Si hay algo que dejar claro es que las ganas de follar nunca se van, pase lo que pase el morbo y el deseo permanecen. Podremos intentar reprimirlo, frenarlo, disimularlo, ponerlo en pausa unas semanas para acabar por dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios. Existe algo bueno que traen todas las crisis: el fortalecimiento de los sitios de cruising. Ya lo vimos con la crisis económica de 2008, que fue capaz de resucitar a muchos lugares de cancaneo que estaban ya desaparecidos o al borde de estarlo. ¿Por qué? Fundamentalmente las personas en periodos de crisis buscan un tipo de ocio mucho más conservador: viajar a casas de los abuelos, suegros, primos, amigos, alquilar un apartamento en la playa y destinos nacionales. Y eso, en esta zona de Alicante plagada de apartamentos de segunda residencia, hace que las crisis sean menos fuertes en periodo de verano. Además con el cruising evitas todo el mareo que a veces se da en apps de ligue.
Como decía, en la crisis que empezó hace más de una década, sitios como El Rebollo y El Moncayo vivieron una segunda época dorada. En la pinada del Rebollo fue más evidente, ya que esta afluencia de hombres gay buscando sexo se mantuvo constante de 2009 a 2014 aproximadamente: en esos años muchos pudimos ver y disfrutar un Rebollo plagado de tíos de todos los tipos con sexo casi permanente en los meses de julio, agosto e incluso septiembre. Parejas, tríos, orgías, cachas, maduros, delgados, gordos... como suele decir, no faltaba un roto para un descosido. Quizá en El Moncayo fue menos notorio debido a las obras de la Vía Parque, pero también vivió un cierto resurgir entre 2011 y 2015. Diría que precisamente fue 2015 el año en el que todo empezó a decaer de nuevo silenciosamente, sin prisa, pero sin pausa... hasta llegar a momentos del día en el que en ninguno de los sitios encontrabas nada.
Eso, amigos, hasta este extraño 2020.
La pandemia lo cambió todo, no hace falta ir más allá. Os contaré un poco mi experiencia. Viendo como se iban produciendo los acontecimientos en otros países cercanos me extrañó muchísimo que las autoridades del nuestro pasaran del tema y calificaran el Covid-19 como una especie de resfriado sin importancia que apenas rozaría España. Teníamos a países como Alemania, Grecia o Dinamarca haciendo acopio de material desde principios de enero, pero aquí no ocurría nada. Seguíamos en la fiesta. Así que llegada la última semana de febrero, y a gracias a amigos que tengo trabajando en hospitales públicos de Madrid, vi que la situación se complicaba, hice las maletas y me vine a mi casa de la costa. Donde llevo desde entonces casi de forma permanente.
Lo primero que hice fue contratar una línea de internet para poder teletrabajar y justo antes del confinamiento hice una compra enorme para subsistir sin tener que salir demasiado. Aquí el confinamiento ha sido muy distinto a como se ha vivido en las grandes ciudades. Lo he pasado prácticamente entero en la terraza de mi casa y lo cierto es que era impactante ver sólo a los coches de la policía y guardia civil pasar por la carretera.
Y no, no he dejado de follar en todo este tiempo. Como os decía, en estas poblaciones de la Vega Baja de Alicante era relativamente sencillo salir a pasear o darte una vuelta en pleno estado de alarma. Son poblaciones que a duras penas superan los 15.000 habitantes y si vives en una zona de segundos residentes, pues estabas prácticamente solo. Una vez cogida la rutina de la hora a la que las autoridades solían patrullar, salía al Moncayo al menos 3 veces por semana. El Rebollo era misión imposible durante el estado de alarma, al tener que depender del coche. Soy una persona muy nerviosa y al pasar los primeros 15 días metido en casa sin salir me faltaba el aire. Lo intenté todo: deporte en casa, correr por los pasillos, pero no había manera. Y en cuanto me empezó a afectar al sueño decidí salir a ver qué pasaba.
Obviamente el camino al Moncayo lo hice por sitios nada habituales. Callejeaba hasta la parte sur del pueblo y entraba por las dunas atravesando hasta el gran hotel, para seguidamente bajar a la playa y subir por el acceso de madera. Esas tres escapadas semanales os digo que me dieron la vida. ¿Pensáis que estaba solo en El Moncayo? Eso creía yo según me acercaba, pero siempre encontré gente precisamente al tratarse de un sitio con mejores accesos y un lugar donde la gente obligada a trabajar podía seguir parando sin detenerse mucho. He follado con más 'heteros curiosos' en este confinamiento que en toda mi vida: chicos con novia que no podían quedar, hombres casados y con hijos y chicos bi que no se atrevían a follar con chicos de otro modo. Si algo bueno tuvo el estar encerrados en casa es que la media de edad del Moncayo se redujo bastante en aquellas semanas.
Desde entonces hasta ahora, pasando por las fases y entrados en esto que llaman 'nueva normalidad', ambos sitios de cruising han vivido un nuevo empujón. Diferente al de principios de los 2010's, porque hay menos gente veraneando por la zona, pero mejor que en estos últimos años en cuanto a variedad de gente y ganas. La gente ha venido muy encendida y muy fogosa. Eso sí, hay una serie de normas 'no escritas' que marcan este cruising que hacemos en plena pandemia:
- Sin besos. Porque todo el mundo sabe que el virus no infecta si comes una polla o un culo, pero sí al besar... En fin, si así os quedáis más tranquilos, genial por vosotros.
- Hablar en la distancia. Porque has estado dentro haciendo de todo, pero en la playa hablamos a metro y medio. Social distancing, my friends.
- ¿Mascarilla? Nadie la lleva y, sinceramente, lo veo lógico. Lo más lógico de estos tres puntos. Primero, porque es un sitio al aire libre alejado de núcleo de población sin aglomeraciones y la regulación lo permite. Segundo, porque carece de todo sentido ponértela para lo que vas a hacer luego.
Hace unos días paseando por el Rebollo se me insinuó un chico con buen cuerpo y buen rabo. Me llevó a los pinos para que le hiciera una mamada y cuando me voy a arrodillar, se saca la mascarilla y se la pone. Lo siento en el alma, pero... ¡¡qué me estás contando!! Ahí le dejé con el calentón. Si no estáis seguros de querer hacerlo, sentís miedo, queréis ser más prudentes, pues de acuerdo. Lo entendemos todos, pero no vengáis de cruising a hacer el ridículo o cosas sin sentido.
Fuera de bromas, en estos meses también he visto a la gente más lanzada por las clásicas apps de ligue (cosa que ya ha desaparecido y vuelto a la aburrida realidad). He tenido en casa a chicos que se han hecho más de 50 kilómetros para venir a follar, otros que venían de los pueblos del interior por carreteras secundarias, niñatos del pueblo que querían una mamada rápida para aliviar tensiones... Sí, reconozco que salvo los primeros 15 días, me lo he pasado bien.
Así que no temáis, se puede ir de cruising y es seguro. Llevad gel hidroalcohólico y toallitas desinfectantes, os vendrán bien. También os recomiendo llevar enjuages bucales con alcohol para cuando terminéis de follar. Más o menos en nuestras vidas fuera de sitios de cancaneo todos llevamos la mascarilla constantemente, estamos concienciados y tomamos medidas de protección. Si ese es vuestro caso, un rato de cruising alguna vez por semana no os hará daño. Tomemos precauciones lógicas y todo saldrá bien. Y no olvidéis que las ETS y el VIH siguen ahí, así que... ¡follad con condón, cabrones!
¿Cuál ha sido vuestra experiencia este tiempo? ¿Habéis recuperado vuestra 'normalidad sexual'?
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