Los
días siguientes discurrieron con normalidad, como si nada fuera de lo normal
hubiera pasado, salvo porque en mi casa empezaron a llamarme con sorna "el
huesped", básicamente porque pasaba por casa para ducharme, coger ropa,
comer y dormir. Sin embargo, era verano, ya habría el resto del año para
pasarlo en familia. En cierta parte, tras los últimos veranos ya se habían
acostumbrado.
Habíamos
hecho planes de volver a la playa gay, a ver si tomando un poquito el sol
íbamos cogiendo el moreno, nos dábamos unos baños y así pasábamos el día, para
al final, llegar a nuestro momento de relax. Ese día fui solo con Sergio, ya
que Dani tenía un compromiso con conocidos suyos que vivían en una ciudad
cercana. Cuando ya habíamos llegado a la playa y estábamos tomando el sol
embadurnados de crema solar para no quemarnos, llegó un chico de unos 32 años
bastante interesante: no muy alto, vaya, bajito, con gafas de sol, cuerpo
definido, piel clara, pelo castaño oscuro y bañador tipo slip rojo ajustado de
Puma que le hacía un culo increíble. Pues mirad si la playa en cuestión es grande que extendió su toalla justo a un
metro nuestra.
A
mi la verdad es que el chico me gustó, así que empezamos a intercambiar
miradas, pero pude intuir que le cortaba el hecho de que fuéramos dos o eso
pensé siempre. En un momento en que Sergio se marchó a darse un baño, este
chico se puso de pie para estirarse y como yo también estaba de pie, empezó a
mirarme con descaro mientras hacía diversos movimientos. Siguió haciendo esto
durante unos minutos hasta que le llamaron por teléfono y comenzó a hablar,
mientras seguía sin quitarme ojo. De pronto, me di cuenta de que con su dedo
pulgar se empezaba a rascar y acariciar el capullo que marcaba en el bañador mientras
me miraba con cara pícara. Respondí con una sonrisa, a lo que el respondió
apretándose con disimulo el paquete. Para mi, quedó claro que buscaba tema, así
que cuando salió Sergio y se secó, nos metimos a la pinada para ver si nos
seguía.
Y
lo hizo. No tardó más de 10 de minutos en aparecer por allí y bueno, empezamos
a jugar al ratón y al gato. Pero tal que así. Mirada va, mirada viene, te sigo,
me sigues, te hago un gesto, te respondo. Pero nada. No concretaba y se marchó.
"Bueno",
pensé, "a ver si le vemos otro día y la cosa se pone más
interesante". Pues bien, al poco tiempo se volvió a dar la misma situación
en la caseta, volvió a darse en la playa gay y volvió a darse en la caseta.
Jueguecitos tontos de te sigo, pero luego me doy la vuelta. Vamos, lo que viene
a ser un calientapollas de toda la vida, al que en los días que coincidimos
nunca le vi hacer nada con nadie. Y con esa actitud no me extraña.
A
las tres veces de pasar lo mismo, ya me di cuenta de qué iba, y decidí bautizarlo como la mamarracha, porque su actitud, desde luego, se identificaba
con este adjetivo. Así que cada vez que veía su Megane color blanco aparecer
por la caseta, directamente me sentaba a contemplar las vistas y a esperar a
que se fuera.
¿Os
ha pasado esto alguna vez? ¿Que se gana con tanto tonteo, tanto mareo que nunca
lleva a nada? ¿Por qué hay gente a la que le gusta hacer perder el tiempo a los
demás? Mirad que a mi me gustan los juegos previos ya que me parecen muy
morbosos, pero una cosa es tontear un poco y otra nunca pasar a la acción. Una
pena, el chico prometía.
A mi eso me lo hacen el primer día y un rato, porque si después de haberme metido en la pineda sigue con el tonteo del gato y el ratón, ahí se queda.
ResponderEliminarPara contactar y eliminar posibles malentendidos, el juego de miradas e insinuaciones está bien, e incluso necesario, pero una vez sabido que puede haber rollito, seguir es marear la perdiz innecesariamente.
Ganar no se que ganan, tal vez el sentirse deseado, satisfacer el ego y estas cosas para luego poder comentarlo entre sus amigotes heteros o su corte de locas.
El chico no prometía. Era un fraude.
Era un fraude completo, pero prometía físicamente hablando, vamos, que me ponía. Sigue yendo por la zona de cruising, pero es lo que decía en el capítulo, todavía no le he visto nunca liarse con nadie.
EliminarHorrible que te calienten la sopa y no se la tomen.
ResponderEliminarUn día jugué al gato y al ratón en un bosquecito cerca de mi casa. Yo era el ratón y el gato me comió hasta los huesos.
Si el gato te comió bien comido, entonces tuviste un final feliz ;)
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