18 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 36: MAMARRACHA Y SU RENAULT MEGANE BLANCO

Los días siguientes discurrieron con normalidad, como si nada fuera de lo normal hubiera pasado, salvo porque en mi casa empezaron a llamarme con sorna "el huesped", básicamente porque pasaba por casa para ducharme, coger ropa, comer y dormir. Sin embargo, era verano, ya habría el resto del año para pasarlo en familia. En cierta parte, tras los últimos veranos ya se habían acostumbrado.

Habíamos hecho planes de volver a la playa gay, a ver si tomando un poquito el sol íbamos cogiendo el moreno, nos dábamos unos baños y así pasábamos el día, para al final, llegar a nuestro momento de relax. Ese día fui solo con Sergio, ya que Dani tenía un compromiso con conocidos suyos que vivían en una ciudad cercana. Cuando ya habíamos llegado a la playa y estábamos tomando el sol embadurnados de crema solar para no quemarnos, llegó un chico de unos 32 años bastante interesante: no muy alto, vaya, bajito, con gafas de sol, cuerpo definido, piel clara, pelo castaño oscuro y bañador tipo slip rojo ajustado de Puma que le hacía un culo increíble. Pues mirad si la playa en cuestión es grande que extendió su toalla justo a un metro nuestra.

A mi la verdad es que el chico me gustó, así que empezamos a intercambiar miradas, pero pude intuir que le cortaba el hecho de que fuéramos dos o eso pensé siempre. En un momento en que Sergio se marchó a darse un baño, este chico se puso de pie para estirarse y como yo también estaba de pie, empezó a mirarme con descaro mientras hacía diversos movimientos. Siguió haciendo esto durante unos minutos hasta que le llamaron por teléfono y comenzó a hablar, mientras seguía sin quitarme ojo. De pronto, me di cuenta de que con su dedo pulgar se empezaba a rascar y acariciar el capullo que marcaba en el bañador mientras me miraba con cara pícara. Respondí con una sonrisa, a lo que el respondió apretándose con disimulo el paquete. Para mi, quedó claro que buscaba tema, así que cuando salió Sergio y se secó, nos metimos a la pinada para ver si nos seguía.

Y lo hizo. No tardó más de 10 de minutos en aparecer por allí y bueno, empezamos a jugar al ratón y al gato. Pero tal que así. Mirada va, mirada viene, te sigo, me sigues, te hago un gesto, te respondo. Pero nada. No concretaba y se marchó.
"Bueno", pensé, "a ver si le vemos otro día y la cosa se pone más interesante". Pues bien, al poco tiempo se volvió a dar la misma situación en la caseta, volvió a darse en la playa gay y volvió a darse en la caseta. Jueguecitos tontos de te sigo, pero luego me doy la vuelta. Vamos, lo que viene a ser un calientapollas de toda la vida, al que en los días que coincidimos nunca le vi hacer nada con nadie. Y con esa actitud no me extraña.

A las tres veces de pasar lo mismo, ya me di cuenta de qué iba, y decidí bautizarlo como la mamarracha, porque su actitud, desde luego, se identificaba con este adjetivo. Así que cada vez que veía su Megane color blanco aparecer por la caseta, directamente me sentaba a contemplar las vistas y a esperar a que se fuera.


¿Os ha pasado esto alguna vez? ¿Que se gana con tanto tonteo, tanto mareo que nunca lleva a nada? ¿Por qué hay gente a la que le gusta hacer perder el tiempo a los demás? Mirad que a mi me gustan los juegos previos ya que me parecen muy morbosos, pero una cosa es tontear un poco y otra nunca pasar a la acción. Una pena, el chico prometía.

4 comentarios:

  1. A mi eso me lo hacen el primer día y un rato, porque si después de haberme metido en la pineda sigue con el tonteo del gato y el ratón, ahí se queda.
    Para contactar y eliminar posibles malentendidos, el juego de miradas e insinuaciones está bien, e incluso necesario, pero una vez sabido que puede haber rollito, seguir es marear la perdiz innecesariamente.
    Ganar no se que ganan, tal vez el sentirse deseado, satisfacer el ego y estas cosas para luego poder comentarlo entre sus amigotes heteros o su corte de locas.
    El chico no prometía. Era un fraude.

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    1. Era un fraude completo, pero prometía físicamente hablando, vamos, que me ponía. Sigue yendo por la zona de cruising, pero es lo que decía en el capítulo, todavía no le he visto nunca liarse con nadie.

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  2. Horrible que te calienten la sopa y no se la tomen.

    Un día jugué al gato y al ratón en un bosquecito cerca de mi casa. Yo era el ratón y el gato me comió hasta los huesos.

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    1. Si el gato te comió bien comido, entonces tuviste un final feliz ;)

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