26 de marzo de 2020

CAPÍTULO 174: LA HISTORIA DE ANCOR 2 - El comienzo de todo

Teniendo en cuenta que regresamos al bungalow pasadas las seis de la madrugada tampoco nos levantamos excesivamente tarde. Lo positivo de estar a quince minutos andando del Yumbo es que con el paseo de vuelta al alojamiento, y el fresquito que hace a esas horas en comparación con Madrid, se te pasa la borrachera y duermes mejor. Además, ya hace tiempo que aprendí a beber bastante agua cuando bebo más alcohol de la cuenta. No soy de las personas que se emborrachan siempre que salen, de hecho tiendo a beber lo justo: me da muchísimo coraje perder el día siguiente en recuperarme de la resaca o no poder aprovecharlo como es debido. En el Yumbo suelo ir a cervezas, por aquello de la garantía de que la abren delante tuya, y quizá a última hora voy a por alguna copa. Como los camareros de varios locales ya nos conocen y tenemos cierta amistad, tienden a ponernos más alcohol de la cuenta en las copas. Así que hay que controlar.

Debían de ser un poco antes de las 12 del medio día cuando decidimos levantarnos, tenían que limpiar el bungalow y debíamos salir a hacer la compra para comer algo aquel día. El mensaje de Ancor preguntando qué tal estábamos no tardó en llegar:

- Hey! Qué tal? Cómo amanecieron?
- Buenas guapo. Un poco resacosos, ¿y tu? -contestamos.
- Un poco cansadillo porque no he dormido mucho, pero bien. Fue una noche genial, me lo pasé muy bien :) Un descubrimiento conocerlos :*
- Gracias, majo, igualmente. 
- Si quieren hacer algo, avísenme. He quedado por la noche para ir al cine, pero tengo un rato después de comer :)
- ¿Te vienes a tomar un café después de comer? -le digo.
- Claro. Soy adicto al café. Avísenme cuándo puedo ir y en diez minutos estoy ahí.

Así que salimos a la piscina de nuestro complejo a nadar un poco para ejercitar el cuerpo y después nos dimos una ducha profunda. No somos de hacernos lavativas frecuentemente, pero nos tomamos la higiene muy en serio cuando prevemos que puede haber sexo. Lo cierto es que cuando Sergio y yo nos duchamos juntos solemos ponernos bastante cachondos y acabamos empalmados y calientes, pero tuvimos que contenernos. Preparamos la comida y un rato después avisamos a Ancor de que estábamos listos y que podía venir cuando quisiera.

A los quince minutos después me dijo por Whatsapp que ya estaba en la puerta del complejo. Así que me puse una camiseta de tirantes, un bañador cortito y salí a la puerta a recibirle. Y allí estaba él: con la mejor de sus sonrisas y unos pantalones pirata de estilo chino que le quedaban como anillo al dedo, en combinación con una camiseta negra ajustada. 

Os tengo que confesar que estaba nervioso, más de lo habitual. Y diréis: ¿cómo puede ser? Me suele pasar cuando conozco a alguien con quien se produce una conexión más allá de lo sexual, cuando se produce esa química que se da en todos los sentidos y tu cuerpo lo sabe. La conexión con Ancor se daba en muchos aspectos y eso me hacía sentirme nervioso. El saludo, tras abrirle la puerta, fue directamente con un pico. El primero que nos dábamos. Húmedo y duradero. Iniciado por él. La cuestión es que en nuestro complejo de bungalows no se admite la entrada a nadie externo excepto si es para estar en tu bungalow, sin usar las instalaciones. Le presenté al recepcionista, al que ya considero amigo, y le hice un pequeño tour por el complejo para guiarle directamente al bungalow, donde Sergio nos esperaba sin camiseta. Hacía calor. También se saludaron con un pico.

Era evidente que los tres estábamos nerviosos: en mi caso se nota porque no paro quieto, me levanto, me siento, muevo las piernas, brazos... En el caso de Sergio, porque se toca el pelo más de lo habitual. Y en el caso de Ancor, porque hablaba sin parar. Ya nos habíamos fijado en que hablaba mucho la noche anterior y esto, desde luego lo confirmaba. Eran conversaciones agradables y se podía hablar con el de todo. Preparé café mientras se sentaba con Sergio en el sofá sin parar de conversar de muchas cosas. Cuando estuvo listo, me senté también en el sofá y nos quedamos bastante apretados ya que era un sofá de dos plazas y estábamos tres. A ninguno nos importó. 

Sabíamos que teníamos tiempo limitado porque Ancor había quedado hacía días con sus amigos para ir al cine a ver una peli de estreno, pero la conversación y el buen rollo fluían tan sumamente bien y de forma tan natural, que me dio cierto reparo empezar algo sexual.  Hasta el punto en que me pregunté: pues oye, si al final solo surge amistad, bienvenida sea. Sin embargo, Ancor comenzó a acariciarnos con sutileza: te pongo una mano en la pierna, después te acaricio el brazo, te miro fijamente a los ojos y después a la boca, te rodeo con mi brazo por los hombros, la mano en la pierna sube hacia el paquete con disimulo... Y claro, allí teníais que vernos: a los tres hablando y riendo como si nada, con brazos y piernas entrelazados (Ancor estaba en el medio) y tres bultos en nuestros pantalones/bañadores que ya eran evidentes, pronunciados y no había forma de disimularlos. 

En ese momento de tensión sexual máxima, de roces constantes, de miradas provocativas, Ancor mira el reloj y exclama:

- ¡Ostia, tíos! Al final voy a llegar tarde.

Y lo curioso es que tenía razón. Sin darnos cuenta habían pasado más de dos horas allí hablando sin parar. Me levanté yo también con el rabo súper duro, Ancor se fijo y me lo cogió con una mirada picarona. Atrayéndome hacía el empezamos a comernos la boca con mucha lengua, muchas ganas y mucho desenfreno. Cogí a Sergio de la mano y les puse a los dos a comerse la boca, para entrar yo en acción después y comernos los 3 la boca al mismo tiempo, mientras por debajo nos sobábamos los paquetes los unos a los otros.

- Uff chicos, ¿por qué tiene que pasar esto al final? Me voy a ir al cine con un calentón... Pero fíjense qué hora es. Me tengo que ir ya.
- Bueno, si luego terminas antes de lo esperado, puedes venirte y acabamos lo que hemos empezado - le ofrecí.

Le cogí del culo, que lo tenía especular, redondo y firme, y volvimos a estar otros tres o cuatro minutos comiéndonos las bocas y sobándonos los paquetes:

- Marcos, vamos a dejar al chico irse, que si no... - dijo Sergio.

Y tenía razón, muy a mi pesar. Hablamos un poco antes de despedirnos para rebajar la tensión sexual y le acompañé a la puerta mientras Sergio se quedaba en el bungalow. Antes de despedirnos en la puerta principal, volvió a besarme profundamente y se despidió guiñándome el ojo.

Cerré la puerta y me di cuenta que volvía a estar empalmado. Así que al pasar por la piscina para ir de vuelta al apartamento, un amigo que habíamos conocido en el complejo me gritó con guasa:

- ¡Marcos! ¡Ven que necesitas una ducha fría! ¡O una boca que te consuele el calor que tienes ahí abajo!

Me reí y volví al bungalow. 

Aquel día Ancor no pudo volver. Terminó bastante tarde con sus amigos y nos propuso plan para el día siguiente: día de playa en un lugar menos turístico. 

Aceptamos con placer. Y ese sería el día en el que la tensión sexual estallaría por completo. 


4 comentarios:

  1. Woww, muy interesante la forma en la que ha ocurrido todo esto. Me preguntó si el final es el que estoy ya imaginando.

    Muchas gracias por publicar más periódicamente, Marcos.



    James

    ResponderEliminar
  2. Aún queda para el final. No se si será como esperas, lo que si puedo adelantarte es que para nosotros fue totalmente inesperado.

    ResponderEliminar
  3. That's a pretty nice photo, Marcos! ^.^

    ResponderEliminar
  4. Cuanta contención ! Cuanta tensión sexual !
    Hasta yo estoy atacao ! Que nervios !

    ResponderEliminar