bajé al coche, me di una vuelta y me fui
directo a los baños de al lado del Primark. No había mucha gente y, aunque odio
los urinarios de pared, me quedé simulando que meaba un buen rato en ellos.
Además, en mi perfil de las apps de ligoteo puse dónde estaba y qué buscaba y
dejé las apps abiertas en el bolsillo. Por allí empezaron a pasar varios tíos:
la mayoría a mear sin buscar nada más, alguno que otro echaba alguna mirada a
mi polla morcillona y, finalmente, apareció él. Un chaval bastante alto que no
pasaba de los 30 años, delgado, con cuerpo normal y cara aniñada. Se puso en el
urinario de al lado, orinó con normalidad y empezó a mirar por el rabillo del
ojo a mi rabo. Como vi que se produjo en más de una ocasión y, aprovechando que
no había nadie más, empecé a meneármela con suavidad y a mirarle de cuando en
cuando a la suya. Interpretó a la perfección mi señal y empezó a hacer lo
propio con la suya: una polla larga, pero fina, un poco descompensada. No era
mi ideal, pero podría estar bien para unas mamadas.
Pasados unos segundos
estábamos los dos con el rabo bien tieso hasta que el chaval se decidió y
metiéndose la polla con dificultad en el pantalón, se dio la vuelta y se
dirigió hacia una cabina. Se metió en ella, entornó la puerta y carraspeó un
par de veces. Pillé la indirecta, esperé a que un hombre que entraba empezara a
orinar y cuando lo hizo, me abroché la cremallera y me dirigí a la cabina con
disimulo. Entré despacio y cerré la puerta con pestillo tras de mí. El chaval
me levantó la camiseta y empezó a comerme los pezones y los pectorales, mientras
que con una mano me sobaba el paquete. Intenté frenarle, le apoyé contra la
pared, le comí el cuello y le empecé a bajar el pantalón de chándal y a sobarle
la polla ya dura por encima del calzoncillo. De nuevo, me empujó a mi contra la
puerta y empezó a bajarme la cremallera y a sobarme la polla, que me acabó
sacando y pajeando. Como si se tratara de una pequeña lucha inofensiva, traté de imponerme y, con máximo sigilo, le apreté del
pecho para separarle, volverle a apoyar contra la pared, ponerme en cuclillas y
sacarle la polla del calzoncillo. Se la empecé a chupar un poco, cuando me paró
en seco susurrándome:
- Tío, busco
más chuparla yo, no me complace mucho cuando me lo hacen, ¿sabes?. Déjame
comértela un poco y si quieres me follas, que tengo culo tragón.
¿Otra vez lo
mismo? ¿Dar mi polla sin que me dejen jugar con la suya? No, de eso ya había
tenido hacía dos días:
- Lo siento
tío. No busco esto. Busco tíos más activos -le dije, subiéndome el pantalón.
- Anda
venga, déjame que te la chupe un poco, no te puedes ir con este calentón
-insistió, echándome mano.
- Que no
tío, no insistas -le respondí.
Le aparté
mano, abrí el pestillo y salí de allí con máxima normalidad. La verdad es que
me había cabreado tanto la situación que me marché directamente al
aparcamiento, cogí el coche y me marché a casa.
No obstante,
volví el martes siguiente con algo más de suerte. Tras aparcar el coche sobre
las cinco de la tarde, me dirigí a algunas de tiendas de ropa a mirar alguna
camiseta de tirantes que me hacía falta. El calor apretaba y pese a los chorros
de agua difuminada que echaban los aspersores colocados por todo el centro comercial, solo te encontrabas cómodo al
fresquito del aire acondicionado de las tiendas. Fue en el Jack&Jones, otra
vez, igual que me pasó en el Habaneras tiempo atrás, donde me di cuenta que un
chaval que pasaba ligeramente de los 20 años me miraba más de lo debido. Vale,
ese día iba con unos pirata negros y una camiseta de tirantes amarillo-pollo
bastante holgada, que me permitía insinuar bastante bien mi cuerpo. No le di
mayor importancia hasta que unos minutos después me encontré con el mismo
chaval escudriñándome con su mirada en otra conocida tienda de ropa, así fue
ocurriendo hasta en tres tiendas más. El caso es que solo se limitaba a mirarme
y situarse cerca de mi fingiendo interés en ropa que tan siquiera se probaba. Lo cierto es que este juego que se traía de miradas e insinuación me estaba empezando a provocar bastante y encendía en mi un calor con ganas de ser refrescado. En la última de las tiendas, me metí al probador a ver si me quedaba bien una
camiseta negra y azul que había llamado mi atención. Una vez la tenía puesta,
abrí las cortinas del probador para verme en el espejo con más perspectiva y apareció
nuevamente este chaval, que era considerablemente alto, guapete, sin un solo
pelo en la cara y con un cuerpo proporcionado:
- Te está
bien, aunque con el cuerpo que tienes la podrías llevar mucho más ajustada
-dijo, con total naturalidad.
- Ah, sí,
gracias. Ahora voy a por una -contesté.
- Espera,
que te la traigo yo -se ofreció.
Cuando
regresó segundos después con una talla menos, le pregunté si es que trabajaba
en el centro comercial, porque ya le había visto en varias tiendas. No me va
mucho eso de dar vueltas cuando una situación me produce sentimientos
encontrados:
- No, lo que
pasa es que te vi solo y bueno, parece que siempre está bien contar con una
opinión de lo que pasa.
Mientras
teníamos esta pequeña conversación, aproveché para quitarme la camiseta, coger
de sus manos la otra talla, ver cómo sus ojos no podían evitar correr por todo
mi cuerpo y cambiarme allí, delante suya:
- Sí, esta
mucho mejor -dijo, mirándome a través del espejo y pasándose una mano
sutilmente por el lado derecho de su paquete.
Le agradecí
la ayuda, me despedí y me dirigí a una tienda de refrescos. Aproveché la
conexión Wi-Fi y abrí el Grindr. Me saltaron varias conversaciones, entre la
que destacó:
"La
camiseta te realza los pectorales de sobre manera, te espero en los baños de al
lado del Primark y si quieres me dices cómo me quedan los nuevos gayumbos que
me acabo de comprar".
A la
conversación le seguía una foto de este chico, el que me había seguido por las
tiendas, con unos calzoncillos apretados y la polla tiesa debajo de éstos. Un
buen pollón, que fue lo que encendió en mi las ganas de zampármelo. No le
respondí, me tomé la bebida que había pedido y me fui directo a los baños de al
lado de la conocida tienda. No había más que un hombre lavándose las manos, así
que usé los urinarios. De pronto, escuché a alguien dar unos golpecitos suaves en una de las paredes de madera de las cabinas y una puerta de una de ellas se abrió. Eché un ojo y salió una mano que
me hizo un gesto. Me abroché la bragueta y entré a la cabina como por despiste
(no fuera ser que hubiera interpretado mal las señales). Allí estaba este
chaval, sólo en calzoncillos, con el resto de su ropa metida en bolsas de algo
que se había comprado, y con el rabo bien duro debajo del gayumbo. Le dije que
creía que le sentaban muy bien y le empecé a sobar la polla mientras él me
quitaba la camiseta. Me sobó el cuerpo y me comió el cuello y los pezones, pero
yo no soltaba ese rabazo que intuía a través del tacto de la tela. Nos comimos
un poco las bocas jugando con nuestras lenguas húmedas y cuando me hubo calentado bastante, le apoyé contra la pared
y le bajé los calzoncillos con decisión. De allí salió una polla no
circuncidada de unos 17 centímetros y
buen grosor, totalmente depilada y muy blanquita. Enseguida me di cuenta de que
no descapullaba, porque intenté hacerlo con suavidad en un par de ocasiones y
el chico me detuvo. No fue un problema, me agaché y me la metí entera en la
boca. El chico se dejó hacer y me tuvo mamándosela algo más de diez minutos, la
tenía algo sudada, pero limpia, en ese punto en el que el sabor es agradable y
te llena de morbo. Me gustaba su discreción, controlaba muy bien la
respiración, no gemía y no dábamos el cante. Noté que su polla se endurecía aún
más y que sus manos empezaban a masajearme el cuello con más deseo y fuerza:
- Me
corro... -susurró.
Saqué su
polla de mi boca, le casqué una paja y se corrió a medio camino entre mi cuello
y mi pectoral izquierdo. Una corrida bastante pobre a decir verdad, un par de
chorrillos pequeños, unas gotitas y se acabó. O se corría poco por defecto o lo
había hecho no hacía mucho. Me limpió con papel del WC, se sentó en la taza, me
levanté, me acercó a él, me bajó los pantalones y calzoncillos y me cascó una
paja hasta que me corrí en su cara, como él quería. Me dijo que no le iba
mamarla, ni follar en estos sitios, así que bueno, le agradecí el gesto de
pajearme para quitarme el calentón que me había dado tener su rabo en mi boca.
Desde entonces no he vuelto a tener sexo en este centro comercial porque no ha surgido de ir hasta allí por ese motivo. Sí he vuelto con mis amigos y se ve movimiento en estos baños principalmente, muchas miradas furtivas y tíos entrando juntos como quien no quiere la cosa. Desde luego, en temporada alta es un buen sitio donde intentar vivir un rato de morbo si se pasa por allí. No lo recomiendo para ir expresamente a ver si te surge algo, sino que si tienes que ir a comprar, comer, cenar o lo que sea, aproveches a echar un ojo y ver si hay suerte. Ideal para unas mamadas, pajas o algo rapidito. No lo veo muy apropiado para follar, ya que se hace más ruido y siempre hay gente entrando y saliendo. Especialmente en fines de semana o por las tardes. Baja afluencia en temporada de invierno.
Me ha hecho gracia lo observador que puedes llegar a ser, que ya entras en un baño y puedes ver las posibilidades que tiene como sitio de cruising. Espero que no te moleste, pero podría decirse que es un poco ya "deformación profesional", jeje.
ResponderEliminarSaludos.
Totalmente Pablo! Sí, reconozco que cuando voy a algún baño público siempre se me pasa por la cabeza aquello de: "uy, aquí se podrían (o no) hacer las cosas bien". Pero lo cierto es que a la hora de la verdad soy mucho más de estar al aire libre, en baños tengo muchas menos experiencias de las que seguramente os imagináis ;)
EliminarDel primer encuentro, realmente es un auténtico coñazo establecer contacto con alguien y resultar un fiasco. Realmente prefiero perder el tiempo sin hacer nada, así que te comprendo que lo dejaras allí mismo y te volvieras a casa.
ResponderEliminarFue curioso el encuentro con el segundo, con ese acercamiento y precalentamiento, y sobre todo, menos mal que no te salió rana como el primero, jejeje...
Yo no puedo con los centros comerciales, primero por la inseguridad de contactar con la persona equivocada en tanto que más que seguro que la mayoría va al lavabo a mear, simplemente, sino también por el no poder relajarme y disfrutar tranquilamente dentro de una cabina y estar más a la expectativa de no hacer ruidos y controlar lo que hay fuera.
Es que claro... ¿para qué hacer algo por compromiso y sin disfrutar realmente de ello? Quizá con 17 años lo hubiera hecho, no te lo voy a negar, pero a día de hoy o me calienta el plan en cuestión o paso de ello. Soy de darlo todo con el sexo, las medias tintas para otros. Sobre la inseguridad que te provocan los centros comerciales, la entiendo perfectamente, pero si te das cuenta al final me animé porque el chaval me habló por Grindr, sino me habría ido a casa.
EliminarYo nunca he tenido rollete en centros comerciales ( cosa que no te extrañará porque más o menos ya sabes que hasta no hace mucho mi vida sexual ha tenido menos meneo que la de un gato atropellado ), pero en general estas situaciones de tener sexo en lugares públicos donde corre uno el riesgo de ser descubierto me dan bastante morbo. Las dos situaciones que has descrito me parecen muy sugerentes a pesar de los pesares, y evidentemente la segunda es mucho mejor porque ¡hay que ver qué poco partidaria del "quid pro quo" se está volviendo la gente en esto del rollo sexual! O será que no estoy teniendo yo muy buena suerte, no sé...
ResponderEliminar¡Un abrazo y buena semana!
¡Pues hay que animar esa vida sexual, eh! ;) Es que el cruising tiene mucho morbo, pero no hay nada como ir a un sitio al aire libre con buen tiempo, jugar al morbo de las miradas y acabar ligando y teniendo un buen encuentro sexual. Es una experiencia que le recomendaría a todo el mundo, vivirla una vez. ¡Buena semana a ti también (ya casi finde)!
EliminarLas veces que me lo he montado en unos baños públicos ha sido más por morbo que por necesidad porque ya vivía solo cuando tuve casi todas las experiencias y es verdad que a los que nos gusta tomarnos nuestro tiempo a la hora de sexo no es una opción para recurrir a ella muy a menudo pero cuando he querido una chupipaja rápida me ha venido muy bien.
ResponderEliminarLa vida es ensayo y error, es normal que en el sexo pase lo mismo pero no es cuestión de frustrarse sino de pasar a otra cosa y buscarle el punto positivo.
Abrazotes.
Jajaja me ha hecho gracia lo de la chupipaja :P Ya te digo, Christian, que soy menos de baños públicos de lo que pueda parecer (mis experiencias son contadas), pero a veces tiene mucho morbo ligar con un tío, que te espere en los baños y pasar al desenfreno. En otras ocasiones, por supuesto que se agradece dedicarle más tiempo y tranquilidad con la comodidad de una buena cama o sofá que se precie ;)
EliminarPero que bien que te explicas chico yo la verdad es que eso de crosing y baños públicos como que no, soy incapaz o no me da ese morbo, ahora las playas y eso es otra cosa voy a compartir una foto con vosotros que me encanta, fue hace dos veranos en un pantano de Soria que se practica crusing y nudismo, el caso es que quede con un amigo que vive en Soria ya habíamos tenido varios encuentros y me invito un finde a su casa, allí nos hicimos un trío que eso si me pone, total que el domingo nos fuimos a ese pantano (no me acuerdo como se llama) total que me follo allí y delante de un montón de gente y yo encantado, pero es que su polla me gusta mucho ummmmm [IMG]http://i65.tinypic.com/5bqssm.jpg[/IMG]
ResponderEliminarJoder!!!!! luego me dí cuenta que dice no se permite alojar fotos "subiditas de tono" pues nada aquí si ahora están, lo cierto a veces me gusta grabarme o me hagan fotos que morbo me dan verme jajajaja y luego estas fotos son unas de mis preferidas
ResponderEliminarhttp://img.xxx/album/STWl
¡Eres bien morboso! Te folló bien el tío ese de Soria por las fotos que pones. ¡Gracias por compartir!
EliminarNi te imaginas el morbo que tengo jajajajaja pero chico algo tradicional y cómodo, gracias Marcos ;)
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