Lo más extraño de
todo es que siendo parte de un mismo grupo de amigos, nunca llegáramos a
congeniar tanto como lo hicimos después de aquel reencuentro hace ya años en el
paseo marítimo del pueblo donde veraneamos.
Al principio, su
grupo de amigos y el mío eran diferentes, pero ya sabéis lo que pasa, que a
veces la gente va haciendo su vida y los grupos se separan o dividen y gracias
a esto, el grupo de amigos de Marcos y el mío se fusionaron por conocidos en
común. Más o menos salíamos de marcha por los mismos lugares, con lo cual la
fusión no fue traumática ni extraña. El primer día que quedamos todos juntos
era, precisamente, el cumple de Marcos. Nos habían dicho que haría un botellón
por la zona de Chueca, cuando por aquellos entonces todavía hacían la vista
gorda y no multaban tanto como ahora. Mis tres amigas, mis dos amigos y yo
llegamos a la hora que nos habían dicho y nos presentaron a Marcos y a los
amigos que aún no conocíamos.
Pelo de punta,
delgadito, cara de niño bueno, ojos marrones, sin un pelo en la cara, castaño,
guapazo, con un cordón plateado al cuello y con ropa ajustada que realzaba su
culo y piernas. Entonces Marcos no estaba tan fuerte como ahora, era un chico
delgadito que no iba al gimnasio, pero siempre fue un chico que ligaba con facilidad.
Le planté dos besos, le felicité y hablamos un ratito. Sin embargo, era un día
complicado: muchos amigos suyos por allí y mucha gente a la que prestar
atención.
Realmente con
Marcos siempre era así, siempre rodeado de gente, tanto de chicas como de
chicos. Nunca había tiempo para profundizar en la relación, a pesar de que
teníamos el móvil de cada uno y nos teníamos agregados al “MiEspacio” de
Messenger, una red social que ya no existe y bastante anterior a Facebook. Al
principio me daba curiosidad, me atraía y me lo intenté ligar en varias
ocasiones, pero por aquel entonces y, aunque le cueste reconocerlo, Marcos
tenía novio. O amigo con derecho a roce constante, como el quiera llamarlo. Un
novio con el que no se podía competir: morenazo, con pelo de punta también,
pinta de macarrilla de barrio, no muy alto, bastante fibrado y muy guapo. Le
llamaban el militar, pero lo cierto
es que nunca supe su nombre real. Era un chaval bastante chulo, creído,
sobrado, de los que en verano se quitan la camiseta para lucirse siempre que
hay ocasión… No pegaban nada, pero por lo que tengo entendido, echaban unos
polvos de la leche.
Meses después,
este noviete de Marcos empezó a darle a los porros de forma bastante habitual,
a Marcos empezó a cansarle Chueca, lo dejaron y Marcos dejó de salir de fiesta
de forma tan habitual. Perdimos el contacto casi por completo, hasta que
bastante tiempo después nos cruzamos en el Paseo Marítimo de nuestro lugar de
veraneo y ambos nos sorprendimos al saber que tanto el uno como el otro
habíamos veraneado allí de pequeños y jamás habíamos coincidido.
El Marcos que me
encontré era diferente al que conocí: más fuerte, con buenos brazos, cara con
facciones más duras, aunque conservando su carita de niño bueno y mucho más
maduro. Si ya me había atraído tiempo atrás, ahora lo hacía con más motivo. Ese
día estuvimos horas hablando y descubrí al Marcos que había detrás de tantas
noches de fiesta por Madrid… Un Marcos que tenía tema para hablar de casi
cualquier cosa, comprensivo, firme de convicciones y curioso, con ganas de
experimentar más en el sexo y morboso. Era mi oportunidad perfecta, sólo me
faltaba por saber de él como tendría la polla.
En mi caso había
cambiado menos, salvo porque ahora a veces llevaba barba de 3 días, pero siempre
tuve suerte en la genética, sin ir mucho al gimnasio, tenía brazos y pectorales
siempre marcados y la tripa delgada y fuerte. El ser rubio y ponerme muy moreno
en verano me daba muchas opciones de ligar. Así que le enseñé a Marcos el mundo
del cruising, fomentamos una gran amistad y esa fue la primera semilla que
planté para poder tirármelo más adelante. No pude suponer que aquel día
empezaría entre los dos una relación tan especial.
Lo de Sergio ya me
fastidió más, pero como nunca he sido enfadica y he pasado bastante de estos
líos, no dejé que me importara demasiado. Sergio y yo nos habíamos conocido
trabajando de camareros un verano aquí en la playa, en Madrid vivíamos lejos y
no habíamos coincidido nunca, pero ya teníamos una relación de hacía años ya
que también venía todos los veranos. Nos habíamos liado en varias ocasiones,
cosa desconocida para Marcos, a pesar de que nunca follamos… pero la amistad
siempre prevalecía. He de reconocer que tuve deseos en su momento de
convertirnos en pareja, por eso cuando llegó Marcos a escena y se lo llevó de
calle me fastidió. Pero claro… Marcos es Marcos y su físico y personalidad
arrolladora influyen mucho. Muchos de los tíos buenorros con los que hemos
estado los ha conseguido él, otros yo y otros Sergio, que también es un
caramelito de chaval. Luego empezaron los tríos entre nosotros, nuestra
relación se unió mucho más, a pesar de que nunca hablábamos de ello. La cosa
era pasarlo bien. Con nuestros pactos. Nuestros enfados. Nuestros
escarceos. ¿Una relación a tres bandas?
Lo descubriréis con el tiempo.
Encantado de leerte por aquí, Dani.
ResponderEliminarEso es señal que la amistad, lo más importante al final de todo, aún perdura.