20 de febrero de 2017

CAPÍTULO 168: LA ILUSIÓN POR UN PRIMER AMOR (Parte 2)

If you could read my mind love,
What a tale my thoughts would tell.
Just like a paperback novel,
The kind the drugstore sells.
And when you reach the part where the heartache comes
The hero would be you.
Heroes often fail.

Di un salto a la cama haciendo un poco el ganso y Mili me atrapó entre sus brazos como quien coge un peluche de un puesto de feria. Quedé rodeado por sus fuertes brazos y su cuerpo caliente y sudado, mientras él terminaba de encender el portátil y me preguntaba acerca de las películas que me gustaba ver. Lo cierto es que siempre he tenido un gusto bastante variado en lo que concierne al cine, no me cierro a ningún género siempre que la película valga la pena y, aunque en el presente estoy pasando por una etapa de ver muchas más series que películas, en aquella época solía ver bastantes películas cuando tenía tiempo o un rato libre. Me enseñó una carpeta con cientos de películas y le dejé elegir. "Algo que esté bien y con lo que no nos durmamos", le dije, aunque a esas horas de la noche podría ser complicado. Me di cuenta de que en su colección de cine apenas había cine español, que no es que sea un gran seguidor del mismo, pero fue algo que me llamó la atención.

- ¿Qué te parece Studio 54? -dijo.

54 es una película que no podía rechazar. La había visto años atrás con mis compañeros del instituto en los cines de mi ciudad y me enamoré de Ryan Phillippe nada más verlo, empezando una cruzada para ver otras películas suyas. La película, que refleja el comienzo de la decadencia de la popular discoteca neoyorquina, es todo un escaparate en el que deleitarse con la belleza y musculatura del rubio actor. Además, también cuenta con buenas interpretaciones a cargo de actrices como Salma Hayek o Neve Campbell. Si hubiera sabido en aquel momento de lo profética que resultaba la canción central de la película, cuánto sufrimiento habríamos ahorrado.

Mili apagó la luz nada más dar comienzo la película y, como si se tratara de ayer, recuerdo aquella habitación oscura con pequeños destellos de luz de la calle que entraban por los diminutos agujeros ovalados de la persiana. No se cuánto metraje de la película llegamos a ver sin distraernos, pero como entenderéis, dos cuerpos semi desnudos que se desean pegados en una cama, querían hacer de todo menos ver aquella película. Sentir a Mili detrás mía con su fuerte brazo abrazando mi pecho y su respiración pausada en mi nuca empezó a ponerme nervioso. Sí, solía ponerme bastante nervioso cuando me iba a liar con un tío por primera vez. Por miedo a que por medio de la mano que tenía en mi torso notara lo acelerado que empezaba a ponerse mi corazón, me acurruqué un poco más haciéndome como una bola. Sin embargo, no pude más que empeorar la situación ya que ahora mi culo pegaba y notaba el paquete de Mili posado sobre el. Mili me abrazó más fuerte, pegó un pequeño resoplido en mi oreja y empezó a darme besos en el cuello, mientras su mano acariciaba y bajaba lentamente por mi espalda. Está claro que se había tomado mi movimiento como una señal que no había estado premeditada por mi parte. Siguió dándome besos por el cuello y la oreja que fueron aumentando la intensidad y la fuerza, ya para entonces la tenía durísima y notaba la suya empujando detrás de mi culo. Paró momentáneamente para colocar el portátil en el suelo, pausando la película, y después continuó con mi cuello, deslizando su mano por debajo de mi calzoncillo para acariciarme los glúteos e irse abriendo paso, poco a poco, hasta mi agujero que solo tocó con suavidad. Me apretó aún más a el y con esa misma mano me bajó los calzoncillos, que me acabé de quitar con un juego de piernas. Me hizo girar la cabeza para empezar a comerme la boca y con esa mano tan curiosa me cogió de la polla y palpó bien huevos:

- Qué bien dotado estás cabroncete... -dijo en un susurro.

Gemí cuando empezó a pajearme y sentí que el corazón me latía tan fuerte que iba a sonar en toda la habitación y se me iba a salir por la boca. Mili se quitó los calzoncillos y, en la misma posición en la que estábamos, guió una de mis manos hacia su polla, que también era grande y gorda. Una vez tuve su sexo atrapado en mi mano, el volvió a coger la mía y empezamos a pajearnos el uno al otro comiéndonos las bocas y gimiendo suavemente. Me iba a correr. Ahora controlo mucho más la eyaculación, pero entonces reconozco que era de fácil corrida. Estaba cachondísimo con aquel chulazo que me tenía atrapado en su regazo y le avisé de que me iba a correr si me seguía pajeando:

- ¿Y te apetece hacerlo? -susurró.
- Sí, pero no quiero decepcionarte... -dije.
- No lo harás...

Me tumbó boca arriba, clavó su lengua dentro de mi boca y me pajeó con decisión y fortaleza hasta que mi respiración se aceleró tanto que me corrí muchísimo y le pringué toda la mano.

Mili se recostó sobre mi lado, puso su mano en mi pecho y me miró a los ojos susurrando:

- Me gustas mucho, Marcos. Me tienes loco.

No daba crédito a lo que oía. ¿Cómo podía gustarle yo tanto si era un chico de lo más normal? ¡Con los chulazos que él podría ligarse! Entonces miré hacia arriba sin decir nada y comenzaron a resonar las palabras de Espe en mi cabeza: "no te pilles por el, solo sexo, no te enamores, sufrirás". Mili me giró la cabeza para volver a mirarme a los ojos y me dijo:

- Quiero hacerte el amor. ¿Y tu? ¿Quieres hacérmelo a  mi?

No respondí. Le cogí de la cabeza y empecé a besarle desenfrenadamente, nos seguimos sobando y magreando y Mili se puso encima de mi restregando su cuerpo entre los restos de mi corrida. Entonces, todo sea dicho, no me costaba nada recuperarme de una corrida. Máxime teniendo encima de mi al tipo de chico con el que físicamente siempre había tenido mis fantasías sexuales.

- ¿Te apetece jugar un poco en la ducha? -preguntó.

Asentí, me cogió de la mano como cuando horas antes me había llevado hasta Gran Vía para coger un taxi y me llevó por aquellos largos pasillos de su casa hasta un cuarto de baño bastante amplio con un plato de ducha rectangular. Encendió el agua caliente, la templó (era verano)  y pasamos dentro para seguir comiéndonos las bocas debajo de aquellos chorros de agua. Allí en su ducha pasamos un rato pajeando nuestras pollas duras, nos las chupamos el uno al otro, aunque muy brevemente y sin entretenernos  demasiado. Cosa que me dio rabia porque tenía una polla muy bonita y de buen tamaño para dar un buen placer; podría haberme pasado horas chupándole esa preciosa polla. 

Llegado un momento, Mili me dio la espalda y me pidió que le frotara con la esponja. Hasta ese momento no había reparado en la belleza y perfección de su culo musculado, tan bonito como un melocotón duro. No volví a encontrar un culo y unas piernas como las suyas hasta que conocí a Sergio años después. Tenía la espalda fibrada y tiré la esponja  al plato para llenarme las manos de jabón y sobarle bien. Aquel culo sin un solo pelo, tan fibrado y apetecible, despertó en mi el lado activo que había estado dormido hasta entonces. Sin que Mili me dijera nada, empecé a meterle un dedo mientras ahora le comía el cuello yo a él; el cabrón empezó a gemir muchísimo más que minutos antes en la cama y noté una sensación nueva para mi: el sentir cómo un agujero de culo dilataba y se abría ante la insistencia de mis dedos, que ya eran tres. Sentí otro impulso y me puse de rodillas dejando su culo a la altura de mi cara, abrí sus cachetes y visualicé ese precioso agujero abierto sin un solo pelo y un cierto toque rosáceo. Mili flexionó las piernas y como por pura inercia saqué la lengua y la introduje en su agujero saboreando aquello como la cosa más rica que jamás hubiera probado. Mili se volvió loco de placer, sus gemidos aumentaron más cuando sentía mi lengua penetrando su agujero y me rogó que le follara. Ante mi escasa experiencia, me levanté y le pregunté si lo íbamos a hacer a pelo. Mili giró su cabeza, me miró con cierta ternura (solía tener un gesto rudo siempre) y dijo:

- Eso más adelante. Hoy me la vas a meter con funda.

Salió de la ducha, abrió un cajón, oí cómo rompía un plástico y vino con el condón. Me lo puso con delicadeza, pero a la vez con firmeza y volvió a colocarse de espaldas a mi con las piernas flexionadas e inclinado hacia delante.

- Me gusta que la metan despacio, pero de golpe y hasta el final... -susurró.

Y en este momento me volvieron a asaltar las dudas durante algunos segundos. Estaba claro que él tenía una experiencia sexual mil años avanzada a la mía. ¿Y si no daba la talla? ¿Y si no le follaba bien? Hasta ese momento solo había hecho de pasivo. Mili se dio cuenta de que algo pasaba y lo resolvió alargando su mano para cogerme de la polla y encaminarla hacia la entrada de su culo. Me excitó muchísimo mirar hacia abajo y ver mi capullo medio insertado en aquel perfecto culo. Las dudas desaparecieron y se la clavé como el había pedido: despacio y hasta el fondo. Soltó un leve quejido inclinando la cabeza, volvió a alargar su mano para presionar mi cuerpo contra el suyo y permanecí varios segundos con mi rabo totalmente dentro de su culo experimentando una sensación de placer y calor como nunca antes había sentido. Pasado algo más de un minuto sin cambiar de posición, Mili dijo:

- Ahora ya puedes darme tanto como quieras.

Cerró el grifo de agua y empecé a follármelo duramente, sin poder dejar de mirar cómo mi polla entraba y salía de su culo con tanta facilidad. Sintiendo cómo era estar dentro de otra persona y viendo el placer que le estaba dando, a tenor de sus gemidos y su cara, que se giraba para encontrarse con la mía y jugar con nuestras lenguas. No paré de follarle hasta que varias ráfagas de leche espesa impactaron contra el cristal de la lucha y otras tantas cayeron al suelo, con unos gemidos y unas sacudidas de su culo que me pusieron de lo más cachondo. Entré en un estado de éxtasis. Presioné con fuerza sobre su espalda para que se inclinara más y Mili, que no se lo esperaba, tuvo que apoyar sus brazos en el cristal para no caerse. Le agarré por la cintura y le volví a follar a tope hasta que me corrí dentro de su culo. Mili aguantó estoicamente la situación que le pilló de sorpresa y movió su culo y caderas a mi compás, lo que facilitó que me corriera antes.

Una vez terminado el éxtasis, saqué mi polla con suavidad, tiré el condón al plato de ducha y me temblaron tanto las piernas que me desplomé en el suelo de aquella ducha. Mili abrió el grifo del agua caliente y se recostó allí conmigo, abrazándome, mientras el agua se deslizaba por nuestra piel. 


Después de secarnos en silencio y volver a su habitación, de nuevo agarrado a su mano, para meternos en cama, me preocupó que Mili permaneciera en silencio y no dijera ni una sola palabra. Estaba abrazado a el, que miraba fijamente hacia el techo con su abrazo sobre mis hombros. Finalmente rompió su silencio para decirme que lo vivido minutos antes en la ducha le había dejado muy sorprendido, pero para bien. Que no se esperaba esa faceta mía con cierto punto dominante y que le había dado mucho morbo, para terminar diciendo que eso aún le volvía más loco por mi. 

Me marché poco antes de sus padres llegaran. La semana que comenzaba estaría plagada de sorpresas y actos que marcaban el comienzo de nuestra relación. Al principio, pensé que no volvería a saber nada de Mili hasta el finde siguiente, ese pensamiento me lo provocaba el consejo de Espe. Pensé: "bueno, ya hemos follado, pues ahora querrá seguir como antes", no sin que ese pensamiento me produjera cierta tristeza y me hiciera encoger el estómago. Entonces ya sabía que esa noche que había pasado con el significaba para mi admitir que me había enamorado profundamente de Mili. Contra todo pronóstico, Mili me llamó el lunes por teléfono. No os podéis imaginar cómo me sentí cuando leí su nombre en la pantalla, de nuevo el corazón a mil. Me invitaba al cine aquella noche de lunes y a tomar algo de relax.

Nunca antes había acostumbrado a salir entre diario, pero... ¿por qué no? Al fin y al cabo ese sería el primer y único año en mi vida en el que no pisaría mi querida playa porque Mili pasó a significarlo absolutamente todo para mi. 

Hoy en día esta canción me sigue transportando a mi primera noche con Mili y a todas aquellas que pasé con él en la noche madrileña.

13 de febrero de 2017

CAPÍTULO 167: LA ILUSIÓN POR UN PRIMER AMOR (Parte 1)


Voy a negar la evidencia delante de mí,
si no puede ser, no lo quiero ver. 
¿Para qué saber 
lo que no podre cambiar?



A todos nos llega un final, un final para todas y cada una de las etapas que comenzamos en nuestras vidas. Aquel mes de junio, tras haber aprobado selectividad con nota, mi época en el instituto llegaba a su fin. Adiós a 14 años encerrado entre las mismas paredes de aquel centro educativo concertado de una cooperativa de profesores que puso todo su empeño en educarnos de la mejor manera posible. La que ellos creían que era, claro. Adiós a aquellas paredes que habían sido testigo de nuestros primeros juegos, nuestras primeras rebeldías, las primeras confesiones de la adolescencia temprana, tantos partidos de fútbol, obras de teatro, exámenes y, sobre todo, aquellas primeras experiencias sexuales que aún no he terminado de contar. 



Como dice el popular dicho: "cuando una puerta se cierra, otra se abre". Así fue como solo con un verano de por medio, mi vida cambió totalmente. Cerré puertas a aquellos catorce años perdiendo el contacto con prácticamente todos mis compañeros, antes o después, y manteniéndolo solo con quiénes sabían que eran mis amigos de verdad. ¿Para qué tener que seguir aguantando a esos que siempre me habían caído mal? Ya no tenía ningún sentido. Empecé la universidad a finales de septiembre y ante mi se abrió un nuevo mundo: nuevos compañeros, nuevas asignaturas, nuevos profesores, nueva forma de aprender y nuevo círculo de amigos. Todo ello conjugado con una peligrosa libertad que te daba aquella falta de control al alumnado de la universidad madrileña por excelencia. Yo, que nunca jamás había hecho pellas en el instituto debido al control absoluto que ejercían sobre nosotros, ahora me encontraba con una nueva situación en la que si un día no me apetecía ir a clase, no pasaba absolutamente nada. No había consecuencias de ningún tipo. No había llamadas a casa. ¡Y había maricones! Para entonces un servidor ya tenía asumida completamente su sexualidad y el hecho de que por la universidad hubiera chicos que sin tapujos mostraban una sexualidad idéntica a la mía, abrió un abanico de posibilidades extraordinariamente amplio.

Así, ya al finalizar mi primer año de carrera, me hice con mi particular grupo de amigos compuesto por: 

- Espe, de Esperanza. Esa chica de barrio bajo que siempre había querido ir a la universidad. Alegre, con carácter y de las que van de frente. Su vida había sido dramática: apenas conocía a su padre, siendo criada por su madre y abuelos y teniendo que trabajar desde los 16 a la vez que se sacaba los estudios. Era la perfecta mariliendre: la mayoría de sus amigos masculinos éramos gays, a los heteros directamente se los tiraba. Ella era el alma del grupo, buena amiga y la reina de las fiestas. Adoraba salir por Chueca.

- Elena. Había sido rescatada, emocionalmente hablando, por Espe. Como había hecho con tantos otros. Pijilla, pero carabanchelera. De familia acomodada. Había sufrido una decepción amorosa quedándose bastante deprimida, pero conoció a Espe y todo cambió. Ella, que jamás había tenido amigos gays, se vio rodeada por ellos y acabó encantada de conocer Chueca. Chica alegre donde las hubiera, capaz de alegrar un día malo a cualquiera.

- Johnny, de Johnatan. Al igual que yo procedía de las ciudades del sur de Madrid. Chico extrovertido, masculino, amistoso y profundamente liberal. Le conocí como bisexual, ante mi sorpresa. Nunca tuvo relaciones serias con mujeres, pero de vez en cuando salía por Alonso Martínez y se tiraba a alguna chica. Eso fue cambiando con el tiempo hasta ser completamente homosexual. Un chaval descuidado, de los que nunca se acuerdan de tu cumpleaños, pero que siempre está ahí cuando le necesitas.

- Raúl. Un chico un tanto místico, algo más reservado. De los que van por detrás con cierta malicia. Nunca congeniamos en exceso, pero nos tolerábamos y hubo épocas de cierta unión entre nosotros. Hoy en día es una estrella de Instagram, con decenas de miles de seguidores, quién lo podría haber imaginado por aquel entonces.

- Tamara. La 'mariliendre' de Raúl y su mejor amiga. Era la mayor del grupo por las veces que había repetido cursos en el instituto. Nunca hablaba de su familia. Ambos tenían mucho en común, por lo que congeniaron enseguida. Curraba a la vez que se sacaba la carrera y fardaba de ello. Agradable, siempre con una sonrisa perfecta (y un cuchillo en la espalda). 

Espe, que tenía muchos otros amigos fuera de la universidad, nos introdujo en su grupo de fiestas por Chueca, donde aparte de los mencionados y de algunos más, también estaban:

- Íker. Un chico masculino donde los hubiera, serio al conocerle, difícil de acceder a él, pero buen amigo una vez te acepta. Tardó en aceptarme más de lo debido porque chocábamos en carácter y me veía como un rival a la hora de ligar y de competir por amistad con Espe.


- Manu. En la época que le conocí era un chaval un tanto pasado de rosca, agradable cuando estaba sobrio, pero pesado hasta decir basta cuando estaba ebrio, que era la mayor parte del tiempo. Gastaba bromas que nadie soportaba, pero ponía su piso en pleno Chueca a disposición del grupo y por eso era uno más. Algo horrible había pasado entre él e Íker tiempo atrás, era un secreto de estado que todo el mundo sabía, pero nadie se atrevía a contar.

- Tony. Compañero de piso de Manu, nunca supe cómo podían permitirse pagar el alquiler de aquel pisazo. Un chaval alto, grandote y aniñado. Muy extrovertido, divertido y más puta que las gallinas. Se lo llegaba a hacer con hasta 8 tíos por noche, no porque fuera muy atractivo, sino porque tenía una labia brutal y sabía calentarte la oreja como nadie. Creo que todos los del grupo caímos en sus redes antes o después. 

- Juanlu. Un chaval un año más joven que nosotros que vivía en mi misma ciudad: guapo, delgado, ligeramente fibrado y muy pasivo. De hecho, si se enteraba que algún ligue era exclusivamente pasivo, le dejaba de hablar y actuaba como si no existiera. Se dejaba llevar demasiado por los demás, pero no era mala gente.


- El Mili. Su apodo, indudablemente, por militar. No había querido estudiar y se había metido al ejército. Cuando me lo presentaron sufrí un amor a primera vista. Era todo lo que siempre había adorado en un hombre: pelo de punta, acento de malote de barrio, chulo, morenazo, guapo como ninguno, con labia, cachas, estatura media, sonrisa perfecta. Si tenía algún defecto era que le gustaba demasiado fumar porros.


Efectivamente fue este grupo al que se unió Dani un tiempo después y con el que di por comenzada mi etapa de fiestas más salvaje por el centro de Madrid. Como podréis imaginar, ante unos personajes tan distintos y dispares entre sí, el grupo no tardó mucho en separarse, en vivir auténticos dramas, peleas y traiciones. Eso sí, los primeros años los recuerdo como unos de los más felices, una etapa en la que nada importaba, en la que esperar siempre al viernes noche y no volver a aparecer por casa hasta el domingo. 


Mi primer año en la universidad fue un absoluto desastre, para qué negarlo. Como os comenté al principio, esa libertad que tanto contrastaba con el férreo control al que habíamos estado sometidos en el instituto me dio alas para muchas cosas. Eso unido al caótico horario que me había tocado (entonces el orden de matriculación se decidía por el sorteo de una letra del alfabeto y a mi me tocó de los últimos), me hacían pasarme todo el día en la uni, aunque no precisamente en clase. Pocas clases recuerdo de aquel primer año, a decir verdad. 


¿Dónde había estado metida toda aquella gente tan maja, abierta y simpática con la que había congeniado tan bien que parecíamos conocernos de toda la vida? Los amigos de Espe, que no eran de la facultad, venían a vernos desde un campus de otra universidad pública que no estaba muy alejada. Hacíamos horas en la cafetería o en los jardines si hacía buen tiempo y, aunque conecté con todos muy bien, fue del Mili del que me prendé hasta las trancas. Los otros, a excepción de un polvo con Íker que ya contaré y un rollo con Tony, nunca llamaron mi atención en el plano más sexual. 

Nunca he sido muy de demostrar mis sentimientos e intenciones de primeras, me refiero a mi "yo" de esta época, pero siempre me pareció evidente que al Mili le hacía gracia. Él siempre aprovechaba para quedarse en manga corta y mostrar esos fuertes brazos morenos trabajados o quitarse la camiseta para tomar el sol, luciendo su perfecto torso depilado de gimnasio. Todo ello siempre acompañado de un porrito, lo que me llevaba a plantearme si en el ejército también se lo consentían. Había semanas en las que por turno de trabajo no venía a visitarnos, y siempre acababa deseando que pasaran rápido para poder verle una vez llegara el fin de semana. 

Nuestro tonteo debió de llegar a ser tan evidente una noche de junio, poco antes de los exámenes finales que marcarían aquel primer año universitario fatídico. Recuerdo que estábamos tomando algo en el bar Nike de Chueca (creo que hoy ya no existe) y llegado un momento decidimos salir a la calle a continuar allí con los minis de cerveza, que al menos corría el aire. No se cómo empezó, pero recuerdo que en un momento de risas en el grupo, el Mili me agarró por la cintura, me miró a la cara a escasos centímetros de distancia y dijo:

- Abre la boca.
- Claro -dije, pensando lo increiblemente guapo que era ese chico al que tenía más cerca que nunca y cuyos brazos fuertes pasaban por mi cintura.

Dio una calada al porro que tenía en su mano y aproximó su boca a la mía dejándome acariciar sus labios suavemente mientras el humo que tenía alojado en su interior se dirigía hacía mi garganta, con sus penetrantes ojos atravesando los míos. 

No me preguntéis por qué, pero se me puso durísima y eso que nunca he sido fumador. Mi empalme fue bastante evidente, tanto que el Mili miró hacía abajo y me lo agarró con fuerza con la mano en la que hasta hace un momento había sujetado el cigarro:

- Era esta la reacción que esperaba -dijo 2 segundos antes de empezar a comerme la boca.

En ese momento no me había dado cuenta, pero se había hecho el silencio en el grupo que observaba con cierta perplejidad la imagen:

- Mili, viendo lo que calza Marquitos, espero que lleves bien de lubricante -dijo Íker para romper el hielo.

Nos empezamos a reír muchísimo y Espe me cogió de una mano y tiró de mi separándome del Mili y llevándome a un sitio más apartado, mientras los demás seguían riéndose. 

- No te conviene, ¿me has oído, Marcos? Follátelo, tíratelo, comeos las pollas, pero no te enamores de él. ¿Entiendes lo que te digo? -me decía, con los ojos fuera de sus órbitas y sus manos cogiendo mi cara.
- ¿Por qué? -pregunté.
- Porque sufrirás. Prométemelo Marcos. Solo colegas. Solo follar. Pero nada de sentimientos, ¿si?

Espe me decía esto porque era de las pocas que habían sabido de mi fallida historia con el alcalde y siempre fue una persona excesivamente protectora. Lo que Espe no sabía es que ya era tarde, muy tarde, para decirme que no me enamorara de una persona en la que ya me pasaba pensando todo el día.

Volvimos al grupo, que volvía a hablar con normalidad, seguimos bebiendo y el Mili se volvió a acercar a mi para besarme. Traté de contenerme, de rechazarle, pero no me lo puso fácil:

- ¿Qué pasa, Marquitos? -preguntó.
- ¿No vamos un poco rápido? -dije, sonando muy mojigato.
- ¿Rápido? Jajajaja... a ver que no te he bajado los pantalones para follarte aquí mismo niño. Venga, ¿no te apetece comerme un poco la boca? No te dejes llevar por lo que...

No le dejé terminar. La poca fuerza de voluntad que tenía para rechazarle se esfumó y le comí la boca con puro ansia. Me estampó de espaldas contra la pared del edificio que teníamos detrás y allí estuvimos más de media hora besándonos, sobándonos y magreándonos. Tuve oportunidad de acariciar cada uno de los músculos que daban forma a su torso y me entretuve particularmente en aquellos brazos de hierro.

- Pufff tío, estoy muy caliente y tu también...-dijo Mili.
- Si... -susurré mientras le comía la oreja.
- ¿Nos vamos a mi casa? No vivo lejos y estoy solo...
- No se tío...-dije.
- ¿Es que no confías en mi? -preguntó, con seriedad.
- Claro...
- A ver, no te voy a obligar a nada. Nos tumbamos en la cama, nos ponemos una peli y de buen rollo -dijo.

Pues sí, lo cierto es que tenía motivos para confiar en él. Obviamente solo le conocía de hacía algo más de 6 meses y Espe de años, pero en este tiempo se había portado muy bien conmigo, no tenía razones para rechazarle y el consejo de Espe no era suficiente para no irme con aquel chico del que estaba profundamente prendado.

No nos despedimos de nadie. Me cogió de la mano con fuerza y con decisión tiró de mi hasta sacarme a Gran Vía. Allí alzó la mano, paró un taxi y me llevó a su casa en no más de diez minutos. Durante todo el trayecto no soltó mi mano, cosa que llamaba poderosamente la atención del taxista que no hacía más que mirar por el espejo retrovisor
interior. Pagó una vez llegamos al destino y subimos a su piso. Una estancia grande y con mucho pasillo, decorada con gusto en un estilo mixto de modernidad y clasicismo. Pasamos a su más que amplia habitación en la que hacía un calor sofocante. Tras descalzarse, se quitó la camiseta y los pantalones, quedándose en aquellos ajustados bóxers negros de marca conocida. 

Si ya haberle visto sin camiseta en los jardines de la facultad me había puesto cachondo, tener aquella imagen de semejante culazo, cuerpazo y paquetazo, me puso a mil. Me miró, sonrió y dijo:

- A ver, tu haz lo que quieras, pero estoy seguro de que en tu casa con este calor no llevas nada de ropa encima.

Así que hice lo mismo, aunque con bastante más pudor al comparar su cuerpo con el mío, que entonces estaba delgado y marcaba lo poco que había conseguido por la natación. Me miró, volvió a sonreír, se tiró a la cama, cogió el portátil y dijo:

- ¿Vienes? 

Y fui. Claro que fui. 

***La siguiente parte de esta historia será publicada en menos de 7 días.